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Cena romántica y vore.

¡Hola mis bonitos lectores! Muchas gracias a las personas que se han tomado el cariño para leer esta pequeña historia, ay, cada vez la siento más rara, mi especialidad es torcer los promps así que no se asusten por los títulos.

¡Espero que les guste!

—¿Con esto es suficiente? —La torre de centavos se desmoronó apenas él la empujó.

—No lo es. —Él infló las mejillas, enfurruñado, antes de tomar su alcancía de conejito para ponerla junto al resto del soborno.

—¿Ahora? —El japonés se frotó el entrecejo, fatigado. Llevaban más de una hora atrapados en esa ridícula discusión y se le estaban acabando las excusas para declinar.

—Jade no voy a tomar tu mesada, la respuesta sigue siendo no. —Él apretó los puños, crispó las piernas hacia el taburete y puso su arma secreta encima del mantel.

—¿Ni siquiera por un peluche de edición limitada de Nori Nori? —La risita que el moreno dejó escapar le cosquilleó entre los latidos.

—Ese es de Buddy. —Su atención se enfocó hacia el piso—. Y parece estártelo reclamando. —Jade bajó su mentón solo para encontrar al Golden Retriever tratando de morderle los tobillos por haberle robado su juguete preferido, las palmas se le empaparon de ansiedad, era una suerte que sus zapatos estuviesen pendiendo a mitad del taburete.

—¿Por qué no quieres ir a la reunión de mamás en mi escuela? —La frustración lo venció, aunque Jade Callenreese se consideraba a sí mismo el hombre más paciente sobre la faz de la tierra, discutir solo era divertido cuando ganaba.

—Porque no soy una mamá. —El japonés trazó comillas en el aire tras musitar la última palabra.

—¡Sí lo eres!

—¡No lo soy!

—¡Sí lo eres! —Él tomó una profunda bocanada de templanza antes de mover hacia la orilla de la mesa la pila de sobornos que el infante había recolectado para poder darle las manos—. ¿Por qué se empeñan tanto en negarlo? ¡Tú quieres que papá te polinice! —Jade carcajeó, satisfecho de contemplar tan violento rubor en las mejillas de su futura madre.

—Independiente de eso, estar al lado de ustedes dos es más que suficiente para mí. —Por más maduro que él tratase de lucir su fachada se desmoronó apenas la boca le tembló y los ojitos se le cristalizaron. ¡Pero no era justo!

—¿Por qué los adultos son tan tontos? —La gran debilidad que Eiji Okumura tenía eran esas esmeraldas, eran vívidas, inocentes e increíblemente brillantes. Eran una copia casi exacta a las de Aslan. Le encantaban.

—A veces yo me pregunto lo mismo. —Sus hombros se hundieron como barquitos de papel en su jardinera—. No quiero presionar a Ash con ninguna etiqueta, no sé si se siente cómodo con eso... —El más joven le apretó con fuerza las manitos—. Pero está bien, porque mientras ustedes me quieran a su lado ahí me tendrán. —De repente él sentía que debía consolarlo.

—Te ves triste cuando dices eso. —La perplejidad chispeó en las pupilas del japonés con nitidez—. Dices que está bien pero te dolería si papá escogiese a alguien más, ¿no es así? —El fotógrafo maldijo esa sagacidad. ¿Cómo era posible que hasta un niño lo leyese con semejante facilidad?

—Quieres que te caliente la cena, ¿o no? —No anhelaba la transparencia cuando se juró que podría mantenerse como un incondicional, sin embargo, cada instante era más doloroso tener que ocultar sus emociones. La tempestad lo estaba sofocando.

—¡Quiero cenar natto! —El moreno se levantó de la mesa para encender la estufa—. ¿Por qué siempre ganas tú en nuestras discusiones? Es más divertido derrotar a papá. —Él empezó a saltear verduras picadas, aunque el pequeño era un adicto a esa delicia extranjera a él le gustaba asegurarse de que no quedase con hambre.

—Porque me tienes más favoritismo a mí. —El rubio contuvo un grito cuando Buddy saltó hacia la mesa para arrebatarle su peluche—. Si le sigues robando sus juguetes yo pasaré a ser su favorito. —El Golden Retriever le gruñó apenas lo trató de acariciar, luego lo sobornaría con croquetas.

—¿Me amas más a mí o a papá? —Jade sonrió orgulloso, no hizo falta que el más alto se diese vueltas para que pudiese contemplar el sonrojo en sus orejas.

—Yo y Ash no somos eso. —Él hundió su puño en su mejilla, indignado—. Pero la respuesta eres tú, eres a quien más amo. —Los mofletes se le llenaron de cosquillas ante tan descarada confesión, saber que era la persona favorita del moreno definitivamente le daba el título de su futura mamá.

—Estoy en casa. —Un resplandeciente mohín se pintó en el rostro del infante al escuchar la voz de su padre retumbar por el apartamento, los ladridos de Buddy no se hicieron de esperar.

—Bienvenido. —El americano se arrastró con la chaqueta a media espalda, unas ojeras garrafales y el cabello despeinado hacia la cocina, sus brazos se enredaron en la cintura del japonés, él hundió su rostro en aquellos mechones abenuz antes de suspirar.

—Estoy exhausto. —La risita de Eiji fue un pétalo de sol en la tormenta.

—¿Día difícil? —El más joven podía escuchar los latidos de su padre en su propio pecho. ¡Ni siquiera lo disimulaba! ¡Esta era una escena de recién casados!

—Dirigir una fundación es difícil. —Aunque su padre era un simple bibliotecaria se pasaba planificando programas para jóvenes en riesgo o teniendo conferencias con autoridades importantes acerca de los planes de educación, él no lo entendía, sin embargo, le parecía normal, después de todo su progenitor era casi tan inteligente como él.

—¡Hoy vamos a cenar Natto! —El desagrado fue inminente, el rubio se restregó contra el cuello del más bajo como si fuese un gatito clamando por atención.

—No te preocupes, le hice otra cosa al americano delicado. —Para Jade siempre era curioso observar el cambio que su papá sufría bajo la gentileza de esos toques. Lucía como alguien completamente diferente en esa intimidad, mucho más alegre, galante y genuino.

—Eres el mejor, onii-chan. —Ambos rieron nerviosos sin apartarse.

—Deberían romper la tensión metiéndose la lengua. —La tos de su padre le pareció exagerada, él se dio vueltas, ruborizado por el comentario—. O también podrían coger para reforzar amistad.

—¿Ves por qué le prohibí venir a esta casa? ¡Mira lo que le ha hecho a mi adorable hijo! —Él cayó derrotado contra la mesa, sus dedos pendieron hacia el otro extremo del mantel, sus zapatos se arrastraron por las baldosas hasta chocar con la alfombra—. Jade, deja de juntarte con Shorter, es una terrible influencia.

—No pareces enfadado. —Ash revolvió aquella matita dorada con suavidad. Su hijo era su ancla cuando el océano de la desolación se coloreaba de escarlata, era la mejor parte de su alma.

—La cena me pone de buen humor. —Los engranajes de su mente comenzaron a correr al revés tras escuchar ese comentario.

¡Era brillante!

Tercer paso del manual para un papá soltero: Vore.

Como Jade Callenreese era un erudito por naturaleza, no porque hubiese buscado esas palabras complicadas en Wikipedia para sonar intelectual, él sabía que el Vore era el deseo erótico por ser devorado o consumir a otra persona, como su tío Shorter Wong siempre decía que sus padres se querían «comer la boca» el plan era perfecto. Él incitaría el ambiente con una cena romántica: el aroma de la comida elegante, las luces de las velas y la música cursi harían la magia para que esos dos terminasen aceptando sus sentimientos y aplaudiesen en la cama. El único problema era que él había heredado las nulas habilidades culinarias de su padre, además el japonés se preocuparía si él exponía sus preciadas manos al filo de una cuchilla, después de todo él era un americano delicado. Por eso él llamó a los profesionales.

—¡¿Cómo quemaste el arroz si trabajas en un restaurante?! —Apenas la pandilla puso un pie en el apartamento el infante se arrepintió, él apretó sus párpados antes de dar una patada frustrada contra la cama de Buddy.

—¡Es porque me estabas mirando! ¡Me puse nervioso! —La sartén que estaba sosteniendo su tío Shorter estaba llena de una asquerosa mezcolanza verde.

—No seas tan duro con nosotros, pequeño lince —Alex dio un suspiro profundo mientras trataba de acomodar las cursis decoraciones que el niño había comprado por internet, le debía decir al rubio que cambiase la clave de su tarjeta de crédito, habían más de cien dólares en globos, brillantina y pancartas de Nori Nori.

—¿Cómo es posible que el jefe aún no haya hecho algún movimiento con el camaroncito? Llevan años coqueteando. —Jade asintió energéticamente para darle la razón a Kong. ¡Por fin alguien tenía cerebro en este lugar!

—¡Es indignante! —El infante sabía que se metería en problemas por llamar a esos «destructores de inocencia», sin embargo, estaba desesperado—. ¿Por qué le dicen jefe a mi papá? Ustedes trabajan con Eiji.

—¡Es cierto! Él nos paga por ayudar en la galería, pero el jefe fue quien nos enseñó a usar armas —Alex le tuvo que cubrir la boca a Bones para evitar una tragedia, ellos no podían manchar semejante inocencia al hablarle del mundo de las mafias o la prostitución. Fue duro, ninguno de ellos tenía una familia cuando Ash los encontró muriéndose de hambre en las calles.

—Supongo que es la costumbre. —Haber sido acogidos por él los salvó—. Es como un apodo cariñoso. —El más joven sabía que eso era mentira, había escuchado las discusiones e irrumpido en el estudio de Max Lobo para husmear, no obstante, cuando ellos estuviesen listos le contarían. Pero era frustrante que lo dejasen afuera.

—Tienes razón. —Él era un hombre grande, se tomaba su leche cada mañana y paseaba a Buddy solo en el parque.

—Jade. —La voz del moreno lo sacó de sus pensamientos—. No creo que esto sirva.

La cocina era un desastre, una grotesca espuma negra chorreó desde las cacerolas hacia el piso, el aroma a quemado fue sofocante, las galletas que había comprado para el postre fueron devoradas por esos bárbaros sin su permiso, las decoraciones lucían feas. ¡Todo estaba mal! La nariz le ardió, él sabía que debía mantenerse fuerte, nadie lo tomaría en serio si se ponía a llorar, sin embargo, el pecho le dolía mucho. Él bajó la cabeza antes de arrastrarse hacia su habitación para hacerse un ovillo en la cama, ni siquiera podía hacer felices a sus papás, que inútil.

—No te enfades, podemos pedir comida a domicilio.

—No es eso. —Las lágrimas le quemaron las mejillas, él se hizo pequeño bajo las sábanas, profesándose impotente—. ¿Por qué es tan difícil?

¿Realmente creían que él estaría mejor ignorando la crueldad del mundo? Él no era un delicado girasol para que le mintiesen en la cara, porque sí, era sumamente doloroso contemplar a su papá destrozado aun esforzándose por sonreírle, él podía sentirlo temblar mientras lo abrazaba, él lo veía desmoronarse en miles de pedazos pero no era capaz de armarlo, sus manitos eran demasiado pequeñas para levantarlo.

¿Por qué nadie confiaba en él?

—Conocí a tu padre en la correccional juvenil, ¿sabes? —Él asomó su cabecita por las frazadas, curioso—. Nosotros tuvimos una infancia muy diferente a la tuya Jade, Nadia me cuidó cuando era un crío pero Ash no tuvo a nadie. —Su tío Griffin había pasado mucho tiempo durmiendo por probar un pescado banana en la guerra, él lo sabía.

—¿Qué hay del abuelo? —Irónicamente Jim Callenreese era mucho mejor en ese rol que siendo padre. Las rodillas le chocaron contra el baúl de juguetes, él se tuvo que encoger sobre la colcha.

—Fue un papá de mierda. —Él se golpeó la frente, debía dejar de decir groserías frente al niño—. Tu papá es como una rosa, es alguien sumamente hermoso pero se tuvo que llenar de espinas para sobrevivir, la única persona que ha sido capaz de sostenerlo sin temor a herirse es Eiji. —Ese verde se tornó aún más brillante frente al nombre del japonés.

—Por eso actúa todo menso cuando lo tiene cerca. —Shorter rio, limpiándole los restos de lágrimas con los pulgares.

—Niño listo.

—¿Cómo era papá cuando lo conociste? —Dino Golzine encerró a Ash Lynx siendo un mocoso para destrozarlo en ese lugar, tener que verlo regalarse para manipular hombres...

—Me dio miedo la primera vez que lo vi. —Él enfocó su atención en las fotografías colgadas en la habitación de Jade.

—¿Miedo? —Aunque su mejor amigo solo tenía 15 años él irradiaba pura rabia—. ¿Por qué? —Él lucía como un asesino.

Sus uñas se incrustaron en un peluche al azar, respirar fue imposible ahogado en la añoranza. Incluso para alguien que había sobrevivido en la carencia le resultó cruel escuchar a un niño tan resignado a ser violado, Ash no solo sabía que era el fondo de la cadena alimenticia en esa correccional, él lo aceptó con una escalofriante tranquilidad, como si estuviese acostumbrado a ser usado. Ninguna terapia les arrebataría esas memorias de mierda o les limpiaría la sangre de las palmas.

—Me siento muy orgulloso de quien es ahora. —Pero eso no importaba, no era necesario enterrar el pasado para seguir caminando, mientras se mantuviesen firmes en la tormenta estarían bien—. Tú y Eiji son lo más valioso que él tiene, por eso no sabe cómo actuar, creo que en el fondo tiene miedo. —Jade bajó el mentón, pensativo.

—Yo también creo que está asustado, pero Eiji no lo rechazará. ¡Mi papá es casi tan guapo como yo! —La carcajada de Shorter quebró la tensión, el ego de ese niño era impresionante.

—¿Te quieres rendir con la cena? —Él negó, despacio—. ¿Qué importa si Bones quemó los fideos? Podemos hacer más.

—¡Tú los quemaste! —La ferocidad en esas pupilas le erizó los nervios.

—Señalar culpables es grosero. —Él alzó al niño entre sus brazos—. Lo haremos mejor si nos ayudas, lo mantendremos en secreto de tu papá. —El más joven asintió, revitalizado. Porque saber un poco más de su progenitor era un tesoro.

¡Esta sería la mejor cena romántica de la historia!

¿Verdad?

Cuando la noche cubrió Nueva York ellos llegaron al apartamento. Ash trató de procesar la imagen frente a él, sin embargo, era un caos. Brillantina entremezclada con pintura se extendía desde su alfombra hasta la cama de Buddy, carteles fosforescentes con dibujos de ese pajarraco feo craquelaron el techo por culpa del peso, decenas de globos agonizaban en las sillas, el sitio parecía decorado por monos ciegos. El aroma a pizza captó su atención, una grasienta caja se encontraba reposando sobre la mesa junto a una vela a medio derretir. Él se frotó el ceño, ya era la tercera vez que le cambiaba la clave a su tarjeta de crédito, sin embargo, su hijo siempre las descubría, tal vez usar el cumpleaños de Jade o Eiji no era lo más inteligente.

—Supongo que alguien se divirtió con Griffin. —El americano negó, tomando asiento en medio de ese campo de guerra, la boca se le deformó tras contemplar las servilletas. ¡Eso era satánico! ¿Quién compraba diseños con calabazas en febrero?

—Esto es obra del diablo, no de mi hermano. —La indignación que se posó en las facciones del moreno lo hizo suspirar.

—No hables así de Shorter, es tu mejor amigo. —Él se acomodó frente a Aslan, la pizza lucía realmente mal, el queso se había congelado contra la caja, la salsa era una triste poza añeja, además solo quedaba la mitad.

—Ni siquiera nos prepararon la cena completa, esto es un insulto. —Pero de todas maneras él tomó una rebanada y se la tragó, el picor le danzó en las papilas gustativas, fue casi agradable.

—Por favor, cuando recién llegó Jade sobrevivíamos a puras sopas enlatadas, todo nuestro dinero se iba en pañales. —Ambos rieron, relajados. Aunque la vela apenas alumbraba la habitación no encontraron necesario encender las luces, su mano se deslizó hacia el japonés con cautela.

—Es verdad. —Hacerse cargo de una vida cuando él no valoraba la suya fue una sátira —Los chicos de la pandilla lucían patéticos intimidados por un recién nacido. —Eiji arrojó un bufido.

—La vez que los dejaste a cargo le pusieron el pañal en la cabeza. —Cada fibra de su alma se electrizó cuando Ash se atrevió a acabar con la distancia entre sus palmas, el toque fue suave, tanto que lo derritió, el pecho le martilló como si hubiese un espectáculo de pirotecnia danzando en su interior.

—Por eso tú eres su mamá. —Las mejillas le ardieron, le encantaba que él esbozase esos pucheros, sin embargo, no era su culpa. Eiji Okumura era absolutamente adorable, tan tentador.

—Odiaba eso, ¿sabes? —Su atención pendió en la caja—. No saber si ibas a volver era terrible. —La desolación que chispeó en esos profundos ojos cafés le presionó el alma—. Lo único que podía hacer en esos momentos era abrazar a Jade y rezar para que regresaras a salvo.

—Eiji...

—Cuando fuiste a confrontar a Dino Golzine tú solo, yo pensé que... —La voz se le quebró. Él se inclinó hacia el moreno, tomándolo con una desmesurada gentileza del mentón.

—Lo siento. —Si algo lo lastimaba era que él esbozase semejante expresión—. Aunque si algo me pasaba sabía que Jade estaría en buenas manos. —La amargura en su llanto se esfumó bajo el vapor de la pizza.

—¿Qué le habría dicho a mis padres si regresaba con un bebé rubio?

—Que te metiste que una americana guapa.

—¿Una enferma llamada Barbara? —Él asintió.

—Con piernas de infarto y curvas de ensueño. —Ambos estallaron en carcajadas, esos feroces ojos verdes rebalsaron ternura cuando lo contempló, porque estar con él lo hacía profesarse real. Él nunca le pidió nada a cambio para mantenerse a su lado, él creyó en su alma cuando había renunciado. Las mariposas se empezaron a sofocar en su vientre.

—Esa era una terrible explicación. —La silla crujió contra el suelo, la brillantina se levantó por el movimiento—. Vamos a estar toda la noche limpiando pero fue un gesto lindo. —Ash chasqueó la lengua, amurrado.

—Las servilletas las compró con maldad. —El moreno tuvo que morderse la boca para mitigar su risa, apenas vio los dibujos de calabazas el rubio las aventó hacia el sillón, en el fondo seguía siendo un niño—. Lamento que se esté portando tan insistente con esa reunión de mamás. —De repente el ambiente cambió.

—No tiene importancia. —La garganta se le cerró, de alguna manera Ash Lynx se las había arreglado para lucir aún más galante frente al fulgor de la vela, su piel era una oda para el marfil, sus ojos un océano de infinidad, su barbilla acentuó aún más su masculinidad contra esas salvajes hebras doradas—. Iba a ir de todas maneras.

—Pero él te estuvo sobornando toda la mañana para que fueras y te seguiste negando. —El más bajo se encogió de hombros.

—Me tomó por sorpresa que me lo pidiera. —Sus piernas se contrajeron hacia la silla—. No quiero que sus compañeros lo miren raro si yo lo acompaño.

—Eiji... —¿Por qué era tan débil cuando lo llamaba con ese tono?—. Por favor mírame. —Él obedeció, un espasmo le recorrió desde las mejillas hasta el corazón cuando él lo acarició—. Eres lo más maravilloso que nos ha pasado en esta vida, nunca dudes de eso. —La sinceridad con la que ese verde chispeó lo abrumó.

—Pero los demás no lo ven de esa manera. —Que él tomase su mano para presionar un beso en sus nudillos descompasó la realidad. Él apretó sus párpados, sabiendo que necesitaba apartarlo, porque si no lo hacía...

—Jade es el niño más afortunado del mundo porque ha crecido a tu lado. —Él vería lo mucho que lo amaba.

—Estás exagerando. —Eiji estaba seguro que en su rubor se hallaba escrito un llamativo «déjame estar a tu lado para siempre»

—Yo soy el hombre más afortunado porque sigues acá.

—Eso casi suena como una confesión de amor. —Su risa nerviosa falleció apenas esos jades lo vislumbraron.

—¿Sería muy malo si lo fuera? —La conmoción fue implacable, él se movió tan rápido que acabó cortándose con el cartón de la pizza, un delicado hilo de sangre goteó hacia la mesa—. Sigues siendo un torpe japonés. —El aludido no supo cómo seguir respirando cuando Aslan lamió su herida. El calor le explotó en las orejas, la sensación lo abrumó.

—A-Ash... —El nombrado solo entendió lo que hacía tras observar aquel violento sonrojo.

—Lo siento. —Él lo soltó, ansioso—. Debería ir a calentar la pizza. —Él se tropezó con algunas servilletas apenas se levantó, la caída fue estridente.

Jade sonrió desde su cuarto, satisfecho. Aunque su padre no le estaba comiendo la boca al japonés él estaba conforme, quizás debió hacerle caso a su tío Shorter Wong y servirles alcohol para calentar la atmósfera, no obstante, por la manera poco heterosexual en que esos dos se habían tirado al suelo para juguetear mientras se arrojaban brillantina y globos, él supo que era un maestro de la seducción con apenas ocho años.

No le tenía fe a esta trama, ha llegado alto para que ahora tenga planificación completa, eso pasa cuando me dan cuerda. Muchas gracias a las personas que se han tomado el tiempo para leer, nos vemos en dos días. 

¡Cuídense! 

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