❦ 06 • Una esencia exquisita y abrumadora ❦
❦ CAPÍTULO SEIS ❦
❝Una mejor apreciación... sin distracciones.❞
La manera en cómo menciona mi título, suena más a una pulla que a una afirmación. Puedo ver la diversión en sus ojos. Y más allá de ofenderme, se siente... seductor. Me aproximo a su posición y tomo asiento en otro de los taburetes, a su lado.
—Presumo que has de tener muchas inquietudes.
El sondea mi propuesta un par de segundos, se encoge de hombros sin despegar su atención de mi persona.
—No muchas, en realidad —confiesa con una media sonrisa surcando sus labios—. Aún sigo pensando en qué debería preguntarte primero.
Se inclina hacia mí y con su mano libre, la derecha, acaricia por encima el cuello de mi vestimenta. No se queda mucho tiempo, desliza sus dedos a través de las telas y llega al corsé en mi cintura, su ceja se arquea y con rapidez cambia a tomar entre sus manos una de mis manos, fijándose en los broches de oro y gemas que decoran mis muñecas.
Sus ojos me miran con recelo al percibir la pesadez de los adornos. Estoy casi seguro que está pensando en sí realmente son o no reales. Eso me hace sonreír, estoy un poco tentado a reafirmar sus sospechas, cuando percibo cómo su expresión cambia y se impulsa un poco más hacia a mí, sigo la dirección de sus ojos y lo veo.
Se ha centrado el botón familiar, uno de los más pequeños, con el grabado de mis iniciales: «E. S.», Dante bordea las letras, interesado.
—¿Elián Santander? —indaga.
Asiento una vez.
—Originalmente iba a ser «R. S.» —revelo con el disgusto en mis palabras. Si él se percata de ello, hace un gran esfuerzo por no mencionarlo.
—¿Por qué la «R»? —cuestiona Dante, alzando la vista, con genuino interés.
—Son las iniciales de mi título honorario: «Rey Sanguinario» —susurro más para mí que para él. Salgo de su agarre ocultando un poco el labrado en mi regazo.
Parece irrisorio que esté contándole algo como esto, entre tantas personas de este mundo, a él. A Dante, la posible reencarnación de alguien que alguna vez me reveló sobre lo bestial y lo decadente que podría llegar a ser nuestra especie. No obstante, ahora podría no querer mostrar esa parte de mí a su nuevo yo.
—Todos los monarcas obtienen un título que los identifican de sus antecesores —explico con voz neutral—. Esas iniciales suelen colocarse en todas sus pertenencias y no pueden ser transferidas a nadie más. El rey antes de mí tenía las letras R y S, así que, a cambio me dieron estas. Unas más... simples.
Dante tararea las letras en murmullos. Atrapa mi mano una vez más y le da la vuelta, exponiendo los boches y toca el botón en cuestión. Luego de un par de segundos de apreciación, me mira con una nueva resolución sonriendo como su acaba de descubrir algo extraordinario.
—Te quedan mejor estas, ¿sabes? También podrían leerse como: «El Soberano» o «El Sorprendente» —comenta con diversión. Ríe un poco y acorta más su distancia entre nosotros—. ¡Oh! Sería algo así como el Sorprendente Hombre Araña, pero con más elegancia —Sube y bajas sus cejas, con picardía—, ¿no crees?
Enarco una ceja y niego con regocijo.
Su alegría es más contagiosa que cualquier droga, pese a no entender de qué me habla, hace que mis brumas reflexivas se desvanezcan.
«Qué gran poder despliega sobre mí».
—No sé de qué hombre hablas, pero sin duda alguna, soy muchísimo más refinado que ese sujeto —secundo con convicción irguiéndome.
—Hm. No lo sé. Él puede trepar paredes, ¿qué me dices tú? —pregunta con el mismo tono de burla que antes.
—¿Trepar paredes? Eso es de lo más básico —respondo, siguiéndole el juego—. Yo he escalado murallas sin el más mínimo esfuerzo. Y sin despeinarme.
Dante sonríe con la vista sobre mi atuendo, evaluando.
—Chamo, creo que no puedo imaginarte escalando un muro con esta pinta que te cargas —Me suelta para señalarme con sus dedos índice y pulgar, de ambas manos, formando un cuadro y cerrando un ojo—. Así, creo que no sabría si tomarte una foto para hacerme viral o admitir que me volví loco por tanta cafeína y mentos.
No tengo la más minúscula idea de por qué Dante se imaginaría algo así, pero hasta yo encuentro eso hilarante.
Acomodo mi chaleco y me cruzo de piernas para sentarme lo mejor posible.
—Aunque parezca imposible, no suelo hacer ese tipo de actividades campestres con este tipo de atuendos, sería deplorable rasgar estas telas —menciono señalando mi traje—. Esto es mucho más costoso de lo que te puedas imaginar.
El lugar se llena de nuevas risas por parte del moreno, quien le ha parecido gracioso mi observación.
—Señor Humildad, te dicen de seguro —Se carcajea un poco más.
Me dejo empapar por su satisfacción, hasta que toma una gran bocanada de aire y se desploma sobre el mesón, sin quitar sus ojos de mí.
—Ah. Ya me calmé —Suspira otra vez—. Bueno, querido rey, creo que lo mejor que deberías hacer es quitarte la ropa y...
Un fuerte trueno resuena en el exterior, haciendo centellear las luces y corta la oración de mi acompañante. Cuando un segundo estruendo, un poco más leve, se hace notar, Dante da un salto levantándose y al divisar las gruesas gotas a través de la ventana, suelta un grito de completa indignación.
No comprendo su irritación. Estoy a punto de preguntarle, cuando se adelanta:
—¡Carajo! ¡La ropa! —grita antes de correr hacia las escaleras, a mitad de camino se detiene y me señala con angustia—. Tú. No te muevas, ya regreso.
Una vez dicho eso, sube los escalones de dos en dos hasta el segundo piso. Sigo sus pasos mirando el techo y escucho como suelta maldiciones muy sonoras, como tropieza con muebles y expresa más groserías contra la madre de alguien.
Estoy tentado a seguirlo y conocer un poco sobre aquello que ha cambiado su humor. En su lugar, camino hacia la cocina. Trato de entender cómo ha sido su vida mortal, jalo lo que parece ser uno de los artefactos más curiosos del espacio, una brisa gélida proviene de su interior, así como un aroma dulce que me recuerda al bebedizo que estuvo bebiendo Dante en la panadería.
El vaso con la sustancia rosada parece inofensivo. Le doy un sorbo. El sabor dulce a fresas se apodera de mis papilas gustativas y... no me parece tan desagradable. Sino todo lo contrario.
Entiendo porque le ha ofrecido tanto poder a Dante, antes. Es una bebida que podría volverse con facilidad, un relajante para los nervios. Incluso con toda su textura cremosa.
Estoy a punto de darle una probada más cuando una esencia similar a la de Dante llega a mi olfato.
«¡Conozco este olor!».
Con una sonrisa llena de júbilo dirijo mi atención al recién llegado, su rostro está un poco pálido, tal como ocurrió antes en el cementerio. El temor, la fascinación y la confusión luchan por expresarse en su pequeño rostro.
Como su propietario, la agitación que recorre mis venas ante este reencuentro con uno de mis marcados es capaz de moverme sin siquiera pensarlo. Y antes de que el humano se atreva a volver a huir, lo arrincono contra la pared más cercana y por fin puedo percibir su esencial natural.
Sin más distractores. Sin olores a sangre de animales muertos o cerillas, aunque cierto toque artificial parece desprender de su cuerpo.
Un grito ahogado sale de sus labios.
Sus ojos de unos tonos más oscuros que los de Dante, me miran con cientos de preguntas en ellos. Puedo asegurar que él jamás imaginó que nuestro próximo encuentro sería tan pronto.
Solo han transcurrido algunas horas desde que nos vimos en el sepulcro. Y agradezco infinitamente que su vestimenta de hechicero de la mala muerte haya desaparecido. El atuendo que ahora luce, aunque es mucho más sencillo y colorido, le queda mucho mejor.
Le sonrió.
—Tú... no, no, no. ¿Qu-qué es lo-lo que haces aquí...? —tartamudea entre jadeos.
Coloco mis manos sobre sus hombros, ejerzo un poco de fuerza para detener sus temblores. Su corazón parece correr una maratón, tengo que tranquilizarlo antes de que le de algún paro cardiaco.
Lo miro directo a los ojos. Con ayuda de la escasa vitalidad que me queda lo induzco a una leve hipnosis.
—Tranquilo, todo está bien —susurro, inclinándome hacia su cuello descubierto—. A partir de este momento, te sentirás incluso mejor, siéntete halagado.
Huelo su circulación, ya no está tan nervioso como antes. Su cuerpo se relaja ante mí. Pronto sus manos, suben por mi espalda y me atraen hacia él, dándome el permiso que igual no necesito, pero que siempre me complace recibir.
Aunque la tentación por morder en su cuello es muy fuerte, sería un problema si ante mi sediento estado no fuese capaz de calcular bien la cantidad y lo termine agotando. Mejor no arriesgarse a eso.
Agarro uno de sus brazos con suavidad, ubico su muñeca y mirándolo a los ojos, expongo mis colmillos en el instante en el que lo muerdo. Él frunce el ceño ante el leve dolor, pero pronto sus mejillas se sonrojan y su expresión cambia a una más placentera.
Su aroma se vuelve más fuerte conforme más se excita y, por consecuencia, su sangre también. «¡Qué exquisitez!».
Sabía que este, entre los tres humanos que osaron en perturbar mi sueño, sería el más delicioso, solo que no imaginé que sería a estas magnitudes. Me alegro de haber sido el primero y único en encontrarlo y marcarlo. Este es el tipo de elixir por el que muchísimos serían capaces de matar.
Estoy por finalizar mi comida, cuando algo golpea mi cabeza, desconcertándome. Lamo la herida. Un segundo más tarde el humano, aún mareado y saliendo de la ensoñación, es arrebatado de mi lado.
Me volteo y me encuentro con un Dante iracundo, con la mirada más feroz de todas, sosteniendo una escoba rota y posicionando al humano recién llegado detrás de él. Me tomo un instante para analizar la situación.
Relamo mis labios y esta acción activa la ira en Dante.
—¡¿Pero qué coño te pasa por la puta cabeza?! ¡Te dije explícitamente que no mordieras a mi familia! —grita a todo pulmón.
Y la resolución llega a mí. Junto a unas intensas ganas de vomitar.
Me desplomo en el suelo con el más desastroso dolor de estómago y, pese a mis vagos intentos, vuelvo a vaciar mis entrañas, por segunda vez en la noche.
N/A: ¡Hola, mis glamuros@s!
Y aquí vuelvo con nuevo capítulo, uno que seguro los ha dejado con muchas más teorías y las emociones revueltas, ¿estoy en lo correcto?
La mitad de este capítulo ya estaba lista, solo que tenía que afinar algunos detalles y como he entrado a trabajar, otra vez, mis horarios cambiaron. Pero intentaré traerles capítulo lo más seguido posible ;)
Ahora sí, ¡a la sección de preguntas!
¿Qué opinan de manera en que Dante y Elián congeniaron a inicios del capítulo?
¿Qué creen que haya detrás del Título Honorifico (Real) de Elián?
Pregunta para los lectores venezolanos, ¿alguien más esperó a que la luz se fuera en medio de la lluvia? XD
¿Qué tan descuidado o confianzudo creen que fue Dante al dejar a Elián solito en el primer piso? Yo en su lugar no dejo desconocidos rondando por mi casa... ¿qué opinan ustedes?
Y por supuesto, la más importante: ¿Alguien se esperaba que el "Hechicero Líder de baja monta" del cementerio volviera aparecer?
Dante ha dicho "mi familia"... ¿qué relación creen que tendrán él y el otro asiático?
¡Estaré leyendo sus comentarios, nos vemos en el siguiente capítulo!
Los quiere glamurosamente, Dorian.
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