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❦ 05 • Una encantadora choza sobre la colina ❦


CAPÍTULO CINCO 

Un palacio no será, pero no es tan asfixiante como se podría llegar a pensar...

  Si tuviera que describir el pequeño reinado de Dante sobre la colina —la cual se empeña por llamarlo: su barrio—, las palabras como "Fascinante" y "Misceláneo" se me vienen a la mente. Porque así es; una comunidad de mortales que solo tienen en común que conviven entre sí, que sus casas parecen haber sido construidas con los mismos elementos y que sus personalidades alegres parecen congeniar.

Más allá de esas características, no encuentro más similitudes, ni en sus físicos o color de piel o edades. Sé más o menos la gran diversidad que hay en las personas del lugar, incluso antes de que Dante me arrastre por sus callejones de paredes coloridas.

No hemos avanzado mucho cuando él se detiene, da un par de pasos y se coloca justo al frente de mí, con el mismo temple temerario que me ha estado mostrando en un par de ocasiones desde que nos encontramos, le respondo con una sonrisa relajando mis hombros y esperando lo que me tiene que decir.

—No puedes morder a mis vecinos —articula mirándome a los ojos.

Algo dentro de mí me decía que esto pasaría. Pero más allá de sentirme indignado o anonadado, me siento entusiasmado. Su comentario solo puede significar que él está empezando a tomarse en serio mi naturaleza, aunque su falta de conocimiento es algo con lo que no contaba.

Desvío mi atención de sus profundos ojos al paisaje que se aprecia a su espalda. Hay más de cientos de residencias, en donde en su interior puedo percibir varios cientos más de corazones palpitantes, bombeando sangre a todos esos cuerpos vivos. Eso significa que hay muchísimas opciones para degustar, para marcar o para saborear con tranquilidad.

Y eso no significa que tengan que matarlos a todos, ni siquiera tengo que consumir demasiado de sus sistemas para sentirme satisfecho. No soy esa clase de vampiro ávido que consume más allá de lo que necesario.

Solo necesitaría una insignificante cantidad de sangre cada cierto tiempo. Los mortales ni siquiera notarían la diferencia, aunque sí el éxtasis de la mordida. Sería un ganar-ganar para ambas partes.

Sin embargo, al notar la tensión en los hombros de Dante y su mirada penetrante, puede que no acepte algo así con facilidad. Primero tendré que ganarme un poco más su confianza, para luego negociar algo más beneficioso para mí.

Tengo que saber cómo jugar mis cartas.

Sonrío para mis adentros, doy un suspiro dramático y lo miro con un poco de indignación.

—¿Planeas mantenerme en abstinencia? Eso es muy cruel de tu parte, Dante —respondo negando con la cabeza un par de veces. Noto cuando frunce el ceño, pensativo. Me adelanto un poco para continuar—: ¿Estás seguro que esa es una buena idea? Yo en tu lugar lo reconsideraría con más detenimiento.

Su atención viaja de mis ojos a mis labios por un segundo, antes de mirar hacia otro lado. Estoy casi seguro que esperaba visualizar mis colmillos. Puede que se los muestre más adelante, solo para apreciar su reacción.

En el pasado, él solía tener cierta fascinación por espiarme mientras comía, claro, era una época en donde ambos compartíamos un destino similar. Ahora... todo es disparejo.

Disipo mis remanencias y me centro en el presente. Cruzo los brazos sobre mi pecho y ladeo el rostro para ofrecerle una perspectiva que podría serme de ayuda. No es que desee asustarlo, sin embargo, es imprescindible que tenga siempre presente las consecuencias de sus próximas decisiones.

—Un vampiro sediento que acaba de levantarse de un largo sueño —comento alargando las últimas palabras—, es mucho más peligroso que un león salvaje —Él me contempla con la duda en su cara, puedo ver cómo los engranes se mueven en su cabeza—. No creo que seas tan inocente como para no saber lo virulento que podría llegar a volverse esta situación.

Dante respira profundo y responde.

—Estoy confiando en ti, Elián —menciona con una voz suave en un susurro, de no ser por mis habilidades no habría podido escuchar.

Escucharlo decir mi nombre me da esperanzas. Le sonrió, toco su hombro presionando de forma sutil. La presión se disipa y sus ojos dejan de ser tan toscos. Asiento una vez, acortando nuestra distancia.

—Agradezco la confianza, Dante —respondo en su oído—. Sin embargo, no puedo vivir solo del aire. Tarde o temprano tendré que alimentarme, ¿comprendes?

Él se aleja con un sutil color en sus mejillas.

—Ya lo resolveremos —dictamina, afirma con la cabeza—. Pero igual. No lastimes a mis amigos, mucho menos a mi familia, ¿okey?

—Hm...

—Tienes que jurarlo o no te dejaré entrar —dice señalándome con el dedo—. ¿Y? ¿Qué eliges?

Me quedo en silencio uno segundos, Dante frunce el ceño.

Por alguna razón verlo actuar de esta manera me reconforta. Se siente como los viejos tiempo, con la gran diferencia que ahora puedo percibir mejor sus emociones por lo fácil que puedo leerlo. Es más expresivo, está más lleno de vida. Y su aroma lo delata.

—Está bien. Lo intentaré.

Arquea una ceja no muy conforme. No obstante, su postura se ablanda y me guía por las coloridas calles de su comunidad. Conforme vamos caminando, recolecto la mayor cantidad de información que puedo sobre las personas. Mujeres adultas y jóvenes, hombres con varias décadas encima e infantes con voces chillonas que corretean de un lugar a otro, pese a ser muy tarde.

El hecho de que el sol ha abandonado el cielo hacía ya varias horas atrás y que las personas transiten con tanta comodidad, sin temor a nada, otorgándole saludos informales a Dante, llamándolo por su nombre, con tanta familiaridad, y preguntándole cómo está o cómo le ha ido en su día. Solo es un indicio que en esta nueva era el desasosiego por la noche es una mera ilusión.

No es como si el barrio de Dante tuviera muchas medidas de seguridad, aparte de las interminables escaleras y las luces brillantes que iluminan los caminos, como si fuesen grandes velones. No hay muros que los rodeen, centinelas o mecanismo de defensa.

La posibilidad que mis hermanos no hayan hecho de las suyas durante mi descanso, cada vez va tomando más fuerza.

Y pensar que hubo un tiempo en el que creí que si yo, su Soberano, desaparecía del mapa sin informárselo al Consejo de Ancianos, el clan arremetería contra los humanos y provocarían desastres para colonizarlos y esclavizarlos.

Quizás no eran tan desalmados como creía que eran.

Aunque la falta de presencias de ellos me inquieta. ¿Será posible que se hayan desplazado a otras tierras sin llevarme consigo? No, es imposible. El pacto de lealtad con su rey es inquebrantable, antes de traicionarme o abandonarme, se sacarían sus corazones y le darían fin a su inmortalidad.

Niego un par de veces, esa resolución es aún más lúgubre.

Toco mi pecho, sintiendo el metal del colgante, pese a haberse mantenido en letargo, aún siento una leve fuerza proviniendo de él. Nadie me ha arrebatado mi lugar, puedo percibir la devoción a través de la gema.

«No soy el único despierto en estas tierras», respiro hondo. Eso me hace sentir más cómodo. No ser el único.

Miro a Dante a mi lado. No importa cuando lo observe, aun se me hace novelesco que su alma haya decidido restablecerse en un cuerpo tan trivial, después de haber sido alguien tan imponente y aterrador en el pasado.

Luego de dejar atrás a tantas personas que no perdieron la oportunidad de acariciar los brazos de Dante, darle besos sonoros en la frente o tratarlo como si fuese parte de sus familias, hemos llegado a una pequeña vivienda de colores turquesas y amarillos. El moreno hace un gesto y abre la puerta.

—Bienvenido a mi pequeño y encantador hogar —dice quitándose los zapatos, los deja en el pasillo interno y calza unos más cómodos. Se voltea y señala los míos—. Tienes que quitártelos antes de entrar y...

—Ponerme unos para uso interno, bien —completo, deshaciéndome de mis botas de cuero.

Dante me mira sorprendido, enarca una ceja. Me encojo de hombros y saco unos similares a los suyos, en color rosado, que estaban en la estantería a una esquina del pasaje.

Supongo que las costumbres asiáticas con la higiene y la comodidad se mantienen. ¡Qué maravilla!

Dante observa todo el proceso con una extraña mirada en su rostro, es como si no se hubiera esperado que supiera lo más básico sobre su cultura. Si le contase que fue él mismo quien me enseñó todo esto y más, no me creería.

—Bien... adelante.

Lo sigo hasta lo que parece ser la sala de estancia, solo que mucho más pequeña de lo que imaginé, no creo que sea capaz de recibir muchas visitas en una estancia tan poblada de muebles y... ¿es esa la cocina?

Me acerco hacia el gran mesón de concreto que divide ambas partes y me tomo unos cinco segundos para analizar las extensiones de la residencia. Este lugar es tan diminuto como se apreciaba desde el exterior. La escalera de metal en el fondo me dan a entender que en el segundo piso han de ubicarse las habitaciones y puede que sean espaciosas, pero no me hago muchas ilusiones.

Los distintos aromas que capto dentro de estas cuatro paredes me dicen que no son muchas personas las que habitan aquí. Sin embargo, me sorprende la capacidad de los humanos por vivir en viviendas tan minúsculas.

Presumo que no requieren de mucho para vivir.

—Es un palacio muy chiquito, ¿no? —comenta Dante, posicionándose a mi lado.

Lo miro de reojo.

—Esto difícilmente podría considerarse un palacio, es más como una especie de choza de concreto y latón —indico.

Dante se carcajea, toma asiento en una de las sillas altas que están rodeando el mesón. Coloca su mano izquierda sobre el parador y con su mano derecha, dando un círculo completo con su dedo índice alzado, señala todo el lugar.

—Esto es mucho más de lo que muchos pueden permitirse —dice con una sonrisa suave en sus labios—. La casa perteneció a mi madre, ahora solo vivimos mi padre, mi hermano menor y yo.

«Oh. Así que los otros que sentí antes son de su familia».

—Así que ellos...

—Papá no ha llegado y —informa mirando al techo, como si pudiera atravesar el techo y ver más allá. También miro hacia arriba, no escucho nada proviniendo de ahí— hay demasiado silencio, así que mi hermanito tampoco está.

Eso pude habérselo confirmado desde que ingresamos.

—Mejor así —susurra afincando su codo sobre la mesa y recargado su mentón en él, mientras sus ojos me escrutan sin recelo—. Estamos solos, Rey Supremo de los vampiros.

N/A: ¡Hola, mis glamuros@s!

Luego de un par de semanas caminando de un lugar a otro, he regresado con nuevo capítulo del Manual Vampírico, ¿me extrañaron?

Primero que nada quiero mencionar que, contra todo pronóstico, ¡la historia logró clasificar en la 2° Ronda del ONC! Así como lo leen, el Manual ha alcanzado las expectativas y pasó a la 3° Ronda. Lo que significa que si logro terminar esto antes del 30 de Abril y entregar el formulario... podríamos llegar aún más lejos.

Así que es posible que en estos últimos días esté actualizando más seguido.

En fin vayamos a lo importante, aquí unas preguntitas sobre este capítulo:

¿Les va gustando el desarrollo de la historia?

¿Creen que lleguen a salir más vampiros? Según Elián, él no es el único "despierto"... ¡A ver, quiero saber qué creen que sucederá!

¿Qué opinan de que Dante se haya llevado a su casa a Elian? 7u7

¿Qué creen que suceda entre este par, solitos en la casa?

Pueden dejar en la caja de comentarios sus expectativas, anhelos o teorías, ¡los estaré leyendo! Estaré dedicando capítulos (nuevos y anteriores) a los comentarios que más me emocionen, ya sea por sus teorías, expresiones o porque fueron divertidos.


No olviden de votar, comentar y compartir si les ha gustado la historia.

Más que nada sus comentarios y apoyo, es lo que me mantiene motivada y con ganas de escribir cada día más.

¡Nos vemos en la próxima actualización!

Los quiere glamurosamente, Dorian.

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