❦ 01 • Una bienvenida entre huesos y sangre ❦
❦ CAPÍTULO UNO ❦
❝Este tipo de recibimiento no estaba entre mis expectativas...❞
No es como si hubiese estado anhelado por siglos un recibimiento agradable de parte de mis más leales súbditos. Siendo agazapado con opulencias y los más distinguidos deleites para saciar mi sed.
Bueno, quizás sí lo esperaba un poco. Cuando pernoctas por demasiado tiempo, comienzas a reflexionar mucho y es inevitable no realzar las expectativas de cómo será la recepción más despampanante y digna para un rey tan increíble como yo.
Sin embargo, no soy tan quisquilloso o pretencioso como para esperar grandes bienvenidas. Muy bien podría conformarme con que alguien conocido, alguno de mis caballeros o un simple lacayo, estuviese en el momento de mi regreso; aguardando con una copa de sangre fresca recién extraída.
Estaba preparado emocionalmente para acoplarme a cualquier situación. Si no había bebida en copa, lo aceptaría. Yo mismo la buscaría, eso no sería ningún inconveniente.
Cualquier cosa, menos la de ser parte de un ritual pagano de baja categoría. Porque sí, solo de esa manera puedo calificar mis circunstancias actuales. Sin siquiera haber salido de mi ataúd, sé con exactitud que en el exterior se encuentran dos. No, corrección, se trata de tres humanos caminando en círculos a mi alrededor, mientras esparcen algún líquido fétido por todo el lugar.
Si mi olfato no está mal, que dudo que ese sea el caso, se trata de sangre animal. Pero no de cualquiera, sino una proveniente de gallinas. ¿Es en serio? ¿Quién en su sano juicio utilizaría sangre de gallinas para un ritual? ¡Ni siquiera los brujos menos experimentados emplearían algo así!
Ante este nuevo dato, me surge más curiosidad por saber qué clase de ceremonia están realizando estos humanos.
Puede que no haya pasado demasiado tiempo con hechiceros en mis tiempos dorados, pero tenía conocimientos básicos sobre casi cualquier tipo de magia y brujería. Tanto de magia negra como magia blanca.
En más de una ocasión fui salvado o favorecido por mis aliados nigromantes, durante batallas o misiones imposibles. Aun cuando al Consejo de Ancianos les pareció nefasto mis tratos con las familias de hechiceros. Ellos resultaron ser un gran pilar para la reconstrucción y la unificación de las especies durante el reinado del rey Regulus y, posteriormente, al mío.
No existían amigos más poderosos que ellos. Y era mejor tenerlos de tu lado, que en tu contra.
Sin embargo, en mis memorias no alberga ninguno ritual que involucre sangre de este tipo. Y mucho menos, piedras o cánticos tan extraños como los que están haciendo estos individuos.
Además, ¿alguien podría, por favor, explicarme por qué están haciendo todo esto en mi sepulcro? ¿Es que acaso nadie le enseñó a estos niños que no es para nada prudente interrumpir el descanso de un vampiro y menos si se trata del implacable Rey Sanguinario?
Sí, lo sé. Suena muy desdeñoso ese título, pero aunque odie admitirlo, soy consciente de que me seguirá hasta el final de mis días. Mientras aún existan vampiros o criaturas de antaño que lo recuerden, así será.
No obstante, si estos inocentes humanos tienen conocimientos al respecto o no, es algo que aún me toca averiguar.
De un momento a otro, los pasos se detienen y las respiraciones de los presentes se acrecientan. Puedo escuchar cómo sus corazones palpitan con frenesí. Probablemente están a punto de hacer la petición, como en todo ritual, el hechicero principal debe hablar y solicitar la presencia del demonio para el cual estén haciendo la ofrenda. Y en ese momento revelaré mi presencia.
Porque ni modo que aparezca algún demonio o ente paranormal, con tan desastrosa ceremonia mal ejecutada por estos pobres incautos.
«¡Al menos yo estoy aquí!», pienso, con una sonrisa formándose en mis labios. «¡Siéntanse halagados, mortales, el gran Rey de los Vampiros se mostrará ante ustedes!».
Y muy posiblemente, tendrán el honor de ser mis primeros aperitivos luego de este merecido descanso.
—Te ofrecemos a ti, Rey de las Tinieblas, nuestras almas a cambio de que cumplas nuestro más ferviente deseo —habla uno de los humanos, con firmeza.
Y esparce más líquido putrefacto, pero en esta ocasión lo hace hacia mi ataúd lo que provoca que una gota se introduzca por el cerrojo y estuviese a un segundo de caerme en el rostro, por suerte reacciono a tiempo para evitar que esa asquerosidad me toque.
«¡Qué horror! ¡Estas pobres gallinas tuvieron que haber estado muertas, como mínimo, por tres días! ¡Qué asco! ¡Ni siquiera es sangre fresca, qué hechiceros tan ineptos!», reflexiono con pavor.
Bien, esto ya es demasiado. Este mortal se está pasando de la raya, ¿cómo se atreve a ensuciar mi hermosísimo y costosísimo ataúd con esa inmundicia?
Sin esperar un segundo más, empujo la cubierta de mi sarcófago con fuerza, me acomodo en las telas internas y observo a los tres humanos que están a un metro de distancia con las fachas más burlescas de toda la historia.
Los tres jovencitos visten túnicas negras que les llegan hasta las rodillas, las capuchas apenas poden ocultar sus cabelleras y en sus manos sostienen una vela roja y un... ¿envase de aluminio?
Estaba equivocado. Estos humanos ni siquiera tienen el nivel más básico de hechicería, ni siquiera emiten algún tipo de poder espiritual, sino lo hubiese percibido desde antes de revelarme. Son unos simples mortales jugando con cosas que no entienden.
«¡Ja, qué divertido!».
Lo más irónico de todo son sus expresiones.
El más regordete tiene los ojos desorbitados. Abre la boca al mismo tiempo que su tez va cambiando de color, del rosa pálido a un grisáceo para nada saludable. Por un instante pienso que va chillar como banshee, pero ningún sonido sale de su cavidad bucal.
El pobre está entumecido por la impresión.
Mejor así, no me gustaría tener que matarlo antes de tiempo para resguardar la integridad de mis oídos.
El otro humano, el más alto con la piel besada por el sol, hace sonidos extraños como si estuviera tragando y tragando saliva. Sus ojos oscuros me inspeccionan de arriba hacia abajo en dos ocasiones, desvía la mirada y vuelve a examinándome. Es evidente que su pobre cerebro también está procesando el cómo es posible mi presencia.
«¡Qué criaturita tan adorable!».
Por otro lado, la expresión más inquietante, por no decir que me resulta familiar de algún modo. Es la del tercero.
Sus rasgos no se parecen en nada al de los otros dos. Por un momento, se me vinieron a la mente los miembros de una de las familias más longevas y poderosas de vampiros mestizos de los países del oriente.
Y no digo que este humano ordinario tenga rasgos tan armoniosos y atractivos como los integrantes de ese clan, pero no puedo evitar relacionar sus ojos llenos de admiración y curiosidad, y sus labios suaves como la seda a los de... alguien.
Un rostro familiar aparece de manera fugaz por mis memorias, dándome un mal sabor. Corto el hilo de mis pensamientos. No. Volvamos al presente.
El humano con rasgos asiáticos, da un paso hacia adelante, sin temor. Me ofrece un cofre de madera abierto que alberga más sangre de animal con unos huesos extraños, que para ser sincero no quiero ni saber de dónde los ha sacado. Dudo que eso este siquiera fresco.
—Nos sentimos honrados por su presencia, Rey de las Tinieblas —dice el joven, arrodillándose. Mira a cada uno de sus compañeros y éstos hacen lo mismo, en diferentes estados de estupefacción.
No es necesario contar con una audición y un olfato sobrenatural para percatarse que los otros chicos están a segundos de salir corriendo o de desmayarse.
Podría apostar todas mis riquezas a que ninguno de ellos esperaba que alguien saliese del ataúd. Quizás solo estaban aquí para hacer algún tipo de travesura y al no lograr invocar nada, se irían a sus casas y hablarían de hazañas que nunca alcanzaron, pero que intentaron. Solo para alardear.
No obstante, ante la presencia de alguien tan vigoroso y real como yo, el miedo los está carcomiendo vivos. Puedo percibir cómo sus pequeños corazones bombean sangre de forma acelerada por todas sus venas. Me relamo los labios, ansioso.
Tengo que ser cuidadoso. Sería una total desgracia que mis primeras presas muriesen por un paro cardiaco antes de que los probara.
Después de todo, la sangre joven es aún más deliciosa cuando el corazón aún palpita y el cerebro es consciente de lo que sucede. Ya sea porque sientan placer o temor, eso le da sazón a la situación.
Y hablando de eso, ¿por qué no puedo percibir sus aromas? Mi olfato solo capta diferentes olores desagradables. Animal muerto. Carne descompuesta. Cerilla. Pergamino quemado y... nada más.
Estos humanos huelen extraño.
O quizás se deba a que tanto líquido descompuesto en la estancia, interfiere. Sí, eso tiene que ser. Estos jovencitos deben de ser más deliciosos de lo que sus apariencias dejan ver.
Me inclino hacia el jovencito valiente que no deja de escrutarme con la mirada, haciendo caso omiso de mi estómago revuelto. Le sonrío de manera amable y le extiendo mi mano. El humano hipnotizado, se arrastra hacia mí sin importarle que su túnica se llene del desastre sangriento que han hecho, se detiene a uno pocos centímetros de mí.
—Debes de haber sido tú quién me llamó con tan vehemente afán —comento con voz nivelada, siguiendo mi papel de Rey recién invocado. El joven asiente una vez, extendiendo otra vez el cofre. Lo tomo con desconfianza y lo tapo con sumo cuidado. Este olor está empezando a marearme—. Dime, joven mortal, ¿qué serían capaces de ofrecerme, tú y tus compañeros, para hacer realidad sus deseos?
La incertidumbre aparece en su rostro. Desvía su atención al cofre que me acaba de dar, como respondiendo a mi inquietud.
Los otros dos humanos ladean sus rostros y aguantan la respiración por unos segundos, el humano asiático se endereza para responder.
—Nosotros... Nosotros te daremos nuestras almas a cambio de nuestro anhelo —asegura el joven.
—Pe-pero solo hasta que cumplas con tu parte, no antes —agrega el humano regordete, desde el fondo.
Desvío mi atención a la temerosa salamandra humana. Su color grisáceo oscila entre verdoso y rosado en el instante en que nuestros ojos se cruzan. Baja la cabeza y retrocede un par de pasos, aun estando de rodillas.
El otro humano también retrocede antes de agregar:
—Y sino cumples con lo prometido, te devolveremos a las Tinieblas —Su voz es más gruesa y profunda, pese a que su corazón está desbocado, sus palabras son firmes.
«¡Qué humanos tan interesantes!».
Aun cuando se encuentran ante un depredador como mi persona, se atreven a amenazarme con devolverme, a quién sabe dónde, sino cumplo con sus peticiones.
«¡Qué deleite! Ni mis más brutales adversarios se atrevieron a tanto».
Estos simples humanos, sin el más mínimo de poder, se están volviendo cada vez más divertidos con cada segundo que transcurre. Hasta me estoy replanteando la idea de si debo consumirlos de un solo bocado o alargar un poco más el momento y dejarlos como reservas.
No sería la primera vez que marque a unos humanos como abastecimientos a largo plazo. En el pasado, tenía cientos de ellos. Nunca se sabía cuándo serían necesarios algunos litros de sangre para mantenerse en vigor durante alguna encomienda.
—Está bien, humanos —accedo—. Pero no deseo obtener sus almas como intercambio, eso carece de total sentido para mí —explico con voz neutra mientras me deslizo fuera del ataúd.
Piso en los pocos lugares que no están manchados de sangre y me encorvo hacia el humano que me había ofrecido el cofre. Su piel es tan sueva y cálida a mi tacto. Sus mejillas no tardan en colorearse de la más exquisita sangre y sonrío.
—Deseo la sangre que corre por sus cuerpos.
Capto la mirada de los otros dos humanos y en el instante en que los tres asienten, los sumerjo en la hipnosis. Evoco un poco de mi poder y con mis ojos carmesí inserto una simple marca en sus subconscientes, convirtiéndolos en mis pertenencias. Tanto sus vidas como la sangre que circula por sus venas ya llevan mi sello. Ninguna otra criatura podrá acercarse o saciarse de ellos.
Ahora, con el trato hecho, es momento de probarlos.
Usualmente suelo marcar luego de haber degustado algunas gotas y, así, decidir si merecen convertirse en propiedades de largo plazo o ser un bocado exprés. Pero debido a las circunstancias actuales, no quisiera tener que cazarlos en el instante en que su instinto de supervivencia se active y huyan al percatarse que mordía a uno.
En el pasado, la cacería solo era divertida cuando de enemigos se trataba.
No solía ser un gran fanático al arquetipo de los vampiros que cazaban a sus presas muertas de miedo. Habiendo tantas opciones en el mundo, ¿por qué asustarlos, perseguirlos y luego arrancarles el cuello sin contemplación? No, mucho desperdicio de energía.
Yo soy más de los que adora manipular y construir el placer, el miedo o ambos. Dependiendo del caso.
La hipnosis era una de mis habilidades favoritas. Me daba el control sobre mis presas y, como ahora, el tiempo para saborear a mis nuevas pertenencias.
Detallo a los tres jóvenes arrodillados, aún sumergidos en las mareas de mi encanto, y aunque el moreno con apariencia oriental parece ser el más delicioso. Lo dejaré para después, aún tengo inquietudes sobre algunas cosas y me gustaría hurgar en su memoria antes.
Me aproximo hacia el humano de piel tostada. Su osadía es atractiva, quizás su sangre sea igual de fascinante. Acaricio su mejilla con delicadeza, él se estremece. Sin alejarse, entrecierra los ojos y expone su cuello. La sangre en su interior se mueve a gran velocidad. Tan lleno de vida.
Relamo mis labios dejando que mis colmillos salgan, me inclino hacia mi presa, dispuesto a morderlo.
Cuando un ensordecedor sonido rompe el hechizo y una luz cegadora me impacta directo a los ojos. Desorientado retrocedo un par de pasos, sin poder evitar el líquido viscoso esparcido por el piso, caigo en un charco fétido.
Los humanos han huido despavoridos y con ellos, mi posibilidad de tener una buena cena. De haber estado en mi mejor forma, habría sentido la presencia del intruso, hubiera tomado a los tres humanos y desaparecido antes de que siquiera el vegete hubiera exhalado su siguiente respiración. Pero no. Recién he despertado, estoy hambriento a más no poder y ahora... ¡Ahora estoy por degollar un trozo de carne maloliente para aplacar mi ira por haber perdido mis presas y que, además, mis ropas están hechas un desastre con sangre de gallina!
Observo al vejestorio de huesos y coágulos, su olor es degradante, por no mencionar que su vestimenta de pordiosero me desazona.
Bien, esta vez no habrá palabras bonitas o protocolo.
A este vejestorio oloroso a alcohol lo voy a degustar de una sola mordida. Sin más contratiempos, me abalanzo sobre el anciano y encajo mis colmillos en su cuello con ahínco.
N/A: ¡Hola, fantásticos lectores!
Pues así comenzamos esta alocada historia. Sepan que me costó horrores conectar con lo que quería escribir, reescribir el prefacio como una cuatro veces, sin mentir, estuve a nada de hacerme bolita y esconderme del mundo.
¡Pero es que no podía dejar esto así!
O sea no, estos bebés querían salir sí o sí. Aun cuando ni nombres tenían y la apariencia de ellos era un completo caos en mi mente.
Sin embargo, como último recurso, borré todo lo que tenía escrito, respiré hondo y deje que Imagine Dragons me invadiera y así... ¡Las ideas fluyeron!
Aún sido con los nervios de punta, porque no estoy del todo seguro el rumbo que dará todo esto... pero creo al menos tengo la idea base de lo que quiero escribir a continuación, así por ese lado, ¡estoy muy emocionada!
¿Qué opinan del comienzo? ¿Les ha gustado, frustrado, emocionado o inquietado? ¡Vamos, quiero saber que piensan! ¡No me dejen con la duda!
Y sin más que mencionar, ¡no se olviden de demostrar vuestro apoyo a la historia votando, comentando y compartiendo!
¡Nos vemos en el siguiente capítulo! (Que con un poco de suerte será muy pronto)
Los quiere glamurosamente, Dorian.
PD: Estoy que chillo de la emoción porque logre escribir +2,000 palabras de una sentada (en 4 horas, pero meh, tenía meses que no lograba semejante hazaña). Así que si no encuentro mayores retoques que hacer, mañana inscribo este bebé en el ONC y ¡a rezarle al universo para terminarla a tiempo!
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