Capítulo 23: No pierdas el control.
Buenos días, tardes y noches queridos lectores.
¡Oficialmente estamos al aire de nuevo! 🤘🏽
Wuuuuuuuuu!
No dejaremos que nadie nos lastime, ¿no es así mis queridas clickers? 🙌🏽✨
Estoy tomando el consejo de una amiga, y me gustaría informar que haré un maratón dentro de unas semanas. Espero que estén tan ansioso como yo 😉😎
Quiero agradecerles a todos por el magnífico apoyo que me dieron tanto por wattpad, como en otras redes sociales.
No tienen idea de cuánto los amo.😘😘😘😘
Bueno, sin nada más que añadir les dejo disfrutar de este extenso capítulo.
No olviden dejar sus comentarios👁🗨 y estrellitas ✨(y de ser posible eviten los spoilers 🙈)
Gracias por leer📚
Los quiero mucho! 😘
POV Félix.
Los problemas rondaban mi cabeza y las palabras de mi padre me torturaban:
«Tu madre estaría tan decepcionada de ti. Ni siquiera podría mirarte a la cara al descubrir la persona que eres: un Don Juan destinado a destruirse a sí mismo, y a su familia.»
Siempre una decepción...
«Destinado a destruirse a sí mismo.»
Siempre un desertor...
«Destinado a destruirse a sí mismo...»
Tan sólo, decepcionando a todos...
«Nunca encontrarás el amor.»
Mi pecho dolía y mi respiración fallaba.
Estaba entrando a un remolino bastante peligroso cuando de pronto una dulce voz me sacó de mi agonía.
– Buenas noches. –habló, y reconocí esa voz al instante.
Levanté la mirada con sorpresa, totalmente confundido de verla aquí, sentada a mi lado.
– Marinette. –suspiré con alivio.
Pero al parecer ella no esperaba verme a mí en específico, pues su sonrisa desapareció al instante.
– Félix. –respondió totalmente fría.
Tragué saliva rogando por qué no se fuera, por que no me dejará a solas con mis demonios de nuevo.
– Me alegra tanto verte. –solté con sinceridad, intentando ignorar todos los pensamientos que me acechaban y me obligaban a doblarme ante ellos.
Su rostro no cambio de expresión.
– No quería interrumpirte. –soltó poniendo la vista a la calle– lo mejor será que me vaya.
Entonces en un movimiento rápido Marinette se levantó de la banca dispuesta a irse.
Alcé mi mano listo para detenerla, pero milímetros antes de que mis dedos rodearan su brazo la voz del recuerdo me obligó a alejarme:
«–No vuelvas a tocarme, Felix Agreste.»
Y no lo volvería a hacer sin su consentimiento.
Tuve que poner mis dedos en un puño para evitar la tentación de sentir su piel de nuevo.
– ¡Espera! –le pedí, pero me ignoró.
«No.»
No podía irse.
Durante mucho tiempo su simple recuerdo llenaba el vacío dentro mío; y ahora mismo me sentía dueño de un hoyo negro.
La necesitaba, aunque por lo que había visto, ella ya no a mí.
Estaba dispuesto a aceptarlo, si eso la hacía feliz, si de esta forma podía recuperar una vida que yo había perdido hace tiempo.
Cerré los ojos antes de hablar:
– Prometo no molestarte. –solté y Marinette detuvo sus pasos– Te necesito ahora, por favor.
Todos mis problemas giraban alrededor de mi cabeza mareándome.
– Por favor. –susurré con pesar.
«Mi padre», «Bridgette », «Crisis», «Accionistas», «Dinero», «Decepción», «mi culpa», «todo es mi culpa»...
– Por favor. –imploré una última vez en un susurro sin estar seguro de que ella siguiera allí.
Punzadas dolorosas pinchaban en mi cerebro con fuerza, por lo que tuve que volver a sostener mi cabeza entre mis manos, mirando el piso.
Mi respiración fallaba, y sentía el peso de las decisiones aplastando mis pulmones.
Dolía mucho.
Apreté los ojos con fuerza y los puños entre mi cabello, hasta casi arrancarme mechones.
– Shhh...– siseó una voz tranquilizándome– Respira. –pidió y yo obedecí.
– Inhala.
Inhalé el aire lentamente por mis fosas nasales.
– Así es –me motivó– ,ahora exhala.
Boté todo el oxigeno retenido, por la boca.
Al hacerlo logré lanzar un suspiro y supe que mi voz volvía a funcionar. Ni siquiera me había dado cuenta de que había dejado de hacerlo.
«¿Porqué eres tan débil, Félix Agreste?» me regañó una voz en mi cabeza. «Deja de actuar como un niño asustado.»
Fruncí el ceño, con los ojos aún cerrados.
«¿Porqué actúas de esta forma? Eres tan infantil. ¿Porqué no puedes ser un hombre?» interrogaba la voz con asco.
– Aún le tengo miedo. –respondí.
– ¿Qué? –preguntó otra voz.
– Aún le temo a mi padre. –acepté derrotado– No quiero hacerlo.
Volvía a ser el niño que se escondía bajo las sabanas ignorando los gritos de Gabriel, y esperando a que su madre aparezca para detener la ira del progenitor.
Esos episodios solían ser más frecuentes cuando Adrien era solo un bebé. Mientras él crecía más, la ira de mi padre también se aplacaba también.
– Entonces no lo hagas. –siguió esa voz– Eres más fuerte de lo que pareces, de seguro puedes enfrentarte a él. Ahora vuelve a respirar.
Volví a obedecer, y lo seguí haciendo hasta que finalmente pude abrir los ojos sin que la luz naranja del farol defectuoso lastimara.
– Muy bien. –me felicitó la voz dulcemente– ¿Ya te sientes mejor?
Me incorporé sentándome correctamente en la banca y suspiré observando las estrellas.
– Si, ya estoy mejor. –mentí. Esas voces nunca se detendrían.
Entonces en ese preciso momento me di cuenta de que una mano presionaba suavemente mi hombro dándome pequeños masajes con el dedo pulgar para relajarme.
– Aun te veo tenso. –analizó Marinette observándome a los ojos.
Le devolví la mirada.
– Los problemas se hacen cada vez más grandes. – intenté que pareciera un chiste añadiendo una ligera sonrisa despreocupada.
No funcionó cómo esperaba.
– ¿Esta todo bien? –volvió a preguntar preocupada.
Sin deshacerme de la sonrisa negué con la cabeza.
– Nunca me dejará tomar las decisiones. –le confesé– Ni siquiera sobre mi vida.
Marinette frunció los labios.
– Veo que tu relación con Gabriel Agreste empeoró. –comentó bajando la mano a la madera de la banca.
Me encogí de hombros.
– ¿Qué te hizo ahora? –cuestionó.
Cuando estaba empezando a salir con Marinette, una tarde de sábado, cómo todas, llegué tarde a la oficina.
Sin embargo, esa vez era diferente debido a que era una de las primeras reuniones de emergencia con ciertos accionistas y mi padre.
Obviamente se puso furioso conmigo y me gritó frente a todos esos señores.
Fingí estar aburrido por sus gritos, pero la verdad era que cada una de sus palabras se grababan en acero sobre mí.
Esa madrugada le pedí a Marinette vernos en el techo de la escuela, y llegó lo más rápido que pudo.
Le conté todo lo que sucedió, y desde entonces ella supo cada una de las veces en las que mi padre me llevaba a estos "momentos".
Sin embargo nunca le hablé sobre mi madre, y en esta discusión era lo único que decía padre:
«Tu madre estaría decepcionada.»
Quería creer que no era así, que mi madre me sonreiría si me viera ahora; pero no lo haría.
Yo era una vergüenza.
– Vuelve conmigo. –pidió la voz, y abrí los ojos de golpe sin darme cuenta de que los tenía cerrados de nuevo. –Vuelve conmigo.
Giré la cabeza hacia ella y después bajé la vista a nuestras manos que a penas se rozaban.
No hice ningún movimiento para no asustarla.
– Estoy contigo. –murmuré.
Marinette esbozó una sonrisa.
– ¿Me contarás lo que sucedió? –preguntó.
Pero yo no podía responder. Hablarle de mi madre sería doloroso, y sobre Bridgette la ahuyentaría.
Después de todo no creía que esté interesada en saber que unas horas atrás había botado a Bridgette de mi vida.
No ahora que parecía intentar formar una relación con su compañero de trabajo, Claude Besançon.
Las imágenes de ese beso volvieron a mí haciendo que todo pesará aún mas.
Debía cambiar el tema...
– Felicidades por tu puesto en Else's – comenté sincero; de verdad estaba orgulloso.
Marinette abrió la boca.
– ¡Oh! Cierto, soy parte de la compañía enemiga.
Ella creía que no le quería contar nada por falta de confianza. Estaba tan equivocada.
– Pero no eres una enemiga, ¿no? –intenté arreglar la situación.
– No. –negó suavemente– No ahora, cuando estamos solos.
Una sonrisa sincera hizo aparición en mi rostro.
– Me alegra saber que podemos tener un momento de paz después de todo.
Marinette no me devolvió la sonrisa, fijando la vista al horizonte.
– A mí también. –soltó.
Le costaba decirlo, lo entendía.
Le hice mucho daño.
– Marinette... –hablé suavemente– No quiero perderte.
Sus hombros de pusieron tensos y vi a sus ojos analizar diferentes posibilidades de escapar.
– No quiero seguir despertando en las madrugadas sabiendo que me odias y que tal vez nunca más vuelva a verte. –Tomé aire y continué: – Sé que te hice mucho daño al no decirte la verdad sobre mi boda desde el inicio. Tal vez lo hubieras comprendido, o tal vez te hubieras marchado, no lo sé; pero quiero que sepas que a pesar de todo lo nuestro fue real.
La respiración de Marinette se aceleraba y sabía que estaba a punto de saltar de la banca para evitar esta conversación.
– No te pido que vuelvas a estar conmigo. –aclaré– Sé que ahora tienes a alguien nuevo en tu vida... –Con estas palabras sus ojos voltearon rápidamente a verme– Lo acepto, estoy muy feliz por ti, porque mereces encontrar una persona sin secretos.
Ambos tragamos saliva.
– Pero no quiero que esta amistad, este... –no sabía cómo definirlo– Secreto, o cercanía que tenemos cuando estamos solos desaparezca.
Marinette comenzó a morderse el labio.
– Lo lamento tanto, por todo; y no importa si espero años para obtener tu perdón, ten por seguro que esperaré.
La chica al frente mío bajó la mirada y se levantó del asiento. Yo la miraba paciente.
– Me hiciste mucho daño, no voy a negarlo. –respondió y estiró una mano hacía mí.
La tomé y me ayudó a incorporarme.
Su mano estaba helada, pero q pesar del frío seguía siendo extremadamente sedosa.
– Aun no puedo perdonarte. –habló sincera– Pero creo que por ahora podemos tener un tiempo de paz.
Suspiré aliviado y le agradecí.
– No des las gracias. –se encogió de hombros– Ahora vete a casa, porque si nos quedamos más tiempo aquí puede ser peligroso.
Accedí y solo entonces soltamos nuestras manos.
– Adiós, Félix. –se despidió tomando el camino contrario al mío.
– Adiós, Marinette. –le respondí.
Pero antes de que yo continuará con mi sendero ella se detuvo y me miró.
– Recuerda que a pesar de sentirnos esclavos de los demás, siempre tenemos la última palabra. –sonrió– Todos somos libres.
«Todos somos libres.»
Le agradecí con un gesto de la cabeza y ambos retomamos nuestro rumbo.
Volví a casa con las manos en los bolsillos, la frente en alto, y una sonrisa que solo las palabras de Marinette podían inspirar.
Dejarla ir era algo doloroso.
Quería luchar por ella, implorar por su perdón; pero la conocía bastante bien y sabía que si quería huir de algo no podía detenerla.
Lo único que me quedaba era volver a ganarme su confianza, y luchar por no perderla; porque después de todo una vida sin ella, sin su contacto, sin su amistad, sería una tortura.
Llegué a mi apartamento con tranquilidad, y saludando amablemente a los vecinos con los que me encontraba.
Mi humor mejoró con la simple charla junto a Marinette.
Abrí la cerradura y me adentré a la comodidad de mi hogar.
Tenía la hermosa sensación de que podía lograr todo lo que me propusiera.
«Soy libre...» pensé mientras caminaba hacia mi habitación.
Tomé la perilla y la giré.
Todo estaba a punto de camb...
Me detuve de golpe al ver las sabanas deshechas.
Mi sonrisa desapareció.
Alguien estaba aquí.
– ¿Hola? –hablé en voz alta mirando a mi alrededor.
De pronto la puerta del baño se abrió y salió Bridgette envuelta en toallas.
Fruncí los labios.
– Creí haberte pedido que te fueras. –le dije sin moverme.
La mujer se secaba su larga cabellera sin prestarme total atención.
– Todas las parejas tienen peleas, Félix. –dijo con tranquilidad mientras pasaba de largo de mi, dirigiéndose al armario para buscar ropa.
– No fue una simple pelea. –gruñí– Sabes que esto no terminará bien.
Bridgette soltó un suspiro cansado y se giró hacia mí.
– Es normal pelear, podemos buscar ayuda después de la boda. –siguió.
¿Realmente no lo entendía?
– No vamos a casarnos.
Bridgette sé detuvo y levantó la cabeza.
Después se giró hacia mí, sonrió y comenzó a acercarse a mí lentamente, intentando actuar de forma sensual.
– Félix, sólo por una pelea no se acaba un matrimonio. –Susurró– Tenemos dinero, salud y amor.
Al terminar de decir eso Bridgette desenvolvió las toallas, dejando que cayeran al piso, y siguió acercándose.
Levanté una ceja.
Puso sus manos en mis hombros y con ojos coquetos intentó presionar sus labios sobre los míos.
Estaba a corta distancia cuando moví la cabeza hacia un lado evitando que me besara.
Tomé sus manos y las alejé de mí.
– No tenemos amor. –hablé seco– Ni tú, ni yo. No es necesario que finjas, la boda se terminó. –finalicé.
La sonrisa en el rostro de mi ex-prometida desapareció, y sus ojos se tornaron fríos.
Retrocedió dos pasos poniendo sus manos en su cadera desnuda, en forma de jarrón.
– Nos vamos a casar. –insistió.
– No habrá boda, Bridgette Ming. Se terminó.
Sus ojos se encendieron.
– Escúchame atentamente Félix Agreste, esta boda no se va a cancelar, punto.
– No hay nada que salvar, terminemos con esto.
Me di la vuelta y comencé a desabotonar mi camisa para ponerme pijama cuando de pronto su grito me sobresaltó.
– ¡¿Crees que yo quiero esto?!
La miré confundido.
– Eres un imbéciles ciego, Agreste. Yo no quiero casarme contigo.
Hice lo posible por ocultar mi estupor.
– ¿Qué?
– ¡Me oíste bien narcisista quebrado! No quiero casarme contigo, esta boda no es parte de un "cuento de hadas". Esto ayudará a la empresa de papá a integrar el mercado europeo.
El velo cayó repentinamente, mostrándome la obvia realidad: Bridgette también era una esclava.
– Yo no lo sabía...
– ¡Claro que no lo sabías, idiota! Se suponía que no.
Avancé un paso.
Ambos éramos esclavos, y juntos podíamos deshacernos de nuestras cadenas.
– Podemos cancelar la boda. –repetí emocionado, creyendo que ella estaría de acuerdo conmigo.
Pero su rostro no se inmutó.
– La boda no se va a cancelar, te lo prohíbo –me amenazó con un dedo.
Fruncí el ceño.
– ¿Porqué llevarla a cabo si es claro que no nos soportamos?
– No pienso arruinar esta oportunidad para la empresa que heredaré, cualquier beneficio para papá también me beneficia a mí.
Caminó al ropero y comenzó a vestirse volviendo a ignorarme.
– ¿Estás loca? ¿Cómo planeamos vivir años juntos? –interrogué– Porque estoy seguro de que en tus planes tampoco existe el divorcio.
– Para nada, los divorcios dividen el dinero.
Eran las mismas palabras que dijo alguna vez padre.
– Así que no me importa lo que hagas, lo que pienses o lo que "sientas" –continuó mientras hacía conejos con sus dedos– Quiero verte con una sonrisa y un traje impecable, puntual, cuando entre a la recepción de la boda. Sin excusas.
Me quedé estático, sin poder responder ante la actitud cínica de Bridgette, quien se acercó a la cama y sacó una almohada para prácticamente lanzármela al rostro.
– Como dije, "amor", las parejas siempre pelean. –después me lanzó una manta– Puedes dormir en el sillón.
– ¿Porqué haces esto? –le pregunté confundido, viendo por primera vez a la verdadera Bridgette.
– No voy a perder el control de la situación. –y sin mirarme se metió entre las sabanas de mi cama– Mi padre llega dentro de una semana; no puedo cometer ningún error, no otra vez.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro