CAPITULO 48
CAPITULO 48:
La tarde pinto su crepúsculo y antes de que el sol se ocultara, su luz naranja iluminaba un lugar en el que había parado mis pies. Reconocí aquel sitio y el recuerdo me trajo a Cameron a la cabeza. Era el café-bar al que él me había llevado el día del cumpleaños de si amigo Matthew.
Yo odiaba esos lugares, pero ahora, lo único que me pasaba por la cabeza, además de Cameron y el dolor que todo esto producía, era conseguir una manera de terminar con él. Me arme de un valor que no me conocía y arrastre mis pies hasta el interior.
Cuando me hube adentrado, camine esquivando a todos los demás que bailaban al ritmo de la escandalosa música y llegue hasta la barra. El joven rubio detrás de ella, al mirarme me reconoció.
-¡Karol, la amiga de Cameron! –elevo la voz para que pudiese oírlo y lo único en el que encontré significado en su frase fue el nombre de él.
-Hola, Matthew –farfulle, sentándome en una de las sillas al borde la barra.
-¿Te sirvo algo?
-¿Qué tienes para perder la conciencia? –pregunte y el rio.
-Creí que no tomabas alcohol.
-Solo dame algo que me sirva para olvidar –ordene, frustrada.
-Súbito –dijo, alzando las cejas y luego me dio la espalda para recopilar varias botellas del estante.
La música me atronaba los oídos y el dolor el dolor cada vez me inundaba el pecho. Había estado por tanto tiempo esforzándome por proteger a Madison de patanes, engaños y ese tipo de cosas desde lo que paso con Gabe; y ahora, yo era la causante de su dolor, se su desconfianza y eso me dolía mucho más de lo que podía llegar a imaginar.
Irme, insistía con eso porque era la mejor opción, pero... dejar de ver a Cameron me costaría mucho.
Matthew puso delante mí un pequeño vasito y luego me sonrió.
-Salud –dijo, con ese acento italiano inconfundible.
Sin contar los chocolates envinados, jamás había pasado por mi boca el sabor a licor, y aquel líquido transparente que reposaba en el pequeño vaso de vidrio me seguía pareciendo igual de repugnante que la primera vez que supe de su existencia. Pero en esta ocasión necesitaba de aquel embriagante líquido para que borrara parte de mi memoria, o al menos, para que el insoportable dolor disminuyera.
Tome el vaso entre mis dedos y al alzarlo lo mire con repugnancia y asco, pero cerré los ojos y lo dirigí a mi boca dejando que el olor me hiciera cosquillas en la nariz y que el líquido bajara por mi garganta, raspándola y quemándola enseguida de que hizo contacto. Derrame todo el licor dentro de mi boca y la garganta me ardió como si tuviera una flama viva adentro. Abrí la boca e inhale profundo, tratando de que el aire fresco entrara y aplacara el fuego. Una fuerte punzada de dolor acribillo el lado izquierdo de mi cráneo y una que otra neurona exploto. Entonces sentí el licor tocar mi estómago y como este se revolvió dos segundos después; una presión allí dentro hizo que casi devolviera lo que había tomado. Cerré los ojos con fuerza y me lleve las manos a la boca, solo por si acaso.
-¿Estas bien? –pregunte Matthew detrás de la barra.
Hice que el fuego en mi garganta se calmara un poco cuando volvía a abrir la boca para inhalar aire y luego abrí los ojos y lo mire.
Me observaba preocupado mientras limpiaba un tarro de cerveza con un trapo.
Cameron aún seguía presente en mi mente y el dolor era aún perceptible.
-Si –conteste, con la voz repentinamente ronca-. Sírveme otro –ordene.
-¿Segura? –pregunto, un poco receloso.
-Sírvemelo –dije, tajante.
Él se arremango una de sus mangas blancas que se había bajado traviesa antes y alzo las cejas con expresión escandalizada, pero tomo el pequeño vasito y vacío en el licor amarillento del cual yo desconocía el nombre. Con el vaso lleno me acerco su mano y lo deposito delante de mí sobre la barra. Mire de nuevo el cristal y lo que contenía; me preguntaba cuántos más vasos de estos necesitaba para perder la conciencia o si era preferible pedir que me llenara el tarro.
Lo tome de nuevo y lo acerque a mi boca, cerré los ojos y deje caer parte del licor en mi garganta, que de nuevo estallo en llamas despiadadamente consumidoras; pero sin dejar que estas se aplacaran me eche otro trago a la boca, solo que este lo mantuve allí, repentinamente temerosa de hacerlo pasar. El nombre de Cameron golpeteo junto a la punzada de mi cabeza y me obligue a abrirle camino entre el fuego a aquel líquido. Las llamas tomaron una nueva fuerza pero ahora el dolor a pesar de ser doloroso se volvió placentero. Y la última parte del trago pasó por mi garganta con menos dificultad. La punzada se expandió hacia el otro extremo de mi cabeza y se convirtió en un dolor agudo.
Cuando abrí los ojos, el rubio detrás de la barra me miraba intrigado.
-Otro –ordene, con aquella voz ronca que salía de entre las llamas de mi garganta.
Vaso tras vaso, y el licor seguía pasando por el incendio en mi garganta; hasta que comencé a marearme al mirar las personas a mí alrededor. Sentía menos neuronas en mi cabeza que hace unos minutos, pero el dolor había desaparecido o al menos, era tan grande que ya no lo sentía.
-¿Están bien? –inquirió de nuevo Matthew.
-¿Yo? ¡Estoy bien...! – mi voz se arrastraba como si mi lengua se hubiese quedado pegada en el interior de mi boca.
-Claro. Eemm... permíteme –se alejó hasta el otro extremo de la barra y tomo el teléfono.
Deje de tomarle importancia y desvié la mirada; en realidad había dejado de tomarle importancia a todo. El alcohol había hecho que las pocas neuronas que me quedaban en la cabeza estallaran al unísono y desaparecieran.
Me lleve ambas manos a la cabeza, con los codos apoyados sobre la barra; sentía la música meterse en mis oídos y vagabundear por el vacío en mi cabeza; allí no había cerebro, neuronas o mente para formular pensamiento alguno; no había nada, excepto una cosa. El nombre de Cameron rebotaba de un lado a otro como pelota de ping-pong en un juego de tetris.
Estaba sudando, de repente el calor se agolpo en mi cuerpo y las gotas de sudor perlaban mi frente. Me sentí asfixiada de pronto. Me quise levantar para ir al baño y al poner los pies sobre el suelo me desequilibre totalmente, el suelo bailo bajo mis pies y me tambalee antes de sostenerme de la barra. No solo el piso se movía, sino también las paredes bailaban y luego se volvían borrosas. Trastabille hasta llegar al baño, y luego, cuando con paso torpe pude acercarme al lavamanos me mire al espejo. Mi rostro estaba perlado por el sudor, tenía la nariz con un matiz rojizo y unos tantos cabellos despeinados. Abrí la llave del agua, estaba fría e hice cuna en mis manos para sostenerla allí; luego, cuando logre acunar suficiente, me la eche en la cara. Cerré la llave con el rostro goteando sobre el blanco mármol del lavamanos, me mire de nuevo al espejo y después tome una toalla desechable para secármela. El rostro me parecía desconocido pero era mío.
Deseaba que algo de la capacidad de mover mis pies aun estuviese en funcionamiento; pero me tambalee igual que la primera vez; mis músculos seguían igual de torpes.
Apoyándome en la pared, logre salir de nuevo hacia el exterior donde la gente aún me mareaba. Pero luego, entre todas esas siluetas borrosas, había una que reconocería así estuviera debajo del agua en una atmosfera llena de niebla. ¿Qué hacía Cameron allí?
Lo fulmine con la mirada, frunciendo el ceño; pero al parecer, el buscaba a alguien, sus ojos iban de aquí para allá examinando cada rostro y su cabeza se levantaba por encima de los demás queriendo encontrar a ese alguien. ¿A quién estaría buscando? ¿Justo aquí? ¿En el mismo lugar en el que yo estaba?
Me tambalee de nuevo hasta la barra, en donde había dejado mi morral y trate de ignorar todos los perturbantes sentimientos que me embargaron al ver a Cameron allí.
-¡Hey! ¡Tú! –llame a Matthew y rebusque entre mi bolsa mi cartera para pagar la cuenta; el joven se acercó-. ¿Cuánto es? –la voz que salía de mi boca era desconocida.
-Eemm... -murmuro.
-¿Me los vas a regalar? –pregunte y luego me reí.
-¡Karol! ¡¿Qué demonios?! –la melodiosa voz de Cameron llego hasta mis oídos por encima de tono el ruido. Se acercó y me miro con los ojos abiertos de par en par.
-¿tu? –Le mire- ¿Tu qué haces aquí? –hice ademande levantarme de la silla con un solo movimiento sobrio, pero fracase deinmediato y tuve que sostenerme de la barra.
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