CAPITULO 46
CAPITULO 46:
Había estado la mayor parte del tiempo con ellos dos, y me había dado gusto la noticia de que ahora eran casi inseparables; solo le faltaba a Brad decidir que día le pediría que fuera su novia.
Salte de mi asiento al percatarme de la hora.
-Demonios, es tardísimo –dije, levantándome de la silla mientras que Brad y Lala me miraron confundidos.
-¿Tarde para qué? –pregunto Brad.
-El viaje de Madison, ¿recuerdan? –les había contado la historia a la hora de la comida, Lala me llenaba de consejos y Brad resulto ser un excelente oídos.
-Oh, verdad.
-Habla con ella, Karol. Una amistad se vuelve más sólida si ambas partes hablan de lo que les preocupa –me aconsejo Lala, como toda la tarde lo había estado haciendo.
Era increíble cómo podía ella expresarse así, con tanta naturalidad, con tanta sabiduría; a pesar de que era menor que yo, sin duda era más madura, siempre lo he dicho.
-Gracias, Lala. Espero tener el tiempo –mire el reloj-. Y si no me doy prisa, no podre despedirme.
-¡Suerte! –agito la mano cuando me dirigí a grandes zancadas a la puerta de salida.
-Hasta pronto, Karol –dijo Brad.
Salí dándoles una sonrisa y apresure el paso hasta el edificio. Faltaban doce minutos para que las ocho y media se dieran, Madison tenía que partir antes de las nueve.
Mientras corría hacia mi destino, recordé a Cameron; el ya debería estar allí seguro. Eso hizo que mis pies disminuyeran la velocidad un poco. No quería llegar y toparme con la despedida amorosa entre ambos porque sabía muy bien que me iba a doler, incluso pensarlo ya causaba una aguda sensación de malestar en el corazón.
Por primera vez utilice el ascensor y llegue hasta el tercer piso en tres cuartos de minuto, di grandes zancadas hasta el departamento 312 y abrí torpemente la puerta, esperando a que Madison no se hubiese ido ya.
-¡Mad, lamento...! –mi frase se quedó inconclusa porque justo al abrir la puerta me encontré con la escena romántica que quería a toda costa evitar. La despedida amorosa entre Madison y Cameron.
-¡Karol! Qué bueno que llegaste antes de que partiera. Pensé que no vendrías
La broma no le salió como tal. Se deshizo del abrazo de Cameron y se dirigió a mí para abrazarme. Algo del perfume del aun había quedado impregnado en sus ropas y llego hasta mi nariz de forma tenue.
Intente sonreír y poner buena cara, aun sintiendo los horripilantes deseos de estallar en berridos y dejar salir a borbotones las pesadas lágrimas que sentía que me empañaban la vista.
Una gota de agua salada cayó al hombro de Madison, una lagrima que no pude reprimir.
-Oh, Karol pero no llores, o me harás llorar a mí –su tono de voz se tornó cálido y tierno, como siempre había sido.
Ella creía que yo lloraba por su viaje. Era un buen pretexto, pero me sentía mal porque no era cierto. La verdad era que si sentía dolor, pero era uno propio de corazón, causado por la demostración de efecto entre ellos dos.
Sonreí, esperando que no fuera muy evidente lo falso en ella.
-Cuídate mucho, Mad –murmure-. Te voy a extrañar –aquello había sonado honesto, porque era verdad.
-Yo también –me dijo.
Luego la mano de Cameron me acaricio la espalda en busca de darme consuelo. Hasta ese momento recordé su presencia y un inexplicable rencor me invadió. Lo odia bastante, pero de igual manera, lo amaba más de lo que podía llegar a odiarlo. No entendía como es que había ilusionado tanto a mi corazón y luego lo había dejado caer en un agujero sin fondo y muy oscuro.
-Te acompaño abajo –dijo él y luego tomo la pequeña maleta de Madison, dejando mi espalda desprotegida de su calor-. ¿Vienes? –me pregunto a mí.
Asentí y enralece mi brazo al de Madison, luego baje la cabeza. Lo que menos necesitaba era que Madison se fuera, aunque solo sea por dos días; sin duda serían los días más difíciles de mi vida, teniendo que abstenerme de todo tipo de encuentro con su novio.
Bajamos por el ascensor, mientras que nadie pronunciaba palabra alguna y mi vista seguía fija en el suelo del elevador. Cuando llegamos al primer piso y salimos del pequeño apartado, la camioneta de la gente del señor Vitare ya esperaba por Madison.
Ella dio un suspiro y luego se giró para ver a Cameron. Lo miro por un par de segundos, como queriéndole decir algo con sus ojos, parecía que... suplicaban. Pero Cameron bajo la mirada y exhalo despacio, luego beso la frente de su novia.
-Cuídate mucho, amor –le pidió.
El corazón, ya roto en miles de pedazos, se contrajo de dolor al escuchar la última palabra.
Madison sonrió débilmente.
-Te amo, Cameron –susurro en su oído y yo desee con un fervor descomunal estar en alguna otra parte en ese momento.
Pero el no dijo nada, esbozo una pequeña sonrisa y volvió a besar la frente de Madison. En serio, lo odiaba.
Luego Madison se giró hacia mí y me sonrió, con esas sonrisas que me habían estado últimamente.
-Te voy a extrañar –le repetí, porque era lo único honesto que había en mi-. Cuídate mucho.
-También tú. Dos días se pasa rápido –me dijo.
Le sonreí, y luego, Cameron y yo la vimos subir a la camioneta.
-Nos vemos en dos días –nos dijo y se despidió con un gesto de mano.
Cameron y yo miramos la camioneta hasta que se perdió entre las calles oscuras.
Cerré los ojos por un instante hasta que la voz de Cameron me hizo abrirlos de nuevo.
-¿Volvemos al departamento? –pregunto, cínico.
Pero yo no debía de estar con Cameron, ni siquiera verle durante estos dos días. Madison se merecía respeto y era lo que al menos le daría.
-Cameron, estoy muy cansada. Quiero subir y tirarme a dormir –dijo-. Disculpa.
-No, no hay problema. Descansa. Nos vemos mañana –me sonrió y algo en su confianza de que nos veríamos el siguiente día me hizo creerlo.
-Adiós –musite y sin mirarle más subí hasta el departamento.
Al instante en el que entre al lugar ya no era el mismo. Se supone que ya debería de haberme acostumbrado a pasar las horas sola, pero ahora por alguna razón era distinto.
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