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22

Comencé a caminar, dejando atrás la bonita casa blanca en la que antes había estado. Esperaba que Sohyun se encontrara bien, en el sentido de que estuviera segura con Jungkook. Sabía que yo la había destrozado y eso era algo que jamás me perdonaría.

Mientras caminaba, las palabras de Sojin, la madre de Jungkook, vinieron a mi mente, entre tanto que mis mejillas seguían húmedas y mis ojos tercos a seguir derramando su dolor.

¿Ella creía acaso que Sohyun no hacía del todo feliz a Hoseok? Era su madre, y una madre -queramos o no- siempre, tiene la razón. Ella me estaba dando una esperanza, debajo de sus palabras, había una. Pero justo ahora todo mi cielo se había vuelto gris, casi negro, y toda esperanza parecía carecer de sentido y significado.

Caminé por un buen rato, indeciso de ir o no por algunas calles, pero al final, divisé el edificio y por primera vez en todo el día, sentí alivio. Cuando me hube adentrado hasta llegar al departamento, lo primero que hice fue ver la hora, faltaban quince minutos para las diez de la mañana. Tenía el tiempo suficiente para hacer una última cosa.

Arranqué una hoja del cuadernillo que Sohyun tenía sobre la mesa de centro y me senté a la mesa a escribir. A lo mejor era estúpido dejarle una nota, pero tampoco podía irme así nada más.

Comencé a arrastrar la pluma por el papel con ansiedad y cada línea en la hoja, era un latido cada vez más doloroso de mi corazón. Cuando hube terminado de escribir, leí la... carta que había pintado en aquella hoja.

Lamento mucho todo esto.

Me merecía más que una buena bofetada y todas esas palabras que me dijiste. Pero el que las mereciera, no significa que no me hayan dolido.

Pedirte perdón a lo mejor es estúpido. Tomando en cuenta de que no me lo perdonaré ni yo mismo. Jamás quise hacerte daño, intenté protegerte siempre y... ahora te resulté fallando.

Siempre fuiste como mi hermana, Sohyun y siempre quise lo mejor para ti. Sé lo que sientes ahora, pude verlo en tus ojos, te conozco mejor que nadie. No tienes idea de cómo me dolió verte así por mi culpa.

Pero no te mentiré. Me enamoré de Hoseok, te juro que lo amo y por eso tenía que irme. Quería dejarlos ser felices, en serio. Vivir todos los días viendo sus demostraciones de amor era algo que me dolía más que los golpes en la mejilla. Pero yo quería que tú fueras feliz e irme resultaba la mejor idea para olvidar todo, y aunque no pudiera olvidarlo, ya no importaría; yo estaría a miles de millas lejos de él, lejos... para evitar hacerte daño. Todo me ha salido al revés.

No quería que esto pasara, pero regresar el tiempo es imposible. A lo mejor, irme ahorita, después de esto, no va a servir de mucho. Sé que soy un cobarde por irme y dejarte este dolor, ¡te juro que desearía poder quitártelo! Pero, no deja de ser lo mejor para todos...

No quiero perderte, Sohyun. Mi elección siempre fuiste tú. Pero ayer, en un desorden estúpido en mi cabeza, cometí el error más grande de mi vida. Traicioné a la única familia que me quedaba... ahora estoy solo. Me lo merezco.

Hoseok no tuvo la culpa, fui yo quien lo besó. No eches por la borda algo tan hermoso como lo es tu relación sólo por un error mío.

Ódiame a mí si quieres, pero no culpes a Hoseok. Fue mi culpa, por completo.
Lamento haberte causado este daño, no sabes cómo me arrepiento. Por supuesto que te lo iba a decir, pero no de la forma en la que te enteraste. Discúlpame.

Hay algo de esto que jamás voy a olvidar, de los errores, hay lecciones que se aprenden. La comunicación es importante y a veces, aquello que vemos a simple vista, no es lo que parece. Tenlo en mente, Sohyun. Seguro habrá más de una persona tratando de apoyarte.

De nuevo, discúlpame.

Todo lo que me diste te lo devolveré, el dinero, la ropa... te pagaré todo. Gracias.Cuando leas esto, seguro estaré arriba de un avión rumbo a Corea, sintiéndome la persona más pérfida en todo el mundo. Extrañándote.

Espero algún día me perdones.

Te quiero mucho.

Era la carta más sincera que jamás en la vida había escrito, sin embargo, la sentía insuficiente. Pero ya no me quedaba tiempo. Doblé el papel por la mitad y garabateé rápidamente el nombre de Sohyun al frente, luego la coloqué sobre la mesa.

Fui por mis maletas y guardé el par de euros que aun me quedaban. Di una última mirada nostálgica al departamento y una lágrima se estrelló contra la alfombra del suelo. Dejé las llaves en la misma mesa en donde estaba la carta y luego salí por la puerta, arrastrando mis maletas junto conmigo. Utilicé el ascensor y salí del edificio. Paré un taxi y le pedí que me llevara al aeropuerto.

Aun en la agonía misma de estarme yendo, sabiendo que la única familia que me quedaba tenía el corazón roto por culpa mía, no podía evitar pensar en él. Miré a través de la ventana del taxi y vi pasar las casas y calles, jamás volvería a verlas de nuevo, ni a él.

Me iba lejos, pero dejaría mi corazón cerca de él. Seguro. Mientras más lo pensaba, más me dolía. Dejaría al amor de mi vida y renunciaría a él totalmente, porque era lo mejor.

Nunca pude dejar de quererlo, sencillamente por que lo amaba más de lo que me convenía. Era como redactar mi carta de despedida; como si al hacerlo, cada palabra que plasmaba me doliera cada vez más al acercarme al punto final.

No quería irme, partir de su lado era como tirarme de un precipicio o interponerme en el camino de un autobús en movimiento, ó con menos dramatismo, era como quitarle el sentido al paso del tiempo.

Me dolía partir, por supuesto; pero era lo mejor que podía hacer después de todo. Me llevé la mano a mi mejilla izquierda, y me ardió con el recuerdo. La cara desencajada de dolor de Sohyun se plasmó en mis pensamientos, sus lágrimas volvieron a verse en mi mente. Mi corazón ya no palpitaba, podría hasta jurar que ya no estaba allí; pero podía sentir el dolor indescriptible y sabía que, aunque hecho pedazos, mi bombeador de sangre seguía allí. Pude ver el aeropuerto a través del vidrio empañado por mis suspiros y supe que el tiempo se me iba acabando más rápido. Pagué el taxi y le pedí que se quedara con el cambio, a fin de cuentas, a mi ya no me serviría.

Me ayudó a bajar mis maletas de la cajuela del auto y luego las hice rodar sobre el pavimento hasta adentrarme al aeropuerto. Había llegado a la hora justa.
Me senté en una de las bancas a esperar que los diez minutos que faltaban se pasaran rápido. Mientras veía a la gente ir y venir, Hoseok volvió a mi pensamiento. ¿Vendría a buscarme y me pediría que no me fuera? ¿Me diría que me amaba con la misma intensidad con la que yo lo hacía? Me reí, burlándome de mi mismo. Esto no era una película con final feliz, Hoseok no vendría; porque su lugar era a lado de Sohyun.

La voz femenina anunció mi vuelo, la hora había llegado. Me paré y caminé para dejar las maletas, luego guardé el boletito en mi bolso. Caminé hasta la fila de personas que aguardaban para subir al avión y me formé detrás de la última. Miré hacía atrás, hacía todos lados mientras mordía mi labio inferior; vi a toda la gente, todos los rostros... ¿qué estaba pensando? Él no vendría. Me volví a girar y caminé lentamente hasta que llegó mi turno, la azafata me revisó el boleto.

-Bon voyage = (Buen Viaje) -me sonrió, devolviéndome el boleto.

Di una última mirada alrededor y suspiré. Cerré los ojos y deseé fervientemente que él apareciera, tan sólo para decirme adiós. La gente seguía pasando a mi lado cuando los abrí. Me faltaba magia, por que los rostros que veía, seguían siendo desconocidos.
Resultaba inútil desearlo, esperar que él... por supuesto que no, ¿en qué cabeza cabe? Volví a reírme de mi mismo, sin atisbo alguno de alegría y caminé hasta el avión.

Me senté en el asiento correspondiente, forrado de azul rey y luego miré por la ventanilla circular. Ningún movimiento fuera del avión me pareció inusual.

Decidí relajarme, ya era demasiado tarde para cualquier cosa, para todo. Ya nada tenía sentido. Las tripas me rugieron dentro de mi abdomen y hasta ese momento caí en la cuenta de que no había desayunado nada. Esperaría la merienda del avión y me esforzaría en dormir, eran trece horas las que me esperaban de camino y tenía que adaptarme al horario coreano.

Una voz femenina se escuchó por todo el avión, primero en italiano, luego en inglés, y por fin en coreano, para después seguir hablando en otros idiomas.

El avión despegaría en dos minutos. Las ruedas comenzaron a moverse y a rodar por el pavimento, el rugido del motor era claramente perceptible. El tiempo se había acabado.
Cerré los ojos, no quería ver cómo mi corazón se quedaba en ese lugar; pero detrás de mis párpados su rostro apareció y gemí de dolor. Los recuerdos se proyectaron como una película en mi mente mientras el avión se elevaba en el aire. El primer día que llegué, su sonrisa, esos jeans ajustados que usaba esa noche... una lágrima corrió por mi mejilla.

Me removí en el asiento y abrí los ojos para estirarme, había dormido por un buen rato y un relámpago me había despertado. Miré por la ventanilla del avión, surcada por gotas de lluvia, las nubes pasaban escuetas en un cielo completamente oscuro; bajé mi vista, la ciudad se vislumbraba con un montón de motas de luz amarilla.

Sentí alivio y a la vez dolor. Por fin había llegado a Corea, estaba en casa de nuevo; y al comprenderlo, me sentí bastante lejos de mi corazón.Las luces en la ciudad brillaban con intensidad y desde arriba era bastante hermoso. Por supuesto, era de noche.

Dos horas después, el piloto anunció que aterrizaríamos por fin. Las luces se fueron haciendo más grandes conforme nos acercábamos a Tierra.
Cuando el avión aterrizó, y bajé de éste, supe que ya no había vuelta atrás, todo había acabado; aunque hubiera acabado mal. Fui por mis maletas y vi la hora en el reloj del aeropuerto de Corea. Eran las once de la noche con cuarenta minutos. El vuelo había durado un poco menos de las trece horas.

Salí al exterior, en donde el frío invernal arrasaba de una manera abrasadora y la lluvia caía furiosa sobre la ciudad, obligándome a abotonarme la chaqueta. Tomé el primer taxi a mi alcance, chorreando por completo cuando la lluvia me alcanzó.

-¿A dónde vamos? -preguntó el taxista, habiendo subido mis maletas azules a su cajuela.

-Gangnam -dije, subiendo a la parte trasera del auto amarillo.

El taxi arrancó bajó la lluvia torrencial y me encogí de frío en el asiento. En este diciembre la temperatura estaba mucho más baja que en cualquier otro diciembre que yo haya recordado. El aliento salió de mi boca convirtiéndose en un vapor instantáneo. Mis labios fríos anhelaron algunos otros cálidos, su recuerdo vino a mi mente y ni siquiera me esforcé en bloquearlo, ya no tenía caso, ya no importaba, no tenía sentido.

Luego de media hora y ya pasada de la media noche, por fin divisé mi calle y la casa en donde la segunda planta me pertenecía. Por fin, allí estaba mi hogar.

-Aquí es -le avisé al señor para que aparcara.

Se estacionó cerca de la vereda y me ayudó con las maletas, de nuevo. Subí rápidamente para tomar algo de dinero para pagarle y cuando me hube quedado solo por fin en mi casa, comprendí que así estaba, solo.

No tenía sueño, pero sí estaba cansado. Me cambié de ropa y deseché la mojada en una canasta para lavarla al día siguiente, luego me arrimé a la ventana, con mi cabello aun mojado y una taza de chocolate caliente que me había preparado. Miraba cómo las gotas resbalaban por el vidrio y cómo la lluvia se hacía visible al atravesar la luz de la lámpara de la calle. Me sentí vacío y entonces comprendí, aquí no era donde pertenecía; porque mi corazón se había quedado en Venecia, y el hogar está, donde está el corazón. Pero, ya no importaba; estaba dispuesto a vivir sin corazón lo que me quedara de vida.

Tenía que hacer de todo para mantenerme despierto durante el día, el dolor era bastante y eso ayudaba a que no tuviera descanso. Decidí desempacar, así gastaría tiempo hasta que fueran las diez de la mañana; aunque seguro me tardaría más de dos horas en acomodar mis cosas.

Saqué primero toda mi ropa y la colgué de nuevo en el armario, eso me llevó un poco menos de una hora. Sentía sueño, pero no debía dormirme si quería adaptarme a este horario, así que opté por llamar a Jin. Era mi amigo desde que empecé a trabajar en fotografía, lo había conocido y desde entonces, cuando alguna oportunidad se nos presentaba a alguno de los dos allí estaba el otro apoyando.

Tecleé su número en mi móvil y esperé que sonara.

-¿Taehyung? -preguntó, meramente sorprendido.

-Hola, Jin -dije.

-¿No sale costosa la llamada?

-Emm... no, no si llamas desde el mismo lugar -dije.

-¿Del mismo lugar? -inquirió, confundido sin duda.

-Estoy aquí, Jin -musité.

-¿Estás aquí? ¿Tan pronto? ¿En serio?

Me reí por cómo sonaron todas sus preguntas juntas.

-Ven y te cuento -dije.

-¿Estás en tu casa? -preguntó y yo suspiré.

-Sí.

-Está bien, ya voy, espérame.

-No tengo a dónde ir -me reí.

-Cierto, ya voy -truncó la llamada y yo me dejé caer en la cama.

Jin era el único con quien podía contar para algo, teniendo en cuenta ahora que, ya no me quedaba nadie más.

A los pocos minutos, Jin llamó a mi puerta y cuando lo vi, no pude evitar abrazarle. Seguía igual de delgado y tan alto que me dejaba a la altura de su hombro. Tenía ese tono de piel aperlada que se asemejaba al la esmeraldapero era mucho más claro.

-¡Taehyung, qué gusto me da verte! -me dijo, correspondiendo el abrazo- Pensé que te ibas a quedar a pasar Navidad y Año Nuevo con Sohyun -musitó, confundido.

-Sí, yo también lo pensé -bajé la mirada.

-¿Pasó algo? ¿Tuvieron problemas?

-Pasa, te cuento -lo tomé de la mano y lo introduje hasta mi casa.

Estando a la mesa, mientras tomábamos un poco de chocolate caliente comencé por algo simple.

-¿Tú sabías que Sohyun tenía novio? -pregunté.

-¿Que Sohyun tenía novio? ¿Cómo? ¿Después de Namjoon? -preguntó, abriendo sus ojos tan grandes como pudo.

Jin era amigo de las dos, mucho antes de que Sohyun se fuera a Venecia, y desgraciadamente, Namjoon, el ex novio de Sohyun, era su amigo, también.

-Sí, se llama Hoseok.

-Vaya, pues, no lo sabía.

-Ni yo -admití-. Hasta que llegué a Venecia y me topé con él.

Entonces le conté toda la historia a Jin, no tenía ni la más mínima preocupación por que el tiempo se fuera, porque el tiempo para mí, ya no significaba nada. Además, Jin era la única persona que me quedaba cerca, ya no tenía un mejor amigo, ni mejor amiga, tampoco había alguien que me diera flores, ni un chico que me entendiera y me aconsejara... todo se había quedado en Venecia, tan lejos de mí.

-Vaya... jamás lo imaginé -musitó Jin, habiendo acabado de escuchar mi relato-. Parece historia de novela.

-Sí, ¿y adivina qué? El malo soy yo -musité.

-No eres el malo, Taehyung. Te enamoraste de alguien de quien no debiste de haberlo hecho pero, nadie tiene control sobre el corazón. Hiciste algo que no deberías de haber hecho pero, fue porque lo quiso tu corazón, ¿o no?

Jin me recordaba mucho a Jimin, siempre sabían qué decir, con una experiencia que yo no conocía.

-Pero me costó mucho, Jin, perdí a mi mejor amiga -dije, aun me dolía, la herida estaba fresca todavía.

-Sí, pero Sohyun no es una mala persona, algún dia te perdonará.

-Eso espero -musité.

-Cambiemos de tema -sugirió-. ¿Tomaste muchas fotos? -su sonrisa extensa apareció en su rostro.

-Algunas...

-Quiero verlas, muéstramelas -dijo.

Hice un mohín, claro que tenía un buen número de fotos, pero la mayoría... me dolió el corazón, Hoseok estaba en la mayoría.

Me acerqué a la maleta y saqué de ella un sobre amarillo, de un grosor de dos centímetros y medio y se lo di, como no queriendo la cosa.

Emocionado, lo abrió y sacó de él las fotografías. Las primeras eran aburridas, pero luego, todas tomaron belleza. Jin las observó una por una.

-¿Contrataste a un modelo? -quiso saber, al identificar un mismo rostro en aquellas imágenes a blanco y negro.

-No.

-¿Entonces, quién es él?

-El novio de Sohyun -musité.

-¿Él es el novio de Sohyun? Pues vaya que no tiene malos gustos -se sorprendió-. ¿Por qué le tomaste fotos a él?

-¿No es obvio? Él iba conmigo siempre, mi lente terminó capturándolo más de una vez.

-Además de que estabas enamorado de él.

-Quieres dejar de decir eso, ¿por favor? Eliminaré esas fotos -manoteé, como si le restara importancia, pero aun en el rostro hermoso de las fotos hacía que mi corazón latiera. Entonces confirmé que mi órgano seguía allí.

-Pero son muy buenas fotografías, Taehyung.

-¿Y qué? No las voy a exhibir en una exposición ¿o sí? -bajé la mirada-. Esas fotografías no tienen sentido.

Jin ignoró mi último comentario y siguió observando las fotos. Por la mirada que tenía, sabía que estaba pensando algo, pero no quería saber. Esas fotos habían sido un error, como los que he estado cometiendo últimamente.

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