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20

Pero de pronto, una voz en mi cabeza me preguntó escandalizada que qué estaba ocurriendo y me ordenó severa que parara.

-¡No!-jadeé, apartando su rostro del mío.

La respiración estaba acelerada y el puñado de mariposas volaba desquiciadamente en mi estómago. Miré con el pánico pintado en los ojos el rostro prohibido que acababa de besar y la culpa me revolvió el estómago; aventé su cuerpo lejos del mío y me llevé las sábanas hasta la cabeza, cubriéndome completamente.

-Lo siento-susurró.

-Vete-alcancé a decir, con un hilo de voz.

Oí después el sonido de la puerta al cerrar y el silencio me hizo derramar algunas lágrimas. Eso había estado mal, muy mal. El que tuvo que haberse disculpado tenía que haber sido yo. Yo fui quien aferró su rostro al mío, quien anheló ese beso, yo, yo, yo... traidor era mi segundo nombre.

La culpa que sentía en ese momento era inexplicable; parecía como si los órganos dentro de mi cuerpo se hubiesen vuelto pesados y luego desaparecieran dejando un vacío completamente abrumador. Había tocado fondo.

Estaba ebrio, pero por supuesto, aun me quedaba una pizca de cordura. El corazón hecho pedazos debajo de mi pecho, me dolía de la inmensa culpa que estaba sintiendo y era como si trajera una espina clavada en mi bombeador de sangre. Cada latido era una oleada más fuerte de dolor y el mar al que pertenecían aquellas olas llevaba nombre propio: Sohyun.

Jungkook me lo había advertido, "nada estúpido" me había dicho y yo, iba con un letrero de 'Estúpido' pintado en la frente. Seguro Jungkook me mataría, pero aquello era lo mejor, yo merecía morir como mínimo ó con menos dramatismo, irme de la vida de Sohyun.

La hora de partida había llegado, yo tenía que irme en cuanto tuviera la oportunidad, tomar el primer avión a Corea o cualquier otro medio que me ofreciera alejarme de aquí.

La cabeza comenzó a punzar de dolor y con el estómago revuelto aun, me levanté de la cama y visualicé rápidamente el baño, a donde corrí y en el que devolví lo último que había tocado mi estómago. Luego de que quedé vacío, lavé mi cara y me dejé caer sobre el azulejo blanco del piso, sintiendo su frío contacto con mi piel y allí, hecha un ovillo de hilo en el suelo, perdí la conciencia de nuevo.

Al abrir los ojos, el dolor de cabeza taladró con intensidad mi cráneo, haciéndome cerrarlos de nuevo. Traté de abrirlos otra vez, poco a poco, y la luz clara del día me los encandiló a tal grado que el dolor agudizó.

Tenía un recuerdo vano del día anterior y entre más me esforzaba en ordenar el desorden en mi cabeza, más me dolía.

El bar, el espejo, Hoseok, su Hybrid, el beso... ¡Sohyun! Tan pronto como le encontré sentido a esas palabras, el recuerdo llegó a mi mente. Me levanté sobresaltado y visualicé después de unos segundos una habitación. No era mía, de eso estaba seguro; había una guitarra negra y el decorado del cuarto era en color azul de diferentes tonos. Esta era la habitación de un hombre y el único que me venía a la mente era Hoseok.

La cama estaba desecha pero yo estaba seguro de que anoche me había derrumbado sobre el piso del baño y no sobre la cama. Lamentablemente, nada había sido una pesadilla nada más, como yo lo hubiese deseado, todo era real, y aquellos labios rosados, rellenos, suaves y ahora con sabor a menta y chocolate, habían sido míos anoche, por un minuto.

Traté de buscar un reloj y encontré uno pequeño sobre el escritorio, eran las doce treinta y cinco del medio día y la cabeza no me dejaba de doler.
Fui al baño, medio mareado aun, y lavé mi cara. Traté de acomodarme los cabellos echando un poco de agua en ellos. Luego de que me vi con un aspecto mejor, decidí que tenía que salir corriendo de esta casa.

Esperaba y cruzaba los dedos porque Hoseok no estuviera, así, saldría sin que él se diera cuenta y... me iría.

Tomé mi mochila que se encontraba en una silla cercana y me lo crucé sobre el pecho. Me armé de valor y giré la perilla de la puerta, abriéndola. Salí con la mirada baja y al instante de que me encontré fuera de la habitación, la levanté, encandilada horrorosamente por la clara luz del medio día.

Hoseok me miraba, sentado en una de las sillas que tenía cerca de la mesa. Allí otra espina a mi corazón. Ambos nos miramos por un largo rato, como si nos comunicáramos con los ojos. Aquello pudo haberse interpretado como un 'Te odio' doloroso y afrentoso ó como el 'Te amo' más honesto de la historia.

Tan sólo respirar me dolía, así que bajé la mirada y me dirigí a la que parecía la puerta de salida. Apresuré mis pasos pero parecía como si mis pies no se abrieran tanto en cada paso.

-Espera,Taehyung-su voz tan hermosa me hizo detenerme aunque la razón me gritaba despavorida que saliera corriendo ya.

Y asi lo hice. Yoongi me esperaba afuera.

-Volveré a Corea, Yoongi-sollocé.

-¿Por qué? ¿Por qué tan pronto?-inquirió, más confundido que antes.

La voz se me atoró en el nudo de la garganta, impidiéndome hablar. Me sentía fatal de confesar mi pecado.

-Hice algo muy malo, Yoongi-admití y halé la puerta para abrirla, luego me subí al auto. Todo lo hice tan rápido que no le di oportunidad para hablar.

Corrió hacía el otro lado del auto y subió de la misma manera que yo.

-¿Qué tan malo pudo haber sido como para que te obligué a irte? -quiso saber.

-Muy, muy malo -las lágrimas eran el vivo recuerdo de la noche anterior e incluso de esta misma mañana.

-Por favor, Taehyung, no me asustes. ¿Qué hiciste?

Lo miré, con los ojos empañados aun y mis labios temblaban con las palabras a punto de salir.

-Anoche me embriagué...

-Oh, vamos Taehyung, eso no es tan malo... -el alivio huyó de su rostro cuando continué hablando.

-...y besé a Hoseok–confesé, tratando de ahogar el nudo en mi garganta.

Entonces se le desplomaron las cejas de sorpresa y desconcierto.

-¿Qué? -preguntó, incrédulo.

Me llevé las manos a la cara, intentando al menos ocultar mi rostro avergonzado y las lágrimas que lo bañaban, ya que no podía pararlas.

-¿Besaste a Hoseok? ¿Pero cómo? ¿Por qué? -sus preguntas sólo sirvieron para que el dolor me sucumbiera más, sin contar que la cabeza estaba por explotarme.

-¡Por estúpido, Yoongi! –solté, retirando las manos de mi rostro para elevarlas en modo de desesperación- Sohyun se dio cuenta de que Hoseok no era el mismo y el domingo pasado al muy idiota de mí, se le ocurrió bailar con él en plenas narices de su novia. Debí imaginarlo, ¿sabes? Hasta la persona más estúpida lo hubiera reflexionado, pero se trata de mí, ¡claro! el idiota de mí-farfullé, atropellando las palabras.

-Taehyung, tranquilo –me tomó del brazo y sentí su tacto cálido sobre mi piel-. Cuéntame con más calma y sin insultarte -me pidió.

Suspiré, yo no sabía cómo es que esperaba que no me insultara a mi mismo. Me merecía toda clase de insultos habidos y por haber. Pero traté de tranquilizarme.

-Jungkook me lo dijo –continué-, y me pidió que fuera... sensato y lo primero que hago es ir a embriagarme para olvidar el dolor por romperle el corazón a mi mejor amiga, dime ¿qué tan sensato es eso?. "Hoseok fue a buscarme al lugar cuando estaba borracho, me sacó de allí y me hizo subir a su Hybrid... Casi le confieso que lo amo -la voz volvió a quebrárseme- y luego de una ridícula discusión me quedé dormido. Cuando desperté me di cuenta de que no estaba en el departamento de Sohyun sino en la casa de Hoseok, acostado en su cama –el recuerdo apareció nítido en mi mente, como si fuese una película que se estuviese proyectando con bastante claridad-, musité su nombre y él se acercó a besarme en la frente para desearme buenas noches –ya no estaba tan seguro de que mi voz tuviera sonido, pero Yoongi seguía mirándome atento-. Sujeté su rostro entre mis manos y lo besé, simplemente lo besé –me perdí por un momento en el recuerdo.

-¿Y Hoseok qué hizo? –inquirió.

-No se apartó... ¡No se apartó! Yo tuve que detener aquello porque si no... -entonces mi voz se perdió entre las lágrimas que me ahogaban la garganta.

-Tengo varias cosas qué decir, pero primero... -abrió sus brazos y me abrigó en ellos y yo, derramé allí todo mi dolor.

  Lloré inconteniblemente sobre su hombro, por que me sentía solo; sentía que tarde o temprano así me quedaría. Solo.

Tardé unos minutos en recuperarme y vi cómo había empapado su camisa, produciendo en ella un manchón sobre su hombro.

-Perdón –murmuré mirando lo que había producido mi llorar.

-No te preocupes –me limpió con su pulgar una lágrima que caía por mi mejilla y me recordó a Hoseok esta mañana.

Gemí.

-No puedo creer que haya sucedido –musitó.

-Fue mi culpa.

-No –me contradijo firmemente-. No sólo ha sido culpa tuya,Hoseok también es culpable, y yo diría que más de la mitad de la culpa cae en él. ¿Por qué no lo evitó? Digo, tú... estabas borracho, pero, ¿el? Él estaba en sus cinco sentidos –meneó la cabeza en forma de reproche. Se quedó en silencio un momento y luego pareció darse cuenta de otra cosa. Me miró –. Pensé que odiabas el alcohol –musitó.

–Lo sigo odiando, Yoongi. Ahora más que nunca –siseé y luego gemí con dolor-. Pero es que la mente se me nubló y... fue la única estupidez que se me ocurrió para olvidar –admití.

-Prométeme que nunca más volverás a hacerlo –me pidió.

-En lo que me resta de vida –levanté la mano, jurándolo.

Yoongi volvió a abrazarme, pero esta vez fue un abrazo corto.

-¿Ya no hay vuelta atrás? –me miró, congojado.

Negué con la cabeza baja.

-Me voy, mañana en la mañana –murmuré.

-Hoseok es un idiota –resopló-. No puedo creer que tengas que irte, es decir, no tan pronto.

-Es lo mejor, de todas maneras ya lo había pensado. Me tardé demasiado analizándolo, ese fue el problema.

-¿Le dirás a Sohyun? –me preguntó, como no queriendo la cosa.

Me tembló la boca y la quijada al contestar.

-Tiene que saberlo –tomé aire-. Pero no estoy muy seguro de cómo –bajé la mirada.

-Todo va a salir bien, Taehyung–me tranquilizó, pero yo sabía que más allá de sus palabras, la verdad era otra-. ¿Te despedirás?

-¿De quién?

-De Jimin.

Otro pinchazo de dolor a mi corazón. Otra persona que extrañaría bastante, Jimine.

-No me gustan las despedidas –musité, con el dolor en mi voz.

-Oh, vamos. No puedes irte sin decirle adiós. Sabes que el te aprecia mucho.

-Pero me va a doler –dije.

-Y le va doler más a Jimin si no lo haces.

Suspiré.

-De acuerdo –acepté-. Ahora llévame al departamento, por favor –dije, sobándome la cabeza, que sentía explotar.

-Gracias –me hizo un cariño en el mentón y luego abrió el cajón de delante de mí-. Toma, te ayudarán un poco –me ofreció unos lentes de sol y cuando me los puse y mi vista se oscureció, el dolor disminuyó quedamente.

Arrancó el auto y condujo hasta el departamento, tenía que comenzar a hacer mis maletas. Cuando llegamos y subimos, Yoongi me preparó una extraña malteada blanca.

-Tómatela –me dijo, dándome el vaso y me hizo recordar la noche anterior, cómo Gaspar ponía frente a mí los vasitos con alcohol.

Lo miré, receloso.

-Si algo he aprendido de mi tía, es a hacer remedios caseros para todo, anda –me instó-. Se te quitará ese horrible dolor de cabeza.

Le di un sorbo pequeño al vaso y luego, le abrí paso a uno más grande; hasta que divisé el fondo de cristal de aquel vaso.

Aquello no sabía tan mal.

-Perfecto –sonrió, Yoongi-. ¿Qué vas a hacer ahora?

-Mis maletas –musité-. Entre más pronto termine todo, mejor.

Él suspiró con pesar, enterrando sus ojos chocolate en mí; luego, soltó una risita y meneó la cabeza.

-Tú te atreviste a hacer lo que nunca pude hacer yo –me dijo-. ¿Qué hubiera pasado si hubiese sido yo el que hubiera robado un beso a de ti? –me preguntó.

-Supongo que no me estaría yendo ahora –admití-. Pero dicen que las cosas suceden por alguna razón.

-Sí, ahora yo tengo a Jimin y...

-Y yo regreso a Corea –traté de sonreír.

Ambos nos quedamos en silencio.

-Tengo que ir, Yoongi–musité-. Gracias... por todo –dije, desde lo más profundo de mi corazón.

-No agradezcas, para mí ha sido todo un placer conocerte, mi principe–sonrió.

-No nos despidamos aun –dije-. Te veo más tarde –sonreí y salí de su apartamento hacía el mío.

Cuando me hube adentrado en él me dejé caer sobre el suelo y parecía como si las ganas de llorar no acabaran jamás.

Me levanté cansado, pero al menos evitando a toda costa derramar una gota de agua más. Me dirigí a mi habitación y saqué mi par de maletas azules que había traído conmigo, luego, comencé a llenarlas de ropa, objetos y todo lo que me pertenecía.

El dolor de cabeza se había esfumado por completo, pero el dolor en mi corazón seguía estancado y se movía como la hoja de un cuchillo afilado.

Mis maletas estaban hechas sobre la cama, la habitación había quedado tal y cual la había encontrado cuando llegué. Iban a ser las seis de la tarde, pero el tiempo ya no importaba, a mí se me había acabado la estancia allí y cada movimiento de la manecilla del reloj me lo recordaba. Tomé mi mochila y fui con Jimin, al menos el tendría qué saber que me iba.
Caminé con paso apesadumbrado, era como si los pies me pesaran toneladas; las manos se me congelaban, sin siquiera haber tanto frío.

Llegué hasta el laboratorio de los Agnelli pero esta vez, no había fotografías que imprimir, sino, una triste noticia que dar. Crucé la calle, tratando de respirar, no sabía que tan difícil podría ser decirle adiós a las personas que aprecias y más, si sabes que para volver a verlas pasará mucho tiempo, si es que sucede.

El rechinido de la puerta de entrada se escuchó cuando la abrí y la delgada figura de Jimin se posó en mis ojos. Me dieron ganas de llorar en cuanto lo vi sonreírme.

-¡Taehyung, hola! –me saludó, con esa alegría tan angelical en ella.

Quise sonreír pero una traicionera lágrima fue lo único que salió. Me dolía bastante decirle adiós a una persona fantástica.

-Oh, Taehyung, ¿qué sucede? –llegó hasta mí en un rápido andar y me abrazó.

-Vengo a despedirme –musité.

-¡¿Qué?! ¿A dónde vas?

-Vuelvo a Corea –confesé.

-¡¿Qué?! –la expresión se le contrajo de desconcierto.

-Tengo que irme, Jimin. Ya no tengo nada más qué hacer aquí.

-Pero... ¿por qué?

Respiré hondo, allí iba otra vez la historia, la dolorosa y triste historia del por qué me iba.

-Anoche me embriagué y besé a Hoseok –dije, no quería darle mucho detalle al asunto.

-¡¿Hiciste qué?! –sus ojos se abrieron desmesuradamente y llevó sus manos a su boca para contener el grito de sorpresa.

-No me hagas recordarlo, soy el peor mejor amigo del planeta –sollocé.

-Vaya –murmuró-. No puedo creerlo –se quedó en silencio-. Y... ¿cómo estuvo?

-¿Qué cosa? –inquirí, confundido.

-El beso.

-¡JIMIN! –farfullé, escandalizado.

-Lo siento, pero es que... en serio no puedo creerlo. Quiero decir, me sorprende que haya sucedido algo así, Hoseok tiene novia, ¿no? y tú... bueno tú jamás hubieras querido herir a tu mejor amiga, ¿verdad?

-Es lo único que me duele, Jimin. Que la traicioné.

-Sí pero... ¿seguro que es eso lo único?

-¿Qué quieres decir? –pregunté.

-No lo sé –se encogió de hombros-. ¿No te duele dejar a...? Tú sabes.

-Hoseok –me tembló la voz y Jimin asintió.

-Si te digo que no, te mentiría. Lo amo Jimin –confesé.

-¿Y qué vas a hacer? ¿Tú crees que irte arreglará las cosas?

Me reí.

-Sabía que intentarías hacerme cambiar de opinión, pero ya no hay vuelta atrás, Jimin. Me voy.

-No puedes escapar siempre –me reprochó.

-No, pero ahora sí. De todos modos volvería, no me iba a quedar para siempre aquí.

Jimin suspiró, sabiendo que por supuesto, no iba a cambiar de opinión.

-Te extrañaré tanto –murmuró.

-Yo también. Escucha, podemos escribirnos por Internet –dije, tratando de evitar el melodrama, pensar en despedirme de una persona como Jimin me dolía en serio en lo más profundo de mi alma.

-No será lo mismo –dijo, triste.

-Ya lo sé, pero agradezcamos a Dios que nos permitió conocernos –musité, a punto de dejar salir las lágrimas.

-No es justo –murmuró y luego volvió a abrazarme. Jimin no pudo contener las lágrimas y verlo llorar me terminó a mí por derrumbar.

-Nunca voy a olvidarte, ¿de acuerdo? –musité.

-¿Y prometes que te cuidarás?

-Lo prometo.

-¿Cuándo sale tu avión? –me preguntó.

-Mañana a las once de la mañana.

-Le pediré permiso a mis papás y cerraré para...

-No –lo interrumpí-. Escucha, no te lo tomes a mal, pero mañana no quiero que nadie me acompañe al aeropuerto. No me gustan las despedidas, Jimin. Y si puedo huir de ellas, mejor.

-¡Pero ya no voy a volver a verte!

-Claro que nos volveremos a ver, algún día... Dios nos volverá a juntar. Pero no me hagas dura la partida, ¿sí?

-Te voy a extrañar demasiado.

-Ya somos dos –traté de deshacer el nudo en mi garganta-. Te quiero, Jimin. Gracias por todo.

-También te quiero, Taehyung.

Le di un último abrazo y me retiré del lugar antes de que yo mismo me amarrara a él, sabía desde un principio que no debía de encariñarme con las personas por qué dejarlas me costaría mucho, y no estaba equivocado. Dolía bastante.

Caminé hasta el edificio, mientras me limpiaba las lágrimas que resbalaban por mi mejilla. El cielo estaba oscureciendo, este había sido mi último día en Venecia.

Subí por las escaleras, desganado totalmente. La despedida de Jimin no había sido para nada sencilla. No cabía más dolor en mi corazón.

O eso pensaba yo. 

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