Miranda fue a visitar a Israel y aparentemente todo estaba bien, más ella le pidió hablar para que no se guardara nada.

Sentados en la mesa cada quien con una taza de té de limón comenzaron a hablar.

—Llegar y ver la casa sola provoca que me desespere al no estar con ella y en las mañanas hacer la limpieza me distrae y no pienso tanto en el tema, pero al terminar me vuelvo a sentir solo.

—Noto que la necesitas bastante.

—Demasiado diría yo, obviamente en la cantina tengo que disimular para dar mi mejor servicio.

—Pero a pesar de todo no te dejas caer por nada eso es algo bueno.

—Si decaigo ya no sabría cómo levantarme por eso mantengo mi temperamento firme.

—Desde que te conozco eres valiente, yo tengo la esperanza de que todo se vaya a arreglar.

—Yo igual tenía esa esperanza, pero la perdí ayer.

—No le hagas tanto caso a lo que te diga Luna, yo sé que no se siente tan a gusto con Karl, todo esto lo hace por miedo.

—No entiendo la razón de ese miedo simplemente podíamos haber enfrentado esto juntos.

—Sabes que Luna tiende a desesperarse cuando está nerviosa y a veces habla de más tal vez le contó a alguien que el bebé no es tuyo, la juzgaron y de ahí salieron sus miedos. —Israel meditó por unos instantes y Violeta vino a su mente.

—Creo saber a quién se lo contó y tal vez por ella Karl se enteró del embarazo, ya no vale la pena reclamar.

Miranda notó en Israel que se estaba resignando muy pronto, aunque sabía que él seguía amando a Luna.

Luna le contó a Karl sobre lo que le habían dicho sus padres y él con algo de rabia la llevó a su casa y ella al entrar sintió un hueco pues pensó en cuando ella e Israel compraron su casa.

—Es bonita tu casa. —Exclamó en un tono leve.

—En si es la casa de mis padres, pero ellos tuvieron que salir porque una tía está muy enferma y tal vez no sobreviva.

—Siento mucho por lo que está pasando tu tía.

—Gracias, aunque si te soy sincero no la conocía tanto. —Luna observó la sala techo a piso y sonrió tímidamente.

—Puedes quedarte a dormir esta noche.

—Mis padres me buscarían por cielo mar y tierra para dar con mi paradero, por el momento esa no es una buena idea.

—Por lo visto tus padres viven a la antigua y necesitan que te divorcies para que estés conmigo.

—Los convenceré de que ahora tú eres mi nuevo amor.

—No es necesario que los convenzas porque yo haré lo conveniente para que me acepten estés o no divorciada.

—Esto lo haremos juntos porque ahora somos uno solo.

—Adoro escuchar eso.

Los dos se besaron y ella al cerrar los ojos pensó en Israel y mejor prefirió abrazar a Karl para borrar esa imagen de su mente.

Después de dos horas Karl se puso a ver la televisión y ella a cocinar, una leve nostalgia llegó cuando sintió la ausencia de un entrometido que la ayudaba, convirtiendo la cocina en un sitio divertido. Sin embargo, sabía que ese ya no sería el caso.

Karl fue con mucha seguridad a hablar con Miguel ya que Miranda no se encontraba. Miguel no se sentía tan cómodo estando con Karl.

—Yo pudiera darle una gran vida a su hija.

—Creemos que nuestra hija ya tiene edad suficiente para decidir, pero mientras ella siga casada con Israel, tú no eres bienvenido a esta casa como su pareja. —Comentó Miguel.

—Él ya debe de quedar en el pasado porque lo que debería de importarles es la felicidad de su hija.

—Lo sentimos, pero somos familia de principios y esa regla es ley en este hogar.

—Seguro para ustedes Israel también es perfecto.

—Nadie es perfecto en esta tierra, lo que pasa es que él es el esposo de mi hija y por tanto es nuestro único yerno. —Karl comenzó a irritarse y a sentir más rabia hacia Israel.

Luna los escuchaba en silencio y comenzó a pensar que su padre tenía razón más no quería echarse para atrás ahora que estaba con el padre del hijo que esperaba.