En la cantina, Israel estaba esperando a más clientes cuando llegaron Samanta y Karl con cara de sorpresa.

—Escuchamos algo y necesitamos saber si es verdad. —Le dijo Samantha.

—Díganme. —Respondió Israel confundido.

—Escuchamos que Luna está embarazada y que el hijo no es tuyo. —Israel solo bajó la mirada sin responder nada.

—¿Es por eso que no están juntos? —Preguntó Karl.

—S, sí. —Tartamudeó Israel.

—¿Se van a divorciar? —Preguntó Samanta.

—Yo no quiero, pero ella insiste en el tema.

—No me imagino como te fue cuando supiste la noticia de seguro quieres que se deshaga del bebé. —Comentó Karl en tono de burla.

—Yo no quiero que se deshaga del bebé, porque estoy dispuesto a criarlo como mi hijo.

—No creo que se te vaya a cumplir ese sueño. —Tanto Samanta como Israel se voltearon a ver las caras.

—¿Qué de malo tiene que él quiera criar a ese bebé? —Preguntó Samanta con molestia.

—Pasa que ese hijo es mío, bien la recuerdo entre mis brazos estando con unas copas de más, incluso tengo fotos y la fecha exacta.

—¿Por qué te aprovechaste de ella estando ebria? —Preguntó Israel sintiendo la traición a flor de piel.

—Porque has tenido lo que quieres de la manera fácil y yo me tengo que partir el lomo cuando necesito algo, te detesto con todo mi ser.

—Te equivocas no consigo las cosas de la manera sencilla, también debo esforzarme mucho para obtenerlas.

—Pero lo consigues y yo por más que lucho ni la mitad logro conseguir de mis metas o propósitos.

—¡Eres un miserable! —Gritó Samantha y comenzó a golpearlo.

Israel salió detrás de la barra para tomar a Samanta de los brazos.

—Por favor contrólate. —Le dijo Israel mientras ella trataba de darle una patada a Karl.

—Es que es un inmundo animal.

—Karl de la manera más amable te pido que abandones el lugar.

—Como quieras cantinero de cuarta. —Karl se fue del lugar e Israel soltó a Samanta.

—Respeto que seas una persona pacífica, pero él se lo merecía.

—Te prometo que dejaré de ser pacifico si él intenta lastimar a Luna.

—No es justo que te haya hecho esto.

—Ya no hay que hablar del tema de por si el lugar está deprimente como para hablar de algo así.

Samanta trató de controlarse y le pidió un vaso de leche.

Cuando salió del trabajo el celular comenzó a sonarle y se trataba de Luna.

—Hola mi vida ¿Qué pasa?

—Necesito verte mañana ¿Podrás venir? —Él sintió como el corazón le latía más rápido pensando en lo que pudo haber pasado.

—Claro ahí estaré mañana.

—Bien, que pases buenas noches.

—Igualmente.

Él emprendió el camino hacía su casa pensando en lo que pudiera pasar al día siguiente.