El matrimonio es algo que se piensa por meses o incluso años dependiendo si es o no la persona indicada tal y como pasó con Luna e Israel.

Los dos se conocieron cuando él pasaba por la ciudad pues estaba escapando de las manos de su cruel familia, una llanta de su camioneta se descompuso y no contaba con las herramientas necesarias, Luna pasaba por donde él se había quedado y se dispuso a ayudarlo ya que su padre tenía un taller mecánico, tuvieron una conexión asombrosa desde el primer instante tanta que Israel se quedó en esa ciudad para estar cerca de ella los dos tan solo tenían dieciocho años y lograron fortalecer su relación en el lapso de un año. Al cumplir los dos veinte años se casaron y aunque se corrían muchos rumores acerca de ello los dos supieron ignorarlos.

Después de casarse se fueron a vivir en una casa que compraron entre los dos, él trabajaba como barman en una cantina y ella era estilista en un salón de belleza, tenían sus diferencias como todos los matrimonios, pero sabían superarlo y vivir su amor.

Israel se encontraba en la cantina preparando una bebida para su cliente al terminar de prepararla un fuerte olor a cigarrillo invadió el lugar en un abrir y cerrar de ojos Samanta estaba frente de él.

—Te he dicho una y otra vez que no se permite fumar aquí. —Le dijo Israel con mucha tranquilidad.

—Nada te cuesta dejarme terminar este cigarrillo tranquilamente mientras me preparas una bebida.

—Atrás mío hay un extintor si gustas te empapo la cara de espuma o apagas el cigarro. —Ella miró que él estaba muy sereno, pero, de todos modos, le disgustaba tener que apagar su cigarrillo.

Cuando lo apagó, Israel estaba limpiando un tarro y le dirigió la mirada.

—Ahora si dime lo que vas a pedir.

—Lo mismo de ayer si no es mucha molestia.

—En un momento te la tengo lista. —Él se giró para empezar a prepararla.

—Prepara una para ti también yo la pago por ti.

—¿Por qué me estás invitando a beber? Sabes que no bebo mucho y menos en horas de trabajo.

—Solo quiero beber contigo no tiene eso nada de malo. —Él preparó la bebida en silencio pues ella a veces trataba de que él entrara en su concepto de diversión, pero por más que lo intentaba él no cedía.

Al terminar de prepararla, puso la bebida en la barra y contuvo la risa por pensar en lo insistente que era ella.

—Lo siento, pero voy a rechazar tu invitación.

—Como digas, tú te lo pierdes.

—Si él rechaza tu invitación yo puedo llevarte a donde tú quieras. —Le dijo Arath quien estaba sentado en el banco que estaba al lado de ella.

—No acepto cualquier invitación, yo solo quería darle un poco de sentido a la vida de este barman.

—Mi vida tiene sentido lo que a veces se me acaba es la paciencia, pero me mantengo firme.

—Si no te hubieras casado tuvieras el mundo a tus pies en estos momentos. —Comentó Samanta.

—A tus pies no, hubieras vivido una juventud que muchos envidiaran. —Añadió Karl uno de sus amigos que frecuentaba la cantina.

—Nunca he tenido algo por lo cual la gente me envidie.

—Eso crees tú, porque cuando llegaste a la ciudad muchos empezaron a hablar de ti de cómo tuviste ese coraje para huir de tu casa y empezar una nueva vida en otra ciudad. —Aclaró Karl.

—También resaltar que cuando trabajabas en el taller de tu suegro muchos padres te ponían de ejemplo para sus hijos eso les sacó canas verdes a más de uno. —Añadió Samanta.

—Eso no significa que me hayan envidiado, es solo que tenían ganas de hablar de alguien y yo fui el blanco perfecto.

—Recuerda que si alguien habla de otra persona significa que hay alguna envidia detrás. —Respondió Karl.

—Crean lo que quieran para mí eso no es envidia.

—Yo la otra vez escuché que hablaban de ti—dijo Arath casi ebrio—tal vez te parezca extraño, pero sonaba a envidia.

—¿Qué escuchaste? —Preguntó Israel con intriga.

—Que seguro eres un, doble cara y que te burlas de todos los que entran a la cantina por no estar en una buena condición como lo estás—él le dio un sorbo a su tarro de cerveza—en susurros te juro que escuche decir que desearían tener tu suerte y tu valor.

—Si la gente supiera mi historia como la saben ustedes no dirían lo mismo.

—Lo sabemos, absolutamente nadie desearía perder a sus padres de una manera tan cruel. —Añadió Karl.

—Y menos tener que escapar de una muerte segura a manos de los avariciosos de sus tíos. —Agregó Israel y en ese momento el silencio se hizo presente hasta que llegó un cliente y él se puso a atenderlo.

En el salón de belleza Luna sostenía unos papeles médicos donde indicaba que estaba embarazada desde hace dos semanas, las manos le temblaban y no era de emoción sino de pánico.

—¿Qué pasó? ¿Todo está en orden? —Le preguntó Violeta su compañera de trabajo.

—Nada está bien, estoy embarazada.

Ella parecía como si se fuera a desmayar entonces Violeta tomó a Luna de la mano y la sentó en una de las sillas de espera, claramente notó que no dejaba de temblar.

—Tranquila, no creo que Israel vaya tomar a mal esta noticia.

—El problema es que los dos hemos estado en abstinencia hace un mes.

—Entonces cómo explicas esto.

—Esto es la consecuencia de una fiesta llena de alcohol.

—Debes de hablar con tus padres cuanto antes porque como amiga te lo digo que hiciste tu peor metida de pata.

Luna quería desmoronarse en ese momento, no sabía cómo iba explicarle a Israel lo que había hecho a sus espaldas.

En la noche Luna se encontraba en la habitación cuando llegó Israel y fue a abrazarlo.

—Mi amor no te imaginas el día que tuve hoy. —Dijo mientras le desamarraba la corbata y le dio un beso en los labios.

—También el mío, imagina tener que interrumpir tres peleas de tipos que se enojaban por la más mínima cosa.

—¿Estás muy cansado?

—Demasiado, solo quiero descansar y dormir a tu lado.

—Igual es mi deseo dormir junto a ti. —Él la miró con ternura y la abrazó.

—Te amo eres lo mejor que me ha pasado en la vida.

Ella se quedó en silencio sintiendo como la culpa la carcomía por dentro.