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Capítulo 2

— Eres brillante, tu piel es tan tersa y llamativa como la más perfecta porcelana. ¿Yoongi? Pegaría bien contigo porque significa brillante, también cristal. — Sonrió frente a su idea caminando hacia la cocina para regresar segundos más tarde con una copa de Prosecco. — Yoongi suele decírsele a alguien que es muy apasionado o creativo y eso sería todo lo que despiertas en mí, la pasión de crear sin fin. Todos mis diseños en ti se verían espléndidos. Min Yoongi... ¡Me gusta! ¿Te agrada?

Caminó sonriente y abrazó al muñeco como si este le hubiese dicho que efectivamente amaba ese nombre. La suavidad de su piel, la baja temperatura de la misma contrastaba tan bien con su cuerpo que sentía que podía permanecer abrazándolo durante todo el día pero, eso no podía ser. Se alejó cuidadosamente algunos centímetros y lo observó.

Su vista se fijó en sus finos labios y distando mucho de su racionalidad, cerró los ojos sosteniendo su hombro y posó sus labios sobre aquellos artificiales que tan naturales se sintieron. Deseando que entreabriera su boca, que correspondiera a su beso.

— ¿Estoy loco? Sí, estoy jodidamente loco por culpa de Taehyung, es su mala influencia la que me hizo hacer esto. ¿Qué demonios hago yo besando a un maniquí? — Se alejó estupefacto por su propia actitud. — Es toda esta porquería que me están metiendo en la cabeza, todo ese besuqueo que sale en cada lado debido a que mañana es día de San Valentín. Mis defensas bajaron y me volví un idiota susceptible. Sí, eso debe ser.

Toda la bebida de su copa corrió por su garganta ardiente, refrescándolo, dándole una calma que no sentía. Esa bebida y su susto por lo recién hecho estaban haciendo que su corazón se agitara como no debía. Presionó sus propios labios contra el dorso de la mano que sostenía la copa y miró de soslayo el maniquí.

— ¡Estoy loco! Definitivamente lo estoy... Debo agradecer que estoy solo porque odiaría que alguien viese esta idiotez que acabo de cometer. Agradezco también que no hables porque si esto llegase a oídos de Taehyung, estoy muerto. — Se rió solo escondiendo la cabeza entre sus hilos de costura. — ¿Te imaginas que digan que el diseñador Park enloqueció al punto de andar besando a sus maniquíes? Ese sería el entierro de mi carrera. Necesito desahogarme pronto con alguien.

Un alfiler por aquí, un entallamiento por allá, costuras, hilos y mucho más acompañaron a Jimin toda la tarde mientras iba probando todo en  Min Yoongi, su modelo personal. Estaba entusiasmado, animado, coser esa tarde se volvió divertido, tanto que cuando las 11:30 p.m llegaron, cayó en su poltrona dormido, sosteniendo la cinta métrica en una mano y un pedazo de encaje en la otra.

Una luz color rosa llenó el lugar cuando llegó la medianoche del 14 de febrero del año 2020 pero el dueño del sitio no se enteró de nada. Estaba tan profundamente dormido que esa noche durmió como hacía tiempo no dormía.

El molesto sonido de su alarma obligó al castaño abrir sus ojos, dándose cuenta que se había quedado dormido con todo y ropa. Se destapó y sentó en la cama, no recordaba el momento en el que se acostó la noche anterior, una señal de que efectivamente se había excedido en su trabajo.

Talló sus ojos con cuidado y aún adormilado se encaminó hacia el baño, necesitaba espabilarse y ponerse manos a la obra.

— ¡Maldición! — Exclamó debido al dolor, había pisado seguro un alfiler. — Pero qué...

El suelo estaba cubierto por rosas rojas y se había pinchado con una de sus espinas. ¿Cómo demonios su estudio estaba lleno de rosas rojas y pétalos de las mismas? Sus ojos recorrían todo el lugar pero cuando miró hacia el sitio donde se suponía que debía estar su maniquí, estaba vacío. ¿Le robaron y no se enteró?

— ¡No, esto no puede ser! — Gritó desesperándose, tirando suavemente varias hebras de su cabello mientras barría nuevamente la habitación con la vista. — ¿Dónde está? ¡Min Yoongi! ¿Min Yoongi?

Movía cada aguja, cada alfiler y cosa a su alrededor como si detrás de esta pudiera esconderse un maniquí de su tamaño.

— ¡Buenos días! — Se sobresaltó al escuchar la voz ronca que habló.

Todo su cuerpo se paralizó al pensar que el ladrón podría estar todavía en su estudio. Lentamente, fue estirando su mano hasta hacerse con una de las tijeras que tenía sobre su amplia mesa, era su único armamento de defensa ahí pero no se quedaría sin hacer nada esperando que le hicieran algo.

¿Podía ser que la competencia enviara a alguien para echarle a perder su colección? No lo sabía pero con él no iban a poder tan fácilmente. Se giró con parsimonia, con sus ojos cerrados, abriéndolos lentamente una vez que sintió estar en el ángulo perfecto para observarlo.

Sus ojos se abrieron y lo primero que se encontró fueron unos zapatos familiares. Esos mocasines negros de Salvatore Ferragamo que aquellos pies portaban eran suyos. Más arriba, sobre las pantorrillas, las puntadas de ese pantalón negro a media pierna también eran conocidas, su creación.

¿Qué estaba ocurriendo?

Alzó rápidamente la cabeza y el rostro serio de su maniquí lo recibió.

— ¡Feliz día de San Valentín! — Sus comisuras se elevaron pero no mostró una sonrisa. — Es bueno que haya despertado, señor Park. No había mucho en el refrigerador o despensa pero he logrado preparar algo con lo que encontré. Espero que haya dormido bien y tenga hambre.

Nunca en su vida los párpados de Jimin se habían agitado a tan rápida velocidad. ¿Estaba soñando? Podía ser posible. Se pasó todo el día con la imagen de su maniquí en la cabeza, lo había besado, palpado e incluso fantaseado con él, era normal que estuviera apareciendo en sus sueños.

Cerró sus ojos con la esperanza de que cuando los volviera abrir, todo se encontrara como antes. Tiene que ser un sueño, un sueño...

— ¿Amo? — La respiración sobre su rostro lo hizo abrir los ojos de golpe, encontrándose por primera vez con los ojos abiertos de su  maniquí. — ¿Se encuentra bien, aún tiene sueño?

— ¡Ay, mamá! — Exclamó dando un pequeño brinco hacia atrás al verlo sonreír. — ¿Quién eres?

— Soy Min Yoongi, amo. Señor Park... ¿No me recuerda? — Preguntó confundido acercándose más a su rostro para que pudiera verlo mejor. — Soy yo.

— ¿Cómo es que estás con vida? ¿Esto es un sueño? ¿Por qué me dices amo o señor Park? ¿Cómo siquiera sabes mi nombre?

— ¿Cómo desea que lo llame? — Ladeó su cabeza mostrando su evidente confusión y el castaño no supo qué decir. — ¿Por qué piensa que está soñando?

Alguien debía sacudirlo y decirle que despertara. Negando dio varios pasos hacia atrás hasta chocar con uno de sus antiguos maniquíes y se apoyó a este para sostenerse. Miró donde se agarraba y luego hacia adelante. La diferencia era abismal y por muy moderno que fuera su maniquí, este no podía estar hablando. Pellizcó fuertemente su brazo hasta que no pudo soportar el dolor pero ese hombre que vestía su diseño seguía ahí, observándolo.

— Amo...

— ¡Ya deja de llamarme así! — Pidió exaltado, poniendo algo de distancia para observarlo mejor.

— ¿Cómo debería llamarlo?

— Jimin, dime solamente Jimin porque me parece inaudito que un maniquí esté hablándome. Quizás así se sienta menos... loco, todo esto. — Suspiró recomponiéndose, mirando hacia su mesa y detallando aquel desayuno que había sido preparado por, ¿su maniquí?

— Tome asiento, le daré el desayuno y explicaré todo.

— Trátame informalmente, por favor. — Aún dudoso, caminó hacia su poltrona y espero que quién o lo que sea que le hablaba en ese momento, colocara la bandeja del desayuno sobre su regazo.  — ¿Quién o qué eres?

— Gracias a ti, soy Min Yoongi pero anterior a eso soy el maniquí de San Valentín número cien de la edición especial que ha hecho la compañía Min. Comenzando a la medianoche y hasta dentro de diecinueve horas seré tu cita en el día del amor y la amistad.

De acuerdo, ese era en el momento en que las cámaras están supuestas a salir o él debía despertar de ese loco sueño porque ya era más que suficiente. No sabía de qué se trataba todo aquello pero ya podía terminar.

— Gracias a tu beso, tuve la posibilidad de cobrar vida, debiste haberlo leído en la tarjeta de felicitación.

— ¿Cuál tarjeta de felicita- — Se detuvo al recordarlo. — ¿Esa con el corazón relleno de purpurina? — El pelinegro frente a él asintió mirando su bandeja con intensidad, como si le estuviese indicando que comiese de una buena vez. — ¿Esto es una broma? Yo no necesito un maniquí con vida, necesito el que yo tenía y me ayudaba a trabajar.

— Puedo ayudarte y hacer lo que desees pero primero, debemos completar nuestra lista de tareas para celebrar este día tan especial. — Se inclinó recogiendo la cartulina rosa que Jimin ignoró el día anterior entre todas las flores y se la entregó. — La primera, es tener un desayuno juntos después de haber dormido juntos y abrazados todo la noche.

— Tú y yo no dormimos abrazados toda la noche, nosotros... — En la noche recordó haberse sentido abrazado pero estaba tan cansado que pensó que había sido producto de su imaginación. — ¿D-Dormiste junto a mí?

— Durante exactamente cuatro horas luego de acostarte en la cama. Te quedaste dormido justo donde estás sentado ahora y ahí hubiese sido difícil dormir juntos. — Sonrió.

Jimin estaba enloqueciendo, sabía que todo aquello era una una locura y que ese hombre no era real pero aún así... Era tan bello, tan gentil que lo tenía hechizado con esos ojazos felinos que lo miraban.

— Puedes ver más información en el manual de uso sellado o con tu certificado de compra acceder a la aplicación, ahí te explican detalladamente todo. Si no me deseas, podrás deshacerte de mí una vez que el reloj marque las doce de la noche y vuelva a quedar como el maniquí que recibiste. Hasta entonces, no es posible hacer cancelación o devolución alguna.

— ¿Estás diciendo que por diecinueve horas más tú y yo estamos obligados a pasar San Valentín juntos? — Asintió y Jimin sintió como un nudo crecía en su garganta al mismo tiempo que los latidos de su corazón se alteraban.

— Aún así, primero deberemos firmar juntos el final de esta hoja una vez que leas todos los detalles y términos de mi servicio. Ya que esto es un proyecto especial al que no se le dio promoción, deberás acogerte a un contrato de confidencialidad.

— Pero si yo no he pedido nada de esto, sólo quise un maniquí normal y... — Un dedo se ciñó a sus labios impidiéndole seguir hablando. ¿Estaba siendo mandado a callar por un muñeco?

— Es un simple acuerdo legal con la compañía para en caso de que te quedes conmigo; concerniente a todos los términos relacionados con los servicios y usos que me darás como usuario legítimo. Se agregaron estrictamente las cláusulas para la protección de la privacidad, incluyendo también la información sobre la compra y todos los datos ingresados en la red.

Ese hombre le estaba recitando todo aquello como un manual que le obligaban a leer, tenía cara de odiar aquello y le resultaba divertido. ¿Tenía emociones? No lo sabía a ciencia cierta pero aún así, nunca le pareció tan cautivador y relajante escuchar las cláusulas de un contrato.

— Nuestra política de privacidad incluye el manejo de la información que vayas agregar a la aplicación como soporte para un buen servicio y la satisfacción de los clientes pero se toman medidas preventivas. Es por esto que sin la estricta firma autorizada de ambos, no se podrá proceder correctamente y puede existir un mal funcionamiento que la compañía no arreglará. No se harán tampoco devoluciones por eso es importante que prestes atención.

Ok, ya se estaba aburriendo de lo que decía, no sabía las demás personas pero él era de los que rara vez leía un manual o contratos al no ser que fueran importantes, lo que era un riesgo pero, aún así, no tenía paciencia para leer páginas llenas de cosas que a veces incluso se volvían repetitivas. Miles de cláusulas innecesarias, un desgaste de tinta y papel.

— Después de recibir la firma, se escanea con el celular y envía por la aplicación o correo electrónico. Ya ellos verificarán su autenticidad, ya que los servicios son estrictos para el comprador o una sola persona, aquella o aquel que me besó y despertó. Su reventa o traspaso está prohibido. Si esto llegara a ocurrir...

— ¡Detente! Entendí, así que dame el papel que voy a firmar donde quieras si eso hace que te calles de una buena vez.

— No he terminado. —Jimin le quitó los documentos y dejando de lado el desayuno decorado que no pudo siquiera probar, se levantó para buscar un bolígrafo.

Firmó y sacó su teléfono para escanear el código QR que aparecía al final de la página bajo el constante escrutinio de su maniquí. Tuvo que incluso activar el reconocimiento de voz en la aplicación para terminar aquel ridículo registro.

— Para nuestra cita, puedo ser el tipo de novio que desees. El primero: el novio gentil. Caballerosidad, amabilidad y de modales ejemplares. Es el más estándar y utilizado, ese que obtiene siempre mayor aceptación entre las mujeres a las que se le hizo la encuesta.

¿Tecnología o magia? ¿Aquello era realmente un maniquí que había tomado vida o un robot?

— Puedo ser el novio reservado y serio que no habla demasiado pero detallista. Es un nuevo estilo que a las mujeres modernas suele gustarle mucho, algunas lo denominan como el tipo tsundere.  Para aquellos que buscan algo mucho más caliente, con capacidades de máxima pasión está la versión "papi".

— ¿P-Papi? — Jimin soltó una carcajada sonora mientras lo observaba. — ¿Existe otro tipo de novio?

— Sí, el novio virgen y nerd al que solamente deseas ver leer y que te haga compañía en silencio y con el que podrás estar exento de realizar la quinta y última tarea de la lista.

Tomando nuevamente la lista que no había terminando de leer, Jimin  repasó cada tarea de la misma.

La primera y ya antes dicha, dormir y tomar un desayuno juntos en la mañana. La segunda era vestirse con un conjunto de pareja y salir a pasear a un lugar escogido por ambos. ¿Por qué era tan predecible y cursi esa lista? Jimin rodó los ojos con frustración pero continuó leyendo.

La tercera tarea se trataba de organizar pequeñas actividades teniendo en cuenta los gustos del cliente.  La cuarta era la más cliché de todas, una cena o almuerzo romántico y un beso que sellara el momento. La quinta y última, bueno, tenía muchísimas palabras para describirla pero en resumen, se trataba de  tener sexo.

Bajó la lista con rapidez, sintiendo como sus mejillas comenzaban arder en un aviso de que comenzaba a ruborizarse y es que no era para menos. Imaginarse por un segundo teniendo sexo con ese sujeto no era una idea que le desagradara pero a la vez, era absurdo e inaceptable. No iba a intimar con... Con... ¿Podría hacerlo?

No, definitivamente no.

Ahora le hacía sentido por qué el novio nerd y virgen era el único que estaba exento de realizar la tarea número cinco.

— ¿No puedo mezclar todos los tipos de novios? Dices que puedes ser lo que yo quiera.

— Así es, pero no puedes agregar el novio nerd y virgen con los demás. Fuera de ahí, puedes mezclarlos a tu gusto.

— ¿Por qué ese no?

— No lo sé, ¿defecto de fábrica? — Se encogió de hombros y le extendió la mano. — ¿Nos vamos? Debemos cumplir con la segunda tarea.

No podría creer que eso le estuviese ocurriendo precisamente a él. ¿Por qué tendría que pretender y fingir en San Valentín con tantas parejas que ya lo hacían sin necesidad de un contrato? No lo haría, no quería y nadie podría obligarlo a ello. Se negó rotundamente, quedándose postrado en su poltrona.

Sin embargo, mostrando una fortaleza que no parecía tener, el maniquí lo cargó llevándolo hacia la puerta.

— ¡Suéltame! — Gritó pataleando. —  ¡Yoongi!

Al escuchar su nombre, obedeció. Con suavidad lo fue descendiendo hasta que sus pies tocaron el suelo y acomodó su cabello, tomando a Jimin por sorpresa, quien se quedó por algunos segundos perplejo ante esta acción.

— No puedo ponerlo detrás de tu oreja como hiciste conmigo pero ahora entiendo el motivo para hacerlo, se siente muy bien. — Musitó observándolo con detenimiento.

— N-necesito tomar mis cosas para poder salir, además, no puedes andar vestido así por la calle, maniquí o no, no creo que sea bueno que cojas tanta frialdad. — Caminó por todo el estudio hasta coger dos abrigos en la mano, entregándole al contrario el más largo, vamos.

El comienzo de aquella cita fue en casa de Jimin, a donde él se encargó de buscarle un buen ajuar al pelinegro que observaba con emoción toda la residencia, como niño que entraba por primera vez a un parque de diversiones. Permaneció ligeramente escondido durante un tiempo hasta ser divisado.

Cuando salió, Min Yoongi era otro, un humano demasiado atractivo. Quien fuese capaz de decir lo contrario se las tendría que ver con Jimin que lo observaba como la mejor de sus creaciones. Para andar cómodos, todo se limitaba a unos jeans negros junto a un grueso y largo jersey tejido, botas negras, gorro también tejido y el mismo abrigo negro que hacía un rato le prestó porque parecía haber sido confeccionado para él. 

Siguiendo la regla de vestirse como pareja de la segunda tarea, se vistió con prendas diferentes pero que parecían exactamente iguales. La única diferencia a simple vista es que su gorro llevaba un pompón y el de Yoongi era liso, simple.

Caminaban bajo el cielo gris y las frías calles de Seúl sin saber exactamente a dónde dirigirse. Supuestamente debía ser un lugar escogido por los dos pero el pelinegro no tenía la más mínima idea de dónde estaba parado. Para él todo era nuevo y emocionante. Al comienzo le resultó estresante que se parara a cada paso pero ahora, una hora después, se encontraba sonriendo frente a su actitud.

Estaba serio con sus manos guardadas en el abrigo, pero era notable lo mucho que todo le fascinaba. Se detuvo en una parada de autobuses en cuento salieron del estacionamiento. Desde abajo observaba como todos se subían en el vehículo, aquellos que llegaban para ver el plan de horario o conexiones, yendo atrás para imitarlos aún sin saber qué era.

No tuvo que ser adivino para saber que deseaba montarse en un autobús y por primera vez en cinco años, Jimin volvió a subirse a uno. No hablaban, ambos se limitaban a mirar por la ventana hasta que el castaño sintió como los dedos de su mano se entrelazaban con otros. Min no lo miraba, pero prefirió que así fuese, así se evitaba la vergüenza de estar ruborizado y emocionado con algo tan simple como eso, aún cuando sabía que todo era falso.

— Vamos. — Espetó tirando de Yoongi en cuanto el autobús se detuvo luego de varios minutos.

— ¿A dónde vamos?

— A un lugar que espero sea de tu agrado. — contestó sonriente porque la expresión contraria era tan inocente y pura que no pudo evitarlo. — ¿Qué tipo de novio estás siendo ahora?

— Ninguno, no hemos establecido uno y por eso no soy ahora ningún tipo de novio en específico. ¿Deseas que sea alguien en especial?

— No, prefiero que permanezcas así porque por muy raro que parezca, aunque sé que no eres un ser humano normal, pareces ser simplemente tú. Y eso me gusta. — Reafirmó el agarre de su mano y caminó los metros que faltaban para su destino. — Hemos llegado, este es el acuario de Seúl.

— ¿Acuario?

— Sí, ya te explicaré una vez que entremos.

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