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Solitario


Capítulo 8

Eterna soledad, el tiempo danza en la madrugada
y no pudes dormir, si estan todas las luces apagadas
Ya se fue el tren, y esta calle nunca más sera igual
aprendiste a tener miedo, pero hay que correr el riesgo
de levantarse y seguir cayendo
No hay nada que perder, cuando ya nada queda en el vaso
y no puedes saber, que fuerte es el poder de un abrazo.
Eterna Soledad
(Enanitos Verdes)

Los aires navideños se podían sentir en el ambiente, además del inmenso frío que hacia más notable que este invierno sería uno muy crudo. Habíamos alquilado un autobus para traer a los sin techo y otros que venían por cuenta propia. Teníamos preparados los alimentos y chocolate caliente con malbabiscos para calentarlos del frío. Habíamos preparados duchas improvisadas para que tomarán un baño si así lo deseaban, le dimos ropa limpia y aseo personal, barberos y estilista se dieron cita allí sin fines de lucro y hasta le hicieron manicura y pedicura. Yo estaba al pendiente de los pormenores, pero me percaté de Rodrigo quien llegó a lavarle los pies a uno de ellos, o si no lo llevaba al comedor y le servía un plato de comida, fue inevitable pensar en Adrián y darme cuenta si saberlo que él haría justo lo mismo que su fiel amigo. ¿Dónde estaba? Verdaderamente su presencia hacia falta.

Decidí dejar de pensar en eso e imité a Rodrigo, conocí hombres y mujeres con un sin fin de historias tristes, médicos, abogados, maestros, viviendo una vida de vagabundos porque la vida fue dura, o porque cayeron en vicios, me entristeció ver envejecientes con esa vida tan dificil o adolescentes en la calle mendigando pan. Me obligó a viajar en el tiempo y darme de cuenta que yo pude a ver llegado a ese punto, gracias a aquel horrible día en que mi mundo se había acabado. Me vestí como una sin techo en mi mente, me imaginé sucia, con hambre y con miedos, con vicios, con desespero, con una vida vacía, y me pregunté si está vida que me tocó vivir llena de lujos gracias a mi trabajo no muy bien visto no es igual de vacía que la de un deambulante.

A lo lejos vi aquella sonrisa brillante de mi amiga Topacio, quería ver con sus propios ojos que su amiga la puta estaba de aires caritativos. Me eché a reír tan pronto la vi y no pude evitar darle un abrazo.


-No lo puedo creer, verte en estas. -Me dijo mientras me tomaba ambas manos.

-Ni yo misma me lo creo, es algo muy gratificante, es absurdo que una persona como yo este en estas como si fuera una persona de buena familia o algo así.

-Disculpa mi entrometimiento, pero no creo que tengas que ser de buena familia para hacer un acto noble. Si Adrián te buscó y te permitió comenzar con algo como ésto es porque él sabía que tenías el corazón para manejarlo.

De momento veo a Rodrigo justo a mi lado, hablando con una seguridad que sorprendía. Me percaté de una discreta mirada que le echó a Topacio mientras ella lo estudiaba también con discreción.

-Estoy totalmente de acuerdo con usted, Fátima tiene un gran corazón.

-¿Fátima? - Se preguntó Rodrigo mirando de momento con intriga.

-Noelia-Suspiró-Es que la llamo así de cariño, por cierto soy Topacio Mendoza. -añadió rápidamente y le dio la mano.

No dije nada por correjirla estoy casi segura que Rodrigo aún no se ha percatado que yo era la chica aquella que le pidió sus servicios para quitarle la virginidad a su amigo hace 16 años. Y todavía no estoy segura si a pesar de todo él estuviera de acuerdo que yo estuviera allí si el supiera verdaderamente quien soy yo.

-Rodrigo Salazar, soy socio y mano derecha del director del Instituto. De ese tipo escurridizo que no acaba de llegar. - comenzó a decir atropelladamente.

Topacio le sonrió y me miró, se percató que eso último que Rodrigo dijo me preocupaba, no saber de Adrián me explotaba la cabeza. Y si Rodrigo sabía algo no me lo quería decir.

Habíamos preparados para desayuno; emparedados, ensalada de frutas, jugos y agua para repartir, ya que la comida fuerte se daría en el almuerzo a eso de las doce a una de la tarde, ya cuando ellos estuvieran limpios, con su ropa de segunda mano puesta en buenas condiciones y bien aseados.

Me fui junto a Rodrigo y la misma Topa decidió darnos la mano, para servir la mesa. Los sin techo estaban en fila, mientras nosotros estábamos llenando los platos de comida, entre el ajetreo, miré hacia adelante donde está la puerta donde estaban los escaparates de cristal y vi el Cadillac Escalate negra. Solté todo lo que tenía en la mano y salí corriendo. Estaba segura que allí dentro estaba Adrián junto a Roberto su querido chofer.

Comencé a llamarlo con fuerza entre la gente, alcancé a ver la ventanilla media baja y un rostro asomado con unos lentes oscuros, era él, lo sabía. Lo que no entendía era porque no se había apeado del vehículo, porque no estaba conmigo dándole de cenar a todas esas personas que en primer lugar él quería darle una bonita noche buena.

Pero a pesar de mis esfuerzos por llamarlo vi como cerraba la ventanilla y el auto se iba en marcha como si yo nunca hubiera salido a recibirlos. Me di cienta que salí sin el abrigo, y que el frío me carcomía los huesos, me temblaban los labios y mis dientes castalleaban. Aunque no sabía si era por el frío ártico de aquella tarde nublaba o por el extraño comportamiento de Adrián.

La actividad fue todo un éxito, al final Rodrigo y yo terminamos sentados en el suelo muertos de cansancio pero con una satisfacción única en el rostro, hasta Topacio se quedó con nosotros y nos ayudó a limpiar y recoger. Socialmente el Instituto tuvo un gran gesto de compasión hacia aquellos menos afortunados, además de que periodistas tomaron fotos he hisiseron de esto una noticia y de seguro le traera renombre, algo que claro será de mucha ayuda para Adrián y para así continuar creciendo como empresario.

-Creo haber visto a Adrián está tarde...

Solté de golpe vi como Rodrigo se paralizó por unos instantes y luego como quien no quiere la cosa continuó trapeando el piso.

-¿Es normal? Dos semanas sin saber de él y que de repente aparezca y se esfume.

No dijo nada, escuchaba el trapeador y el silencio, inclusive Topacio nos miraba sorprendida. Al ver que no decía nada Topacio soltó la escoba y se disculpó diciendo que iría al baño. Quizás pensaba que él no decía nada porque ella estaba allí.

-Rodrigo eres su amigo, me consta que son uña y mugre. Tú debes de saber que está pasando. ¿Se arrepintió de haberme empleado? ¿Decidió hacer otra cosa y dejarte el trabajo del Instituto a ti? ¿Qué está pasando? Es muy raro, si algo me consta en este poco tiempo es que Adrián es muy atento a su trabajo y que por nada en el mundo él hubiera faltado a esta cena si no hubiera una razón de peso.

Mi boca se secó, me vi envuelta en el mar de preguntas y el silencio de Rodrigo me mataba. Como no decía nada continúe recogiendo la basura y echando todo en las fundas de plástico. Hasta que Rodrigo me tomó la mano y me obligó abrirla y me puso un papelito con algo escrito, miré ceñuda y me percaté que era una dirección.

-¿Y esto?

-¿No era esolo que querías? Es ahí donde vive Adrián. Óyeme bien Noelia, no haría esto si no estuviera seguro que Adrián confía en ti. La verdad no tengo idea porqué, por lo general no suelo discutir las decisiones que mi testarudo amigo toma. Si cuando vayas allá él se abre contigo y te lo cuenta pues todo está bien, y si no lo hace me espera tremenda bronca. ¡Así que suerte!

- Así no más me dices eso. ¡Suerte y toda la cosa! -Reproché mientras aún miraba el papelito con angustia, lo que Rodrigo me decía no me daba muchas esperanzas.

-A mi también me preocupa el nunca está tanto tiempo lejos. Hace dos días intente verlo pero no me abrió la puerta. Tampoco responde llamadas, si hace algo de trabajo todo me lo envía por correo electrónico, aparece no más cuando quiere sin dar mucha explicación. Es cierto que no estuvo en los últimos preparativos ni fue a la cena a servir, pero no estuvo menos involucrado que yo, él siempre está al pendiente de todo.

- Y crees que a mi sí me abrirá la puerta, siendo tú su mejor amigo que puedo esperar de mi que no soy nadie.
-Dije con hilo de voz casi me arrepentí de haber comenzado aquella conversación.

-No sé que significas para él, pero sí sé que Adrián no deja entrar a mucha gente a su vida. Digo es sólo mi opinión nada me consta.

Al rato llegó Topacio y vio mi cara rápido miró mal a Rodrigo como sospechando lo que no era. Enseguida la miré y le quite la idea errónea que se hizo con un movimiento de cabeza. Sin darle mucho tiempo a que dijera nada la tomé de la mano y le pedí las llaves de su auto, lo demás fue historia.


El sol se estaba ocultando desde muy temprano, y yo me hallaba sentada en el auto de Topacio de camino a no sé qué. Temía por la reacción de Adrián pero no podía más con la incertidumbre, por qué llegó hasta allí y no dio la cara, por qué cuando lo llamé se hizo de la vista gorda. Todas esa cosas me pasaban por la cabeza mientras llegaba a una urbanización, quedaba como a media hora de la ciudad, el suburbio se me hacía lejano justo ahora, estacione el auto frente a un lago pintado de negro iluminado un poco a penas por la luces navideñas. Caminé por aquellas calles y escuchaba el murmullo de la gente en sus casas, entre la familia, seguramente cenando o colocando los adornos tardíamente. Las casas tenían chimeneas, podía oler el asado y las galletas horneadas, podía escuchar las risas y se me encogió el pecho. ¿Cuándo fue la última vez que tuve una cena navideña real? ¿De hecho cuándo fue que tuve una? ¡Nunca!

Doble una esquina y encontré el número de la casa que estaba en el papelito blanco, mi corazón palpitó fuerte al saberse que estaba justo en la entrada de la casa de Adrián. Vi el humo de la chimenea salir de su casa, había un poco de luz tenue adentro de la casa y luces de Navidad adornando su balcón de madera oscura, era una casa bastante grande, de dos pisos caminé lento y llegue hasta el afeizar, y me paralicé. Ya no sabía cómo continuar.

El ladrido de un perro me levantó del letargo en el que me encontraba. Era consistente y me tenía nerviosa.

-¿Qué ocurre Simón?

Escuché la voz de Adrián amortiguada entre las cuatro paredes, me sentí morir cuando atiné a oírlo. Extrañaba su voz. El perro seguía ladrando y no sé por qué no acababa de anunciarme.

-¿Hay alguien en la puerta, eso pasa?
- Le preguntaba al perro a lo que el can gimoteaba, vi su sombra andar a través del ventanal, sentí alivio prefería que me viera de golpe que hablar en ese momento.

Cuando se asomó de refilón, mientras aguantaba la respiración esperando una reacción de su parte, no hizo absolutamente nada, no dijo mi nombre, no gritó, NADA. Miró por un largo rato alce mis mano la moví de lado a lado pero nada ocurrió.

Me atreví a acercarme a la ventana a lo que el dejó sin correr las cortinas y lo vi, camiando por el alrededor tocando las paredes, el can lo seguía a todas partes con paciencia, en lo que él llegaba al interruptor de luz y la encendía. No entendía nada, como era que actuaba así, porqué, si hasta hora sólo usa sus espejuelos para poder ver de lejos porque actúa como si estuviera ciego.

No me percaté que el perro estaba justo frente a mi y comenzó a ladrar me tapé la boca intentando ahogar el grito del susto. Era evidente que no podía seguir allí o me iba o daba la cara. ¿Qué demonios ocurre?

-Hay alguien ahí. Le advierto que es cuestión de minutos que la policía llegué, con sólo hundir el botón.
-Gritó a son de amenaza.

-¡No! - grité -Por favor no lo hagas, soy yo...

- ¡Fátima!- Alcancé a escucharlo espantado, por primera vez no me importó que me llamará por mi verdadero nombre.

-Sí. - respondí en un murmullo.

-Maldito Rodrigo, él fue el que te dijo que vinieras. ¿ No es así?

-Yo insistí, sólo eso. Quería verte ya que han pasado muchos días.

-Sabes que eres una imprudente. -Me reclamó era la primera vez que me hablaba así y en ese tono. Y yo por primera vez no hallaba que decirle.

-Creo que deberías de marcharse, es más no se ni porque estas aquí.

- Adrián estaba justo en el afeizar con sólo abrir la cortina me habrías vistos enseguida. Inclusive saludé con la mano...

Perdí la voz, casi podía escuchar a Adrián respirar con dificultad.

- ¡Vete!

Ese vete sonó tan frío y distante como un témpano. Me agarre del pomo de la puerta y comencé a girarla para poder abrirla. De repente desesperada, ¿cómo me dice que me vaya y que yo vi qué?

-¿Cómo me pides eso?. Acaso no soy tu asistente, me diste un puesto de confianza y no eres capaz de emcararme.

-¡Fátima vete! - Me gritó, sabía que estaba al otro lado de l puerta, escuchaba su respiración y como aguantaba el llanto de frustración que se cargaba.- Así no, así no por favor. Así no quería que supieras las cosas, no viéndome en mi estado más deplorable.

-Adrián, no me iré, no sin antes saber que estas bien, no sin antes verte la cara y ver que de verdad estas bien. - Me atreví a decir como si tuviera derechos, como si esto fuera de lo más normal. -Rodrigo está preocupado y por eso se atrevió darme tu dirección, como quién corre el riesgo a que lo mates pero era su última oportunidad ya que no lo recibiste la última vez.

-No quiero ver a nadie.

-¿Ni siquiera a mi? ¿A tu puta personal?-Escuché un ápice de una sonrisa ya me lo podía imaginar.

-No estoy listo para tu rechazo, Fátima.

-Pero si a penas esto comienza, como ya puedes dar por sentado que te voy a rechazar.

Yo sólo escupía lo primero que se me ocurría, no alcancé a pensar porque el me decía todo eso. De momento escuché el pasador de la puerta deslizarse estaba a punto de dejarme entrar.

- Lo que sepas hoy, aquí se queda, por esta puerta hacia fuera no debe de salir.

- Será nuestro secreto.- le reafirmé.

La puerta se abrió con lentitud, tuve que entrar ya que el no me recibió del todo. Cuando alcancé a entrar el me daba la espalda en la parte más oscura del pasillo que tenía de frente. El can estaba a su lado y me olfateaba a lo lejos. Tragué profundo y busqué el interruptor, la salita se alumbró enseguida, estaba allí aún de espaldas vestido con una pijama negra con su cabello un poco despeinado y cabizbajo.

-Adrián déjame verte, que puede ser tan malo que no me puedas en carar. Creo que en poco tiempo nos hemos visto lo suficiente. -Dije y tontamente me reí, estaba bien nerviosa algo tenía que decir para rellenar ese vacío en aquella sala.

Adrián no dijo nada sólo se giró con lentitud, ya dibujaba una sonrisa. Al fin lo vería después de dos semanas. Pero mi sonrisa se desvaneció cuando vi aquella barba crecida y su mirada azul empañada por una capa blancusca.

Espantada alcé mi mano y con lentitud a unos centímetros de su cara la moví, él la tomó al vuelo y me la agarró con fuerza.

-Lo que vez es real Fátima, no te puedo ver.

Alcance a escuchar con un deje de amargura en su voz ronca. En ese momento sentí un enorme deseo de llorar. Pero me contuve al ver una lágrima deslizarse por sus mejillas.

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