[05]
Hoseok y Namjoon visitaron los lugares más emblemáticos de Incheon, hicieron fotografías de los momentos más divertidos y comieron en establecimientos sencillos pero de gran tradición para la ciudad metropolitana.
El mayor se tomó la salida como una cita, a pesar de que sabía que se trataba de una escapada entre amigos, se imaginó que al menos por unas horas era el novio de Namjoon.
Para Hoseok fue muy fácil de imaginar porque su amigo se mostraba mucho más animado de lo que solía estar en casa. Quizá se debía a que en Seúl había pasado por demasiado dolor e Incheon era como un soplo de aire fresco para él.
Antes de tomar el transporte público en dirección a Eurwangni, se detuvieron a formar cola para comprar un poco de kimbap.
—Hoy estás comiendo por cuatro— se burló Namjoon por el feroz apetito de su amigo —Te va a salir tripa.
—Un día es un día, Joonie— se encogió de hombros —Además, tú bien que pruebas todo lo que compro.
—Es mi deber como catador de alimentos profesional.
—Pues el mío es disfrutar como disfrutador de alimentos profesional.
—Eso no existe— se rió Namjoon entre dientes —La palabra que buscas es glotón.
—Entonces ve y demándame por disfrutar de la vida— Hoseok hizo un puchero melodramático que le sacó una sonrisa —Ya que estamos... ¿Compramos un poco de kimchi ppang? Me apetece algo picante.
—No tienes remedio.
Después de saquear las tiendas de comida rápida de la zona, caminaron hacia la parada de autobús más cercana. Ninguno de los dos se percató de que justo a su lado pasó Kim Seokjin junto a otra persona.
El trayecto hacia Eurwangni fue corto. Cuando llegaron a la playa ya había oscurecido y la luna llena se alzaba imponente sobre un cielo oscuro completamente despejado. La pareja tomó asiento sobre la arena, alejados del bullicio que provenía de varios jóvenes que parecían estar celebrando algo.
—¿A tu padre le parece bien que pasemos la noche en Incheon?— preguntó el mayor tras quitarse el calzado —No habrá ningún problema, ¿no?
—Tiene que trabajar— respondió cansado de tanto andar —Que estemos aquí le ha quitado un peso de encima.
—Gracias por invitarme. Que quieras pasar este día conmigo significa mucho para mí.
—Eres lo mejor de mi vida, Hobi. ¿Con quién lo iba a pasar sino?
El mayor sintió cómo se le aceleraba el corazón. No era extraño que Namjoon le hablase así, lo hacía constantemente. No obstante, en lo más profundo de su ser albergaba la esperanza de que sus sentimientos de amistad se hubieran convertido en algo más.
—Este sitio es precioso— murmuró el menor —Creo que es mi lugar favorito en el mundo.
—El mío también— afirmó Hoseok, aunque él se refería a Namjoon.
—¿Quieres un poco de kimchi ppang?
Hoseok asintió y ambos comenzaron a comer embriagados por el sonido de las olas.
Confesarse era difícil, no importaban las circunstancias, ¿pero por qué parecía aún más complicado cuando se trataba de un amigo de toda la vida? El mayor no podía dejar de pensar en cómo afrontarlo. Quería decírselo, quería incluso gritarlo a los cuatro vientos para que dejara de asfixiarlo cada día, pero el miedo de perderlo lo frenaba por completo.
Incluso allí, sentados frente al mar, en un ambiente tan romántico, se veía incapaz de decir las dos únicas palabras que tanto deseaba pronunciar.
—El camino de luz que deja la luna sobre el agua, ese reflejo tiene un nombre— Namjoon señaló hacia el océano —Los suecos lo llaman Mangata.
—Mangata— repitió admirando el paisaje nocturno —Sabes muchas cosas, Joonie.
Namjoon sonrió sin dejar de mirarle.
—¿Qué planes tienes para el futuro, Hobi?
Hoseok bebió un poco de agua y guardó el envoltorio del kimchi ppang en la mochila.
—Quiero ser enfermero pediátrico y trabajar en un buen hospital— confesó muy emocionado —También me gustaría casarme y tener dos o tres hijos, vivir en una buena casa, en un lugar tranquilo, plantar un árbol, tener un jardín enorme y adoptar uno o dos perros. Quiero que mi vida esté rodeada de luz, amor y felicidad.
Namjoon desvió la mirada al escuchar tanta emoción en sus palabras. Todo lo que deseaba Hoseok era lo que él no podía darle. Su vida estaba sumergida en la más profunda oscuridad y la única luz que había en él, era la que Hoseok le brindaba.
Namjoon no quería apagar aquel brillo con su inestabilidad emocional. Aunque los sentimientos por él eran muy fuertes, no podía dejarlos salir. Debía proteger el futuro con el que soñaba y permitirle encontrar a alguien con su misma luz.
—¿Y tú?— Hoseok comenzó a jugar con la arena —¿Qué planes tienes para el futuro?
—No quiero tener hijos y tampoco quiero casarme— respondió en un tono tan frío que sorprendió al mayor —Solo quiero convertirme en juez y dedicar mi vida a la justicia.
—Pero eso también lo puedes hacer con una familia.
—No quiero tener una familia.
—Pero antes...
—Antes era distinto, Hobi— le cortó bruscamente —Ya no soy el que era antes.
Hoseok hundió la mano derecha en la arena; sus palabras le habían dolido, pero lo que desconocía era que a Namjoon le habían dolido tanto como a él.
—Bueno... Eres joven— se forzó a sonreír —Quizá cambies de opinión.
—No creo.
—Sé que estás dolido pero no puedes vivir sin amor, Joonie. Tienes que permitir que alguien te quiera. Si no es ahora... Pues más adelante... Pero no puedes cerrarte de esa forma.
—Somos diferentes, Hobi— Namjoon le miró fijamente a los ojos —Buscamos cosas diferentes.
Hoseok sintió que lo estaba rechazando, aunque en realidad era una tontería dado que Namjoon desconocía sus sentimientos por él. Y aun así tuvo la sensación de que trataba de alzar un muro entre ellos.
—Yo te...— susurró casi inaudible —Joonie, yo te...
—¿Qué?— Namjoon se giró hacia él —¿Has dicho algo?
—No... Nada...
Ambos fijaron la vista sobre el reflejo que trazaba la luna, compartiendo los mismos sentimientos sin saber que la persona que tenían al lado, sentía la misma soledad y tristeza.
Hoseok sacó el móvil para intentar calmar su agitación. Su malestar se esfumó como por arte de magia al ver la hora que era.
—¡Ya es doce de septiembre!— el mayor se alzó inmediatamente para a continuación arrodillarse delante de él —¡Feliz cumpleaños, Joonie!
Namjoon soltó un grito al chocar de espaldas contra el terreno. Hoseok se había lanzado literalmente sobre él, tratando de darle un cálido abrazo que acabó con ambos riendo a carcajadas sobre la arena.
—Gracias, Hobi.
—Ah, espera— el chico se apartó y comenzó a buscar algo en su mochila —¡Aquí está! Toma.
Namjoon recibió un sobre azul junto a un objeto que estaba envuelto en un papel muy elegante.
—No hacía falta— le miró con cierta timidez —No tenías que molestarte.
—No es ninguna molestia, me encanta mimarte— respondió Hoseok meloso —Venga, ábrelo ya.
Namjoon rompió el envoltorio soltando una risita que agitó el corazón de su amigo.
—No puede ser— exclamó al contemplar el llavero en forma de cangrejo —Es igual que Mujigae.
—De niño estabas loco por los cangrejos.
—Sigo estándolo— sonrió dichoso —Es adorable. Lo llevaré siempre conmigo.
Hoseok contempló sus hoyuelos; siempre que sonreía se terminaba perdiendo en su belleza.
—¿Qué hay en el sobre?— Namjoon lo agitó pero no oyó nada. Al abrirlo se encontró con unos 212.000,00 won en billetes.
Su expresión desencajada le sacó una sonrisa a Hoseok.
—Llevas semanas diciendo que quieres hacerte un tatuaje.
—Pero Hobi...
—Deja que te lo pague— le apretó el brazo —Sé la ilusión que te hace. Déjame regalártelo.
—¿Es el dinero que has ganado trabajando en la tienda de animales?
—Correcto— Hoseok hinchó el pecho orgulloso —Me ha costado sangre, sudor y lágrimas, así que más te vale hacerte el tatuaje.
—Te quiero mucho— Namjoon lo estrechó entre sus brazos —Muchas gracias.
—No es nada— el mayor cerró los ojos —Yo también te quiero mucho.
El abrazo fue largo y sentido. Hoseok se apartó un poco sobrepasado. Deseaba con todo su ser que Namjoon cambiara de opinión pero al mismo tiempo sabía que no sería en ese preciso instante. Su amigo se mostraba reacio a dejar entrar a alguien en su corazón y aunque Hoseok ya estaba en él, temía que pudiera expulsarlo si se precipitaba.
Hoseok contempló cómo miraba el cangrejo con una sonrisa entrañable.
«No sé que voy a hacer... No puedo dejar de amarte»
La pareja regresó a la pensión que habían reservado. Namkyu no podía pasar el cumpleaños de su hijo con él, así que le dio dinero para que hiciera algo especial y lo más especial que se le ocurrió fue visitar Incheon con Hoseok.
Namjoon no estaba molesto con su padre por ausentarse en su cumpleaños, dado que sabía lo importante que era su trabajo. Además lo mantenía ocupado y en cierta forma le ayudaba a sobrellevar la muerte de Minjun, que estaba siendo especialmente dura para Namkyu.
Tras un pequeño altercado con otro huésped en la pensión, tomaron una ducha relajante y se tumbaron en sus respectivas camas. Eran las dos de la madrugada cuando por fin se disponían a dormir, pero cada vez que lo intentaban, uno sacaba un tema de conversación que los llevó a estar despiertos hasta las cinco de la mañana.
—Ahora sí es hora de dormir— afirmó Namjoon entre risas —Buenas noches, Hobi.
—Pero si eres tú el que no me deja dormir desde hace horas— refunfuñó causando más risas en el menor —Ay, en serio, Joonie. Contigo no se puede.
Un repentino golpe causó un sobresalto en la habitación.
—¿Q-Qué ha sido eso?— Hoseok se tapó con la manta hasta la nariz.
Namjoon se levantó de la cama y encendió la luz. No vio ningún objeto tirado por el suelo y tampoco había nadie en la habitación.
—Habrá sido un fantasma— se rascó la cabeza —Será una pensión embrujada.
El rostro de Hoseok alcanzó un tono blanco translúcido. Namjoon vio cómo se metía otra vez debajo de la manta, lo que le causó mucha ternura.
—No te hará nada. Será un fantasma bueno, como Casper.
—Tengo miedo...
Namjoon apagó la luz y se acercó a la cama de Hoseok.
—Venga, hazme un hueco— el menor alzó la manta y se tumbó a su lado —Te protegeré de los fantasmas.
—Gracias— Hoseok acomodó la cabeza sobre su torso.
Namjoon sabía que el mayor se asustaba con mucha facilidad. Era algo que le sucedía desde los tres años y aunque con el paso del tiempo había logrado superar algunos de sus miedos, como por ejemplo el que tenía que ver con la sangre, otros todavía no lograba superarlos.
Hoseok cerró los ojos y escuchó atentamente el latido del corazón de Namjoon. Se había llevado un buen susto pero estar entre sus brazos lo compensaba con creces. El mayor suspiró por lo bajo. Si el golpe lo había provocado un fantasma, entonces debía tratarse de un fantasma muy romántico porque había logrado que pudiera pasar la noche en la misma cama que el amor de su vida.
«Gracias, fantasma hyung. Nunca te olvidaré»
Namjoon le acarició el cabello sumido en un sinfín de pensamientos. ¿Cómo podía ser un buen padre y un buen marido si no había logrado salvar a su hermano? ¿Cómo podía tener su propia familia si había fracasado en proteger a la suya? La oscuridad en su corazón se seguía ciñendo sobre él y solo se ausentaba cuando estaba con Hoseok.
¿Pero podría Hoseok amarle? Le quería, eso lo sabía, pero no creía que pudiera amarle. Namjoon se veía capaz de hacerle feliz como amigo pero como novio lo creía improbable.
«¿Cómo puedo hacerle feliz si no estoy a su altura? Hobi vale mucho más que yo... Aunque me duela, debo limitarme a ser su amigo. Él se merece a alguien mejor»
—Joonie— dijo ligeramente adormecido—¿Puedes quedarte a dormir conmigo?
—Claro.
Hoseok se durmió entre los brazos del menor. Namjoon no logró conciliar el sueño por los sentimientos que provocaba en él; aunque la razón le exigía alejarse de Hoseok, su cuerpo no quería moverse ni un solo centímetro.
Con él era feliz. A su lado todo dolía menos. Y por eso debía protegerlo. Sobre todo de sí mismo.
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