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[01]

Hoseok torció la boca mientras escuchaba las indicaciones de su padre. El chico no quería ir de acampada y mucho menos a un lugar que parecía la versión seulense del bosque de Aokigahara.

Namjoon desvió la mirada hacia su amigo y sonrió entre dientes; su expresión era tan divertida que no lograba contenerse.

—Aquí montaremos nuestro campamento— Hosung señaló el terreno sumamente satisfecho —¿No es un lugar precioso?

—No, papá, no lo es— se quejó entre pucheros —Aquí hay muchos bichos. Quiero volver a casa con mamá y Minjun.

—Hoseokie, cuando seas adulto y eches la vista atrás, agradecerás que tu buen padre se haya tomado el tiempo de hacer algo contigo y tu mejor amigo.

—Ay, no, papá, no te me pongas dramático— se cruzó de brazos —Si quieres hacer algo con nosotros entonces veamos una peli en casa.

—Namie, hijo, ¿tú qué opinas?— Hosung se dirigió inmediatamente al menor —¿Prefieres pasar el día encerrado en casa o vivir una gran aventura al aire libre?

—La aventura— respondió sin pensárselo dos veces —Quiero disfrutar de la acampada, tío Hosung.

—¿Por qué le apoyas a él?— se escandalizó Hoseok —No es justo.

—Esa es una lección que debes aprender, Hoseokie. La vida ni es justa, ni se doblega ante tus pucheros— el hombre chocó los cinco con Namjoon —Venga, déjate de lloriquear y ponte a trabajar. Vamos a pasar un día extraordinario los tres juntos.

Hosung comenzó a montar la tienda de campaña con ayuda de Namjoon, que a diferencia de Hoseok, estaba muy emocionado con la idea de pasar allí la noche.

El Señor Jung era una persona muy enérgica a la que le gustaba organizar excursiones con su familia. Siempre invitaba a los hijos de los Kim a que se unieran a sus viajes y Namjoon aprovechaba cada oportunidad que tenía.

Minjun también solía ir con ellos, solo que en esta ocasión no pudo por culpa de una gastroenteritis. Yewon, la madre de Hoseok, se ofreció a cuidarlo dado que Namkyu se encontraba fuera de la ciudad por trabajo.

Desde la trágica muerte de Minyoung en un accidente de tráfico, los Jung se habían volcado con los Kim y siempre intentaban echarles una mano.

—Bueno, esto ya está— Hosung apretó el hombro de Namjoon en señal de aprobación —Has hecho un gran trabajo para tener solo doce años. Tienes madera de superviviente, Namie. Estoy impresionado.

—Me he divertido mucho— el chico sonrió emocionado —¿Qué hacemos ahora?

—Tengo hambre— gruñó Hoseok malhumorado —¿Cuándo vamos a comer?

—Ahora, renacuajo— aseguró el hombre de muy buen humor —Déjame coger la...— Hosung se calló abruptamente —No puede ser, me he dejado la comida en el coche.

—Oh, esa es una señal divina, papá. El universo nos está diciendo que debemos volver a casa.

—No me vengas con pamplinas. Iré a por la comida en un instante— Hosung señaló a ambos —No os mováis de aquí.

—No lo haremos, tío— prometió Namjoon, ignorando los murmullos de su amigo —Vete con cuidado.

Hoseok comenzó a despotricar en cuanto Hosung desapareció de su vista.

—¿Pero qué he hecho yo para merecer esto?— clamó al cielo —Solo quería pasar el sábado comiendo chuches y viendo mis series favoritas. ¿Por qué tengo que estar en esta jungla?

—¿Por qué te quejas tanto? Es divertido salir con la familia.

—No cuando lo haces todas las semanas— bufó asqueado —Ay, me van a comer los mosquitos.

—Eres muy quisquilloso. Solo disfruta un poco, la naturaleza no te va a matar.

Hoseok infló los mofletes y se adentró en el bosque disgustado.

—¿Y ahora qué?— Namjoon le siguió —¿A dónde vas?

—Me voy a dar un paseo.

—Pero tu padre ha dicho que nos quedemos aquí.

—Solo es un paseo— se encogió de hombros —Puedo ir solo, no tienes que venir conmigo. La naturaleza no me va a matar.

Namjoon resopló frustrado. Hoseok tenía una personalidad cariñosa pero cuando se ponía de mal humor se volvía muy terco.

El mayor aceleró el paso obligando a su amigo a caminar más rápido. A Hoseok le parecía divertido verle marchar detrás de él, por lo que disminuyó la velocidad para darle una falsa seguridad y justo cuando Namjoon se quedó mirando un escarabajo rinoceronte en la corteza de un árbol, echó a correr con todas sus fuerzas.

Namjoon vaciló un instante antes de salir detrás de él.

—¡Hobi, espera!

Lo siguiente que escuchó fue el grito desgarrador de su amigo.

—¡Hobi! ¿Dónde estás?— se asustó —¿Estás bien?

—¡Joonie! ¡Ayúdame!

El miedo que percibió en su voz le puso los pelos de punta.

—¡Hobi, sigue hablándome!— Namjoon prosiguió el camino que le indicó su voz —¡Hobi, estoy llegando! ¡Aguanta!

—¡Joonie! ¡Por favor, ayúdame! ¡Me voy a morir! ¡Joonie!

El menor lo encontró tirado en una pendiente, agarrándose desesperadamente de una rama. Namjoon se acercó con cuidado para no alterar el terreno pero su precaución no sirvió de nada; la rama se desprendió de la tierra y Hoseok se precipitó cuesta abajo.

Namjoon no dudó en deslizarse por la pendiente para tratar de alcanzar a su amigo. La superficie era inestable, probablemente por las fuertes lluvias de las últimas semanas, pero se las arregló igualmente para descender con cautela. El menor lo vio llorando al lado de un arbusto, doliéndose de una herida en la rodilla.

—Hobi, ¿estás bien?— se inclinó a su lado. Hoseok apretó inmediatamente el rostro contra su pecho —Me has dado un susto enorme— lo abrazó con el corazón en un puño —Dime, ¿dónde te duele?

El mayor no pudo responder. Estaba hecho un mar de lágrimas.

—Tranquilo— le acarició la espalda —Te llevaré a casa.

—Joonie— Hoseok alzó la cabeza lloroso —Me duele mucho.

El menor vio que tenía una herida muy fea en la rodilla izquierda. Namjoon se quitó la camiseta y arrancó una de las mangas para taparla; con la otra le hizo un vendaje provisional.

—Déjame ver si tienes algún golpe más.

Hoseok permitió que le levantara la camiseta y le inspeccionara el cuerpo.

—Solo son rasguños— resopló aliviado —Te pondrás bien.

—Odio la sangre...

Namjoon se fijó en su rostro lacrimoso. Hoseok se había llevado un susto de muerte y todavía se veía reflejado en su expresión.

—Solo es sangre, no pasa nada— se puso la camiseta —Con esto tendrás una buena excusa para que tus padres te mimen y te compren muchas cosas.

—Quiero volver a casa...

—¿Puedes levantarte?

Hoseok consiguió ponerse en pie con su ayuda pero no logró apoyar la pierna.

—Me duele mucho... No puedo caminar, Joonie...

—Entonces te llevaré yo— Namjoon se inclinó todo lo posible —Venga, sube.

—¿Estás seguro...?

—Claro que sí— se rió para mitigar su angustia —Sube ya.

Hoseok accedió aunque no estaba muy convencido. A Namjoon le costó acomodarlo sobre su espalda. En cuanto se quedó quieto logró encontrar un equilibrio. El chico no disponía de mucha fuerza física pero no podía dejar a su mejor amigo allí tirado.

—Peso mucho, ¿verdad?— se preocupó —Quizá debería intentarlo otra vez.

—No te preocupes— Namjoon comenzó a caminar hacia el sendero que se abría a su izquierda —Si me canso haremos una pausa, ¿vale?

—Lo siento— murmuró entristecido —Esto es culpa mía... No vi la pendiente... Lo siento mucho...

—Solo ha sido un accidente. Lo importante es que tú estás bien.

Hoseok se sintió tremendamente culpable. Si no se hubiera enfadado por una estupidez, ahora Namjoon no tendría que verse obligado a cargarlo hasta el campamento. Encima se había hecho algunos rasguños en los brazos, seguramente al bajar por la pendiente para ayudarlo. El mayor comenzó a llorar por pura impotencia.

—¿Te duele?— se inquietó —¿Quieres descansar un poco?

—No... Volvamos a casa...

Namjoon continuó sin saber con certeza hacia dónde iba. El bosque se volvió aún más imponente con la entrada del ocaso. Los árboles comenzaron a crear una gran inquietud en ambos, sobre todo en Hoseok, que sentía un miedo atroz con cada sonido que oía.

El menor tuvo que apoyarlo contra un árbol para descansar unos segundos y luego volvió a retomar el camino para minutos después hacer exactamente lo mismo.

—Lo siento, Joonie...

—Deja de disculparte— Namjoon se sentó en el suelo —Si fuera más fuerte no tendría que tomar tantos descansos— resopló molesto consigo mismo —Cuando salga de aquí voy a hacer deporte para mejorar mi condición física. Así podré cargarte cada vez que te lastimes.

—Te quiero mucho— Hoseok le dio un abrazo muy fuerte —No sé qué haría sin ti.

—Siempre cuidaré de ti, Hobi— le sonrió genuinamente —¿Te sigue doliendo?

—No— mintió para no preocuparle —¿Tienes hambre?

—Sí— afirmó avergonzado; el rugido de su estómago le había delatado —Me comería cualquier cosa.

—Yo también... Hasta el estofado tan malo que hace mi padre...

El puchero que mostró Hoseok le sacó una sonrisa.

—Sigamos— Namjoon se sentó en cuclillas para volver a cargarlo —El tío Hosung estará preocupado por nosotros.

La visibilidad comenzó a ir a menos y los sonidos del bosque aumentaron con el paso de los minutos. Hoseok se alteró al oír algo muy similar a un gruñido.

—¡Nos van a comer los linces!— vociferó tras romper en llanto —¡Quiero irme a casa!

—Los linces cazan de noche y suelen evitar a los humanos. Es muy raro verles por aquí— explicó en un tono muy tranquilo —No llores, no te pasará nada.

—No te creo...

—Te lo juro— sonrió amigable —¿Conoces a Juliane Koepcke? En 1971 viajó con su madre a bordo de un avión desde Lima a un lugar remoto de Perú. La nave sufrió el impacto de un rayo y el fuselaje se rompió en pedazos e hizo bum, bum catapum.

—Hala...

—Juliane noona sobrevivió pero los otros pasajeros murieron en el accidente.

—No puede ser... ¿Todos ellos?

—Sí, todos ellos— afirmó tras notar que había dejado de llorar —Durante diez días deambuló a través del bosque y de riachuelos infestados de terribles cocodrilos, mientras sus heridas se llenaban de asquerosas larvas.

—Oh, no. Qué miedo— se agarró con más fuerza de sus hombros —Pobrecita, noona.

—Por suerte encontró una choza y unos leñadores la rescataron. Juliane noona solo tenía diecisiete años pero logró sobrevivir a lo imposible. Y de esos casos hay un montón. Montañistas, mineros, excursionistas... Hay historias realmente impactantes, Hobi.

—No tenía ni idea...

—Debes tener fe y creer que esta es nuestra aventura. En unos años lo recordaremos y nos reiremos de todo esto, pero ahora hay que ser fuertes.

—De acuerdo— Hoseok trató de hallar todo el valor que le fue posible —¿Me cuentas más?

Namjoon continuó relatándole historias de supervivientes que había leído en varios libros mientras regresaban al campamento. Por suerte lograron alcanzarlo antes de que la oscuridad fuera plena.

Para sorpresa de ambos, Hosung no estaba por ningún lado. El menor dejó a Hoseok dentro de la tienda de campaña y regresó al poco tiempo con una cantimplora con agua.

—¿Le habrá pasado algo al tío?— Namjoon frunció el ceño extrañado —¿Nos estará buscando?

—No creo— Hoseok bebió con ansias y luego le pasó la cantimplora —Ya sabes cómo es mi padre. Si ve una ardilla se asegura de que sus crías tengan alimento y si alguien le pide una dirección lo acompaña hasta la puerta.

—Es un bendito— sonrió tras tomar un trago —Vamos a descansar un poco. Seguro que vuelve pronto.

Hoseok se acomodó sobre la colchoneta con cuidado. Namjoon se tumbó a su lado y lo abrazó por la espalda, lo que provocó una sensación muy extraña en el mayor.

—¿Te sigue doliendo?

—N-No— su corazón se aceleró abruptamente —Gracias, Joonie... Por todo...

Namjoon sonrió sin soltar a su mejor amigo. El menor estaba tan cansado que no pudo mantenerse despierto por más tiempo.

Para Hoseok fue diferente. El dolor de la rodilla y el cansancio pasaron inmediatamente a segundo plano. Las cosas que estaba sintiendo en lo más profundo de su ser le tenían completamente desconcertado.

«¿Qué me está pasando? ¿Por qué tenerlo cerca se siente tan cálido?»

Hosung regresó al cabo de un rato con la comida que había olvidado en el coche. El hombre se había acercado al supermercado más cercano para comprar unas chucherías y así aplacar el mal genio de su hijo. Al entrar en la tienda de campaña se encontró a los dos durmiendo abrazados.

—Será posible— Hosung sonrió y salió al exterior —Todavía son unos niños.

Aquella intrépida aventura apenas duró dos horas, pero para Hoseok y Namjoon se sintió como un día entero. Cuando despertaron, el Señor Jung había preparado un auténtico manjar que ambos devoraron como lobos hambrientos.

Los chicos le contaron que se habían caído jugando y aunque Hosung insistió en volver a casa para tratar las heridas de ambos, Hoseok se opuso enérgicamente a suspender la acampada.

Aquel día de primavera fue uno de los más importantes en la vida de Jung Hoseok; aquel día de abril descubrió el amor verdadero.

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