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Parte cinco.

Luego de esa noche, Chan y Felix no volvieron a verse, ni siquiera siendo vecinos. Estaban tan acostumbrados los horario del otro que, gracias a sus cálculos, conseguían recorrer la zona cuando el otro no iba a andar cerca. Tampoco intentaron contactarse por ningún medio, ni supieron del otro por conocidos en común. Al parecer, todos sabían que su relación no había terminado de la mejor manera, por lo que nadie se metía en el tema.

Chan continuó drogándose, aunque con menos frecuencia que antes. De a poco fue dejando las drogas fuertes, hasta quedarse únicamente con la marihuana. Eso sí; el alcohol y el tabaco lo acompañaron más que nunca en sus momentos de soledad. Naturalmente, había desarrollado cierta dependencia con las drogas, por lo que necesitaba algo más con qué destruirse. Sin embargo, curiosamente había salido a tiempo de aquel viaje del cual hubiera podido no tener retorno.

Chan había pasado el día ocupado, hasta que finalmente pudo relajarse en su departamento. Se había echado en su sofá para después encender su cigarrillo electrónico; se había propuesto dejar su casa lo más limpia posible tras tantos meses desbordados. Dejó escapar el humo con olor a vainilla muy lentamente y cerró los ojos, ya que se sentía agotado. Entonces su celular sonó, por lo que se sobresaltó levemente en su sitio.

Cuando miró la pantalla, no pudo dar crédito a sus ojos; la llamada que estaba entrando era de Felix. En ningún momento, se le había cruzado por la cabeza que él quisiera buscarlo luego de aquella discusión fuerte que habían tenido. Experimentó una mezcla de confusión y ansiedad, pero al final no pudo evitar contestar.

一¿Hola...?

Un quejido seguido de un jadeo se escuchó del otro lado.

一Ch-Chan...

¿Ese realmente era Felix? Se escuchaba roto, fatal.

一¿Qué sucede?

El interlocutor soltó un nuevo jadeo, esta vez más pesado.

一Ayúdame... Por favor...

Chan sintió un nudo en el estómago al oírlo así.

一¿En dónde estás?

一En... En casa. 一Felix carraspeó al notar que su voz se apagaba cada vez más一. La llave de repuesto está en el mismo lugar de siempre. Ven.

Chan ni siquiera se esperó a que Felix cortara la llamada. Se colocó sus zapatos y tomó su tarjeta magnética para correr fuera de su departamento, sin siquiera preocuparse en tomar un abrigo. Esperar el elevador fue tan desesperante que casi se baja a la fuerza para acelerar el paso por las escaleras. No tardó ni dos minutos en salir de su edificio y ser recibido por la ventosa noche, presagio de una intensa tormenta. Chan deseó que sólo se tratara del clima y no de Felix.

No tardó en llegar a la puerta del edificio de quien fue su amigo por tantísimos años. Fue el conserje quien le abrió la puerta apenas lo reconoció. Aparentemente, quiso saludar al recién llegado, pero al ver sus ojos casi desorbitados, prefirió limitarse a darle el paso. Chan sólo asintió a modo de saludo y esta vez sí prefirió ir por las escaleras. Después de todo, sólo debía subir dos pisos.

Jadeante, llegó a la planta en donde se encontraba el departamento de Felix. Apresuró el paso hasta llegar frente a la puerta correspondiente y entonces, buscó en donde se encontraba oculta la llave; justo en un hueco producido en la costura de la alfombra que se extendía en la entrada del hogar. Justo en ese momento, un relámpago vibró con fuerza, de manera en la que Chan se estremeció de pies a cabeza.

No tardó mucho en abrir la puerta, la cual cerró bruscamente debido a la urgencia que lo invadía. Buscó con la mirada de un lado al otro en aquel oscuro departamento y por más que iba encendiendo las luces a su paso, no lograba hallar a Felix. Todo lo que podía apreciar era un artesanal de jeringas aparentemente agotadas, y este escenario sólo consiguió preocuparlo aún más. Mientras tanto, se escuchó la llegada de una furiosa lluvia.

Hasta que percibió un gemido proveniente del baño; Chan estuvo allí en un parpadeo gracias a que el recinto era bastante pequeño. Encendió la luz, y allí estaba Felix; abrazado al retrete como sí tratara de su propia vida. Tosía dolorosamente para después soltar su vómito en el interior del excusado con muchísimo esfuerzo. Chan corrió detrás de él para tomar algunos mechones de su cabello que caían por su frente y así evitar que lo estorbaran. El pequeño cuerpo de Felix temblaba violentamente, por lo que el otro llevó una mano a la unión de sus omóplatos para brindarle algo de apoyo, aunque fuera de manera superficial. Chan se mordió los labios al notar lo flaco que estaba aquel muchacho. Podía sentir perfectamente sus huesos, incluso con ropa de por medio.

Estuvieron así por un largo rato, sin decir absolutamente nada y sólo oyendo cómo la tormenta crecía afuera. De tanto en tanto, Chan tomaba un poco de papel higiénico para secar el sudoroso rostro de Felix. Los vómitos fueron cesando poco a poco, hasta que el hombre de ojos felinos y pupilas dilatadas, volvió a erguirse. Chan lo ayudó a ponerse de pie y lo llevó al lavabo para limpiarle la cara y la boca. Felix simplemente se dejó hacer en tanto procuraba acompasar la respiración de nueva cuenta. Chan lo secó con una toalla, y utilizando la fuerza necesaria para que no se fuera a caer de bruces al suelo, lo guió a su habitación.

Lo recostó con cuidado en la cama y pegó una corrida a la cocina para buscar un par de botellas de agua. No tardó en regresar a su lado, acomodó unas almohadas debajo de su cabeza hasta medio sentarlo y lo ayudó a beber la mayor cantidad de agua posible, a la cual Felix no se negó, ya que se mostraba jodidamente sediento. Chan tuvo que quitarle la botella en determinado momento porque, sí seguía así, se terminaría ahogando. Le limpió los labios con el dorso de la mano y dejó la botella al lado de la otra que aún no había sido abierta. Por fin, aquel muchacho se veía un poco más estable, ya que los temblores no eran tan agresivos como antes.

Nuevamente, el silencio reinó en el sitio. Fue Felix quien lo terminó quebrando.

一Al final, el manejado era yo. 一balbuceó; apenas se le podía entender一. Me quedé sin empleo. Faltaba demasiado por andar drogado todo el tiempo. Agoté mis ahorros en esta mierda, y ya no puedo comprarme más. 一Felix volvió a temblar bruscamente, pero esta vez era porque se había puesto a llorar一. No tengo nada. ¡Nada!

Chan se lo llevó a su pecho para intentar contener su sollozo ensordecedor. Acarició su espalda y el cabello de su nuca con toda la calma posible, de abajo hacia arriba, una y otra vez.

一Me tienes a mí.

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