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3. Debilidades

IAN

No podía dejar de pensar en lo que mis ojos habían divisado hace unos momentos, era imposible no sentirme así.
《demonios, no puedo sentirme así, al menos no con ella》, sentía mi ferviente sangre pasar por cada centímetro de mi cuerpo, no sé qué me estaba ocurriendo, pero debía dejar de pensar en eso.

—Te veo alterado.

—Ah, eres tú, Jasper—doy un sorbo a la bebida sin importancia.

—¿A quién esperabas?—bufó divertido.

—A nadie.
—Si tú lo dices, iré a la habitación donde Daia, y le llevaré esto—señala una bolsa de comida china.

—No, no puedes—me apresuro a decir parandome al frente de él.

—¿Por qué no?—intenta hacerme a un lado.

—Porque ella está dormida.

—Desde cuándo te importa su comodidad—me dedica una mirada confundida—. Sólo dejaré esto en su mesita sin despertarla.

—Yo se lo llevo—me ofrezco.

—¿Por qué no quieres que la vea?—sus palabras son acusatorias—¿ Qué le hiciste?, sabes que no podemos tocarle ni un cabello a esa chica.

Jasper me quita del camino y sube apresurado por las escaleras hasta llegar al frente de la puerta de la habitación  donde duerme Daia, sin embargo, yo fui más rápido y me paré al frente de él para que no empuje la puerta.

—Está desnuda—suspiro—por eso no puedes verla.

sus fosas nasales crecieron sorprendentemente y se echó a reír.

—Acabas de ver a la mujer que probablemente odias más que a nada en el mundo, desnuda, y no sólo eso, lo que te preocupa es que yo la vea de la misma manera—sus fosas nasales seguían dilatadas.

—No le veo la gracia—mi cara se ensombreció.

—Desde cuando a mi hermanito le importan detalles como estos, desde cuándo te volviste un <<caballero.>>

—No me interesa, puedes verla hasta sin piel si quieres, pero ella nos dará problemas.

—Y tú no quieres volver a verla así—me dedica una sonrisa ladeada.

—No, dejé uno de mis abrigos para que lo use, pero si sabe que es mío dudo mucho que se lo haya puesto, por eso es que aseguraba que estaría sin ropa.

—Espera, no usó el que dejé para ella—vocifera.

—Dijo que tienes mal gusto.

—Lo que me pasa por amable.

—Es broma, su increíble genética no le dejaba caber bien en él.

—Vaya—suspira—ya entiendo porque te puso caliente verla.

—¡De qué hablas!—exclamo sobresaltado con mis mejillas ardiendo—. Sólo toca su puerta y le dejas la comida, no vas a hacer vida social—pongo los ojos en blanco.

Jasper asintió y cuando iba a dar el primer golpecito a la puerta, ella ya había abierto.
carajo, ella habrá oído lo que dije de《su perfecta genética》
—Por Dios—sus ojos se iluminaron al ver la bolsa de comida—. Tenía tanta hambre que me era imposible conciliar el sueño.

—Es para ti—ofrece Jasper—Si no te gusta comer sola, Ian podría hacerte compañí...

—No—me apresuro a decir.

—No—repite Daia al mismo tiempo.

—Debo irme a trabajar, observala bien, recuerda que es una manipuladora de mierda.—me apresuro a bajar las escaleras.

—No has dormido—comenta Jasper preocupado.

—Dormiré allá.

—A quién te vas a tirar ahora—Jasper me mira con sorna, pero me limito a ignorarlo.

—¿Allá dónde?—me observa curiosa.

—Mi vida y mis asuntos, no son problema tuyo—al decirlo, mi voz es ronca, mucho más de lo normal.

—Pensé que sólo hacías trabajos sucios para tu papá—su voz es casi sarcástica—. No sabía que alguien como tú trabajara.

—Tú no eres más que un favor. Yo no trabajo con él, ni para él.

—Pero le obedeces.

Cerré la puerta de mala gana y salí en busca de mi coche, la verdad, tenía razón, no éramos más que marionetas para papá, estoy aquí en algún punto muy lejano de la ciudad, metido hasta el cuello en múltiples delitos por culpa de él, Jasper nunca se queja, pero tampoco le agrada mucho lo que hacemos, no podemos manchar la imagen de papá, o bueno, él no puede manchar su futura imagen de alcalde.
Y ahora me dirijo de regreso a la ciudad para arreglar asuntos, que obviamente, papá ha dejado sin solucionar, para tener que hacer yo el trabajo sucio.

—Hola, querido—replica la morena intentando abalanzarse hacia mis brazos, pero la aparto descaradamente.

—¿Tienes los documentos?

—¿Tenes a la chica?—me dedica una sonrisa ladeada.

—La tengo.

—Bien, si ya la tienes, no necesitas esto—mete los documentos donde había información de Daia a un pica papeles.

—Cómo pretenden que sepa cosas de ella si todo lo están borrando del mapa.

—Sabes lo que tienes que saber. Y si deseas algo más, puedes preguntárselo a ella. A fin de cuentas vive contigo.

—Hace un día—aclaro— y ya quiero renunciar.

—Tu familia tiene motivos—chasquea la lengua.

—Mi familia, ¿o sólo mi padre?.

—Da igual. Sólo debes mantenerte al margen con ella, no vayas a enamorarla—me señala acusatoriamente.

— No estoy para esas babosadas, tengo cosas más importantes por las cuales preocuparme, como para dejarme ir la cabeza por una niñata.

—Te conozco Ian—masajea mis hombros coquetamente.

—¿Eso crees?—la tomo del mentón acercándola a mí.

—Le gustas a todas— hace un ademán de rozar nuestros labios pero volteo ágilmente mi rostro.

—Y tú no eres la excepción—levanto una ceja.

—Nos gustas a todas— aclara mirando mis labios.

—Y a mí no me gusta ninguna, ni tú—me levanto de mala gana dejándola descolocada de sus pensamientos.

—Jodete.

—Igualmente.

Me dirigía a casa de Jasper para lograr conciliar el sueño, me sentía agotado, como si un tren hubiese pasado por encima de mi repetidas veces, quería mantenerme, por ahora,  alejado de la tentación con la que estoy viviendo.
llegué a las afueras de la ciudad a una casa no muy grande, pero lujosa, tenía un jardín hermoso,  muy del gusto de Jasper. Vi que la puerta estaba abierta, así que supuse que Nina estaría dentro.

—El soltero de la familia—grita sonriente desde la cocina.

—Hola a ti también—saco las manos de mis bolsillos.

—¿Quieres algo de comer?

—Al rato, ahora quiero dormir, puedo usar el sofá.

—Oh, claro—sonríe— ¿has visto a Jasper?

—Está en mi casa.

—Cuál de todas tus casas—pone los ojos en blanco.

—Asunto de estado— desato mis zapatos para acostarme en el sofá verde mullido.

—¿Su padre verdad?—muerde inconsciente una de sus uñas

—Así es.—asiento con la cabeza.

—Si lo vez, más tarde, tal vez. Dile que lo extraño, y que...

—Él no quiere ponerte en peligro—la corto de golpe.

—Pero soy su novia—dice alterada.

—Eso es una debilidad, y un punto débil que cualquier enemigo está listo para detonar.

—¿Tú tienes novia?, o es en serio lo de ser el solterón de la familia.

—No, y no le llamaría novia.

—¿Entonces?— Pregunta curiosa— . Cómo la catalogarias en tu vida.

Como《Mi Debilidad》. Y qué crees, yo no tengo debilidades.
















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