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En las buenas y en las malas...

AVISO¡¡ Esto puede contener Spoiler de la tercera temporada de Mandalorian. 



El antiguo palacio en Tatooine se encontraba tranquilo, desde que el sindicato pyke fue eliminado había menos tarea pendiente. Cobb estaba sentado en una gran mesa en una reunión interminable que no pudo posponer más pero tampoco evitar, después de todo Fett gobernaba el lugar y era el responsable de su curación.

La diatriba del hombre fue interrumpida por alguien que intentaba entrar en la habitación. Un droide de asistencia nervioso se deslizó con dificultad por la sala.

-Señor Fett alguien solicita verlo.

El hombre mayor se giró molesto.

-Di que estoy ocupado.

-El invitado insiste, señor.

Fett resopló antes de ceder a la demanda con molestia.

-Está bien, que pase.

La sorpresa del mariscal fue más que evidente cuando vio a dos Mandalorianos atravesar la puerta junto a una cápsula flotante, uno de ellos vistiendo una armadura plateada muy familiar. La expresión de Fett pareció endurecerse.

-¿Qué diablos?...¿Qué ha pasado, Kryze? ¿Es ese dichoso sable otra vez?

La mujer inclinó el casco con molestia mientras el mandaloriano se apoyaba en ella para caminar, respirando con dificultad.

-No tiene nada que ver, fue a explorar las minas de un planeta deshabitado para "redimirse" y digamos que ambos tuvimos un día accidentado. Me pidió venir aquí.

-"¡Por dios Mando!" Cobb recorrió la habitación con rapidez para auxiliar al cazarrecompensas, seguido por Fett. Shand se mantuvo cerca, observando expectante.

-"¿Vanth?" Djarin habló por primera vez con voz áspera.

-Hola compañero, yo también me alegro de verte...(Cobb frunció el ceño, aquellas palabras sonaron más sarcásticas de lo pretendido).

La mujer se movió de forma que el mandaloriano se apoyara en ambos hombres, estos lo condujeron a un asiento para acomodarse, la cápsula se acercó revelando a la pequeña criatura verde, procurando alcanzar a su padre.

-Yo me marcho, te invitaría a una comida cuando te recuperes, Din, pero supongo que eso no va a ser posible...(el tono de kryze resultaba jocoso mientras salía del edificio).

El mariscal parpadeó confuso, el día había resultado francamente desconcertante...

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Habia pasado una hora de la ajetreada recepción y el cazarrecompensas estaba durmiendo.

-¿Qué va a pasar con él?

-Está dolorido, pero lo ha revisado el droide médico y se recuperará.

Vanth suspiró preocupado.

-Me gustaría mucho ayudar, ahora necesita estar aquí para la asistencia médica, pero cuando esté mejor creo que sería conveniente llevarlo a Freetown para descansar, es un lugar más tranquilo.

Fett miró hacia abajo pensativo.

-Puede que tengas razón, no creo que le guste el ajetreo que hay actualmente por aquí. Mientras tanto hay una habitación a su lado, por si no quieres ir y venir continuamente, ya que parecen tan cercanos...(aquella última frase vino acompañada de un tono casi de burla).

-Por supuesto...(dijo el mariscal levantando la ceja sutilmente).

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Djarin comenzó a moverse lentamente, girando su casco hacia la derecha para encontrar al mariscal sentado en una silla con Grogu en brazos mientras entretenía al pequeño, que automáticamente intentó alcanzar a su padre de nuevo.

-Bienvenido otra vez, compañero.

-Vanth... estás vivo (el hombre sonó perplejo mientras se incorporaba con dificultad).

-Sabes que puedes llamarme Cobb, y creo que soy yo el que debería decirte eso (el hombre soltó una pequeña risa).

-No, no lo entiendes, durante la pelea con los pykes tu gente me dijo que te dispararon a sangre fría.

Vanth quedó pensativo hasta que mostró una expresión de realización.

-Vaya, supongo que eso explica muchas cosas, afortunadamente no, ese indeseable falló, aunque me dejó un regalo.

Acto seguido mostró una placa de metal que se acoplaba a su hombro.

-Lo siento por eso...

-Por favor, dejémonos de formalismos, no te culpo por nada de eso, sabes que nadie me obligaría a hacer nada.

El mandaloriano asintió con firmeza mientras sostenía a su hijo en el regazo, el cual ya había comenzado a quedarse dormido.

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El tiempo fue transcurriendo con lentitud, Djarin seguía recuperándose pero su estado requería paciencia. El mariscal había encomendado sus obligaciones en Freetown a una persona de confianza, ya que se negaba a marcharse hasta que Din mejorase.

Un día, después de haberle dejado espacio para que pudiera comer debido al casco, Cobb se acercó a la habitación que ocupaba Din, con intención de ayudar con los vendajes.

-Vale, creo que las heridas están mucho mejor, ya no parecen hinchadas, desde luego esa cosa hizo un buen trabajo contigo...¿hay algo que necesites?

-No es necesario, Cobb...

El hombre entornó los ojos con frustración.

-Dije que iba a ayudarte y eso hago, ahora solo di que quieres.

El mandaloriano miró al suelo con lo que parecía vergüenza.

-Me gustaría darme un baño apropiado, hasta ahora solo he podido asearme, pero la pierna aún no me responde bien.

Al mariscal se le quedaron las palabras atascadas en la garganta un minuto.

-De acuerdo, vámonos.

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Din se apoyó en el hombre hasta alcanzar las termas del palacio, cuya existencia en un planeta desértico parecía un derroche.

Al llegar al borde del pequeño estanque el cazarrecompensas se sentó deshaciéndose de la ropa holgada que le proporcionaron al llegar al edificio, la cual contaba con sudor debido a la fiebre. Cobb sostuvo la tela la suficiente para evitar que rozara con una herida resaltada en el costado. Rápidamente se encontró desnudo salvo el casco.

El mariscal intentó apartar la vista todo lo posible debido a las circunstancias, pero notó como su propio pulso se aceleraba. Su pecho era firme, los brazos se marcaban agradablemente. La piel del otro hombre parecía más pálida de lo que era su naturaleza aunque presentaba un todo saludable contradiciendo la falta de sol, observó como la parte inferior de su vientre se suavizaba levemente a pesar de su buena forma física, percibió como el cabello comenzaba a rizarse hacia abajo...no, eso no era justo, se trataba de un amigo que estaba confiando en él en un momento de necesidad.

El hombre comenzó a aplicar una suave sustancia jabonosa, hasta que sus movimientos se volvieron torpes y lastimeros. El mariscal se acercó a él solícitamente.

-Déjame a mí, se abrirá la herida.

El mandaloriano asintió mientras Vanth se acercaba por la espalda y comenzaba a rozar la tela contra la piel expuesta, encontrando varios nudos en los músculos a su paso, los cuales masajeó con eficacia. El hombre emitió un suave sonido conforme se destensaba, que el modulador de su casco apenas captó.

Vanth notó una ola de calor subiendo a su rostro, terminó su tarea y depositó la pequeña tela perfumada junto al otro hombre.

-Bbueno...te dejaré privacidad para que puedas lavarte el pelo...esperaré fuera.

El mandaloriano no contestó, ensimismado con el aroma y la humedad del agua limpia junto a él.

-¿Qué? Sí, claro, gracias...

Cobb asintió, andando hasta la entrada sin ser realmente consciente de su entorno, apoyó la frente en la pared y suspiró.

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Al cabo de algunas semanas la estancia en el palacio se hizo prescindible, por lo que agradecieron a Fett y se pusieron en marcha dirección a Freetown. A pesar de las dificultades del terreno el viaje transcurrió sin incidentes.

Rápidamente la pequeña casa propiedad del mariscal fue habilitada para ser ocupada por tres, incluyendo un pequeño refugio separado para que Grogu pudiera dormir pero estuviera cerca de su protector.

Din se acomodó en la habitación sobrante, tumbándose en la confortable cama para guardar el reposo restante, aunque insistió en que no era necesario. El mariscal procedió a cerrar las ventanas y taparlas del sol para evitar la subida de la temperatura del desierto.

-Bueno, me marcho, quiero ponerme al día con los asuntos de la ciudad.

-Está bien, pero antes, Cobb...¿podrías venir aquí?

El hombre asintió sentándose en el colchón junto a Djarin.

-Cierra los ojos.

Vanth frunció el ceño con confusión pero obedeció. Un sonido parecido a un silbido inundó la habitación, sin darle tiempo a preguntar, notó como el otro hombre se acercaba, mezclando su respiración en armonía, unos segundos más tarde los labios del cazarrecompensas rozaron los suyos suavemente en forma de beso.

Escuchó como el otro hombre volvía a colocarse el casco, abriendo los ojos con una amplia sonrisa.  

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