
Samaya
—Atem, Akefia; tengo un favor que pedirles... Ayúdenme a separar a Manaphy de Dany.
—Me niego totalmente a cualquier cosa que pueda hacerle daño ¡a ambos!
— ¿Akefia?
—Dany y Manaphy desarrollaron un lazo desde el momento en que salió del huevo ¿Pretendes acaso que la instemos a rechazarlo ahora? ¿Tienes idea de cuánto dolor...
—Por favor, no se preocupen... Estaré bien, lo prometo
— ¿Y qué hay de Manaphy? ponte en su lugar, solo un momento... Recuerda que Manaphy es el príncipe del mar, y está destinado a ser líder de todos los pokemons del templo
—Yo... no había pensado...
— ¡No puedes esperar que Manaphy se quede contigo para siempre! Es la ley de la naturaleza, así es como debe ser.
"Feliz, feliz, feliz"
—lo siento.
-o-
El pequeño pokemon le dio la vuelta a todo el barco entre saltitos, llamándola, pero no consiguió verla, hasta que escuchó un suspiro de su voz tras una ventana y se quedó cerca, tratando de llamar su atención.
"Mamá... Mamá" decía entre saltos "te quiero... feliz" probó con cada una de las palabras que sabía, pero su mamá no atendió a sus llamados.
-o-
El día siguiente, el día del eclipse, los pilló llegando a un conjunto de islas, las más grandes ostentaban bosquecillos y pequeñas formaciones montañosas.
—Manaphy, es hora de comer —llamó Hikari, quien salió a la plataforma del barco junto a Akefia, cuando pararon en una de las islas más grandes, con costa en forma de semicírculo.
Manaphy dio un par de saltos sobre el agua hasta llegar con los humanos, saludando a Espeon, Litwick y Glaceon antes de mirar a su alrededor, como buscando algo.
"Mana... mamá" murmuró el pequeño pokemon.
—Creo que Manaphy está buscando a Dany —suspiró la bicolor, dirigiendo una mirada apenada al moreno, quien sostenía un plato de comida pokemon.
Manaphy ya había empezado a ingerir alimente sólidos, y la leche quedaba rezagada a una merienda casual.
"Mamá..."
Akefia era muy consciente de que Hikari tenía toda la razón. Le había cogido aún más cariño a Manaphy, haciéndose cargo de él más que nadie, por lo mismo no había podido pasar tiempo con la coordinadora azabache.
Tanto él como Manaphy la echaban de menos.
"Gla-ceon Gla" su compañera le tiró de la pernera del pantalón, señalando su cadera y aportando una idea. Una que tanto él como Hikari entendieron.
Akefia dejó en el suelo el plato de Manaphy y compartió un asentimiento con la bicolor antes de tomar sus pokéballs y liberar al resto del equipo.
Igual y con más pokemons para jugar Manaphy se sentía mejor.
— ¡Todos fuera! —exclamó el oji-lila. Cofagrigus, Weavile, Marowak y Sharpedo se unieron a Glaceon.
—Ustedes también —imitó Hikari y Misdreavus, Lunatone y Banette se sumaron a los dos pokemons que ya llevaba fuera.
—Manaphy, si comes podrás jugar con todos ¿no suena bien? —ofreció amablemente Hikari.
"Mana Mana" el pequeño pokemon legendario asintió y se apresuró a ingerir su comida para poder irse a jugar.
Era realmente entretenido ver a Banette haciendo caras graciosas para que Manaphy riera. Cuando el pokemon azul regresó al agua, Sharpedo y Buizel nadaban junto con él, el pokemon de Akefia llevando a Glaceon y Espeon en su lomo; a su paso, iban Weavile y Marowak, saltando habilidosamente entre las rocas cercanas a la costa, y Lunatone junto a Misdreavus y Cofagrigus levitaban sin problemas a pocos centímetros del agua.
Litwick prefirió quedarse a salvo del agua sobre el hombro de su entrenadora, quien compartió una sonrisa contenta con Akefia, al ver que Manaphy ya no estaba triste.
Fuera de la vista de todos, Dany observaba a Manaphy juguetear con los pokemons de sus amigos con una pequeña sonrisa. Acaba de comer, obligada y vigilada por su hermano menor, quien ahora estaba entrenando en otra parte del barco.
Sujetó en alto parte de su cabello para hacerse su habitual media-coleta -mientras sentía la brisa menearlo- aliviada de que Manaphy no estuviese ya triste por su causa, cuando una fuerte brisa marina le birló la gruesa cinta purpura que usaba para atarse el cabello y se la llevó hasta el agua.
La azabache se quedó con una mano estirada, pero sabía que no valía la pena llamar a Kingdra para que la recogiera, no le molestaba llevar el pelo suelto por un rato y seguro que tenía algo más entre sus cosas para recogerlo, de lo contrario, compraría una nueva cinta en cuanto llegaran a una ciudad o pueblo.
No compartiendo ese pensamiento, Manaphy se dio cuenta de que el accesorio de su mamá había caído al mar, así que se separó del resto de los pokemons para sumergirse en su búsqueda.
La cinta se enredó en las aletas dorsales de un Carvanha que pasó por allí. Manaphy se despistó un poco, gracias a un cardumen de Goldeen que se le atravesaron; se sumergió más hasta que halló de nuevo al Carvanha, sin embargo un ligero cambio de corrientes hizo que la cinta se deslizara de la aleta del pokemon salvaje, rozando a varios otros antes de quedarse enredada entre los tentáculos de un solitario Tentacool.
El pokemon bebé se esforzó por no perder la pista.
.
Rose llegó junto a Ryou, Yugi y Yami a reunirse con Hikari, Atemu y Akefia cerca del frente del barco.
Ya estaba atardeciendo, el agua reflejaba tonos lilas y rosas del cielo.
— ¿Manaphy no ha regresado aún? —cuestionó Yami, a lo que Atemu negó con la cabeza.
Lunatone, Solrock, Misdreavus y Banette se reunieron con sus entrenadores, emitiendo respuestas negativas en su propio idioma, luego de haber registrado los alrededores en busca del pequeño mencionado.
—Empiezo a preocuparme —Rose suspiró, inclinándose por el borde del barco sin esperanzas de ver a Manaphy, tal como lo estaba haciendo el oji-lila.
Dany venía caminando junto con Bakura, charlando serenamente, hasta que se toparon con el resto, con expresiones inquietantes — ¿sucede algo? —preguntaron casi en coro.
Hikari y Rose se miraron entre sí. Atemu fue el que se atrevió a decirle a su hermana que Manaphy llevaba un largo rato sin dar señas y la chica sintió que el corazón se le quería salir del pecho.
Después de convérsalo con todos, Solomon se decidió a guiarlos al nivel más bajo.
—Se prudente —le dijo a la albina —esto los ayudará a encontrarlo —encendió las luces de la habitación, descubriendo un submarino mediano de color blanco reluciente con detalles azules.
—Eso espero —susurró ella, mientras los cuatro viajeros observaban sorprendidos el submarino.
—Ten cuidado, Rose —pidieron Yugi y Ryou a su prima, mientras se preparaba para dirigir el submarino.
—Claro.
Dany no dudó en entrar tras de Rose, con Akefia justo tras de ella, igual que Atemu y Hikari.
Rose puso en marcha el submarino y pronto estuvieron atravesando el oscuro y frio más profundo, con la única iluminación de las luces artificiales del transporte, pues arriba el sol ya se ocultaba.
—Es mi culpa —se reprendió Dany —es por la forma en que trate a Manaphy —sollozó, apretando los puños contra la ventana por la que miraba atentamente, buscando la más mínima señal del pokemon.
Akefia tensó los puños, sentado justo detrás de ella solo podía mirar su cara de desconsuelo —eso no es cierto y no puedes culparte por esto —la trató de calmar Rose, desviando su atención del tablero de control por unos segundos. La pelinegra, sin embargo, no desvió su mirada ni cuando su hermano -quien iba sentado a su lado- le apretó la mano con afecto.
-o-
—Señor, acaban de bajar en submarino —reportó Galen —y se encaminan al fondo del océano.
—Bien —Fantasma bajó de su cómodo asiento —a partir de aquí, yo me encargo de esto solo —el Chatot coreó su última palabra —espera mi señal.
El rubio se estiró en un saludo militar —Sí, señor.
Fantasma esbozó una sonrisa torcida de malicia pura —y eso será en cuanto la corona del mar sea mía.
-o-
Manaphy había nadado ya un par de millas más, pero no le importaba. Luego de buscar entre varios recovecos de un arrecife de Corsolas, que estaba a muy poco de una fuerte corriente submarina que iba encausada entre un barranco profundo, dio con un Cloyster cerrado que tenía pillada la cinta morada entre los pinchos de su caparazón.
"Cloiiiiis" el pokemon bivalvo se abrió frente al príncipe del mar.
"Mana!" tomó Manaphy la cinta entre sus manos-aletas y se abrazó a ella "Feliz, feliz. Mamá" el alegre pensamiento de su mamá abrazándolo de nuevo con calidez y agradeciéndole por haber recuperado su cinta lo animó considerablemente, así que enredó firmemente el lazó a sus antenas, haciendo un torpe moño, y empezó el nado de regreso a la nave donde estaba su familia.
-o-
Huntail, Clamperl, Octillery y varios otros pokemons de mar profundo rehuyeron rápidamente apenas las luces del submarino tocaban sus cuerpos. Los cinco adolescentes a bordo miraban a su alrededor en concentración, preocupados por el bebé pokemon.
Una de ellos más que nadie —Manaphy ¿dónde estás? —Dany murmuró, su mano pegada a la ventana y sus ojos esforzándose en escudriñar el basto mar frente a ella —soy yo... mamá ¿recuerdas? —murmuró con voz temblorosa, haciendo puños sus manos pero sin separarlas de la ventana —estoy aquí... por favor, cuídate mucho —una lagrima cayó de su ojo derecho cuando presionó también su mejilla contra el frio cristal.
Atemu no había soltado la mano de su hermana en todo el viaje, con el silencio que reinaba en el submarino -más allá del sutil murmulló del motor y demás maquinaria funcionando- todos habían sido capaces de oir su lamento. El tricolor estaba realmente preocupándose por cuanto más soportaría su hermana sin quebrarse, ante la preocupación y la culpa, si Manaphy no regresaba pronto.
Tan concentrado estaba, que se pegó un buen sobresalto en su asiento cuando Espeon saltó a su regazo desde la silla de atrás -donde iba Hikari- señalando con su pata hacia la ventana junto a él.
"Esss-pi-on" (mira, por ahí)
Atemu hizo caso y miró, igual que Hikari, hacia su lado del submarino. Una pequeña silueta que apenas se diferenciaba del agua nadaba hacia ellos con velocidad, se hizo más visible a medida que se acercaba a las luces y pronto reconocieron el amarillo en sus ojos.
— ¡Es Manaphy! —exclamó Atemu, y todos voltearon a ver.
"Phyyyy" el pequeño sonrió cuando todos lo miraron con alegría y alivio, luego se dio la vuelta para estar justo frente a su cuidadora, soltando el moño para enseñarle la cinta "Mamá, mamá. Feliz"
— ¿No es tu cinta para el pelo eso que trae? —le preguntó Akefia, de pie e inclinándose sobre el asiento de la azabache.
—Pe-pero Manaphy... ¿Eso es lo que estabas buscando? —cuestionó la coordinadora sorprendida, pues ella no le había dado mayor importancia a la pérdida del objeto.
Tal parecía que no así Manaphy, quien se frotaba contra ella "Feliz. Te quiero" dijo, como explicación, antes de arrecostarse contra la ventana, al igual que lo hizo la de ojos chocolate.
—Yo también te quiero —suspiró la chica, por fin sintiendo que su corazón latía a un ritmo saludable.
Atemu, Hikari y Akefia compartieron miradas y sonrisas de alivio a igual que sus pokemons acompañantes al ver la pequeña pero emotiva escena de re-encuentro y a Manaphy en perfectas condiciones.
Akefia también puso una palma contra el vidrio, la otra se deslizó suavemente por uno de los hombros de Dany.
—Y eso es todo, Manaphy estaba buscando el listón de Dany —explicó Rose, también con una clara alegría y alivio, a través del micrófono que traía colgado desde su oreja.
—Esas son buenas noticias —suspiró Seto, quien estaba con el resto en la cabina de control del barco.
—Así es —sonrió Yugi, quien tenía una mano entrelazada con Yami.
—Entonces, regresen aquí para cenar —apresuró Bakura, también más tranquilo.
—Pues vamos a necesitar una ayudita —lo quiso molestar Ryou y Yugi le siguió el juego.
— ¿Yo? —se quejaron Bakura y Yami al unísono, con expresiones fuera de lugar y señalándose con el dedo índice. Seto se rio de ambos.
—No se preocupen, Dany y yo nos encargaremos de la cena en cuanto volvamos —se rio Rose — ¿verdad, amiga?
—Claro —afirmó la pelinegra, con una sonrisa sincera en sus labios que no había tenido desde hace unos días.
Un fuerte estremecimiento repentino los sorprendió.
—Rose ¿qué ocurre? —exigió Seto, en tensión, al oír a su prometida en una exclamación similar a la de quedarse sin aliento.
La albina forcejeaba con los controles para estabilizar el submarino —Nos está arrastrando una corriente —y con esa respuesta, todos en el barco se miraron con preocupación —perdemos el control —y eso fue justo lo que Duke oyó, cuando entro en la cabina.
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Las luces empezaron a titilar. Hikari cayó de su silla al piso mientras Atemu se había encogido en su lugar con Espeon y Flareon en su regazo. Dany estaba pegada lo más que podía a la ventana y Akefia al respaldar de su asiento, también con Glaceon y Umbreon.
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—Rose.... ¡Rose! —gritó Seto, antes de dar un golpe al mesón donde estaba el radar, recibiendo una señal muy inestable de la posición del submarino —la radio no funciona —declaró en un gruñido frustrado.
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Manaphy se había separado del submarino gracias a los cambios de posición involuntarios y las sacudidas que estaba dando, sin embargo, parecía nadar tan fácil en la corriente como en el agua calma.
"Mana"
— ¡Manaphy! —exclamó Akefia al verlo. El pequeño se alejó lentamente, mirando hacia ellos y ondeando la cinta en sus manos —Tenemos que ir por allí —comprendió el peliplata.
— ¡Rose! —la instó también Dany.
La oji-carmin sujetó firmemente los controles —Sujétense —de un giro brusco, Rose logró poner en marcha el submarino detrás de Manaphy, por suerte, las luces exteriores aun funcionaban.
Luego de dos minutos de sacudidas y tumbos, la tripulación del submarino sintió como flotaban mucho más fácilmente.
—Salimos de la corriente —determinó Hikari, con alivio, sintiendo que el verde bajaba de su rostro.
—Sí, gracias a Manaphy —suspiró Atemu, volteando para tenderle una mano a la bicolor y así esta pudiera regresar a sus propio asiento con Espeon en su regazo.
"Mana Mana"
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—El eclipse lunar ya ha comenzado —dijo Ryou, mirando por un ventanal.
—La corriente ya se calmó —le dijo Bakura desde atrás.
—Y parece que el submarino escapó en buen estado —suspiró Solomon, tomando haciendo, al contrario de Seto que no despegaba sus ojos del radar.
—Qué alivio —suspiró el menor de los albinos, reuniéndose con su primo. Yami estaba ahora dirigiendo el timón para guiar el barco más cerca del submarino.
De repente, un punto rojo apareció en el radar, unos metros más atrás de los adolescentes — ¿uh? Los están siguiendo —expuso Bakura.
— ¿Pe-pero quién? —se preguntó Yugi.
Duke se puso serio.
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Fantasma tenía en la mira, desde su propio submarino, al que iba siguiendo a Manaphy. De un segundo al otro, el príncipe del mar desapareció de la vista y el submarino blanco y azul lo imito, siendo brevemente iluminado en una capa de luz multicolor.
— ¡¿Qué?! —gritó el pirata, y Chatot en su hombro lo imitó.
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— ¿Desaparecieron? —exclamó Seto, sin aliento.
—No es posible ¿a dónde se fueron? —preguntó Bakura.
—Creo que sé donde —murmuró Solomon, mirando a la luna por la ventana —no falta demasiado... ya casi.
De la luna solo se veía una escasa curva, que iba haciéndose más y más fina con el pasar de los minutos. Finalmente su luz fue opacada por completo, convirtiéndose en un rojizo intenso y le brindo la misma tonalidad al agua justo cuando una enorme burbuja-cúpula de aire se presentó a poca distancia del barco, conteniendo en su interior a Samaya.
— ¡El templo del mar! —exclamaron Yugi y Ryou, cuando el radar se tornó más claro, enseñando el lugar de sus sueños. Yami detuvo el barco casi en seco cuando estuvieron en el perímetro.
—Esperen ¿qué es eso? —Duke miró la pequeña nave que entraba también en la cúpula del templo — ¡Es el Fantasma!
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Completamente sorprendida por el sitio al que Manaphy los estaba guiando, Rose dirigió el submarino hasta la cúpula de aire, junto a una especie de muelle que da una suerte de palacio o ciudadela, como frente del enorme templo.
Akefia se levantó para abrir la escotilla y salió lentamente, con Glaceon apoyado sobre su cabeza, echando un vistazo experimental a su alrededor antes de salir, seguido de Atemu.
Las exclamaciones de asombro absoluto no tardaron en dejarse oír.
—Aquí se puede respirar bien —comentó Hikari, mientras Atemu la ayudaba a bajar del submarino.
—Sí, y eso que estamos a muchísima profundidad —Akefia dio un par de pasos pero se regresó al borde del pasillo, tendiéndole los brazo a Dany para ayudarla a bajar y luego a Rose igual.
—Es increíble —murmuró Atemu, observando todo a su alrededor con Flareon firmemente sujeto en sus brazos, el pobre tipo fuego miraba con recelo toda el agua a su alrededor.
— ¿Manaphy? —todos dirigieron sus ojos a Dany cuando esta corrió a la orilla y llamó al pokemon bebé que habían perdido de vista hace tan solo dos minutos — ¡Manaphy!
Después de un tercer llamado, Manaphy saltó fuera del agua, aun sujetando la cinta purpura en sus manos y, con unos adorables giros, se lanzó directo a los brazos de Dany "Phyyyy. Feliz"
La coordinadora no pudo hacer otra cosa que recibirlo en un cálido abrazo — ¡Manaphy! —lo nombró con alivio.
"Mamá, te quiero" el pequeño le ofreció la cinta, sonriendo con orgullo y a la espera una recompensa cariñosa.
Dany tomó la cinta de manos del bebé, realmente no era muy importante, pero que Manaphy se hubiera tomado el trabajo de ir mar adentro para recuperarla, solo porque era algo suyo... era difícil no sentir que se le derretía el corazón de ternura.
— ¡Yo también te quiero! —y, tal como Manaphy deseaba y esperaba, Dany lo envolvió en un maternal abrazo. El príncipe de mar envolvió sus aletas alrededor del cuello de su mamá, pasándolas por debajo de su pelo suelto.
Manaphy disfrutó del emotivo abrazo, que todos estaban observando, hasta que notó como Dany empezó a temblar ligeramente y a sollozar en señal de llanto.
"Mana" arrulló preocupado, al sentir las gotas cálidas que manaban de los ojos chocolates, ahora cerrados con fuerza.
Akefia se acercó, colocando una mano sobre la cabeza de Manaphy —está bien, principito —lo calmó —Mamá solo está feliz de verte —Manaphy volteó a verlo con curiosidad —estaba... todos estábamos preocupados cuando te fuiste.
Dany se obligó a dejar de llorar y le dio un beso en la frente a Manaphy para que no se preocupara. El pokemon volvió a frotar cariñosamente su rostro contra el de la azabache, arrullando con alegría mientras Hikari, Atemu y Rose compartían sonrisas de felicidad.
Akefia suspiró, visiblemente más tranquilo.
La sonrisa de Dany realmente lo hacía sentir mucho mejor. A veces le sorprendía el poder que esa muchacha tenía sobre él... pero no le importaba en lo más mínimo.
Ahora mismo, debía contenerse para no unirse al abrazo y sostenerla contra él, para perderse en su dulce aroma, como a rosas, que no había podido sentir desde aquella discusión con Duke.
Ya sabiendo a Manaphy a salvo, los cinco entrenadores y sus pokemons se dieron a la tarea de recorrer el templo.
Decir que era enorme era un eufemismo.
Pasaron por una bella fuente, adentrándose en la gigantesca construcción con expresiones curiosas y detallando todo cuanto podían.
Era increíble como todo el templo estaba sutil pero bellamente iluminado con farolas.
Llegaron a un pasillo cortado por una cortina de agua que caía hasta el piso debajo del pasillo, por donde corría más del líquido vital. Allí, Manaphy comenzó a cantar.
"Ahh, ah-ahhhh" los entrenadores reconocieron enseguida la misma canción de hace unas noches, cuando Manaphy había reunido a todos esos pokemons de tipo agua.
Lo raro vino entonces, porque Manaphy recibió una respuesta. La misma tonada fue cantada por una voz grave, que parecía más bien el conjunto de varias voces proviniendo a la vez de muchas partes del templo.
Hikari y Atemu se abrazaron por el sorpresivo hecho. Dany y Rose sufrieron solamente un ligero escalofrío, como si realmente no fuera una gran sorpresa para ellas, aun así Akefia se acercó a la pelinegra y rodeó su cintura protectoramente con un brazo.
Los pokemons, sin embargo, parecían extrañamente calmados.
El patrón melódico se repitió unas tres veces. La tensión en los entrenadores se disipó rápidamente, pues había algo en la canción que parecía muy tranquilizante y hermoso.
— ¿El templo está... respondiendo a la canción de Manaphy? —preguntó Hikari, sin poder mirar a Atemu y ruborizada después de haberlo soltado.
Los collares de Dany y Rose, así como el brazalete de la albina empezaron a brillar en un azul turquesa intenso.
Akefia miró muy sorprendido la piedra en el dije de luna que le había obsequiado a su princesa.
Recordaría preguntar al respecto más tarde.
—De seguro esa es la gente del mar —dijo Rose, con ojos brillantes.
—Pues yo no veo a nadie —murmuró Atemu para sí.
— ¿Un montón de fantasmas nos están cantando? —dijo de igual forma Akefia.
Un nuevo escalofrío recorrió a los cuatro entrenadores viajeros ante esta implicación, por silenciosa decisión unánime, acordaron dejar de lado eso.
Al terminar la canción la cortina de agua que les cortaba el paso se separó lentamente, mostrando que había varias más detrás de la misma; todas se abrieron lentamente para ellos.
Cuando los accesorios de las chicas dejaron de brillar, Manaphy saltó de los brazos de Dany hacia el agua que fluía a los lados del pasillo, indicándoles a todos que lo siguieran más adentro, posiblemente al corazón del templo.
-o-
Un nuevo submarino, más pequeño que el blanco-azul de la familia AquaMarine, emergió al otro lado del ramificado muelle en donde habían llegado los entrenadores.
— ¡Lotería! El Templo del mar —exclamó el pirata barbudo, saliendo de un salto de su transporte, con Chatot revoloteando sobre su sombrero y repitiendo sus palabras —claro que eso incluye a mí amada Corona del mar.
Con una malvada y -todo sea dicho- lunática risa de villano, el codicioso hombre se abalanzó a zancadas en su camino por el templo.
-o-
Al mismo tiempo, con simplemente un respirador y su capturador, Duke se desplazaba por el mar, hacia la cúpula de Samaya. No había tardado mucho en encontrar ayuda de un lindo Mantyke que lo ayudara a llegar profundo más rápido.
-o-
El pasillo se había convertido en hermosos senderos ramificados, con puentes que los entrelazaban y hermosas arboledas y fuentes por todos lados.
Todo, claramente recorrido por riachuelos y canaletas de agua, por donde Manaphy se deslizaba y saltaba para guiarlos.
Tras subir unas laaargas escaleras, hasta una especie de salón, Manaphy saltó fuera del agua, nuevamente hacia los brazos de Dany. En el centro de ese sitio, hallaron un pequeño monolito rectangular con algo escrito en un idioma muy antiguo.
— ¿Qué es esto? —se preguntó Akefia. Todos se arremolinaron alrededor de aquello.
—Tiene el símbolo de la corona de mar —señaló la albina, al tallado que lo encabezaba.
—Más importante aún ¿Qué es lo que dice? —agregó Atemu y todo miraron a Rose.
—No lo sé, Atem —aclaró la chica —tal vez el abuelo lo sepa.
— ¿Quieren que les lea lo que dice, chiquillos? —preguntó con gran derroche de seguridad y altanería Fantasma, habiéndolos alcanzado sin ningún problema gracias al eco de las risas y cantos de Manaphy.
— ¡Fantasma! —exclamaron con enojo los dos varones del grupo, adelantándose para cubrir a las chicas de su vista.
—Es lo menos que podía hacer para agradecerles el viaje guiado hasta aquí —fingió gratitud, con gran ironía goteando de él.
— ¡Imposible! —se quejó el tricolor, mirándolo con gran hostilidad.
—Se los advierto —Fantasma se regodeó —aún si todos fueran a atacarme a la vez no tendrían posibilidad alguna.
—Que te lo crees —Atemu levantó la pokeball de Gallade en mano, con Flareon sobre su hombro, listo para atacar.
Rose, sin embargo, se adelantó y puso una mano frente al tricolor para retenerlo —tú sabes que aquí no tienes poder —declaró con serenidad y convicción —este templo pertenece a las gentes del mar.
Sin verse ni un poco afectado por esas declaraciones, Fantasma le respondió directamente a la albina —da la casualidad de que yo sé todo de la gente del mar.
La albina dio un respingo, mirándolo con total shock cuando el pirata de adelanto a la piedra tallada y empezó a traducir el escrito
<< Detrás de esta puerta que solo puede ser abierta por el símbolo de la gente del mar, ahí yace la corona, y aquel que llegue a usar será conocido como el rey del mar >> concluyó el hombre, con una risilla maléfica.
—Y en agradecimiento, por traerme aquí, les mostraré la corona del mar —enseñó el viejo collar roto que días atrás había usado para acceder a las ruinas.
— ¡Es el símbolo de la gente del mar! —exclamó Rose, incrédula de que semejante persona portase uno.
—Y me costó mucho conseguirla —le hizo saber, siniestramente. Acercó el collar al tallado que encabezaba la piedra y ambos brillaron antes de que el monolito se deslizara hacia abajo, encajando como una loza más en el piso y transmitiendo el destello turquesa en línea recta por la pared a su espalda, descubriendo un sello en piedra similar al de las ruinas que Fantasma hizo girar con total confianza hacia el patrón correcto.
La puerta entonces se disipó y varias compuertas más se abrieron detrás de esta, dejando libre un pasillo y más escaleras.
Fantasma no tardó en correr por allí —Wow ¡fantástico! —todos los demás fueron tras él.
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Afuera, la gran luna, rojiza en su máximo esplendor, comenzaba a cambiar.
—Ya se terminó —murmuró Ryou, mirando como el satélite volvía lentamente a su blanco-platino usual.
El eclipse había concluido.
Todos a bordo del barco lucían realmente preocupados.
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La cúpula que rodeaba a Samaya parpadeó intermitente y luego, justo frente a Duke, el templo se hizo invisible.
Demás está decir que el Guardia pokemon se quedó bastante perplejo. Sin embargo, no detuvo su trayecto.
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Fantasma literalmente saltó escaleras arriba, de a tres o cuatro escalones por zancada y con los cinco adolescentes pisándole los talones.
Finalmente llegó a un gran salón, de paredes altas que lo cubrían como una cúpula y con umbrales en ellas. El pasillo guiaba a una plataforma circular, todo lo demás era un vacío de varios metros hasta el nivel inferior más próximo.
En la plataforma central, sin embargo, había una especie de fuente con varias piedras preciosas, azules y relucientes; alargadas y con puntas de rombo, que parecían emular un candelabro. El agua alrededor de esta tenía forma de ocho y fluía hacia arriba como si fuera controlado constantemente por algún tipo de energía mística.
La tenue luz que emitían las joyas creaba un ligero efecto arcoíris en el agua circundante.
Era hermoso.
—Finalmente... la corona del mar y ahora es toda mía —se regodeó para sí el pirata.
—Qué maravilla —suspiró Rose en cuanto alcanzaron al hombre, totalmente cautivada con la vista.
—Es... impresionante —concordó Atemu.
—Recuerden que hay dos tipos de personas en este mundo —inició con su típico refrán —los que buscan hermosas joyas... y aquellos que las tienen —enunció —y la verdad es que la corona y yo somos un par que fue hecha en el cielo.
"Mana mana mana" haciendo caso omiso de la risa siniestra que expresó el pirata, Manaphy salto de los brazos de Dany al agua que rodeaba la mística joya, dando vueltas en la misma con obvio deleite.
—Manaphy —murmuró la azabache.
—Parece que se divierte —no pudo evitar sonreír Hikari.
Sin cortarse ni un poco, Fantasma metió sus manos enguantadas a través del agua reluciente y tomó una de las joyas, empezando a tirar de ella con fuerza.
Manaphy reaccionó, tomando la misma joya con sus aletas para mantenerla en su sitio. El hombre, por supuesto, fue más fuerte que el pokemon bebé y el pobre salió disparado fuera del agua y rebotando en el piso hasta los pies de la coordinadora mayor.
— ¡No Manaphy! —la oji-chocolate se arrodillo de inmediato y tomó al pokemon acuático en sus brazos. El pequeño comenzó a llorar agitando sus aletas y fue todo lo que Dany soportó; dirigió una furiosa mirada al pirata, que bien puedo congelar las llamas del infierno, mientras sentía la necesidad de abofetearlo fuertemente y luego lanzarlo por el vacío que bordeaba la plataforma.
Akefia no estaba muy lejos del mismo sentir.
— ¿Pero qué has hecho? —le gritó Rose.
—No puedes llevarte eso —la imitó Atemu.
El pirata los miró, como si realmente no le importara su presencia —he arriesgado todo por este tesoro ¡y desde este momento me pertenece!
Samaya aparentemente no estaba de acuerdo con esta declaración.
El agua que fluía místicamente alrededor de la joya se disipó, drenándose de la plataforma en una fuerte ola que obligó a todas las Eevee-evoluciones a saltar sobre los hombros y cabezas de sus entrenadores.
—Oh no —murmuró la albina de ojos carmín.
— ¿Qué ocurrió? —preguntó Hikari.
Todos miraron hacia arriba, justo para ver un poderoso chorro de agua que calló des de uno de las decenas de umbrales que adornaban las paredes, cayendo detrás del pedestal de las joyas.
Segundos después lo siguió otro, cayendo entremedio de los entrenadores y Fantasma.
La fuerza del agua empujó a los cinco contra la piedra irregular de los bordes de la plataforma. Los chicos, Rose y Hikari se aferraron instintivamente, pero Dany tenía a Manaphy en manos, por lo que se llevó todo el golpe en la espalda y calló de rodillas con un lamento ahogado mientras Manaphy seguía llorando.
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A la vista de Duke, el templo parpadeó de nuevo a la vista, haciéndole saber que continuaba por buena dirección. No obstante, fue perturbadoramente visible que pequeños huecos se empezaron a formar en la cúpula, dejando entrar el agua de mar hacia el templo.
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Samaya se estaba inundando.
Continuará...
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