06
-Sigue siendo extraño, venga ya, es un bebé.
Leah se encoge de hombros ante el comentario de Nina dándole un sorbo a su café, ni de lejos tan escandalizada como la rubia. Al final sí que todo se ha arreglado mágicamente. Al menos respecto a la seguridad de los Cullen y del bebé. Renesmee. Nina aún tiene que procesar ese nombre tan extraño.
Aunque eso está en cola, primero tiene que procesar que Jacob se haya imprimado de la criatura.
-No es algo turbio, es más bien como su protector. –comenta Claire antes de darle un bocado a su tostada.
Están las tres juntas desayunando en la cocina de las chicas. Después de la casi batalla que lobos y vampiros habían librado entre ellos, Jacob salvó el día con su inesperada imprimación.
No es que Nina no esté feliz por él, sólo que le resulta extraño. Y ni siquiera se atreve a pensar que sus lobos están de nuevo en casa, sin haber matado a nadie.
-Será como su padrino o un tío especialmente pesado. –Leah le roba una tostada a Claire de su plato y ésta pone los ojos en blanco pero no se queja, la felicidad que tienen ambas por estar de nuevo juntas es palpable.
Y Nina es feliz por ello pero no puede evitar sentir su propia soledad más acuciante.
-Así que...los chicos están en casa de nuevo. –comenta Leah en su mejor intento de ser sutil.
-Uhum. –es lo único que dice Nina, repentinamente interesada en su propio café.
-Ellos no vendrán, Nina. Quieren darte la opción de odiarlos si es lo que deseas, no van a agobiarte tocando a la puerta. –le explica la pelirroja con delicadeza.
-Vamos, que son unos cobardes que tienen el rabo escondido entre las piernas. –traduce su mujer y eso habría hecho sonreír a Nina sino fuera porque siente un nudo de ansiedad en la boca del estómago. Las náuseas matutinas tampoco ayudan.
-Está bien. –consigue responder, mira las tostadas pero el lobito no parece estar por la labor de dejarla comer.
-Tienes que decírselo antes de que sea tarde. –le recuerda Claire y eso le hace bufar.
-Es un bebé, no una bomba de relojería. –replica.
-¿Qué es un bebé? –pregunta confusa Leah mientras su mirada pasa de su mujer a Nina. Deja caer la tostada que tiene en la mano al plato cuando se da cuenta de la situación. –No me jodas.
La patada que la pelirroja le da por debajo de la mesa le hace pegar un pequeño salto que sí que hace sonreír a Nina o, al menos, curvar sus labios ligeramente hacia arriba.
-Quiero decir...¡felicidades! Eso es...inesperado.
Nina asiente, dándole otro sorbo al café.
-Lo sé, lo fue también para mí.
-¿Se lo vas a contar esos dos idiotas? –cuestiona Leah.
La rubia se encoge de hombros.
-Tendré que hacerlo y tendré que hablar con ellos en algún momento. –suspira porque no puede evitar echarlos de menos. Saber que están cerca se siente como un imán o como un recordatorio de lo que sentía cuando estaba a su lado.
-Se merecen la verdad. –le recuerda Claire.
-No sé qué merecen en este momento. –masculla. Vuelve a suspirar antes de levantarse de le mesa, al menos ha conseguido tomar dos bocados de su tostada. –Hoy me toca abrir la librería.
Leah imita su movimiento.
-Vamos, te acompaño, me pilla de camino a la cafetería.
Es curioso cómo la vida ha vuelto a la normalidad en apenas un día. Sí, sigue habiendo dos manadas y Bella está en proceso de transformación pero toda hostilidad ha desaparecido entre ambos grupos.
Nina envidia la manera en la que no se guardan rencor los unos a los otros. La manera en la que superan las cosas tan rápido. Ella no tiene ni idea de cómo hacerlo.
-No nos atacaron, ¿sabes? –es lo que le dice Leah justo cuando llegan a la librería. El día apenas comienza y hay poca gente por la calle. –Cuando fueron a acabar con los Cullen y con Nessie. No nos atacaron, intentaron esquivarnos tanto a Seth como a mí.
Nina la mira algo confusa, Leah ha sido la que más enfadada ha estado con Sam y Paul y es extraño verla defenderlos a pesar de que ya están en paz.
-¿Por qué me lo cuentas?
-Pensé que te gustaría saberlo. Por mucho que dijeron, no querían hacernos daño. –la loba mete las manos dentro de los bolsillos de sus vaqueros, el viento frío mueve su melena oscura, le ha crecido y ahora la lleva por los hombros. –Mira, sé que es una mierda y que yo también estaría enfadada con ellos si fuera tú.
>>Pero esos dos harían cualquier cosa por protegernos. Han metido la pata hasta el fondo pero al final no ha pasado nada, ¿no? Eso es lo importante.
-Iban a matar a un bebé, Leah.
-Para ellos era un monstruo, no un bebé. ¿Cuántos bebés monstruos has matado tú?
La cazadora no contesta porque ni siquiera está segura. Ha matado algunas crías de monstruos pero eran peligrosas, ya habían hecho daño a personas.
-Sólo digo que no te pierdas demasiado en lo que podría haber ocurrido y te centres en lo que no ha ocurrido. –Leah hace un gesto con la cabeza señalando su vientre. –Y esos dos van a perder la cabeza cuando sepan lo del cachorro. Serán los mejores padres que puedan existir. Y lo serán porque son capaces de convertirse en algo que odian sólo por cuidar de los suyos.
>>No todo el mundo es capaz de mancharse las manos de sangre por su familia. Y eso tiene una parte buena y una mala. Tú decides si merece la pena o no.
-Gracias, Leah. –murmura Nina, aunque no sabe si las palabras de su amiga la han ayudado o confundido más. Pero la loba asiente con una pequeña sonrisa y se da la vuelta para irse a su cafetería.
La rubia suspira antes de abrir la puerta de la librería. Al menos en su rutina laboral siempre hay algo de normalidad y se aferra a ellos con uñas y dientes.
✵✵✵
Está a punto de irse. De girar sobre sí misma y largarse de nuevo a casa de las chicas. O de vomitar en el porche. Sería una manera original de contarles sobre el embarazo.
Haz esto de una vez, cobarde, se ordena a sí misma mentalmente.
Toma una profunda respiración cuadrando los hombros antes de dar un paso más y alzar la mano para llamar a la puerta. Ésta se abre antes de que pueda hacerlo, dejando ver a Sam cuyo rostro va entre la esperanza y la tristeza.
-Nina...-su voz es suave y profunda y automáticamente la rubia quiere lanzarse a sus brazos o salir corriendo. Porque lo echa de menos, porque duele demasiado echarlos de menos.
-¿Puedo pasar? –su voz suena como una cuerda de violín demasiado tensa.
El alfa asiente con rapidez, apartándose a un lado para dejarla pasar. Paul está en la cocina, haciendo la cena. O intentándolo al menos, porque se ha quedado congelado mirándola y ahora toda la estancia huele a quemado.
-Creo que se te quema algo. –dice la chica para romper el silencio que su presencia ha traído consigo.
-Oh, mierda. –Paul reacciona, como si acabara de descongelarse, y se apresura a apartar el pollo casi carbonizado del fuego. –Creo que hay algo más en la nevera, si quieres cenar algo. O podría ir a comprar o pedir una pizz-
-No, está bien. –le corta Nina, esconde las manos en los bolsillos de la chaqueta porque no sabe qué hacer con ellas. No sabe qué hacer en general mientras su mirada viaja de un lobo al otro. –Sólo quería hablar.
-Claro, siéntate donde quieras. –se apresura a decir Sam y Nina camina con paso firme hacia la mesa; siente que el sofá es demasiado cómodo, que los tendría demasiado cerca. Ocupa una de las sillas de madera y los chicos toman asiento en otras dos.
Un silencio incómodo y lleno de tensión se extiende entre ellos. Paul mueve la pierna de forma nerviosa aunque Nina duda de que se dé cuenta, Sam tiene las manos entrelazadas sobre la mesa con su cuerpo en tensión y la chica aprieta las manos y las vuelve a abrir dentro de su chaqueta.
-Hemos sido unos capullos. –la voz de Paul rompe el silencio y ante la mirada de los otros dos, se encoge de hombros. -¿Qué? Alguien tiene que hablar o nos quedaremos toda la noche mirándonos las caras.
>>Así que sí, hemos sido unos capullos. Y por mi parte, lo siento.
-Ibais a matar a un bebé, Paul. –replica la chica.
-Para nosotros sólo era un bicho que estaba matando a Bella y a saber qué haría cuando viera la luz. –le explica el lobo, no hay tensión en sus palabras, sólo la tranquilidad de quien explica un hecho.
-Os equivocasteis.
-Bueno, eso está claro. –los ojos oscuros de Paul son suaves y llenos de arrepentimiento cuando la miran. –Nunca dije que tuviéramos razón. Y hacerte daño es lo peor que he hecho en mi vida con diferencia. Así que, por mi parte, lo siento, Nina. Lo siento muchísimo.
>>Siento lo que dije de Jake. Es idiota, como todos nosotros, pero es familia. Todos los son. Pero tú eres nuestra mujer y me apuñalaré a mí mismo si te hacemos llorar de nuevo.
Las cejas de la rubia se alzan, intentando parecer escéptica aunque sus ojos se están empañando ante sus palabras.
-¿Eso es una promesa? –intenta sonar dura pero su voz tiembla ligeramente y ve la sonrisa torcida de Paul algo borrosa.
-Tenlo por seguro, fierecilla.
-Pues creo que iré a por las dagas. –murmura la chica apartándose una lágrima escurridiza de la mejilla y centra su atención en Sam, que ha estado mirándolos a ambos en silencio.
-No voy a pedir perdón. –sus palabras borran de un plumazo el ambiente más relajado que se había instalado después de las disculpas de Paul. Nina aprieta los dientes y su mandíbula se tensa. –No voy a pedir perdón por tomar las decisiones que creo que son correctas para proteger a todos. Para protegerte a ti.
-¿Así que habrías matado a ese bebé? –el tono de Nina vuelve a ser seco. Escucha a Paul suspirar con resignación desde su asiento.
-No lo sé. Nunca lo sabremos. La imprimación de Jake nos ha salvado de saberlo. –el tono de Sam es medido, tranquilo pero cargado de pesar al igual que su mirada. –Soy el alfa, Nina. Tengo que tomar las decisiones que nadie quiere. Soy el responsable de muchas vidas, no sólo de la mía.
-Eso no es excusa para convertirte en un asesino.
-Seré lo que tenga que ser para que estés a salvo. –hay tanta verdad en sus palabras que la rubia no sabe si sentirse agradecida o seguir enfadada. El alfa alza una mano para continuar hablando. –No obstante, la próxima vez me pararé a pensar antes de tomar cualquier decisión. Lo consultaré con todos los demás. No impondré mi voz.
>>Es lo mejor que te puedo dar, Nina. No voy a mentirte o a llenarte los oídos de falsos arrepentimientos. Me arrepiento de cómo tomé las decisiones pero no de las decisiones en sí, no si eso os mantiene a salvo.
Hay un momento de silencio en el que se sostienen la mirada. Ninguno dice nada. Nina mide las palabras del lobo, la sinceridad en ellas y acaba asintiendo. Entiende su posición aunque ella no habría tomado esas decisiones.
El hecho de que no haya pasado nada, de que nadie haya muerto más allá de la conversión de Bella, ayuda a que acepte su explicación.
-Esperemos que no haya que tomar esas decisiones de nuevo. –dice finalmente con un tono más suave y los hombros de Sam se relajan.
-Eso espero. –concuerda el alfa.
-Sí porque Nessie es rara de narices. –ante la mirada de los otros dos, chasquea la lengua. –Venga ya, tú no la has visto, preciosa, pero es un bebé raro.
-Todos los bebés son un poco raros. –replica Sam con un poco de humor en sus palabras.
-Los bebés son como aliens pero ésta tiene todos los dientes y esos ojos...-Paul agita la cabeza.-Esa niña es demasiado lista, ya te lo digo yo.
La sonrisa que Nina tiene en su rostro está cargada de diversión.
-¿Crees que los bebés son aliens?
Ante la pregunta de la chica, Paul se encoge de hombros.
-Un poco sí. –responde finalmente.
-Pues espero que no le digas alien a nuestro bebé o haré que duermas en el jardín.
Ambos lobos ríen ligeramente ante la broma hasta que Nina se lleva una mano al vientre. Entonces se quedan muy quietos, la chica casi puede ver cómo sus cerebros están procesando lo que ven.
Paul abre la boca como si fuera un pez en busca de oxígeno mientras que Sam ladea la cabeza, como si estuviera afinando el oído en busca de un sonido; y sus ojos se abren como platos cuando lo encuentra.
-Estás...-su voz muere antes de que pueda completar la frase.
-Embarazada, sí. –la voz de Nina es baja, casi un susurro. -¿Puedes oírlo?
Sam asiente, con sus ojos clavados en el vientre de Nina, como si pudiera ver más allá de la ropa y la piel.
Es Paul el primero que se mueve. Se levanta con rapidez y se arrodilla delante de Nina, sus ojos fijos en su vientre después de girarla con delicadeza para que queda frente a él.
Su ceño está fruncido mientras pega el oído a su estómago, buscando el mismo sonido que Sam.
-¿Por qué se escucha tan bajito? ¿Está bien? ¿Te ha visto un médico?
Lanza las preguntas sin despegar la cabeza del vientre de Nina y ésta no puede –ni quiere- evitar pasar los dedos por su pelo, algo más largo de lo habitual. La sonrisa de sus labios es la más relajada que ha tenido en semanas.
-Claire dice que es normal en esta etapa, por eso ninguno de los nuestros o de los Cullen se ha dado cuenta aún. Mi corazón opaca el suyo salvo si se busca a conciencia el latido.
-¿De cuánto estás? –la pregunta de Sam le hace girar la cabeza hacia él mientras Paul se vuelve a poner de pie, aunque no se sienta, se queda a su lado con la mano suavemente sobre su hombro.
-De ocho semanas.
-Tu cumpleaños. –murmura el alfa y ella asiente.
-Vaya, así que al final todos tenemos un regalo sorpresa eh. –bromea Paul, su rostro tiene un nuevo brillo que Nina nunca ha visto. El lobo parece irradiar felicidad pura con una mezcla de orgullo.
La silla de Sam chirria al arrastrarla contra el suelo cuando éste se levanta con un movimiento brusco, rodea la mesa en apenas dos zancadas y se coloca delante de su impronta. Nina observa cómo se arrodilla ante ella, no es la primera vez que lo hace, pero es la primera vez que ve tanto arrepentimiento en su rostro.
-Lo siento. –su voz es firme pero su cabeza está inclinada hacia abajo así que Nina sólo ve su coronilla.
-¿Por qué? –pregunta casi en un susurro.
-Por no haber estado contigo cuando lo descubriste. Por pasar estas semanas sola. Tú estabas dándonos el mejor regalo y nosotros no estábamos. –alza ligeramente la cabeza pero no para mirarla a ella sino para mirar a su vientre. Se inclina ligeramente hacia él y su voz se convierte en apenas un susurro. –Lo siento mucho, cachorro.
Nina no hace nada por apartarse las lágrimas que caen libres desde sus ojos hasta sus mejillas. Son los dedos cálidos de Paul las que se las aparta de manera gentil mientras Sam besa su vientre.
-¿Quieres que vayamos a recoger tus cosas de casa de las chicas? –pregunta con delicadeza Paul, sus labios apenas rozando la coronilla de la chica.
Una parte de ella sigue molesta, sigue pensando que ella nunca haría lo que ellos estaban dispuestos a hacer.
Pero, la mayor parte de ella ha decidido perdonar, ha decidido dejar ir las funestas posibilidades, los escenarios macabros en los que, por suerte, no han estado. Quiere seguir adelante, quiere estar con sus lobos.
Así que asiente, con sus dedos en el pelo de Sam y su cuerpo parcialmente apoyado en Paul.
Era hora de que el cachorro y ella vuelvan a casa.
AHHH, por fin están felices😍😍
¿Qué os ha parecido? ¿Vosotres habríais perdonado a los lobos? Yo sí, lo admito🙈
Recordar darle amor y comentar si os apetece, adoro leeros🥰🥰
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