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t r e i n t a y s e i s

Me quedé acuclillada en el suelo, con el teléfono en una mano y una pequeña regadera celeste en la otra. No sabía qué narices hacer. 

Oikawa

hablamos????? terminé de entrenar y estoy al pedo

podemos hacer videollamada así ves mi linda cara

vemos nuestras lindas caras*

09:50

Daichi

Hola

Necesitas algo hoy??

Es mi último día en Tokio por un tiempo, si quieres podemos vernos!

09:52

Kuroo 

hey

 hoy no tengo a nadie que pueda molestar en el laboratorio :(

y tengo descuento en la cafetería de la facultad :)

09:55

Ni siquiera eran las diez de la mañana y ya afrontaba la primera crisis del día. Todo por culpa de tres mensajes casi simultáneos de los tres posibles padres que prácticamente pedían lo mismo. ¿A quién debía responder primero? ¿A Daichi, por preocuparse tanto por mí? ¿O al antiguo alumno del Seijoh? Decidí a la velocidad de la luz que lo más lógico sería responder según el orden de llegada de los mensajes. Dejé la regadera en el suelo y agarré mi móvil con ambas manos, pensando en qué responder a Tooru. ¿Un ''vale'' sería suficiente? Pero, ¿y si me llamaba en aquel mismo instante? Mi pelo era un desastre y había planeado trasplantar unas cuantas suculentas que habían crecido más de la cuenta. ¿Qué hora era en Argentina? ¿Y qué podía decirle a Kuroo? Resoplé. Planeé mi día en cuestión de segundos: primero le diría a Oikawa que me llamara más tarde, así podría cuidar de mis plantas y avanzar algo con la corrección de algunos capítulos; luego, después de comer, iría hasta la facultad de ciencias para hacer algo de compañía a Kuroo, si eso era lo que quería; y, finalmente, podría decir a Daichi que podíamos cenar juntos, o al menos pasear por el barrio antes de que él se marchara de vuelta a Miyagi. Así, me pondría al día con Oikawa y los otros dos ex-capitanes evitarían verse. 

Oikawa

No tienes que cenar? Allí son ya las diez de la noche

Si no te importa, puedo llamarte más tarde? Sobre las doce

Tengo algo de trabajo pendiente...

10:03

vas a llamarme en medio de mi rutina de noche????

10:06

si quieres puedo llamarte antes! 

10:07

ah no a las 12 esta bien asi ves como este bello rostro no se cuida solo 

10:08

Daichi

A qué hora sale tu tren a Sendai?

Tengo que hacer unos cuantos recados por la tarde, así que sería estupendo si pudiéramos vernos antes de la cena

10:03

No necesitas que te eche una mano? Tengo toda la tarde libre

10:05

Son asuntos en la oficina

No te preocupes

Qué te parece si nos vemos sobre las seis??

10:05

Perfecto!

10:08

Kuroo

Estarás libre sobre las tres?

10:03

puedo hacer dos cosas a la vez

creo que puedo prestarte atención mientras reviso unos resultados

así que

estoy libre :)

10:10

Te veo en la facultad entonces

10:12

me aseguraré de tener las llaves del laboratorio y de limpiar las mesas

por lo que pueda surgir ;)

10:20

Después de planear todo mi día en cuestión de minutos, terminé de cuidar mis plantas, me senté frente al escritorio, me sumergí en el silencio de mi apartamento -roto únicamente por el sonido de los coches circulando un par de calles más allá- y dibujé cientos y cientos de líneas hasta que perdí la noción del tiempo. Ahogué un grito al ver que las agujas del reloj se acercaban a las doce, hora a la que había acordado llamar a Oikawa. Después de estirar mi espalda y mi cuello, correteé hasta mi armario y me vestí con una camisa blanca y una falda beige, para que mi antiguo senpai no juzgara la vieja y ancha camiseta de la semana de los deportes del Seijoh que utilizaba como pijama. 

Mi teléfono rompió el silencio completamente al sonar mientras yo estaba en el baño. Resoplé. Aún quedaban un par de minutos para las doce en punto, pero Oikawa parecía ansioso. Di largas zancadas para llegar cuanto antes a la sala multifunción del apartamento y responder a la videollamada.

Me senté en el sofá. Al otro lado de la pantalla, pude ver a un Oikawa algo cansado, probablemente por culpa de las horas y horas de entrenamiento. Le saludé con la mano y una sonrisa, pero no me respondió. 

—¿Me oyes? — le pregunté, casi a gritos. 

—Hiroko, ¿sos una planta? — me preguntó. Señaló con el índice la esquina inferior derecha de su pantalla. — Dale ahí, boluda. Estoy viendo un ficus, no tu cara.

—Ay, ay, perdona. — algo avergonzada, pulsé el icono que permitía cambiar de cámara. Vi mi rostro reflejado en una de las esquinas superiores de la pantalla. Volví a sonreír, algo más tranquila y aliviada al saber que Oikawa ya podía verme. — ¿Qué tal estás?

Suspiró, pasándose una mano por la frente. —Cansado. — dijo, corroborando mi hipótesis. Al instante, esbozó una sonrisilla. — Pero no es nada que seis horas de sueño no puedan arreglar. 

Ahogué un grito. —¿Seis?

—Ay, este rey no necesita más. — hizo un gesto con la mano, despreocupado. — ¿Y bien? ¿Qué tal tu bebé? ¿Ya has engordado?

Puse los ojos en blanco. Llegué a pensar que unas cuantas clases de maternidad y sobre embarazadas no vendrían mal a Oikawa, cuyos redondos ojos castaños chispeaban al otro lado de la pantalla con una mezcla de ilusión e inocencia, como si fuera un niño de primaria viendo su primer partido de voleibol. 

—Apenas llego a los dos meses... — suspiré. Casi por instinto, me pasé una mano por el bajo vientre. No notaba absolutamente nada. — Todavía es un embrión. 

—¿No tienes la típica tripita de embarazada todavía...? 

Algo ofendida, fruncí el ceño. —¿¡Crees que sigo mintiéndote!?

Tooru agitó la cabeza. —No, no, no, linda. — me dijo, entre risas. No supe si estaba avergonzado o si la situación le resultaba graciosa. — Pero recuerdo que cuando mi hermana estuvo embarazada tenía un bombo-

—¿Sabes cómo funcionan los embarazos?

—Claro. — asintió. — La abejita se posa en una flor donde agarra el polen-

—Déjalo. — bufé. Decidí que lo mejor era cambiar de tema. — ¿Qué tal todo por allí? 

Le vi suspirar y dejar el teléfono apoyado en algún lugar, quizá contra unos libros o en la pared. Estaba sentado en una silla de escritorio y, al fondo de lo que parecía ser una habitación igual de grande que mi apartamento entero, pude ver una cama enorme y una ventana panorámica. No parecía vivir en un mal sitio. Mei comentó que debía ganar bastante más dinero que los jugadores profesionales en Japón, aunque no tanto como un futbolista. Parecía ser verdad. Tuve la tentación de preguntar a Oikawa cuál era su sueldo mensual. 

Él estiró el cuello un par de segundos e hizo una mueca. —Bien, supongo. — dijo por fin. 

Enarqué las cejas. —¿Supones?

Conocía a Oikawa desde hace años. Sabía que era la típica persona que parecía no tener preocupaciones, que de puertas hacia afuera era un tipo cuyo único defecto era ser algo prepotente, pero también sabía que no era más que simple apariencia. Oikawa era más reservado de lo que parecía. Siempre le acompañaba una sonrisa, algunas veces más sincera que otras, así que, cuando desaparecía de su rostro, era porque algo iba realmente mal. Como cuando veía que el marcador no cambiaba, o como cuando alguien de su equipo amenazaba con dejar el vóley. Y Tooru no era de esos que te contaban sus problemas a la ligera. Era desconfiado. Reservado. 

Canturreó y buscó algo en lo que supuse que era su escritorio. Se retiró el flequillo hacia con una cinta blanca y dejó al descubierto su frente. —¿Te importa si hago mi rutina de noche? No, ¿verdad? Perfecto. — cambió radicalmente de tema, como yo. 

—Oye, si necesitas desahogarte... — murmuré. 

—Mira, mira. —mostró a la cámara un pequeño bote con cuentagotas con un líquido de color oro en su interior. — Este sérum, ¡la octava maravilla! 

Vi cómo frotaba sus manos tras echar un par de gotas y cómo luego lo aplicaba a toques por todo su rostro, como todo un profesional. Yo quise morderme la lengua, pero no pude. —No es por mi, ¿verdad?

Oikawa soltó una risilla y se cruzó de brazos, esperando a que su piel absorbiera el maravilloso producto. —Alta película te montaste, Hiroko. Claro que no tienes nada que ver. — me dijo, serio. Miró hacia el techo y luego inclinó ligeramente la cabeza. Aspiró. — Bueno, a ver, un poco, nada más. 

—Lo sabía.

El colocador hincó los codos en la mesa y se acercó a la pantalla de su teléfono. Colocó su barbilla entre sus dedos, entrelazados y vendados con cinta deportiva, y me miró fijamente. Ni siquiera estaba allí conmigo, y yo me sentí igualmente intimidada. 

—¡Intuición de madre! — exclamó.

—Cállate. Es intuición de amiga. — sentencié. — Sé que te pasa algo; no es solo cansancio. Si lo fuera, estarías lloriqueando como un crío, diciendo que estás muy cansado y que necesitas abrazos.

—¡Yo no soy así! — gritó, resentido, alejándose un poco de la pantalla y sabiendo al cien por cien que lo que yo decía era cierto. — Boluda, ¿ahora de repente sos un radar? 

—Estás apagado. 

—¡Nada que una buena mascarilla con ginseng no solucione! — me enseñó el envoltorio llamativo de una mascarilla de seda que probablemente había comprado en su última visita a Japón. — Estoy bien, sólo un poco... triste. Echo de menos- bueno, da igual. 

Sabía qué era estar lejos de casa, pero no tanto como él. Me compadecí, aunque estaba segura de que eso era lo último que Oikawa quería que hiciera. Su orgullo no iba a permitir que una embarazada o cualquier persona sintiera pena. Por eso, supuse que lo mejor era distraerlo. —¿Sabes? El otro día Kuroo y Sawamura se pelearon como dos gallos. 

Su rostro se iluminó casi al instante. —¡Cuenta, cuenta! 

Un buen cotilleo animaba a cualquiera. La conté la historia -un poco adornada- mientras él se aplicaba varias cremas, aceites y mascarillas. Y no pude aguantarme y le dije que, después de hablar con él, me iría a ver al ex-capitán del Nekoma, y luego, al del Karasuno. A Oikawa le resultaba entretenido; en el fondo, era como estar viviendo una comedia romántica. 

—Entonces, le diré que estoy más lejos para evitar que se encuentre otra vez con Kuroo. — terminé.

Oikawa, ya con la piel radiante, apretaba los labios en una mueca, como si se estuviera aguantando la risa. Terminó estallando en carcajadas. —¡Perdona! — agitó la cabeza — Es que esto parece una de las historias que escribió una de mis fans. Re imaginativa, la piba. ¿Querés que la lea?

—¿¡Escriben historias inspiradas en ti!? — chillé. Me parecía todo un logro. 

—¡Miles! Mirá, — tecleó algo en un ordenador. Me mostró la pantalla de un pequeño ordenador portátil. Yo no veía gran cosa, pero él igualmente señaló una esquina. — En esta página hay dos mil historias. ¡Dos mil! — se rio. — A veces las leo antes de irme a la cama, pero no puedo dejar de imaginar que la pibita soy yo... Como pone "tu nombre"...

Estuvimos un buen rato hablando sobre la imaginación de sus fans y cómo una de las historias que había leído trataba de una joven que tenía tres maravillosos pretendientes, pero terminaba quedándose con el protagonista, Oikawa. Después, él me dijo que no pasaba nada si preparaba mi comida con él al otro lado del teléfono, así que lo dejé sobre la mesa se la cocina mientras freía algo de arroz con huevo y verduras. Charlamos. Él me dio consejos para cuidar mi piel. Yo le dije que podía llamarme cuando quisiera si estaba preocupado por algo. Insistió en que no era gran cosa hasta que le dije que se notaba en su mirada que pasaba algo.

— Nada, boluda, que echo de menos estar en Sendai. — confesó, al fin. — No es gran cosa, pero últimamente pensé en ti y dije "¿y si es tu hijo?"

Dejé de comer casi de manera dramática. Era comprensible. Recordé lo nervioso que estaba el día de mi primera ecografía, y cómo suspiró con alivio cuando supo a ciencia cierta que no estaba embarazada de gemelos. Se sentía responsable. Demasiado. Quizá no dormía por las noches.

— Aún no- aún no sabemos quién es el padre, así que no te preocupes por volver, si es eso. Estoy bien. ¡Eres de los mejores jugadores del mundo! Te quedan muchos partidos que jugar al otro lado del Índico.

Sonrió con una mezcla de ternura y itra de nostalgia. — Siempre igual, poniendo a los otros por delante de ti.

— Tú también haces lo mismo, pero como eres un orgulloso con club de fans, nunca lo admites.

— Varios. — alzó su índice para corregirme — Varios clubs de fans.

— Me encanta verte jugar. — le recordé. — La pista es tu hábitat natural. Si tienes que cambiar pañales, ya lo veremos. De momento, sigue siendo el grandísimo rey.

Oikawa me dedicó una sonrisa, de las sinceras, pero luego, como si le diera vergüenza, hizo el signo de la paz con el índice y dedo corazón y se despidió  diciéndome que me enviaría una cesta con productos de cuidado corporal. Colgó.

Oikawa

recordé que tienes que irte con ese guacho cabeza de pito
y yo a dormir
así que adiós linda
nunca se lo digo a nadie pero espero hablar contigo
y con tu tripita
15:07

Llámame cuando quieras!
15:08

cuidate y ve mi partido del sabado que viene voy a dedicarte mi primer saque
😘😘😘
15:10



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Son las 2am y mañana tengo mi ultimo examen pero quiero subir este capitulo porque i miss oikawa so much
Nos leemos en el próximo capítulo hasta mari carmen luego

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