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c i n c u e n t a y o c h o

El camino al cine fue más entretenido de lo que esperaba. La noche había caído, hacía frío y, como era evidente, todo el mundo había abandonado las calles. Solo éramos Kuroo y yo, agarrados del brazo, riéndonos de absurdos chistes sobre los elementos de la tabla periódica. 

—Kuroo, se supone que los chistes tienen que ser cortos. —comenté, refiriéndome al último que había dicho el pelinegro. —¡No puedes hacer una introducción de casi quince minutos! 

—Vale, vale, pues escucha esto. —dijo, sacando su mano izquierda del bolsillo de su abrigo y levantando el índice, pidiéndome que esperara. —No es un chiste en sí, pero es gracioso. 

Alcé las cejas, expectante, y observé a Kuroo. No me hizo falta tener un máster en comunicación no verbal para saber que se estaba muriendo de vergüenza: sus orejas estaban rojas, su espalda tensa y sus labios formaban una línea totalmente recta, prietos. Era como si no quisiera soltar su magnífica ocurrencia para ahorrarse el bochorno que imaginaba que iba después. Recordé las palabras de Kenma y su ''Kuroo nunca ha sido bueno ligando'', y no pude evitar sonreír. A pesar de su apariencia dura, algo oscura y puede que hasta misteriosa, Tetsurou resultaba algo tierno. 

—Venga, suéltalo. Te prometo que no me iré corriendo.

—¿Eres sodio? Mi corazón no puede latir sin ti...

Solté una carcajada sonora que hizo que Kuroo sonriera con una mezcla de orgullo y alivio. —Vale, ha sido mejor de lo que esperaba. Pero, ¿no crees que es demasiado rebuscado? Si quieres ligar con alguien que no sepa nada sobre la transmisión del impulso eléctrico...

—Mi intención no es esa. —soltó, mirándome a los ojos y alzando levemente las cejas. Yo dirigí la vista hacia la otra punta de la calle. —Si tuviera que ligar con alguien que no ha cursado biología, que es buena con la estadística y que habla a sus plantas, pues no utilizaría esas líneas tan-

—¿Frikis?

—Sí. —admitió. 

Yo asentí y me quedé sin palabras. El silencio se instaló entre nosotros durante el resto del paseo, haciendo que yo me sintiera algo incómoda. Bueno, no fue el silencio en sí, sino mis pensamientos. Quise tener un botón de apagado para dejar la mente en blanco. Pensé en el hipotético caso de haber tenido una relación con Kuroo; no algo de dos noches, mucha química -nunca mejor dicho- y que se quemó enseguida, como un fuego artificial. Saltaba a la vista que éramos compatibles. Si no era yo, ¿quién se iba a reír de sus chistes sobre el ciclo de los puentes cruzados o la genética? Kuroo parecía haber decidido apostarlo todo a un solo número, y ya no escondía que sentía algo por mí como hacía al principio. Ya no parecía importarle que Daichi estuviera también metido en el ajo, o que Oikawa estuviera pendiente de mí a miles de kilómetros de distancia. Veía a un Kuroo más interesado, menos preocupado por entrometerse en el fatídico triángulo amoroso -que ya era más bien un cuadrado- y hasta ilusionado: ilusionado por poder pasar más tiempo conmigo, por no tener que ocultar sus sentimientos y por poder dejar la vergüenza a un lado. 

Y aunque en parte me alegraba, por otra me preocupaba. ¿Y si le estaba dando señales equivocadas? ¿Qué pasaría si...?

Oí un ruido cerca de mí. Kuroo, con esa sonrisilla pícara curvando sus labios, había chasqueado sus dedos para llamar mi atención. —¿Hola? ¿Estás teniendo una ausencia? ¿Te estás comunicando con el más allá...?

—Oh, perdón. —dije, pestañeando un par de veces con fuerza. 

—¿Qué película te apetece ver...?

Estábamos enfrente de la enorme cartelera del único cine que estaba abierto cerca de medianoche -una hora no del todo adecuada para una embarazada que tenía que descansar-, y las películas no eran del todo apetecibles. Hice una mueca. —Entre 'Hormigas asesinas III: el contraataque de las mantis religiosas' y 'Regreso a casa después de Navidad'...

Kuroo se inclinó ligeramente hacia mí. —Eres más de comedia romántica, ¿no? —me cuchicheó.

Yo le miré sorprendida. —¿¡Pero no te has visto 'El ataque de las hormigas!? ¡Si es buenísima! 

Nunca había visto a Kuroo tan fuera de lugar. Se quedó con el ceño fruncido unos segundos, como si estuviera pensando qué paso dar a continuación, soltó unas risillas nerviosas y fingió que sabía de memoria la trama de la película de las hormigas cuando yo, en realidad, no tenía ni idea. Agarré su mano y le conduje hasta la taquilla, donde, orgulloso, mostró su carné de la universidad. En realidad, no ahorramos mucho. El dinero que no nos gastamos a la hora de comprar las entradas fue destinado a comprar palomitas.

Al final, la película que elegimos no estaba relacionada con las hormigas; resultó ser un taquillazo comercial con superhéroes. La sala ya estaba oscura cuando entramos, así que no pudimos ver cuán llena estaba. A tientas, guiados por una hilera de pequeñas luces colocadas en el suelo y por el resplandor de la enorme pantalla, logramos encontrar nuestros asientos. Los tráiler dieron paso a la película en cuanto nos sentamos. Coloqué el enorme bol con palomitas sobre mi regazo y lo abracé, como si quisiera protegerlo de Kuroo, pero su enorme mano no tardó mucho en hundirse en las palomitas. Nuestros nudillos se rozaron un par de veces.

Cruzamos una mirada y él alzó las cejas con una sorpresa de lo más fingida. —Oh... —musitó—Acabamos de tener el típico momento romántico...

Agité la cabeza y saqué su mano del bol. —No digas tonterías. Sería romántico si no hubiéramos tenido contacto físico antes.

Kuroo esbozó una sonrisa. —Ah, claro. Entonces no cuenta, ¿no? —dijo, volviendo a meter la mano en el bol. Antes de llevarse un buen puñado a la boca, comentó: —¿No se supone que tienes que vigilar el nivel de sal que ingieres durante el embarazo...? Te va a subir la tensión y se te van a hinchar los tobillos, Hiroko. 

—Di que quieres las palomitas para ti solo y ya está. —gruñí, frunciendo el ceño. 

El ex-jugador de vóley se rio con suavidad y guardó silencio. Yo me concentré en la película... más bien, lo intenté. Mi mirada se dirigió hacia el resto de los asistentes: parejas jóvenes, como nosotros, que no prestaban nada de atención al filme. Normal, pensé, era tarde y muchas veces la privacidad se conseguía lejos de casa. Suspiré con algo de hartazgo cuando mi cabeza empezó a crear su propia película.

Sus labios sobre los míos, su mano abriéndose paso por debajo de mi blusa, la adrenalina de que ningún asistente nos viera, el calor en mi vientre y las mariposas en el estómago... Acalorada, alcancé mi botella de agua y bebí un par de sorbos. Para colmo, notaba la feroz mirada de Kuroo sobre mí. Al parecer, él tampoco estaba muy interesado en la película. 

Creí que era capaz de leer mi pensamiento. Casi a cámara lenta, vi cómo se giraba hacia mí, cómo su imponente figura se abalanzaba sobre mi asiento, cómo su brazo se alargaba para intentar abarcar mi cuerpo... Su rostro se quedó cerca del mío. Tan, tan cerca que hasta pude notar su respiración contra mi labio superior. Kuroo me miró a los ojos y sonrió, con una pizca de picardía y otra de astucia. 

Su diestra agarró la botella de agua que yo acababa de dejar en el reposabrazos. —Perdona, es que tengo algo de sed. —susurró. Tuvo las narices de acercarse aún más a mí, haciendo que nuestras narices se rozaran y nuestros labios estuvieran a menos de un centímetro. Fui incapaz de sostener su mirada; mis ojos se clavaron en su boca, que se movió al son de sus siguientes palabras: —Vaya, ¿creías que iba a...? Lo siento, no soy de los que besan en su primera cita.

Le aparté de un empujón. Estaba tan avergonzada que no pude replicar, así que me quedé viendo la película en silencio mientras Kuroo masticaba las palomitas con aire despreocupado.

*****

—Qué frío... —me quejé, encogiéndome sobre mí misma y metiendo con rapidez las manos en los bolsillos de mi abrigo. Miré a Kuroo con el ceño fruncido. —Se supone que esto es una cita, ¿no?

Él, que daba saltitos para protegerse del frío y que había hundido la barbilla en el cuello de su parka, se giró para verme. —Sí. —respondió, sin más. —Te daría mi abrigo, una bufanda y hasta una fogata si hubiera dominado la técnica de hacer fuego con un palo en el campamento de verano de 2005, pero no es el caso. Me estoy criogenizando, Hiroko. 

Hice una ligera mueca. —Bueno, da igual. —Me abracé a mí misma, aunque en realidad lo único que quería era proteger al bebé del horrible frío tokiota, y empecé a caminar con intención de volver al apartamento. 

Kuroo me alcanzó dando un par de pasos. —Perdón, ¿la he fastidiado por decir que tengo frío de una forma un poco enrevesada o por no dejarte mi abrigo?

Me reí. —Era una broma, Tetsu. 

Casi le pude oír ahogarse. Se quedó en el sitio, quieto, helado -en el sentido literal y en el figurado-, como si en su cerebro hubiera habido un cortocircuito. Yo extendí mi mano hacia él, musitando un ''vamos'' y le pedí con un gesto que continuara con el camino. Kuroo, de repente, tenía la mirada perdida y las orejas rojas. Le di un golpe suave en el pecho al ver que no reaccionaba. 

—¿Una ausencia? —le pregunté, con sorna. 

Él también soltó una risilla mientras agitaba la cabeza, despejándose. —Qué va. Es que he tenido una visión. 

—Ah, ¿si? ¿Qué ha sido? 

—Si te lo cuento se hará realidad, y no quiero que llegue un meteorito a la Tierra. —soltó, volviendo a caminar por fin. Yo no fui capaz de retirar mi mirada de sus mejillas, ligeramente rojas. Lo único que pude pensar fue que Kenma tenía razón: Kuroo era más dulce y tímido que lo que todo el mundo pensaba. ¡Se había puesto como un tomate porque le había llamado por su nombre de pila! 

Caminamos en silencio unos cuantos metros, acelerados y sin detenernos. Miré el reloj reflejado en la pantalla de mi teléfono y chasqueé la lengua al ver que el último tren con destino a Daikanyama ya había salido. Kuroo, tan rápido como siempre, leyó la situación a la velocidad de la luz y suspiró con aire dramático. 

—¡Ay...! El metro va a cerrar dentro de nada, ¡qué pena! ¡Tendrás que venir a la residencia! —dijo, mirándome de reojo. Como no contesté al instante ni le seguí el juego, debió de pensar que estaba cabreada y añadió: —Si quieres, claro. Debes estar cansada, así que es mejor que vuelvas para dormir en tu apartamento. Estarás más cómoda. 

—Estamos solo a diez minutos de la residencia, ¿no?

—Mmh, qué deja-vú estoy teniendo...

Rodé los ojos y volví a abrazarme a mí misma para protegerme del frío. —Vamos, que yo también me estoy criogenizando. Haría cualquier cosa por poder tomar algo caliente en este instante...

—¿De verdad harías cualquier cosa...? 

—Kuroo, por Dios, hace dos minutos has tenido un lapsus porque te he llamado Tetsu, ¿y ahora estás insinuándote...? —le pregunté, entre carcajadas. Agarré la tela helada de su abrigo y tiré de ella para que volviera a caminar a mi lado.

El ex-capitán del Nekoma no fue capaz de replicar por primera vez en muchísimo tiempo. Se quedó con la boca entreabierta unos segundos, buscando qué decir, y finalmente agachó la cabeza algo avergonzado. Vi una pequeña nube de vaho salir de sus fosas nasales; había suspirado. Me lo tomé como una pequeña victoria.

Caminé con él a mi lado y con la intención de que su cuerpo de uno noventa me diera algo de calor. Harta del frío y de que Kuroo no se atreviera a dar el primer paso cuando hace unos cuantos meses dio una zancada entera, busqué su brazo y lo alcé ligeramente para poder pegarme a su costado. Coloqué su mano en mi hombro y me acurruqué. 

—Brrr, estoy helada. —dije. 

—Si lo que querías era pasear como si fueras la novia de un pandillero, podrías habérmelo dicho antes. —Kuroo acomodó su brazo sobre mis hombros para que no me resultara tan pesado.

—Solo quiero un poco de calor, nada más. 

Kuroo volvió a sonreír con picardía. —Oh, ¿calor, dices...? Puedo darte todo el que quieras y más-

—Cállate, anda. 

—Te haces la dura, pero sé que mi forma ridícula, absurda y asquerosa de ligar es lo que más te gusta de mí... ¿no? —me lo preguntó algo dudoso, como si buscara aprobación.

—Hace mucho que no me cuentas ningún dato tonto. —comenté, intentando cambiar de tema. En realidad, no eran solo sus frases para coquetear las que me llevaban de cabeza; era su dualidad. Era algo desgarbado pero atlético a la vez, frío pero cálido, hablador pero un buen oyente, listo pero un poco simple a veces, indiferente pero preocupado por muchas cosas... Era simplemente él. Y por mucho que quisiera mantenerme en la línea de la neutralidad, me resultaba imposible no querer besarle o caminar con su fornido brazo sobre mis hombros.

—En los ochenta, Gorbachov estaba harto de que los soviéticos se emborracharan en el trabajo y lanzó una ley seca que no sirvió de nada. Bueno, sí, hizo que la economía se hundiera, pero eso mejor lo dejo para otro momento. ¡Ah! ¿Sabías que los perros tienen trescientas mil veces más receptores olfativos que los humanos?

Sonreí. —Si algún día gano algún concurso de la televisión, tendré que darte las gracias. 

—No, Hiroko. Tendrás que darme parte del premio. —bufó. Lo decía totalmente en serio. Aprovechando el tono sobrio y algo más apagado, Kuroo soltó lo típico que no quieres oír por miedo a tus propios pensamientos: —Por cierto, hablando de agradecimientos, quería preguntarte algo.

''¿Quieres salir conmigo?'' o ''¿Qué te parece si nos escapamos juntos?'' o cualquier otra cosa que me pondría en un horrible compromiso. Alcé la cabeza para ver a Kuroo. Tragué saliva y enarqué las cejas ligeramente. —¿El qué...?

—Sé que no es tu trabajo y tampoco es tu campo, pero, ¿podrías ayudarme con mi tesis?

—Oh. —murmuré. 

—Hasta podría ponerte como co-autora, si quieres. Voy mal de tiempo, y no me vendría mal una mano. Si mi beca fuera suficiente, podría contratar a algún enano de primero bueno con las matemáticas para que me ayudara con el análisis de datos, pero-

—No te preocupes, está bien. —acepté. Al fin y al cabo, ya había estado hojeando su trabajo un par de veces. 

Kuroo sonrió, sincero y puede que aliviado. —Te prometo que, si descubres algo importante, no haré como Watson y Crick con Rosalind Franklin y todo el mérito será tuyo. 

Le devolví la sonrisa. —Vale. Pero tengo una —alcé el índice—condición. 

—Si es un striptease, me lo pienso. Nunca he hecho uno.

Agité la cabeza con aparente decepción, aunque no pude evitar soltar una carcajada. A pesar del frío y de sus ojos chispeantes y llenos de ilusión, me alejé de él y le miré con seriedad. —Pon tu vida en orden, por favor.

¿Alguna vez has podido ver cómo de rápido pasa una persona de una emoción a otra totalmente opuesta? Pues yo lo vi en Kuroo. Pasó de la más auténtica felicidad a un ápice de tristeza, y, luego, a un disimulado enfado que ocultó tras una sonrisa algo sarcástica. Yo no esperaba que mis palabras le molestaran, así que fruncí el ceño. 

—¿A qué te refieres? —dijo, sonriente. Ya había visto esa expresión aparentemente cordial en él: la había mostrado varias veces con Daichi. Ah, Kuroo y esa dualidad que tan loca me volvía. Parecía estar preguntando con amabilidad, pero su aura oscura y el tono cargado de desdén de su voz decían todo lo contrario. —¿A buscar un apartamento más grande porque voy a tener un hijo...? ¿A empezar a buscar un trabajo en el que no me exploten y me paguen una miseria porque voy a tener que cuidar de un crío...? 

Me crucé de brazos. —¿Sabes qué? No pienso ayudarte con tu tesis. Es tu problema. —solté, esperando que sonara como un ultimátum. Pensé que, quizá, Kuroo se echaba atrás. 

—Mejor, así Sawamura y Oikawa no se pondrán celosos. 

—¡No digas tonterías! —exclamé.

Kuroo alzó las manos en son de paz, aunque seguía teniendo esa sonrisa fingida y aire bastante hostil. —Perdón, perdón. No quiero que me metan a la cárcel por ser un universitario incendiario o algo así. 

—¿A qué ha venido esto? —le pregunté. 

Él se encogió de hombros. —Podría preguntarte lo mismo. ¿Cómo que ponga mi vida en orden? Hiroko, estamos en el mismo barco. Yo ni siquiera trabajo, pero tú tampoco es que tengas un sueldo digno. Sigo siendo un estudiante becado, ¿y?

Resoplé. Mi vena más pacífica quería evitar el conflicto -estábamos teniendo una noche divertida, estupenda-, pero exploté de todas formas. Mi yo visceral quiso joderlo todo. —Vale, ¡tengo un sueldo de mierda, pero al menos no soy una morosa, ni dependo de mis amigos, ni tengo que estar viviendo en una residencia con alumnos de primero de carrera! ¡Al menos contesto al teléfono cuando me necesitan! ¡No desaparezco del día a la mañana, no me obsesiono con una tesis que publicarán con suerte y tengo un puesto de trabajo decente!

—¿Trabajar sin descanso es decente? 

—¡Es mejor que nada! 

—Antes muerto que explotado. —gruñó. 

—¿Acaso tú no lo estás? —contesté, de mala gana. —Has tenido que ayudar a un profesor en su investigación para poder conseguir una beca, no tienes tiempo para terminar tu propia tesis... Estamos en el mismo barco, Kuroo. —le imité. 

—Vas a tener un bebé. —me recordó, alzando ligeramente la voz. ㅡEstamos en el mismo barco porque nuestras vidas son penosas, pero nuestras circunstancias son diferentes.

Se me anudó la garganta porque tenía razón... y yo no quería dársela. Kuroo estaba en lo cierto: él podía poner fin a sus problemas buscando un trabajo o una investigación con más fondos a la que poder unirse, pero yo debía pensar por dos. Yo tenía que buscar un trabajo para mantener a un niño o niña, tenía que buscar un apartamento con, al menos, dos habitaciones, tenía que pensar en la manutención, escolarización, en toda la vida de una criatura. Y no era tan fácil como pensaba.

La vista se me empañó. Con lágrimas en los ojos y sin decir nada para que Kuroo no oyera mi voz quebrantándose, me di la vuelta y tomé el camino contrario a la residencia universitaria.

El ex-capitán no me detuvo. No dijo un 'hey' ni intentó agarrar mi mano. Por el rabillo del ojo, vi que también se giraba para alejarse lo antes posible de allí.

ㅡQue le den. ㅡdije a la noche justo antes de hacer un puchero. ㅡ¡Es un imbécil!

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QUE ESTE FIC ESTÁ (o estaba) EL 22 EN LA ETIQUETA DE HAIKYUU ME MEOOOO

capítulo rápido porque echaba de menos el fic, lol

nunca me acuerdo de si he escrito tetsuro tetsurOO o tetsuroU así que lo siento si en capitulos anteriores lo he escrito de formas diferentes.... soy un desastre jijijiji

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