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c i n c u e n t a y c u a t r o

Subir al templo era, más que tradición, costumbre. Para mí, hija de científicos y criada en la más absoluta aridez religiosa, rezar no era más que un efecto placebo. Sin embargo, Mei, Daichi, Sugawara, Azumane y Shimizu parecían estar más ilusionados que un niño con juguetes nuevos, así que no me quedó otra que contagiarme de su alegría. 

Sonriente, mi antigua senpai y ex-mánager, como yo, se acercó a mí. Aprovechó que los chicos tomaron la delantera para hablar conmigo. 

—Enhorabuena. — dijo, con su típica voz dulce y suave. 

Sabía de sobra que se refería a mi embarazo, así que pasé una mano por mi vientre y correspondí a su sonrisa. —Gracias, Shimizu-san. 

Ella soltó una carcajada suave, tapándose la mano con la boca. Agitó la cabeza suavemente, moviendo de lado a lado su media melena negra y haciéndome pensar que en lugar de ''gracias'' había contando un chiste. —No seré Shimizu por mucho más tiempo, me temo. —explicó. Yo enseguida até cabos y recordé que Kiyoko iba a casarse. Abrí la boca para disculparme, pero ella sonrió de nuevo. —¿Qué tal lo llevas? ¿Es muy duro?

Hice una mueca. —Bueno... hay días que lo adoro, hay días que lo odio... —admití. — Pero es bonito. Un... un amigo me explicó que existe una hormona que ayuda a establecer el vínculo entre el hijo y la madre, así que supongo que será por eso por lo que quiero tanto al bebé. 

Kiyoko, que había cambiado sus gafas de montura fina por lentes de contacto, miró hacia el cielo un instante. —Me alegra saber eso. 

La ex-mánager nunca había sido una chica con un don especial para las palabras, así que el silencio se instauró entre nosotras mientras los chicos, animados, continuaban su camino al templo dando largas zancadas. Mei, que estaba pegada a mi derecha, rompió el silencio con la pregunta que yo no me atreví a hacer: 

—¿Cómo es que te casas con Tanaka-san?

Estuve a punto de darle un golpetazo a mi amiga -por indiscreta-, pero Kiyoko volvió a soltar una carcajada suave, amable. Se encogió de hombros. —No sé, simplemente pasó. 

La la mayoría de la gente no entendía cómo alguien como ella, reservada y elegante, había llegado a prometerse con alguien como Ryuu. Mei y yo habíamos ido a primaria con él -al fin y al cabo, el pueblo era pequeño y tan solo tenía un colegio-, y sabíamos que Tanaka era un chico amable que, además, no dudaba ni un solo segundo a la hora de tener que señalar alguna injusticia. Las malas lenguas del pueblo los llamaba 'la pareja del ying y el yang', porque uno era el caos personificado y otra la calma más pura, pero no cayeron en que el ying y el yang encajan para establecer un equilibrio perfecto.

Suspiré. —A mí, sinceramente, me dais envidia. 

Kiyoko me miró con algo de sorpresa. —¿En serio?

Asentí. Y Mei también lo hizo. —Sí. —dijimos al unísono. 

La ex-mánager del Karasuno, pensativa, ralentizó su paso. —Aún no hemos pensado a quienes invitar, pero, ¿por qué no venís vosotras a la boda? Aunque, Hiroko, tú irás con Daichi, ¿no?

No me dio tiempo a responder. Mei, una obsesa de las bodas desde que vio una película estadounidense de los noventa, empezó a enterrar a Kiyoko en preguntas como ''¿dónde lo vais a celebrar? ¿has pensado en el vestido? ¡Uy! ¿Y será una ceremonia tradicional o en el ayuntamiento?''. Yo me limité a reírme con las ocurrencias de mi amiga mientras Kiyoko intentaba contestar lo más rápido posible. Continuamos caminando hasta que las calles se hicieron demasiado empinadas. Tuve que apoyarme en Mei para recuperar el aliento. 

—¿Estás bien? —me preguntó Kiyoko, claramente preocupada. Buscó algo en su mochila y enseguida me ofreció algo de agua. —¿Quieres que descansemos? No hace falta que sigas el ritmo de los chicos...

Los tres amigos estaban ya al pie de las escaleras del templo. No parecían habernos tenido muy en cuenta; estaban tan despreocupados que ni siquiera se enteraron de que nos habíamos quedado metros atrás. 

Agité la cabeza. —No pasa nada. Yo me quedo aquí; vosotras subid al templo. 

Como si hubiera dicho unas palabras mágicas que despertaban su sexto sentido, el que le avisaba de que algo iba mal, Daichi se paró en seco y se dio la vuelta. Pude ver cómo me buscaba con la mirada, preocupado. En cuanto nos vio, hizo una seña a sus amigos y deshizo sus pasos con rapidez, acercándose a nosotras. 

—Perdona, debería haber estado contigo. —se disculpó, algo sonrojado por la vergüenza y puede que algo asustado porque seguramente pensaba que yo estaba cabreada. Daichi me ofreció su brazo para agarrarme a él. Con una sonrisa, se dirigió a Mei y a Kiyoko. — Ya me quedo yo con ella, no os preocupéis. Podéis ir subiendo. 

Las dos chicas parecían reticentes, no querían dejarme atrás. Yo les aseguré que todo estaba bien. —Es verdad, id subiendo antes de que se lleven todos los papeles de ''buena suerte''. —dije, haciendo un aspaviento con la mano para que se fueran. —¡Estoy bien! 

Mei frunció el ceño, pero aceptó y continuó con el camino al templo caminando al lado de Kiyoko. Yo entrelacé mi brazo con el de Daichi.

—Perdón, perdón, perdón. —insistió, mirándome con una mezcla de pena y arrepentimiento. —Tendría que-

Le di un codazo en el costado. —No pasa nada. Hacía tiempo que no veías a tus amigos, ¿no?

Daichi esbozó una sonrisa dulce y asintió. No sabía si estaba sonrojado por la vergüenza que le producía el no haber estado pendiente de la pobre embarazada, porque aún le resultaba raro que agarrara su brazo o porque simplemente tenía frío. Al contrario que yo, que iba demasiado abrigada, Daichi tan solo llevaba un jersey y una chaqueta acolchada. Quizá no era suficiente para combatir el gélido invierno.

—¿Vas bien? ¿Necesitas descansar? —me preguntó. Solo habíamos recorrido un par de metros. Gruñí para decir que no. Daichi soltó una risilla. — Vale, me queda claro. Cuando quieras parar, paramos. No te fuerces, no tienes por qué subir-

—Quiero pedir a Buda, Dios o quien esté en ese maldito templo, —dije, entre dientes, algo sofocada por tener que recorrer la empinada cuesta, que no era más que el preludio de las tropecientas escaleras que tenía que subir para llegar al santuario — buena suerte para el bebé. 

El policía volvió a sonreír, enternecido. —Yo iba a hacer lo mismo. 

Con un resoplido, pero mirando a sus amables ojos de color marrón, me di cuenta de que no mentía. Yo también sonreí. —Gracias. 

—Pensé que no creías en estas cosas. —comentó Daichi. 

—Bueno, el año pasado no subí al templo y mira, aquí estoy... 

—Crees que si... Crees que si le pido a Buda que sume mi suerte a la del bebé, ¿lo hará?

No pude evitar soltar una carcajada. Daichi habló con una inocencia de lo más pura, casi con ilusión. Era raro ver en él pellizcos de esperanza; normalmente Daichi era el serio, el que se reía de vez en cuando con mis ocurrencias y el que siempre estaba cuidando -o riñendo- al resto, no el que soñaba despierto. —Pero, si el bebé tiene una suerte de cinco y tú de menos diez, el bebé se quedara con una suerte negativa. 

Daichi pestañeó un par de veces. —Entonces... ¿se lo pido o no? 

—Nunca se te dieron bien las mates, ¿eh? —dije, entre risas. 

—Es porque tú eres demasiado buena con ellas, Hiroko. 

—Aún recuerdo cuando me pediste ayuda con las ecuaciones en tercero... Y yo estaba en segundo...

Él agitó la mano que tenía libre urgiéndome a cambiar de tema. —¿Vas a necesitar un descanso? ¿Quieres agua? ¿O un zumo?

Negué con la cabeza. Así con fuerza la tela de su abrigo y continuamos ladera arriba. Daichi empezó a relatarme su maravillosa mañana de Año Nuevo y, curiosamente, su intento de distraerme con su voz funcionó: no me quejé ni una sola vez de lo mucho que me dolían los pies. En un pestañeo, llegamos al pie de la interminable escalinata. Resoplé y dejé que Daichi subiera un par de peldaños. Me ofreció su mano con una sonrisa amable, invitándome a subir con él. 

Tomé su mano. Él agarró la mía con firmeza, y yo, al instante, me sentí una princesa, una especie de Cenicienta encinta que subía con aire grácil los peldaños del palacio de su príncipe azul. 

Tuve que pararme a mitad de camino, cuando ya veía el tejado rojo del templo. En lugar de apoyarme en el pasamanos de metal, que estaba congelado, Daichi se colocó a mi lado y dejó que cargara el peso de mi cuerpo contra su costado. Descanse mi cabeza en su hombro. 

—Joder, las clases de gimnasia para premamás no están sirviendo de nada. —gruñí. 

—Es normal que estés cansada. —Daichi me miró totalmente serio. Supe que iba a hacer la pregunta del millón. —¿Quieres que te lleve-

—¡No! ¡No! —agité la cabeza con energía. No pude evitar soltar una carcajada al imaginarme lo ridículo que sería verme subida a la espalda de Daichi. —¡Es mucho más peligroso que subir andando! ¿¡Y si me caigo hacia atrás!? ¿¡Y pasar más vergüenza de la que estoy pasando!? 

Sin previo aviso, me puse a subir el resto de los escalones. Escuché a Daichi reírse también. No tardó ni dos segundos en alcanzarme y, de nuevo, volvió a ofrecerme su mano. Agarrada a él, conseguí llegar a lo alto del monte. Los ex del Karasuno y Mei nos esperaban a la entrada del templo. Parecían expectantes. Pude ver el alivio en sus rostros -y una pizca de alegría en los ojos de mi amiga, que se acercó a mí correteando para alejarme de Daichi lo más rápido posible-. 

—¿Estás bien? ¿¡No te ha dado una lipotimia!? —exclamó Mei.

—Sí, sí, estoy perfecta. Gracias por esperarnos. —dije al resto, haciendo una pequeña reverencia.

Sugawara me dedicó una sonrisa y señaló con la cabeza el edificio que se erguía ante nosotros. —¿Vamos? —su pregunta indirecta fue algo así como una orden, porque todos caminamos en cuanto lo hizo el de cabello grisáceo. —Creo que todo vamos a pedir lo mismo, Hiroko. —comentó, girándose hacia mí. — Lo hemos comentado antes: vamos a rezar por ti. 

Fingí una sonrisilla y me junté más a Mei, como si buscara su protección. —Vaya, muchas gracias. 

Por mucho que Sugawara intentara arreglar las cosas, aún sentía recelo. Aunque dijera todas sus palabras con sinceridad y cierto tono amable, yo seguía notando algo de sarcasmo hiriente. Mi confianza en Daichi se había restaurado al cien por cien desde el inicio del embarazo, pero la que tenía puesta en Sugawara era como mi suerte el año anterior: inexistente. 

Daichi y Mei estuvieron a punto de discutir porque los dos querían enseñarme cómo debía purificarme antes de rezar, pero al final fue Kiyoko quien me ayudó. Yo solo había estado allí un par de veces, de niña, y seguramente no había rezado en ninguna de las dos ocasiones -de ahí mi mala suerte en la vida, quizá-. 

Me quedé con los ojos abiertos y las palmas juntas mientras el resto pedían a los dioses que sus deseos de Año Nuevo se cumplieran. Mei y Asahi murmuraban en bajo, como si el espíritu de alguien los hubiera poseído, y Sugawara y Kiyoko habían agachado ligeramente la cabeza. Daichi parecía sereno, pero sabía que estaba rezando con todas sus fuerzas porque tenía el ceño algo fruncido. Sonreí. Seguro que estaba pidiéndole a los dioses que juntaran toda la buena suerte del mundo en el bebé. 

—Y, pase lo que pase, que ella sea feliz. —le oí susurrar justo antes de dar un par de palmadas. Yo giré la cabeza para no cruzarme con su mirada de color pardo. —Ya está. 

—¿Qué has pedido? —Sugawara, con cara de fastidio, miró a Daichi. —¿Has rezado por todo Japón...?

—Yo sí. —soltó Asahi, que había cubierto su melena con un gorro de lana — Por si hay un terremoto o algo...

—Yo también he rezado por todo el mundo. —aseguró su prima, asintiendo. — Vete tú a saber, a lo mejor nos cae un meteorito...

—Jo, Mei, si hubieras rezado así hace unos cuantos años habrías salvado a los dinosaurios. —comenté yo, irónica. 

Sugawara se rio. —Ahora me hacéis sentir mal, porque yo solo he rezado por nosotros... ¿Y tú, Hiroko? ¿Qué has pedido?

Me había quedado mirando a Daichi, así que en realidad solo había estado haciendo una especie de playback y había fingido que estaba rezando. —A-ah, pues por el bebé, el parto y esas cosas, cl-claro...

Caminamos hacia la siguiente parada obligatoria: los omikuji. Mei me hizo coger uno de esos papelitos que definían tu suerte para el resto del año. Con miedo, lo abrí, y aunque me repetía una y otra vez que no debía creer en cosas como la suerte o el karma, di unos saltitos al leer ''la mejor de las fortunas'' en letra grande. 

Comentando nuestros deseos y esperanzas, volvimos al pueblo. La bajada no era tan agotadora como la subida, pero sí era más peligrosa. Algunas placas de hielo nos hicieron resbalar y la nieve acumulada en algunas zonas de la ladera dificultaba el paso. Sin embargo, no parecía ser un impedimento para Sugawara. Es más, al ver una zona de nieve blanca y virgen, sin pisar, correteó hacia allí y se agachó para juntar nieve en la palma de sus manos. Daichi señaló a su amigo de forma bastante amenazadora, pero ya era tarde: Sugawara tenía una sonrisa pícara en el rostro y una bola de nieve bien compacta en su mano. Con un grito, se la lanzó al ex-capitán del Karasuno. Mei también había preparado algo de munición para molestar a su primo, así que sin previo aviso empezó a corretear para alcanzarle. Asahi logró huir y Mei golpeó a Kiyoko, que, lejos de parecer enfadada por tener su melena brillante llena de nieve, soltó una carcajada suave. De repente, lo que era un pacífico paseo se convirtió en una guerra y no tardé ni un minuto en ser salpicada por algunos copos. 

Yo no me iba a quedar mirando la escena de brazos cruzados, así que también me agaché y aglutiné la nieve suficiente para crear una bola del tamaño de una naranja. Elegí a mi víctima y apunté: di de lleno a Sugawara. Fue mi pequeña venganza. En cuanto vi que me perseguía, volví a acuclillarme para hacer más bolas de nieve. Tuve que protegerme con los brazos y clamar piedad cuando el de cabello gris se puse enfrente de mí con un trozo de nieve del tamaño de mi cabeza. Sugawara no tenía escrúpulos, al parecer.

—¡No, no, no! — chillé, entre risas. —¡A por Daichi! 

Mis palabras hicieron que Sugawara diera un giro de ciento ochenta grados. Yo logré hacer una bola de nieve gigantesca y, dando largas zancadas, conseguí situarme al lado del ex-capitán, que nos miró con una mezcla de miedo y furia. 

—Ni se os ocurra. Os juro que-

Sugawara abrió fuego y bañó a Daichi en la nieve helada. Yo también lancé mi bola. Daichi posó su mirada en mí. Tenía el ceño fruncido, pero más que estar cabreado estaba deseando atacarme. Pensé que se contendría por motivos obvios -¿quién iba a pelearse en mitad del campo nevado con una embarazada?-... No lo hizo. Eché a correr mientras me reía a carcajada limpia, divirtiéndome como lo hacía cuando era niña. 

—¡Perdón! ¡Lo siento! —junté mis manos cerca de mi pecho e hice un par de reverencias cuando Daichi me acorraló. Tenía entre las manos un trozo gigantesco de nieve que seguramente también llevaba algo de hielo. Me reí de nuevo al ver su cabello lleno de pequeñas motas blancas. — Oye, oye, e-eso es muy grande...

Él también soltó una carcajada, quizá porque mis palabras podían malinterpretarse de alguna forma u otra. —La venganza se sirve fría.

Alzó los brazos y yo cerré los ojos, esperando un golpe congelado y la nieve colándose por mi ropa. En su lugar, sentí cómo las manos de Daichi acunaban mi rostro, con seguridad, con esa firmeza que le caracterizaba, y pronto noté la punta de su nariz rozarse con la mía. Abrí los ojos justo para cerrarlos después, cuando él decidió dejar un beso suave y rápido en mis labios. Después, colocó sus manos sobre mi cabello lleno de nieve, justo sobre mis orejas, y besó mi frente con calidez, contrastando con el tacto frío de su piel. 

—¡Eh, tortolitos! —oí gritar a Sugawara — ¡Que no sois vosotros los que os casáis! —bufó, lanzándonos una bola de nieve. 

**********

en lugar de ''templo'' tendría que ser ''santuario'' pero como sé de religión lo mismo que de física cuántica he decidido dejarlo así 

y como no sé cuándo voy a poder actualizar os voy a dejar 3 mentiras  y un spoiler y vais a tener que adivinar cuál es verdad ;)  (si no queréis, no lo leáis jijiji)

hiroko no va a la boda de tanaka y kiyoko, daichi se cabrea con ella y discuten tanto que hiroko decide irse con kuroo para darle celos a daichi *emoji del demonio*

oikawa se siente despechado en argentina xq hiroko se olvida de él durante un tiempo (ella está ocupada con cosas del trabajo, el embarazo y demás) y termina cortando toda relación con ella porque es cancer y una diva *emoji de señor sonrojado*

daichi piede matrimonio a hiroko (awww) pero kuroo y oikawa lo escuchan todo, así que durante un momento ♥romántico♥, los dos salen riéndose y daichi tiene que decir a hiroko (que está shook) que es una broma *emoji que está así :/ *

hiroko pide una prueba de paternidad porque se harta de no saber quién es el verdadero sexy chambelán pero kuroo las contamina para que el resultado sea ''no concluyente'' y así poder estar más tiempo con hiroko *emoji de demonio otra vez*



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