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u n o

Aún recuerdo el día en el que llegó a mis oídos la noticia de que Park Jisook había fallecido. El corazón se me rompió en mil pedazos a pesar de que nuestra relación había acabado hace casi tres años. Jisook fue la única chica con la que tuve una relación seria; lo nuestro no fue algo de una noche o de un par de meses. Fue un año, quizá algo menos, pero fue uno de los mejores años de mi vida. Ella se graduaba del instituto y yo robaba a los borrachos con mis amigos. Ella era hija de un policía y una abogada, yo de dos humildes cocineros que apenas tenían para comer -irónicamente-. Éramos contrarios, así que, qué mejor ejemplo que nosotros para corroborar eso de que "los polos opuestos se atraen". En el fondo, Jisook no eran tan buena como parecía y yo era más romántico de lo que todos esperaban. Ella dejó de lado a su familia y yo a mis amigos -que desde entonces me toman el pelo diciendo que soy un blando-. Nos escapábamos a las tantas de la madrugada, buscábamos algún arcade abierto y yo intentaba ganar todas las veces posibles para que ella volviera a casa con una montaña de peluches.

Todo era muy bonito hasta que un día Jisook llegó cargada con los peluches del arcade. Me los lanzó a la cara diciendo que quería olvidarme y que lo nuestro había acabado, así, de la nada. Dijo, exactamente: "no quiero volver a verte, Kihyun. Las cosas se están volviendo muy difíciles para mí". Sus palabras se grabaron en mi cabeza como si me las hubiera escrito con rotulador permanente, de esos que sólo se quitan con ácido. Me dolió, pero ella tenía razón. Sus padres me odiaban, mis amigos también y todo empezaba a ser mucho más tóxico. Me di cuenta de aquello cuando prefería quedarme un día sin comer sólo por estar con ella, viéndola, admirando su peculiar belleza. Puede que me olvidara de los momentos que pasé con ella, pero nunca se me pasó por la cabeza olvidarme de las pequeñas arrugas que se formaban alrededor de sus ojos cuando reía.

Al menos Jisook supo terminar en el momento correcto. Yo no me enteré de que sufría cáncer. Ella debió de saber la noticia un par de meses después de que lo nuestro terminara. Su condición empeoró, el cáncer se extendió de sus pulmones a los ganglios, de allí a la médula ósea, y falleció al inicio de la primavera.

Minhyuk, mi mejor amigo, hizo que me vistiera de negro y me llevó al velatorio casi de la mano. Yo no quería ir porque no quería volver a ver a los padres de mi ex-novia, y mucho menos quería verla a ella después de algo más de tres años. Además, no iba a verla viva. Y eso era lo peor de todo. Por mucho que odies a tu ex, ¿que clase de persona desea verlo... muerto?

Yo, o sea, Yoo Kihyun, me planté en el velatorio como quien no quiere la cosa, como si fuera un absoluto desconocido que sólo va allí por entretenimiento. Solo, evitando la mirada de todos los asistentes y sin mirar a la foto de Jisook, reposando sobre un ataúd de color caoba. Era mi primera vez en un lugar así. Obviamente, no sabía que hacer. Todo el mundo estaba alicaído, y me sentía mal por no mostrar el mismo sentimiento que el resto. Estaba en una especie de shock, sin llegar a creerme la situación. Vagué por la sala, llena de gente ataviada con sus mejores galas. La familia de Jisook siempre había sido clásica, firmes a sus costumbres e ideas -que eran más bien poco revolucionarias-. Y eso, sin duda, se reflejaba en aquel velatorio. Todas las mujeres vestían con vestidos negros con falda más allá de la rodilla, incluso algunas llevaban el traje tradicional coreano, y los hombres llevaban sus trajes de lana y corbatas de seda. Yo no tenía vestidos ni trajes. Llevaba unos vaqueros negros y una chaqueta del mismo color, así que mi idea de no destacar se fue a la mierda. En cuanto me acerqué a una mesa con algo de catering, alguien reparó en mí.

Dieron un par de toques flojos en mi hombro. Me giré para ver de quién se trataba. Reconocí el rostro serio de los hermanos mayores de Jisook, dos treinteañeros que me odiaban por el simple hecho de ser el novio de su hermana pequeña. Bueno, por eso y por tener algún antecedente penal, pero no sabía que era peor: robar a borrachos ricachones unos cuantos won por mera supervivencia o blanquear dinero con la tapadera de un negocio familiar como hacían ellos. Otro hombre se acercó a nosotros. Fue quien tomó la palabra.

— Yoo Kihyun, ¿verdad? — me preguntó con tono serio. Claro, estás en un puñetero velatorio, pensé, no va a utilizar el tono más alegre de, universo.

Asentí, confuso. — S-sí, soy yo.

— ¿Te importaría acompañarnos un momento?

Miré hacia los lados. Estaba rodeado por ellos; me sentía como un ciervo acechado por unos lobos. Volví a asentir con algo de recelo, desconfiado. Me quedé detrás del hombre que me habló, que llevaba una carpeta negra bajo el brazo. No era de la familia, o eso quería creer. Quizá era un trabajador de la funeraria o algo por el estilo.

Todos se encaminaron hacia una sala pequeña, cerrada y sin ventanas. Había una enorme mesa de reuniones que ocupaba toda la estancia. Nadie tomó asiento, así que me quede de pie, alejado de los lobos. Quiero decir, de los Park. Más tarde, unos cuantos minutos después, llegaron los padres de Jisook. Pude sentir su mirada envenenándome. Ni siquiera habían entrado a la sala y yo ya sentía el odio desde allí, a metros de distancia. Me aborrecían. Yo no era el hijo de una familia rica  como la suya, y consideraban que eso era un motivo para odiarme. Que su padre fuera policía también era un punto en contra. Ellos ocuparon el lugar central de la sala, frente al hombre que llevaba una carpeta. Con voz solemne, comenzó:

— Voy a proceder a la lectura del testamento de Park Jisook. — dijo, consiguiendo ponerme los pelos de punta. Miré al suelo, intentando borrar de mi cabeza la imagen de una Jisook sonriente y amable que, por desgracia, ya no estaba con nosotros. — Park Jisook delega a sus padres biológicos...

Desconecté. De todas formas, ¿qué bienes podía tener Jisook? El dinero que entregaba la aseguradora a su familia era mucho mayor que el que ella podía tener. Jisook siempre había estado atada a sus padres y sobrevivía gracias al dinero que ellos tenían; nunca había trabajado ni ganado su propio sueldo. El hombre continuó mencionando a los presentes, uno a uno, leyendo con sobriedad qué le correspondía a quién. Discos, peluches, los pocos ahorros de su cuenta bancaria... Seguía preguntándome qué quería de mí, por qué me habían llamado para estar en aquella sala.

De repente, escuché mi nombre. Alcé la cabeza, sorprendido, y miré fijamente al hombre que leía.

—  Y por último, Park Jisook delega a Yoo Kihyun la custodia de su único hijo, Park Jongwon, al igual que todos los bienes materiales pertenecientes y necesarios del niño.

Intenté murmurar algo, protestar o decir que era imposible que yo heredara un crío. ¿Jisook había tenido un bebé? No entendía nada, y probablemente ninguno del resto de presentes tampoco. Los padres de mi ex-novia me miraron, entre rabiosos y sorprendidos, al igual que los hermanos de Jisook. Fue la matriarca quien se me adelantó, tomando la palabra con aire ofendido, como si le molestara en demasía que su hija le delegara la custodia de un niño al macarra del barrio.

— ¿Está seguro de que ha leído bien el nombre? — preguntó la mujer, cruzándose de brazos.

— Aquí pone que su hija delega a Yoo Kihyun — repitió claramente el hombre — la custodia del niño, Park Jongwon, de un año. También todos los bienes que pertenecen al niño. Park Jisook pide que se respete su deseo. Esto es todo. — sentenció, doblando el papel que acababa de leer y guardándolo de vuelta en un sobre rígido.

Me quedé con la boca semiabierta mientras procesaba todo. Que Jisook muriera fue un golpe tremendo, y la noticia de que tenía que cuidar de un niño de un año escaso terminó conmigo. Tuve que apoyar la espalda en la pared y respirar profundamente para calmarme. No me consideraba alguien irresponsable, pero no me veía capaz de cuidar a un niño. Obviamente, podía rechazar tener la custodia del bebé, podía decir que sus abuelos o sus tíos se quedaran con él. Además, si optaba por la segunda opción, el niño crecería en el seno de una familia adinerada, sin problemas, y no con un veinteañero que vivía en el distrito más pobre de la ciudad. Algo en mí me dijo que hiciera lo correcto, y por el momento, lo único que se me ocurrió fue hacer un trato con la familia de Jisook, pidiéndoles que se quedaran con el bebé.

Todo parecía estar bien. Acordaron que me llamarían en algún momento de la tarde del día siguiente para arreglar algo de papeleo. Sólo necesitaban una firma y un autorización en la que yo dijera que les daba la custodia del niño y listo. Fácil, sencillo y hecho en menos de tres minutos. Sólo tendría que esperar al día siguiente.

Volví a casa con el corazón en un puño y sentimientos encontrados. Jisook no era tonta; supuse que me había mencionado en su testamento por alguna razón lógica. Lo más normal es que, al morir la madre, el hijo se quede con el padre o algún familiar cercano, no con alguien como yo. Quizá ella quería que me quedara cuidando a su hijo por algo relativamente importante. Mientras subía las escaleras del edificio casi destartalado de apartamentos donde vivía, observé cada esquina. Humedades,  grietas, paredes casi de cartón de color oscuro, puertas de madera mal pintadas, ventanas con cristales sucios y rejas para evitar que alguien se colara al edificio... No, no era un lugar adecuado para un niño.

Caminé hacia la puerta de mi casa, situada al final de un pasillo estrecho que sólo tenía viviendas en un lado. Al introducir la llave, me di cuenta de que la puerta estaba ya abierta. La cerradura no estaba forzada. Me quedé inmóvil, acercando la oreja hacia la madera para escuchar las voces que provenían del interior. Suspiré con pesadez después de chasquear la lengua. ¿Quién les ha dado permiso para entrar en mi apartamento?  me quejé en silencio, para mí mismo, negando con la cabeza. Terminé de abrir la puerta, molesto.

Las voces que oía desde la puerta eran las de dos de mis amigos: Minhyuk, el típico tío que no calla ni siquiera cuando se está ahogando, y Changkyun, el más pequeño de toda mi pandilla de amigos. El primero era experto en abrir cerraduras -incluso electrónicas- sin tener que forzarlas, y el segundo... Bueno, todos le teníamos algo de cariño por ser el bebé del grupo. Minhyuk y Changkyun solían apoderarse de la diminuta sala de estar de mi apartamento, que también era mi dormitorio y comedor. El sofá se convertía en una cama que apenas cabía entre las paredes. Minhyuk estaba sentado en el suelo, cambiando los canales de la televisión con desgana. Fingió estar sorprendido al verme.

ㅡ ¡Oh, Kihyun...! ㅡ se levantó con rapidez. Su pelo azulado hacía que sus ojos parecieran estar más iluminados de lo normal. Se acercó a mí para pasar su brazo por mis hombros, pero le evité. Hizo una especie de puchero. ㅡ ¿Qué tal te ha ido?

Me deje caer en el sofá, casi sobre los pies de Changkyun, que estaba tumbado como si estuviera en su propia casa. Resoplé mientras me quitaba la chaqueta negra y la lanzaba hacia un armario que solía estar siempre abierto. Me froté la cara. Noté cómo Minhyuk me daba palmaditas en la espalda, como si intentara consolarme.

ㅡ ¿Qué haríais si tuviérais que cuidar del hijo de vuestra ex...? Bah, olvidadlo. Sois pésimos con los consejos. ㅡ recordé que no eran ese tipo de amigos que te aconsejan, más bien todo lo contrario. Sus ideas siempre eran malísimas a la par que temerarias. Me recosté en el sofá, cruzado de brazos.

ㅡ ¿¡Qué!? ㅡ Exclamó Minhyuk. ㅡ O sea, perdona, ¿me explicas? ¿Un hijo?

ㅡ Sí, un hijo. ㅡ corroboré, mirando a Minhyuk como diciendo "¿hablo coreano o suomi?" ㅡ Jisook tuvo un hijo antes de fallecer. En su testamento dice que quiere que yo me quede con él.

ㅡ Tío, en primer lugar, no haberla dejado preñada. ㅡ Changkyun hizo acto de presencia hablando con su típico tono de voz, calmado y suave, pero soltando una estupodez como de costumbre. Le miré, ofendido. ㅡ ¿Qué? ¿Me vas a decir que siempre lo hicistéis con condón?

Enarqué las cejas. ㅡ Todos sabemos que eres un virgen resentido, así que mejor cállate.

ㅡ Bueno, ㅡ rio el de flequillo azulado, intentando calmar las cosas. ㅡ ¿entonces no sabes quién es el padre?

Negué con la cabeza. Lo único que tenía claro es que yo no era el padre de ese bebé. Jisook y yo rompimos mucho antes de que el niño, en teoría, naciera. No di explicaciones a los chicos, sólo me limité a suspirar con pesadez.

ㅡ ¿Qué harás? ㅡ me preguntó Minhyuk, con curiosidad y algo de miedo.

ㅡ No lo sé. ㅡ respondí con total sinceridad. ㅡ Creo que me lo pensaré. ¿Qué hago yo con un niño tan pequeño? ¿Con un niño al fin y al cabo? Pero, si Jisook ha preferido que yo me quede con su hijo...

ㅡ Será por algo. ㅡ concluyó el más pequeño de los tres. ㅡ Mira, tío, ㅡ carraspeé para que dejara de llamarme así. ㅡ hyung, quería decir hyung. ㅡ se corrigió. ㅡ Espera un par de días y luego decides.

*****

Y eso hice, esperar. Esperé al día siguiente tal y como me había prometido a mí mismo. Era el día donde decidía entre quedarme con el niño o  entre salir por patas de allí con las manos limpias. Después de estar toda la noche en vela, decidí que lo mejor era dar al niño a sus abuelos, o a sus tíos. Yo apenas tenía recursos,  ¿cómo iba a cuidar de un bebé?

Estaba buscando algo decente en mi armario -para no parecer el típico chico desaliñado de barrio- cuando llamaron a la puerta del apartamento. No tenía timbre.

Me acerqué con la camiseta en la mano creyendo que sería Minhyuk, dispuesto a molestarme, o alguno de mis amigos. Abrí la puerta con desgana sin fijarme en la persona que estaba detrás. Era una mujer de mediana edad. En cuanto la ví, me puse la camiseta a la velocidad de la luz. Después ambos fingimos que no había pasado absolutamente nada. Le dediqué una sonrisa algo nerviosa que ella me devolvió casi al instante

ㅡ ¿Es usted Yoo Kihyun?

ㅡ S-sí. Sí. ㅡ tartamudeé al principio. Tuve que aclararme la garganta para disimular.

ㅡ Verá, soy Jung, de servicios sociales. He venido porque es usted quien tiene la custodia de Park Jongwon ahora. ㅡ soltó, casi de carrerilla para que no me diera tiempo a pensar. ㅡ Como su madre ha fallecido y el niño no está huérfano, ya que le tiene a usted, hemos venido para entregarle la custodia definitivamente.

Hice un gesto con la mano, agitándola de lado a lado, negando. Una sonrisa nerviosa se volvió a dibujar en mi rostro. — A-ah, yo no...

Realmente no supe qué decir. La expresión escéptica de la mujer hizo que evitara su mirada, y al girar la cabeza hacia el final del pasillo, vi a otra mujer que jugaba con un niño vestido con una camiseta de un color amarillo suave. A pesar de que la mujer que jugaba con él y sus peluches sonreía, él, un bebé, no tenía ni siquiera brillo en sus ojos. Era como si los peluches de colores llamativos no fueran de su gusto, o como si no le gustara jugar. Normalmente los niños sonreían cuando alguien les hacía cosquillas o les daba mimos, ¿no? Por si fuera poco con la muerte de Jisook, que aún estaba reciente, ver a aquel niño terminó dejándome por los suelos. Estaba triste, y por alguna razón vi a Jisook reflejada en él. No podían negar que era su hijo.

Tragué en seco con intención de suavizar mi garganta antes de preguntar: — ¿Él es Jongwon...?

La mujer de servicios sociales que se había dirigido a mí me miró con algo de sorpresa. Asintió, señalando discretamente al niño, que estaba sentado en uno de esos cochecitos para bebés. — Sí, sí. Siento que no haya podido tener un primer contacto con el niño antes, pero-

— Entonces, ¿yo soy su padre?

— En teoría, si firma aquí, — me mostró un papel y señaló una casilla en blanco con un bolígrafo. — será su tutor legal. La madre no dijo nada sobre el padre, así que...

Fijé la mirada en la casilla que la mujer señalaba. Sentí que debía firmar. Algo me dijo que yo podría cuidar al niño y librarlo de quedarse con los de servicios sociales, o peor, con la familia Park. A pesar del dinero, no era una buena familia y dudaba que ellos pudieran cuidar de un niño pequeño cuando sólo pensaban en hacer dinero. Admití que yo tampoco era un buen ejemplo para cuidar de él, pero supuse que Jisook me había encomendado aquello porque quería alejar al niño de sus abuelos.

Sin pensármelo mucho, tomé el bolígrafo que sostenía la señora y firmé rápidamente al final de la hoja.

— Bien, ¡enhorabuena! — dijo la mujer, claramente más animada y entregándome unos cuantos folletos de ayuda. — Si tiene algún problema, puede llamar a este número. Puede solicitar ayudas si desea aquí, — yo asentía algo aturdido, recibiendo los folletos con ambas manos. Eran tantos que apenas cabían. — y no dude en contactarnos. Un asistente vendrá en unos quince días.

— Vale. — sonreí, entre nervioso y realizado por hacer algo que consideré que estaba bien. Me volví un momento para dejar los folletos sobre la encimera de la cocina, la estancia más cercana a la puerta. Cuando regresé, el bebé se sostenía de pie con algo de dificultad. Conseguía mantener el equilibrio gracias a las dos mujeres, que le sujetaban de las manos. Me acuclillé despacio. — Hola, Jongwon. — le saludé, alargando el brazo para acariciar su mejilla rosada.

Mi experiencia cuidando niños era nula. No tenía hermanos pequeños y todos mis primos eran mayores, así que nunca había tratado con bebés. Quizá cuidar de un bebé de un año era demasiado ambicioso teniendo en cuenta aquello, pero haría todo lo posible por seguir al pie de la letra el deseo de Jisook.

Acaricié la mejilla al niño. La mujeres de servicios sociales le animaban a que dijera algo, a que al menos sonriera, pero estaba tan apagado... Hice una mueca triste, compadeciéndome de él. Era demasiado pequeño para saber que su mamá había muerto, pero estaba seguro de que se sentía solo y ya la echaba de menos. Una de las mujeres le cogió en brazos y me pasó al pequeño. En cuanto lo tuve entre los brazos, empezó a hacer pucheros y a sollozar. Negué con la cabeza e intenté calmarle antes de que se echara a llorar, pero no lo conseguí.

Volvió a los brazos de la mujer que jugaba con él mientras la otra dejaba dentro de mi minúsculo apartamento las cosas que Jongwon había traído consigo: una sillita, algunos juguetes, una mochila con algo de ropa...

La mujer dejó a Jongwon sentado en el sofá, aferrándose con fuerza a un peluche de un conejito, casi más grande que él, y a su chupete. Al escuchar la puerta cerrarse tras las trabajadoras de servicios sociales, el pánico se apoderó de mí. Miré al bebé desde el corto pasillo de mi apartamento. No entendía cómo cuidar a un niño me podía dar tanto miedo.

No iba a ser fácil cuidarlo, y mucho menos criarlo. Con un suspiro, volví a acuclillarme enfrente de él para poder mirarle a sus ojitos, aún enrojecidos y humedecidos por las lágrimas. Aquella vez sí logré acariciar su mejilla durante un mayor tiempo, con suavidad. Le sonreí.

— Espero que no me pongas las cosas demasiado difíciles...

**********

He vuelto con un fic de Kihyun de Monsta X porque siento que hacen falta más fics con los chicos de monstruo equis, sobretodo con Kihyun con bebés porque Kihyun+bebés= motivo número uno por el que vivimos

Espero que le deis mucho amor  y espero que os guste! 💖💗💓💕

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