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Limpié con delicadeza las lágrimas de Jongwon, que ni siquiera se movió. Parecía cansado, como si no hubiera dormido en un buen tiempo. Tampoco dijo nada ni respondió a mi sonrisa. Supuse que estaría asustado; cambiar de aires para un niño tan pequeño debía ser de todo menos agradable. Fiándome de mis escasos conocimientos en niños de un año, esperaba que Jongwon mirara el apartamento con curiosidad, e incluso se bajara del sofá con un poco de ayuda para investigar lo que le rodeaba. Sin embargo, se quedó ahí, en el sofá, con su enorme peluche y sin moverse ni un ápice. Volví a acariciar su mejilla.

 — No has dormido mucho, ¿no? — solté, con el típico tono con el que hablaba a mis amigos, todos en sus veinte. Agité la cabeza. No entendí cómo pude hablar así a Jongwon, casi como si me hubiera insultado.

Él miró hacia mí, pero enseguida giró la cabeza con desinterés. Sólo se me ocurrió suspirar. 

Me reincorporé despacio, chocando sin querer con la sillita. Lo único que pude hacer fue dejar a Jongwon en el sofá y cambiar canales en la televisión hasta encontrar uno que emitiera dibujos para niños las veinticuatro horas. Supuse que eso entretendría a cualquier niño.

Cuando me aseguré de que el crío estaba absorto con los colores de la televisión mientras agarraba el brazo de su peluche, me acerqué a la cocina para hojear los folletos y papeles que me habían dado las mujeres de servicios sociales. El primero era una ficha con el nombre completo de Jongwon, su fecha de nacimiento y algunos datos de su madre. Según el papel, Jisook había alegado ser madre soltera y no sabía quién era el padre.

Me froté la cara. El niño no se parecía mucho a mí y había nacido bastante después de que yo lo dejara con su madre, pero por alguna estúpida razón pensé que podría ser su padre biológico. Pueden pasar muchas cosas antes de que un niño nazca a pesar de haber tomado las precauciones suficientes, así que no me parecía muy disparatado que yo fuera su padre. Además, ¿qué mejor razón que dejar a tu hijo con su padre? 

Seguí echando un vistazo a todos los folletos informativos. Ayudas para padres solteros, cursos de orientación para padres primerizos... Era todo tan abrumador y agobiante que sólo leí los dos primeros. Supuse que no me vendría mal hacer un curso en el que me enseñaran a cómo ser padre, o al menos tutor legal. Sí, eso, tutor legal. Me costaba recordar que Jongwon no era mi hijo, simplemente mi tutelado. 

Volví a mirar a Jongwon. Seguía sin moverse y miraba con la boca abierta los dibujos. Parecía que le gustaban, que los colores llamativos sí que le llamaban la atención. Intenté llamarle, pero siguió con la vista clavada en la pantalla. Hundí la cara entre mis manos. ¿Cómo se supone que iba a cuidar de él? Me arrepentí de haber firmado. Estaba cargado de sentimientos contrarios: no sabía si quería que sus abuelos se quedaran con él o si en el fondo prefería cuidar de él -aunque no supiera muy bien cómo-. 

En medio de mi crisis, alargué el brazo un poco más allá para alcanzar mi teléfono móvil. La única que podía ayudarme con esto era Minhyuk. Además de ser bueno abriendo cerraduras y colándose en casas que no eran las suyas, era bueno con los niños. Tenía una especie de talento innato o vete tú a saber qué, pero la cuestión es que los bebés le adoraban. Su número era de los primeros en mi agenda de contactos. Lo marqué.

— ¡Kihy-

— ¿Podrías venir a mi casa un momento?

— Bueno, a ver cómo te lo explico... — escuché cómo llamaban a mi puerta dando tres golpes rítmicos. Era una especie de seña. — Estaba esperando en la puerta.

— ¿Cómo narices...? — resoplé y fui hacia la puerta casi corriendo, llamando la atención del pequeño Jongwon. Enseguida devolvió la vista a la pantalla del televisor. 

Abrí la puerta con rapidez y brusquedad. Minhyuk estaba ahí, sonriéndome de oreja a oreja con el teléfono en la mano. — ¡Hi!

— ¿Por qué-

— Vi a los de servicios sociales justo cuando esta a viniendo aquí, así que esperé a que tuvieras tu crisis semipaternal y me llamaras para que no pareciera que estoy todo el día en tu apartamento. — soltó de carrerilla — ¿Y el niño...?

Señalé con desgana al sofá. Minhyuk ahogó un gritito de emoción y se acercó a él con los brazos abiertos, como si esperara que Jongwon le diera un abrazo. Se apartó para evitar el cuerpo de Minhyuk y se puso a ver la televisión de nuevo. Mi amigo se giró para mirarme entre sorprendido y avergonzado, ocultando una risilla. Me encogí de hombros.

— No habla. — dije.

— ¿Cómo te llamas? — le preguntó Minhyuk con un tono suave y agudo. Parecía totalmente determinado a hacer hablar a Jongwon. — ¿No quieres decírmelo? 

— Se llama Jongwon.

Minhyuk intentó una y otra vez hablar con el pequeño, coger sus manos y hasta hacerle cosquillas. Jongwon apenas reaccionaba y trataba esquivar a mi amigo de todas las formas posibles. Al final, eoncontró que lo más efectivo era esconderse detrás de su peluche. Sólo podía ver parte de su cabecita y sus ojos, fijos en la pantalla.

Probé a apagar la televisión. Fue entonces cuando cundió el pánico: Jongwon se puso a llorar y ni Minkyuk ni yo supimos cómo calmarle. Al final, volví a pulsar el botón de encendido antes de que las cosas empeoraran. El del pelo azulado hizo una especie de mueca mientras inclinaba la cabeza. Dejó de acuclillarse ante Jongwon. 

— Uy, es el primer niño que se me resiste. Tendrá miedo. — soltó, poniendo los brazos en jarras. — Bueno, a ti cualquiera te tendría miedo...

Puse los ojos en blanco e hice como si no hube escuchado nada. — El problema es que no sé a qué tiene miedo y cómo puedo quitárselo...

— Quizá es callado.

— ¿No se supone que un niño de un año tiene que corretear por ahí...?

— ¡Estará cansado! — concluyó con una sonrisilla. Se sentó al lado del niño y empezó a hablar con él como si fuera un amigo más, con ese tono agudo a la par que ridículo. Sin mirarme, Minhyuk se dirigió a mí. — ¿Qué vas a hacer con el trabajo?

— ¿Eh? — pestañeé varias veces. — Joder.

— ¡No digas malas palabras enfrente de Jongwon!

— Pe-perdón... — dije, más bien disculpándome por el niño más que por la reprimenda de Minhyuk.

Tampoco había caído en que mi trabajo no era algo muy... compatible. No sabía cómo definir un trabajo en el que ganaba lo suficiente para pasar el mes y en el que ponía copas hasta las seis de la madrugada. Me pregunté si la gente de servicios sociales se fijaba en las características -o al menos en el trabajo- de las personas a las que iban a entregar las custodias. Supuse que, si hubieran investigado un poco, ni se les habría ocurrido entregar la custodia de un bebé de un año a alguien que trabajaba en una discoteca para ganar un sueldo más bien bajo y que además cuenta con antecedentes penales por robo.

Sí, antecedentes por robo. ¿Cómo si no iba a conocer a alguien experto en replicar llaves maestras como Minhyuk? La vida no es fácil y mucho menos cuando creces en un entorno tóxico, rodeado de personas que están igual o peor que tú y que no tienen escrúpulos. Minhyuk era un chico de mi barrio que empezó robando a sus tíos y terminó colándose en casa ajenas... conmigo. Antes de llegar a la mayoría de edad y de que las cosas se nos fueran de las manos, decidimos parar. A nadie le hace mucha gracia eso de pasarte tres años en la cárcel.

En definitiva, Jongwon no se encontraba en el mejor de los ambientes con la mejor de las personas. Para más inri, sólo me sentía inseguro y arrepentido por haber firmado sin pensármelo dos veces. Intentaba recordarme a mí mismo que había aceptado la custodia del niño porque Jisook así lo había querido y que había un motivo por lo que ella había elegido aquello.

Me acerqué al sofá, donde Minhyuk intentaba jugar con Jongwon, algo menos concentrado en la televisión. Bufé al escuchar de nuevo tres golpes en la puerta, me giré sobre mis talones y me encaminé hacia la puerta. Abrí casi sin mirar.

— ¡Hola hijos de-

— ¡Shh! ¡Hay menores en la sala! — Minhyuk mandó a callar a Changkyun. No exageraba cuando decía que esos dos vivían más en mi casa que en a suya. 

El -anteriormente- más joven frunció el ceño e hizo uno de sus exagerados gestos con la mano, como diciendo ''qué coño está pasando''. — Pero si yo ya tengo los veintiuno, gil- —Estaba a punto de soltar algún improperio cuando reparó en Jongwon. Abrió la boca, sorprendido, y se llevó una mano al pecho. — Lo siento... ¿Es tu hijo?

— No. — respondí, tajante.

— Es monísimo... — se acercó a él despacio. 

Changkyun era el típico tío con planes descabellados y absurdos que sólo sonaban bien en su cabeza. Era algo más pequeño que nosotros, y siempre tuve la sensación de que cuando nos conoció sólo buscaba refugio. Según Minhyuk, Changkyun era como su hermano pequeño. Para mí no era más que un estorbo en mi  sofá, pero le tenía cariño de todas formas. Él también robó con nosotros alguna vez. Llegó a pasar un par de meses en un centro de menores. Salió a los dos meses casi sin saber por qué. 

El pelinegro se quedó guardando las distancias, observando al niño. Changkyun señaló al bebé con el ceño ligeramente fruncido.

— ¿Qué? — inquirí.

— No se parece a ti. — soltó. 

— Es que no es mi hijo.

— ¿Estás seguro? — continuó él, entornando los ojos. — ¿Quién dice eso? ¿No deberías hacer una prueba de paternidad, tío?

Hice ademán de golpearle. A pesar de que estaba algo más allá y era físicamente que le alcanzara, Changkyun se encogió igual para protegerse. — Es imposible que sea su padre. La cronología no cuadra.

— A ver, recapitulemos: rompiste con-

— ¡Eh! Esto no es apropiado para hablar delante de un niño. — nos interrumpió Minhyunk. Parecía algo cabreado. Pensé que él era mejor candidato que yo para quedarse con la custodia de Jongwon. 

— Ni siquiera sabe balbucear, ¿crees que va a saber de qué estamos hablando? — apuntó Changkyun.

— ¡Claro que nos entiende!

— Bueno, — el pelinegro hizo un gesto apático y una mueca para demostrar que le importaba más bien poco. Cambió de tema. — ¿Y qué vas a hacer con tu trabajo? No vas a dejar al niño solo de diez de la noche a seis de la mañana... ¿O sí? Podrías quitarte un problema de encima.

Me llevé las manos a la cabeza, desesperado, y solté una especie de gruñido. Minhyuk golpeó a Changkyun con fuerza a causa de sus palabras insensibles, y mientras tanto Jongwon se dedicaba a observar la escena con sus grandes ojos enmarcados por unas ojeras que probablemente estaban ahí por culpa del cansancio. 

— Podrían darte la baja paternal. — sugirió Minhyuk.

— Eso es estúpido. El niño no acaba de nacer. — dije. Pensé rápidamente una solución. — Puedo explicarle la situación al jefe...

— Te despedirá. — me recordó Changkyun, que también trabajaba en la misma discoteca, tras la barra, conmigo.

— Pues le diré que me dé un par de días de vacaciones hasta que la situación  esté un poco mejor controlada. 

— Eso significa que tendré que cubrirte... — suspiró el pelinegro.

Obviamente no podía dejar el trabajo. Era mi fuente de recursos y, si tenía que cuidar de Jongwon, era lo único que nos iba a mantener a flote... O quizá no. Los productos para el cuidado de bebés eran muy caros: pañales, lociones, papillas, leche especial... Los precios estaban por los aires y seguramente iba a necesitar la ayuda de los servicios sociales. Cada vez que intentaba mirar al futuro, lo veía más y más oscuro. Jongwon no iba a estar bien conmigo. Necesitaba una familia, no un veinteañero que trabajaba de madrugada y que no tenía una rutina. Ni experiencia con niños. 

Suspiré y por fin me dejé caer en el sofá, rendido. Me quedé viendo los dibujos de la televisión.

— Mama.

Oí una vocecita suave a mi derecha. Me giré. Efectivamente, se trataba de Jogwon. Me miraba de nuevo con los ojos llorosos, rogándome. Me reincorporé un poco. — ¿Eh?

— Mama. — repitió, señalándome con su manita. 

Miré a Minhyuk. Él estaba igual de confuso que yo, pero al final su cara se iluminó y encontró una respuesta. — ¡Creo que quiere comida!

Puede que la respuesta fuera errónea. Changkyun corrió raudo y veloz hacia la diminuta cocina del apartamento, abrió el frigo de golpe y soltó un largo suspiro, decepcionado.

— Aquí sólo hay cerveza. Joder, Kihyun, ya te-

Minhyuk y yo le mandamos callar con un aplastante ''shhh'' a la vez. Él levantó las manos en sinónimo de paz. Jongwon volvió a balbucear las dos sílabas, algo más nervioso, aquella vez mirando hacia los lados. Siempre terminaba clavando sus ojitos en mí. Me señalé con el índice.

— ¿Yo?

— Mama. 

Me reí, nervioso. — No, no. — volví a soltar una carcajada suave y moví las manos por delante de mi cuerpo. — Yo no soy ''mama''... 

Minhyuk también se rio. — Qué gracioso, piensa que eres tu madre.

— Quizá en servicios sociales le han dicho que le llevaban con su mamá... — deduje. Intenté modular mi tono de voz para que sonara más suave, idóneo para hablar con un niño. — Jongwon, ¿tienes hambre?

No hubo respuesta. Changkyun hizo una mueca. — ¿No hay un traductor online para saber qué dicen los bebés?

— No necesitamos la máquina Enigma para descifrar lo que dice el niño. — bufé. Changkyun no sabía de lo que hablaba. — ¿Tú has estudiado historia o...?

— No mucha, la verdad. — admitió.

Volví a dirigirme a Jongwon ignorando por completo a aquel idiota. Minhyuk también insistía, así que el pobre niño no sabía a quién atender. Finalmente, miró a mi amigo, atraído por el color semiazulado de su flequillo y sus monerías. 

— Jongwon, ¿tienes hambre? — hizo el gesto de estar comiendo unas papillas. — ¿No?

— Mama.

— ¡Me está poniendo nervioso! — exclamó Changkyun desde lo que consideraba la cocina, viendo la escena apoyado en la encimera, cerca de los fogones. — ¿¡Se puede saber qué quiere el crío!?

Jongwon era un puzzle, y faltaba la pieza que lo completaba: su madre. Seguramente ella le entendía a la perfección, pero ya no estaba. Era hora de que alguien ocupara ese lugar. Iba a ser algo complicado. Jongwon y yo cruzamos una mirada larga. Abrí ligeramente los brazos y él, con toda la naturalidad del mundo, dejó su peluche atrás e hizo lo mismo. Entendí que quería que le cogiera en brazos, así que lo hice. Una vez estuvo entre mis brazos, me levanté del sofá y seguí su pequeña mano, que señalaba la única ventana del apartamento. Fui hasta allí. Jongwon colocó su manita en el cristal y se quedó viendo el exterior, siguiendo con la mirada a las pocas personas que pasaban.

Me sentí un paso más cerca de ser capaz de cuidar de él. Lo único malo es que el camino era muy largo.





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