c u a t r o
Suspiré algo aliviado al poder sentarme por fin en la silla giratoria de la mesa que improvisé como escritorio. Changkyun y Minhyuk se habían marchado hace unas cuantas horas, dejándome solo con Jongwon, que tardó en dormirse otras horas más. El reloj de mi ordenador portátil marcaba la una de la madrugada.
Abrí el navegador. Lo primero que se me ocurrió buscar fue la respuesta a la pregunta que me rondaba en la cabeza después pasar con Jongwon unas cuantas horas: ''¿por qué un niño de un año no se comunica?''
Inspiré profundamente. Los resultados me hicieron resoplar y preguntarme aún más cosas. ¿Jongwon no hablaba porque había cambiado de ambiente? ¿O era simplemente un niño tímido? ¿Y si era yo la persona que le daba poca confianza para hablar? ¿Y por qué no mantenía el contacto visual? ¿Por qué tampoco jugaba? ¿Por qué se acurrucaba tanto y se mecía de un lado a otro? Miré a Jongwon por encima de la pantalla de mi ordenador. Dormía plácidamente en el sofá cama, con la cabeza apoyada en un cojín casi más grande que él y abrazado a su inseparable peluche. Sentí una punzada en el pecho. Sólo quería que Jongwon estuviera bien, principalmente porque yo, un tipo de veintitantos con un sueldo al borde de lo ilegal, no podría hacerme cargo de él entonces. Y el deseo de Jisook se iría a la mierda.
Alcancé mi teléfono móvil, situado cerca del ordenador portátil, y sin pensármelo mucho, llamé a la única persona que iba a estar despierta a la una y media de la madrugada: Minhyuk. Después de un par de pitidos, escuché su voz al otro lado de la línea telefónica.
—¿Estás bi-
—Creo que Jongwon tiene... No sé, algún problema. — dije, acelerado pero susurrando. — He buscado en Internet, y-
—¿¡Internet!? ¿¡Has buscado sobre síntomas en Internet!? — exclamó mi amigo — ¡Te va a salir que el niño tiene de todo menos cuerpo!
Algo de razón tenía. —Lo sé, lo sé, pero hay muchos síntomas que coinciden, mira: —empecé a enumerar lo que veía en la pantalla — No responde a su nombre, evita el contacto visual y prefiere estar solo, se mece, apenas balbucea y, si lo hace, repite mucho las mismas sílabas... ¿Y si Jongwon tiene autismo, Minhyuk? ¿Qué coño hago?
—Tranquilo. — la voz de Minhyuk cometió su cumplido y sí me tranquilizó. Oí cómo suspiraba. — Te estás lanzando de cabeza al vacío.
—Ya, pero me preocupa que no esté bien. ¿Cómo voy a hacerme cargo de un niño que no es como el resto? No tengo dinero para-
—Son la una de la mañana, Kihyun. — me recordó. — Creo que lo mejor es que dejes de darle vueltas al asunto y pienses en ello más tarde, cuando lleves un tiempo con Jongwon.
Me froté la cara con la mano que tenía libre. —Joder, creo que no estoy preparado para esto. Quizá acepte la oferta de la señora Park...
—¡Eh! ¡Esa boca! ¡Aunque el niño esté dormido seguro que puede oírte!
—Perdón. — solté una risilla.
—Mira, Kihyun, que estés informándote sobre qué le pasa al niño ya es suficiente. — comenzó a decir mi amigo y antiguo compañero de allanamientos — Creo que sí eres capaz de cuidar de él, así que deja de buscar en Internet y de creerte lo primero que aparezca y vete a dormir. Si de verdad le pasa algo a Jongwon, podrás verlo con el tiempo.
Suspiré. —Odio decirte que tienes razón porque nunca has parecido el más inteligente del grupo, pero gracias. Tienes razón. Lo mejor es que observe a Jongwon durante estos días, y, si pasa algo, supongo que le llevaré al médico. — eché un vistazo al niño otra vez. Seguía durmiendo. — Por cierto, ¿estás libre mañana?
—Deja que mire mi agenda.
—Nunca has tenido una.
—¡Mi agenda es mi preciada memoria! — soltó, fingiendo estar ofendido. — Pues estoy libre.
—Ya, como siempre... Iba a pedirte que vinieras al apartamento, pero es una tontería teniendo en cuenta que siempre estás aquí.
—¡Estaré encantado de ayudarte con Jongwon! ¡Bye-bye!
Ni siquiera me dejó que fuera yo el que colgara. Minhyuk finalizó la llamada casi al instante. Yo suspiré -perdiendo la cuenta de las veces que ya lo había hecho- y dejé mi teléfono móvil de vuelta en la mesa. Aunque había intentando autoconvencerme de que Minhyuk tenía razón y lo mejor era no buscar más sobre trastornos del desarrollo, pero no me contuve.
Leí y recopilé información en Internet hasta que las letras de las páginas web empezaron a juntarse y a estar cada vez más borrosas. Cerré los ojos un instante.
*****
El instante había durado hasta la mañana siguiente. Me desperté de golpe, sobre la mesa, hundido en mis propios brazos y con mi ordenador portátil con un cero por ciento de batería. Dormir sobre una mesa era algo que no hacía desde mis días de instituto, así que tenía la espalda de lo más dolorida.
Estirándome entre quejidos, vi que Jongwon seguía en el sofá-cama, dormido pero destapado. Se había movido tanto durante las horas de sueño que la manta con la que le había tapado estaba a casi un metro de él. Me levanté de la silla despacio. Chequeé la hora: las siete de la mañana. Supuse que era un buen momento para empezar a preparar el desayuno.
Minhyuk y Changkyun habían traído varias papillas ya preparadas, así que supuse que el desayuno de Jongwon ya estaba resuelto. En cuanto al mío... creí que sobreviviría a un largo día cuidando de un bebé con un café, así que calenté algo de agua y eché en una taza un par de cucharadas de café instantáneo.
Esperé a que Jongwon despertara, aunque no pude evitar caminar hacia el sofá y acercarme a él con la taza de café entre las manos para asegurarme de que, al menos, respiraba. Coloqué el dorso de mi mano cerca de su pequeñísima nariz. Respiraba profundamente, pero, como si hubiera notado mi presencia, abrió los ojos despacio. Me miró un instante y yo me asusté, creyendo que había sido yo quien había perturbado su sueño.
—Hola. — dije, con voz tranquila. — ¿Te he despertado? Ah, bueno, no me entiendes.
Dejé que se desperezara. Se estiró y removió como un gato y, con algo de dificultad, apoyándose sobre sus diminutas manos, consiguió reincorporarse. Le ayudé a sentarse en el sofá, junto al respaldo.
—¿Quieres agua? ¿Quieres leche? ¿Necesitas algo? — lancé las preguntas como si Jongwon de verdad pudiera contestarme. Cuando me di cuenta de que simplemente nos estábamos mirando en silencio, él desde su perspectiva y yo desde la mía, solté una risilla nerviosa. — A ver, deja que mire en Internet... — casi corrí hasta la mesa donde estaba mi portátil. Dejé la taza de café cerca. — Mierda. No tiene batería...
Nervioso, creyendo firmemente que Jongwon moriría si yo no hacía algo de inmediato, busqué mi teléfono móvil para buscar en Internet qué hacer un niño de un año que acaba de despertarse. ¿Darle el desayuno? ¿¡Y qué coño desayunaba un niño de un año!? Recordé mi conversación con Minhyuk la noche anterior y decidí calmarme. Me di por vencido en la misión de encontrar mi teléfono. Seguramente había caído al suelo de noche; debía haberlo empujado con los brazos mientras dormía sobre la mesa.
Casi como si Jongwon estuviera escuchando mis caóticos pensamientos, empezó a balbucear, alto y claro: — Mama.
Le miré sin saber qué hacer, petrificado. —¿Mama? ¿Comida? ¿Quieres papilla?
—Mama. — sus ojos grandes, oscuros y llorosos miraron hacia la ventana, por donde se colaban los primeros rayos anaranjados de sol.
Me acerqué de nuevo al niño. Utilizaba ese tono de súplica, triste, y después repetía las sílabas una y otra vez, empezando a ponerse nervioso. Antes de que se echara a llorar, recordé que el día anterior lo único que Jongwon quería era agarrarse a los brazos de alguien, así que le tomé en los míos. La manita del niño se cerró sobre mi hombro.
—¿Quieres papilla? ¿Quieres comer?
Obviamente, no respondió, pero sí pareció calmarse. A falta de trona, senté a Jongwon en la sillita que habían traído las mujeres de servicios sociales después de caminar por todo el apartamento con él en mis brazos. Acerqué la sillita a la mesa del escritorio, que a su vez hacía de mesa de comedor, aparté el portátil y me abalancé sobre una de las alacenas para sacar una papilla. Al parecer, Minhyuk había hecho bien la compra: en la etiqueta ponía claramente que estaba recomendada para bebés de 12 meses.
Quizá Jongwon no tenía mucha hambre, o quizá yo no sabía cuánto comía un niño tan pequeño. Me senté frente a él, le di un par de cucharadas de la papilla de frutas y, a la cuarta, apartó la mirada y giró la cabeza. Ni la técnica del avión ni la de hacer que yo también comía la mezcla funcionaron. Suspiré. Jongwon miraba hacia la ventana con insistencia.
—Mama. — me miró. — Mama.
Yo no pude evitar sonreír, enternecido. — Yo no soy tu mamá...
Jongwon me señaló. — ¡Mama!
—Soy Kihyun. Ki-hyun. — deletreé, despacio, intentando que lo repitiera.
—¿Mama?
—No, Ki-hyun. Ki-hyun. Yoo Kihyun. — dije. Posé mi índice sobre el pecho del bebé, señalándole. — Tú eres Jongwon. Jong-won.
No parecía entenderme. Me di por rendido con el tema de los nombres, pensando que a lo mejor era demasiado complicado para él, pero continué haciendo señas para saber qué era lo que Jongwon llamaba ''mama''. ¿La papilla? Sí. ¿Yo? También era ''mama''. ¿La ventana? Mama.
Al parecer, era lo único que sabía decir. Al fin y al cabo, su madre fue la única persona con la que había estado más de dos semanas.
*****
Jongwon se podía pasar horas y horas mirando por la ventana del apartamento. Le entretenía ver cómo los coches pasaban por la carretera y cómo los peatones la cruzaban. Cuando algún pájaro cruzaba el cielo, le seguía con la mirada, pero enseguida perdía el interés; prefería ver los coches. Yo estuve todo el rato a su lado. Cuando me cansé de tenerle en brazos, opté por sentarme en el suelo, junto a él.
Perdí la noción del tiempo y no la recuperé hasta que alguien llamó al timbre. Me levanté del suelo a la velocidad de la luz, creyendo que sería alguien de servicios sociales, pero al abrir la puerta me topé con el pelo azulado y la sonrisa juguetona de Minhyuk.
—¡Ni hao!
—Cada día saludas en una lengua... — bufé, dejándole pasar al apartamento.
—Idiomas, querido, idiomas. — como de costumbre, Minhyuk masticaba chicle de menta. Pasó a mi lado y me dio unas palmaditas en la espalda. — ¿Ya se ha pasado tu crisis paternal?
—Bueno, más o menos-
—¿Dónde está el pequeño Jongwon? — dijo de repente con una voz totalmente diferente Minhyuk. Utilizó un tono de lo más empalagoso. Vio al niño frente a la ventana y correteó hasta él. — ¡Aquí está!
Jongwon ni siquiera sonrió. Miró a Minhyuk como si fuera algo fuera de lo común y devolvió la vista a la carretera. Yo me reí. Al de pelo azulado no le hizo tanta gracia. Con aire resignado, me preguntó dónde estaba la ropa de recambio de Jongwon y si al menos le había cambiado el pañal.
—¿¡Leva pañal!?
—¡Pues claro! — prácticamente gritó.
—¡No tenía ni idea!
—Dios, Kihyun, ¡apúntate a un curso de padres primerizos!
—Bueno, ese era mi plan. — dije, algo molesto. Solo llevaba un día cuidando de Jongwon en y ya sentía que el mundo se me caía encima, y más aún cuando Minhyuk, que tenía un talento natural con los niños, llegaba a mi apartamento a recordarme que yo era todo lo contrario a él. — No tengo ni idea de cómo cuidar a un niño de un año.
Minhyuk suspiró y agitó la cabeza. Se llevó a Jongwon en brazos hasta el sofá, me pidió que extendiera una toalla sobre la tapicería y, después de que tumbara al niño, descubrí que sí llevaba pañal. Añadí otro ítem a la lista de cosas que aprender para cuidar de Jongwon: cambiar pañales. Minhyuk me hizo un tutorial rápido; sentí que era un estudiante de medicina observando a un cirujano in situ, o algo así. Minhyuk limpió a Jongwon -que ni se quejó-, le puso un pañal nuevo con una agilidad impresionante y le vistió con unos pantalones azules y un jersey con unos gatitos bordados. Luego llevó al niño al baño, en brazos, lavó su delicada carita con agua templada e intentó peinar su rebelde y oscuro pelo con los dedos.
—¿Cómo eres tan bueno con esto? — pregunté a mi amigo.
—Soy el mayor de muchos hermanos. — respondió, sonriente, con una pizca de orgullo y otra de melancolía. Me tendió a Jongwon para que yo le cogiera en brazos. — ¿Nunca te lo había contado?
—Pues no. Cada día descubro una faceta nueva de ti.
Minhyuk soltó una risilla. — Tengo tres hermanas pequeñas. — me confesó. — Y, a este paso, Jongwon será como mi hermano también. — dio una dramática vuelta sobre sí mismo y me acercó la sillita de Jongwon. — ¡Vamos de paseo!
Al principio la idea me pareció de lo más descabellada por el simple qué dirán. ¿Y si los vecinos me ven tirando de un carrito? ¿Y si se pensaban que había dejado embarazada a Jisook y que me había pirado para no hacerme cargo del crío? ¿Y si...?
Jongwon estiró el brazo hacia la ventana. —¡Mama! ¡Mama! — pataleó.
Después comprendí que la idea de salir a pasear a Jongwon no era tan mala. Le gustaba mirar por la ventana, o más bien observar los coches. Algo de aire fresco no le vendría mal, y seguramente a mí tampoco.
—Vale, vale, está bien. Vamos de paseo.
A Minhyuk y a Jongwon se les iluminó la cara.
*****
Mi amigo caminaba de lo más orgulloso a mi lado, señalando coches de color rojo, perros, otros bebés y todo tipo de objetos inanimados para llamar la atención de Jongwon. El niño seguía todo con la mirada y, de vez en cuando, pronunciaba esas dos sílabas: ''Mama''. También, de vez en cuando, Jongwon parecía ponerse ansioso. Miraba hacia arriba, como si me buscara, así que a mí no me quedaba otra que asomarme por un lado del carrito para decirle que estaba ahí. Finalmente, decidimos que lo mejor era que yo fuera al lado de Jongwon, ocupando el lugar de Minhyuk, y que fuera él quien tirara de la sillita.
Suspiré. Habíamos caminado bastante con intención de alejarnos del barrio donde vivíamos -no era el mejor, pero tampoco el peor-, y mis piernas, a pesar de estar acostumbrado a trabajar de pie durante horas, empezaban a resentirse.
Para más colmo, todo el mundo nos miraba: algunas personas nos dedicaban miradas curiosas, otras despectivas, como si les diéramos asco. Chasqueé la lengua.
—Parecemos una pareja gay. — dije, lo más bajo que pude pero asegurándome de que Minhyuk me escuchaba.
—¿¡Y eso qué tiene de malo!? — exclamó Minhyuk, ofendido. — ¿Quieres que te de la mano?
Me reí. —Sabes que me sudan mucho, pero si insistes... — le enseñé la palma de mi mano. Minhyuk hizo una mueca y negó con la cabeza. — ¿Ves? Sabía que te daba asco.
Caminamos unos cuantos metros más hasta que el de pelo azulado decidió pararse en seco. Jongwon y yo le miramos, extrañados. —Tengo sed. — señaló una tienda de conveniencia al otro lado de la carretera, y después hizo lo mismo con unos bancos de madera situados a la entrada de un enorme y moderno edificio de oficinas. — ¿Me esperáis allí un momentito? Voy a por algo de beber. ¿Quieres algo?
—Eh... — miré hacia los bancos. No estaban muy lejos. — No, gracias, pero trae algo para Jongwon. — tomé el manillar de la sillita. — ¿Por qué haces todo con un aire tan sospechoso?
—Confía en mí, my friend. — puso una mano en mi hombro. — El único problema eres tú, que desconfías hasta de tu sombra. ¡Vengo en un minuto! — chilló antes de salir corriendo hacia el paso de peatones más cercano.
Resignado, empujé el carrito de Jongwon hasta la entrada del edificio de oficinas. Me senté en uno de los bancos de madera y aproveché para descansar las piernas. Ni siquiera pasaron dos segundos cuando Jongwon, a mi lado, aún sentado en la sillita y mirando hacia la carretera, como yo, empezó a balbucear.
—¿Qué pasa? — pregunté, nervioso. Jongwon estaba al borde de las lágrimas. Sus mejillas empezaban a colorearse de rojo y apretaba los puños con fuerza. — ¿Quieres algo?
Mi primer impulso fue desabrochar los cintos de seguridad de la sillita y liberar al pobre niño. Le cogí en brazos. Aún no podía hacerlo de una manera cómoda, pero al menos Jongwon no corría el peligro de caerse al suelo. Le sujeté con firmeza con uno de mis brazos y, con la mano que me quedaba libre, busqué su biberón de agua en la bolsa que Minhyuk había preparado.
Jongwon empezó a llorar. Balbuceaba entre medias. Era un llanto casi angustioso, y yo, en lugar de mantener la calma, quise llorar también.
—Tranquilo, ¿quieres agua? — no encontraba el puñetero biberón. Intenté mecer a Jongwon, pero la cosa empeoró. —Shh, shh...
Vi que una sombra se acercaba a nosotros, pero no le presté mucha atención. Continué meciendo al niño, buscando en la bolsa...
—¿Necesitas una mano? — era una voz femenina, suave, pero algo grave.
Me giré todo lo que pude. Era una mujer joven de larga melena negra, lisa, piel dorada y una sonrisa amable. Vestía con una blusa blanca. Su mirada, por alguna razón, me inspiró confianza.
—Ah, eh, s-sí... — y lo primero que se me ocurrió fue tenderle a Jongwon. Ella le cogió en brazos sin vacilar y empezó a mecerle de lado a lado.
—Hola, ¿cómo te llamas? — la mujer habló con un tono dulce. Empezó a hacer carantoñas a Jongwon y, sin reparo alguno, olisqueó el pañal. — Oh-oh. — se rio. — Creo que ya sé por qué llora tanto este niño tan guapo.
Dejé de rebuscar en la bolsa. Tenía el peluche de Jongwon en una mano y el jodido biberón en otra. Me giré bruscamente hacia la mujer. —¿¡En serio!? — exclamé, casi con ilusión.
La mujer volvió a reírse, entrecerrando sus ojos. Su piel morena brillaba bajo el sol. —Sí, parece que es hora de cambiar el pañal.
—¿Otra vez? Pero si lo he cambiado hace nada... — me levanté del banco e hice una leve reverencia. — Gracias. — la mujer me tendió a Jongwon. — Y siento haberle molestado.
—¡No, no! Para nada. Estaba esperando a mi coche y he visto que estabas un poco agobiado, así que decidí ayudarte. — me confesó. Me observó unos segundos en silencio. Más bien, me escudriñó mientras me balanceaba de lado a lado para evitar que el llanto estridente de Jongwon explotara de nuevo. Después, me sonrió con ternura. — Eres nuevo en esto, ¿verdad?
Yo no pude evitar asentir algo avergonzado. — S-sí. ¿Tanto se nota?
—Un poquito. — la mujer parecía risueña. Me recordó a Jisook: su amabilidad, su imborrable sonrisa... Solo que aquella mujer era mucho más mayor que la madre de Jongwon. Como poco, rozaría los treinta. A juzgar por su vestimenta y sus tacones de aguja, sería una de las oficinistas del edificio que teníamos justo detrás. — Ah, puedes entrar a los baños de la primera planta. — señaló el susodicho edificio. — En los baños de mujeres hay un cambiador para bebés.
En cuanto escuché las palabas ''baños de mujeres'' y ''cambiador'', entré en pánico. —¿Le importaría acompañarme, por favor?
La mujer pareció sorprendida por la repentina súplica, pero asintió a pesar de tener los ojos como platos. — ¡Claro! Sin problema.
Y así fue como un tipo como yo, con pantalones rotos, una camiseta desteñida, un niño lagrimoso en brazos y acompañado por una mujer esbelta subida a unos tacones de quince centímetros, terminó dentro del edificio más lujoso de la ciudad.
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