(15)
Los días han pasado, las cosas con mamá no han cambiado. He hablado con Otabek tantas veces como he podido. Pues ya que él pasó a la siguiente etapa de la competencia de patinaje, era consciente de que este se tendría que ir muy pronto. He hecho mi esfuerzo por hacer que mamá salga de su habitación y deje de lado el aislamiento. Sin embargo mis intentos son nulos. Y que mamá se haga oídos sordos no ayuda mucho.
He llegado a la conclusión de que Mamá no está en depresión. Debe de ser otra cosa. Otro sentimiento. Quizá disgusto con su persona. Sé que mamá es alguien con muy poco autoestima. Y su timidez con gente nueva lo hace más claro de entender.
Mi preocupación por mamá ha empezado a disminuir. A un punto en donde se ha convertido en indiferencia y, aunque me duela y cueste admitir, rencor.
Ya no me esfuerzo en ayudarle o darle palabras de aliento. Pues sé que al final de cuentas ¿De qué sirve hacer algo que no usaran?
Sin embargo, aquel cariño que tengo por él no se ha desvanecido del todo.
El día en el que Otabek de ira ha llegado. Y tengo planeado ir al aeropuerto a visitarle. Mari será quien me lleve y me acompañe. Pues mamá no dice palabra y alguien tiene que encargarse del negocio.
En el aeropuerto aproveche el tiempo con Otabek lo mejor que pude. Otabek dijo que tenía una sorpresa para mí. Me entrego una bolsa de regalo la cual en su interior tenía un tigre de peluche. Me negué al principio. Sin embargo, al final lo acepte por educación.
He de admitir que; ¡El pelaje del tigre era genial!
Por mi parte improvise y le regale el llavero que tenía colgado en mi mochila, el cual era de un oso en caricatura. Sentí un gran alivio al ver como sonreía y aceptaba el regalo. Prometí que cuando regresase, le daría un mejor regalo. Al final un abrazo fue nuestra despedida.
Otabek se alejó para finalmente abordar el avión. Sacudía mi brazo diciéndole adiós mientras él me devolvía el gesto. Cuando sentí una mirada posada en mi persona intente ignorarla los primeros segundos, o al menos, cuando Otabek ya no pudiera verme. Al notar que ya no había rastro de la silueta de Otabek ni de su entrenador. Me gire en mi lugar empezando a buscar al causante.
Ahí fue cuando le vi.
Su piel pálida, su cabello rojo y sus ojos azules. Ella me miraba con una expresión de una mescla de las que yo creo eran entre sorpresa y alivio, desde su asiento. Con una maleta al lado suyo y ambas manos descansando en su regazo, me observaba con ojos bien abiertos. Quizá, ella estaba esperando su avión. Pero, también existe la posibilidad de que recién haya aterrizado y este esperando a su vehículo. Aunque enfocándonos en el tema principal la cual también era mi duda, no entendía por qué su reacción.
Sin embargo, todo fue claro.
Mari toco mi hombro y lo sacudió con suavidad, preguntando qué era lo que ocurría. Más yo quede en silencio. Reconocía su apariencia.
Con solo dejar que los recuerdos de aquel día refrescaran mi mente fue más que suficiente para aclarar las dudas.
Ella es la mujer que me acompaño a bajar del avión.
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