Ya acomodados en aquella cueva Malysa se puso a curar las heridas de Nia y luego las de sus otros hermanos.

Ellos no habían prestado atención a las heridas ya que estaba preocupado por salvar a su hermana.

Con calidez y delicadeza curó cada una de esas heridas.

Nia, se sentía avergonzada por ser rescatada por la "inutil" de su hermana.

—No voy a dejar de intentar matarte —Rio explicó mientras le curaban el rostro.

—No voy a detenerte —la pelirroja respondió —Pero voy a defenderme.

—No necesitas curarme.

—Lo necesito, porque me duele verte herido.

Astaroth estaba muy molesto, ella siempre intentaba ayudarlos y ellos solo la amenazaban de muerte. Lo peor era que ella se lo tomaba con tranquilidad como si eso no tuviera importancia y eso lo enerva.

Una vez recuperados Zio y Rio decidieron hacer guardia fuera de la cueva, mientras que el demonio decidió hacer guardia para que nadie lastimara a su ama, claramente no confiaba en ninguno de ellos.

—Ya duerme Astaroth —susurró.

—No cerraré ojo en toda la noche

—Solo lograras cansarte —bostezo —No me harán daño, estamos en una especie de... ¿zona libre?

—No dormiré, descansa, tranquila.

Malysa, al ver la tensión de su compañero sonrió.

—Duerme conmigo, tengo frío —confesó.

Lo tomó del hombro y lo ayudó a recostarse.

—No voy a dormir, pero te daré calor si lo deseas —sonrió nervioso.

Ella besó su mejilla y lo abrazó como si se tratase de un afelpado peluche.

Como era de esperarse Astaroth no cerró un ojo en toda la noche, no iba a bajar la guardia por nada del mundo, los enemigos suelen atacar cuando uno menos se lo espera.

—¿Dónde está Nia? —fue lo primero que preguntó la pelirroja al despertar, no ver a su hermana descansando la alarmó —¿Se fueron sin nosotros de nuevo?

—No seas histérica —Zio entró —Ella necesitaba orinar.

—Ah, y ¿Rio?

—Él sí se fue ama, dijo que se sentía un inutil y que iba a matarte, tomó sus cosas y se fue.

—Podría decirse que si fue algo así —Zio río.

Apenas Nia volvió los hermanos y sus familiares levantaron sus cosas y tomaron de nuevo el rumbo hacia su hogar, se subieron en el tren y buscaron donde sentarse.

Estaban cerca de su destino cuando Malysa pudo sentir que los estaban observando.

—Astaroth —le susurró al demonio que descansaba en su regazo. —Ahora vuelvo.

Su familiar al sentirse indispuesto no noto la situación.

—¿Dónde vas? —Zio la detuvo.

—Nos están espiando, voy a encargarme de ello.

—¿Si tu demonio no sangra cómo podrás utilizar la magia?

Tenía razón, para acabar con quien sea que los estaba siguiendo ella necesitaba poder hacer uso de sus poderes. El simple pensamiento de cortar su propia palma le causó escalofríos.

Tomó su navaja y antes de marcharse cortó la palma de su familiar.

—Lo siento mucho —beso su frente y se fue.

—No voy a perderte de vista —su hermano la acompañó.

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