27.
La quietud inundaba aquel sótano oscuro y húmedo.
Ninguno quería hacer algún tipo de movimiento en falso que causara una desgracia, la posible muerte de Malysa.
—Vamos a calmarnos —Zio levantó las manos en señal de rendición.
—La bruja se queda conmigo, pueden llevarse a la otra.
—Nadie se va a ir de aquí sin ella —Astaroth señaló a Malysa.
Ella se encontraba asustada, como se sabe, le tiene miedo al dolor, por ese motivo no lograba hacer nunca sus hechizos, no quería lastimarse al cortarse, no quería que le doliera.
El cuchillo en su cuello se sentía frío, afilado y cada vez más cerca.
—No te muevas —le suplicó al demonio.
—Vayancé estaré bien.
—¿Estas loca?
—La bruja está en lo correcto, lo mejor es que se vayan —el rufián escupió a sus pies.
La primogénita se removió asqueada y se rasguño el cuello.
—¡Ah! —susurró asustada.
—Estás sangrando —Río señaló el cuello de Astaroth.
Este llevó su mano a la zona señalada y luego miró sus dedos manchados de rojo.
—Te estás ganando un boleto al infierno —sonrió de manera macabra.
Otro de los secuestradores llegó al sótano, vio a los invitados y se paró al lado de Nia.
—¿Así que vinieron por ti? —la tomó del cabello para que levantara la cabeza.
Ella no emitió quejido alguno pero por su expresión podía verse que le dolía.
—Astaroth, no dejes que la lastimen.
—Deberías preocuparte por tu vida asquerosa bruja —la empujó contra la pared y golpeó su cabeza.
Los ojos del demonio se tornaron rojos, brillaban deseosos de sangre.
—Vuelve a lastimarla y te desmiembro.
Con un rápido movimiento cortó el cuello del que sostenía el cabello de Nia.
La sangre salpicó sobre el rostro de su hermana.
—Suéltala —ordenó el demonio.
Mientras el demonio realizaba sus actos heroicos, la pequeña palma de Malysa comenzaba a sangrar, Astaroth se había lastimado a propósito para que se libere.
Ella con tranquilidad ilustró un símbolo en su mano, al terminar comenzó a brillar.
—¿Qué estás haciendo? —logró decir el atacante.
—¡Te mato! —asustada y dolorida tapó el rostro del secuestrador con aquella palma y arrancó su cabeza.
—Siempre tan temeraria mi chica.
Zio y Rio, nunca se habían sentido más inútiles. Su hermana le había arrancado la cabeza a alguien, nunca en su vida había visto esa clase de mirada fría y aterradora en ella. Como muy correctamente dijo el demonio, ella actuó muy temeraria.
La pelirroja corrió hasta su hermana y la ayudó a levantarse.
—Todo estará bien, ¿te duele algo? ¿Te hicieron algo?
El ambiente estaba tenso, ella a la que siempre quisieron matar, estaba realmente preocupada por ellos.
—¿Ustedes están bien? —inspeccionó a sus hermanos.
El demonio, algo molesto, resopló. —¿No me vas a preguntar como estoy?
—Yo se que tu estas bien.
—Si, estoy bien.
—Lo sabía.
Astaroth cargó a Nia hasta aquella cueva donde habían pasado la noche, el sol ya se ocultaba y no podían seguir viaje.
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