Astaroth y Lia continuaron avanzando.

El demonio cargaba a Malysa en sus brazos, pasaron horas y ya comenzaban a preocuparse, ella no despertaba.

Cuando el sol comenzó a bajar buscaron donde pasar la noche.

Lucky se sentía culpable, y no dijo nada en todo el camino.

—¿Por qué no despierta?

—Va a despertar, la golpee con la fuerza suficiente para desmayarla, no matara.

—No dije que la hayas matado.

—Pero seguro lo piensas.

—¿Ella está bien?

—Define bien —sonrió con sarcasmo.

—¿Desde cuándo tiene tanto poder? ¿Qué conjuro o hechizo fue ese que utilizó? ¿Por qué hizo algo tan grande como tomar la sangre de un demonio? ¡Eso está prohibido! Sumamente prohibido.

—Son muchas preguntas, ¿no crees? —respondió mientras recostaba a Malysa al costado de la fogata que habían armado. —Ella siempre tuvo ese poder, eso no es algo nuevo.

—¿Siempre? Eso no es muy creíble —rio.

—Que no lo utilizara no significaba que no esté. Con respecto al hechizo no se decirte, ella realmente sabe demasiado. Creo que leyó cada libro de la biblioteca de tu casa o cada libro que hable sobre la magia que haya encontrado.

—Eso es aburrido.

—Puede que lo sea pero, ella realmente sabe conjuros y hechizos que ni tu madre sabía.

Lia se quedó en silencio y dirigió su vista al rostro tranquilo de su hermana, aún quedaban rastros de sangre en el.

¿Era posible que su débil hermana sea tan fuerte?

—Con respecto a ese tabú —susurró —lo estamos manejando, no tienes que preocuparte.

—Espero que digas la verdad. Más bien parecía que lo tenían fuera de control.

—Ella, seguro estaba muy nerviosa por la situación.

Astaroth se quitó su abrigo y tapó a Malysa.

—Es hora de dormir —anunció recostándose.

—Lo mejor será que apaguemos el fuego —Lucky sugirió.

—Pero, tendrán frío.

—Lycky puede darme calor, y tu puedes también brindárselo a ella.

El demonio realmente quería dormir abrazado a ella, pero era correcto. ¿No habían roto ya suficientes reglas?

Le daba miedo lo que podría llegar a sucederle si se enteraban de todo lo que había pasado, y sumarle un amorío con su familiar, no iba a mejorar las cosas.

Se sentó a su lado y se dedicó a mirarla por un par de horas. Esperó a que Lia se durmiese para acomodarse al lado de ella.

¿Por qué temía que ella dijera algo? Si ya había visto casi todo, además ella le sugirió que le de calor.

El amanecer llegó pronto.

—No está —gritó Lia.

Él despertó alerta e inspeccionó el lugar con la vista.

—¿Dónde está?

—¿Cómo puedo saberlo? ¡Acabo de despertar y no estaba!

—Esta chica me va a matar antes de tiempo.

—Lo encontraremos, mi familiar tiene un muy buen olfato.