11.
El sol salió luego de que Malysa terminara con éxito el último símbolo sobre sus cuerpos.
Vieron el amanecer tomados de las manos, esperando sobrevivir a el.
—¿Lo logramos? —ella preguntó cuando los primeros rayos de sol calentaron su piel.
Astaroth, cortó por quinta vez en la noche la palma de su mano.
—Lo logramos —afirmó mirando como la sangre de Malysa empezaba a brotar.
Mientras la pelirroja sonreía contenta, el demonio veía como su su herida sanaba pero la de ella seguía abierta.
Ahí comprendió, que este conjuro era muy peligroso y por ello es prohibido.
Tomó la mano de su ama y la vendo con suavidad.
Ella sonrió —Ni siquiera traemos ropa puesta pero mi mano ahora está vestida —miró el vendaje y levantó su mano.
—Intentaré no lastimarme —habló con tristeza el demonio.
—¿No te dije que tengo un truco para curarme?
—¿Más hechizos? —él susurró mientras se vestían.
—Si —sonrió.
Malysa estaba contenta, despreocupada. Habían logrado salvar sus vidas, las preocupaciones las dejaría para el día siguiente. Astaroth, se sentía más demonio que nunca. Había roto el tabú más grande de su mundo. ¿Qué les pasaría ahora?
—¿No vas a curarte eso? —señaló la mano vendada.
—No —acarició el pequeño trozo de tela en su mano —Dejaré que el tiempo lo cure, así no creo que fue un sueño —carcajeo —Acostumbrarme a la idea de que fue real —comenzó a pensar en todas las reglas que habían roto —¡No! —negó —Mañana nos preocuparemos de eso. Vamos a clases.
Él la siguió, su corazón aún latía cada vez que la veía. Aunque intentaba ocultarlo, Malysa era muy consciente de ello, pero también era un problema que enfrentaría más tarde.
El día transcurrió con normalidad, Astaroth dejaba salir sus sangre cada vez que ella lo necesitaba y la pelirroja se curaba cada vez. Sanarse era algo tan fácil, pero por algún motivo ella ya se encontraba exhausta.
—Nunca había usado tanto mi energía mágica —se sentó sobre la cama al volver de la última clase. —Creo que podría dormir por tres días seguidos —se dejó caer y rió.
—¿No cenaras? —se sentó a su lado.
—Si, solo déjame descansar unos minutos —cerró sus ojos y casi al instante se quedó dormida.
La sangre de Malysa se encontraba caliente, estaba rechazando el conjuro prohibido y ella lo sabía. Sentirse tan cansada le pareció extraño, sus párpados le pesaban y no tenia apetito.
Así fue como los días pasaron y ella seguía dormida. En una lucha interna intentando que su cuerpo se adapte al nuevo cambio.
Astaroth la arropo y la cuido por semanas, hasta que el día llegó. Si ella no despertaba iba a perder la oportunidad de luchar por el trono.
Él sabía lo importante que era para ella y no podía dejar que solo pasase así como así. Que pierda sin intentarlo, después de todo lo que sufrieron para sobrevivir.
No podía dejarlo así.
El demonio leyendo libros intentó despertarla con un conjuro, pero él no era hábil con esas cosas. Y lastimarse no le causaba dolor a ella.
Comenzó un nuevo día, este era el gran día.
Apretó fuerte la mandíbula y le dio una sonora y fuerte cachetada.
La cual no tuvo efecto alguno.
Había golpeado a una mujer indefensa sin conseguir algo a cambio, eso hería mucho su orgullo.
Al acercarse un poco más notó lo pálida que se encontraba.
—¡Tienes que despertar! Sino quedarás fuera de la competencia. —gritó sin lograr nada.
Ahí fue cuando otro tabú cruzó su mente.
"Una bruja nunca beberá la oscura sangre de un demonio mayor. Esto causaría un cambio en la misma haciéndola más peligrosa para la especie demoníaca."
Él lo sabía, con todo el poder mágico de ella mas su sangre ella sería invencible y ya habían roto tantas reglas ¿por qué no una mas?
La sangre de los demonios tenía poderes curativos y quizás así ella despertaría. Además la sangre de un demonio era adictiva. Una vez que se probaba dejarla era algo complejo.
Cortó su palma y vertió su sangre en una cuenco.
Suspiró —Nunca creí que tendría miedo de algo —murmuró mientras levantaba la cabeza de Malysa —Pero tengo tanto miedo de fallarte que me convertí en un imbécil.
Abrió con delicadeza la boca de ella y dejó que la sangre se deslizaba hacia su garganta.
—Quizás mi perdición no fue mi madre... —confesó mientras limpiaba el espeso líquido de la comisura de sus labios. La recostó y esperó.
Pasaron dos horas hasta que Malysa comenzó a retorcerse en la cama.
—¡Quema! —gritó y se incorporó asustada.
La sangre de aquel demonio comenzaba a adueñarse de parte de su cuerpo, pero logró que aceptara el conjuro anterior sin problemas.
Astaroth sonrió con nostalgia al verla levantarse.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro