🌲 V E I N T I U N O | A P R E N D E R 🌲
«Aprendí pocas cosas en mi vida y quizás aprenda algunas otras cosas más el resto que me quede de ella»
Axel.
Axel estaba nervioso, pero no de la misma manera en la que ha estado durante la semana con la tensión que había entre él y Ariel. Estaba nervioso porque estaba en aquel restaurante retro de los ochenta, su favorito y esperando a que aquella mujer entrase por la puerta de la misma.
¿Podría considerarse cita? Ni siquiera él supo que decir. Lo último que quería es que ella se tomase aquello demasiado en serio... Pero si ni siquiera él sabía que es lo que quería, ¿era correcto recriminarla? Claro que no. Por eso, esa misma noche mientras miraba la hora en su móvil, se peinaba el pelo hacia atrás observándose su propio reflejo en la ventana que tenía al lado de él.
Desde ahí podía ver siempre lo que ocurría fuera, en la calle. Por eso no paraba de mirar el reloj deseando verla llegar con esas ropas tan suyas. Deseando verla y saber que al menos entre ellos las cosas iban regularmente bien. Claro, nunca habían estado bien, simplemente hablaban... Pero él quería algo de ella y no sabía el qué. Se preguntó a sí mismo durante toda aquella semana si la idea del folla amigos era viable ahora que sabía que ella era virgen. Quizás lo mejor era pasar de ese tema y probar cosas nuevas, como una amistad con esa joven.
Si... Podía hacerlo...
Por eso, cuando vio la silueta de ella en la ventana, su corazón latió rápidamente y casi se levantó de su asiento cuando la miró entrar por la puerta de entrada del restaurante. Llevaba un vestido algo veraniego, donde la falda le llegaba un poco por encima de la rodilla, con una chaqueta vaquera... Sin duda ese estilo que solía ponerse ella. Y tanto era así que cuando los ojos azules de ella se encontraron con los de él, una sonrisa inocente por parte de Axel se escapó de su rostro.
Era extraño ver un hombre como él, que al principio decía que le daba asco ver sonreír a la gente y que ahora era él el que lo hacía. Extraño y divertido a la vez.
En cambio, Ariel observó aquel rostro que cada día le gustaba más mantener la mirada. Se decía a sí misma que simplemente era que quizás le caía bien, pero lo cierto es que también se estaba engañando a ella misma y, por eso, se vistió de aquella manera, poniéndose un poco de maquillaje y viéndose más hermosa de lo que ya era.
Él se levantó rápidamente de su asiento y se quedó ahí, de pie y parado frente a la mesa mientras veía como la joven sonreía tímidamente sin saber que hacer. Era la primera vez que quedaba con un chico, ¿qué vendría ahora? Un beso en la mejilla, un abrazo o un choque me manos. Y se río por dentro pensando que eso último no vendría a cuento.
Por eso, solamente se saludaron sin acercarse y se sentaron frente a frente, en aquella mesa que siempre escogía él.
—Al final has venido...
—Siento la tardanza —murmuró ella, pensando lo que le había ocurrido, dudosa de que ponerse.
—No... No pasa nada, la culpa es mía por venir demasiado temprano.
Axel, por primera vez, se secó las manos en sus pantalones por el sudor. No era de los que sudaban las manos, pero lo cierto es que ese día si fue una de esas personas. Y ella tampoco sabía que hacer.
Los minutos pasaron y la tensión fue disminuyendo cuando él comenzaba a contarle algunas cosas divertidas con ese estilo tan característico de él. Su cena llegó y con la misma empezaron a comer ambos.
—Me dijiste anoche que podía preguntarte todo lo que quería... —dijo ella lentamente, por temor a que él hubiera cambiado de idea. Axel asintió, preparado para cualquier cosa que le preguntase y tomó un trago de su bebida—. A veces me da la sensación que nunca has tenido una amistad, ¿es eso cierto?
Axel la observó. De todas las cosas que creía que le preguntaría eso era lo único que no imaginó.
—Tuve un... Un amigo en mi pasado.
—¿Qué ocurrió?
Axel levantó la mirada de su comida y tragó saliva. Era un tema que no quería hablar. Fue reciente lo que pasó con su amigo y lo cierto es que era lo último que quería contar, por eso solo negó con la cabeza, dándole a entender que en ese tema no quería entrar.
—Lo siento si te ha molestado.
—No, no. Es solo que no me gusta hablar de ello —dijo, dedicándole una sonrisa forzosa.
—¿Tus padres?
Axel apretó su mandíbula y pensó que quizás no era una buena idea que ella preguntase.
—Separados —contestó con un poco de mala uva y tragó saliva para controlar su temperamento.
—¿Vives con alguno de ellos? —pregunto, inocentemente ella y Axel sonrió con un poco de mala hostia y risa en sus labios.
—Lógicamente. —Volvió a contestar con ese mismo tono y ella lo notó.
Por eso dejó de preguntar y solo se dispuso a comer, pero lo cierto es que Axel lo vio y negó con la cabeza.
—Ariel, sigue por favor...
Ella estuvo unos segundos pensativa y luego siguió con lentitud; —. ¿Por qué te gusta tanto la soledad?
Hizo un bufido y luego se colocó recostándose un poco en el sillón, chulesco.
—Porque me gusta. —De nuevo, ese tono borde volvió, como si le molestase que ella preguntase cosas íntimas cuando en realidad pensaba que le preguntaría porque era así con ella o cualquier otras tontería que hacían las mujeres.
Y Ariel no quería ver ese Axel asqueroso que ha visto ya varias veces. Quería ver al dulce que entró por la ventana de su cuarto anoche.
Por eso, ya después de un rato de haber empezado a comer, ella dejó el tenedor sobre el plato y comenzó a sacar su cartera.
—¿Qué haces? —preguntó él, ya sin ese tono borde con el que estuvo toda la cena.
Ella puso un billete de veinte dólares sobre la mesa y luego recogió su bolso.
—Creo que ha sido una mala idea venir... —susurró para luego irse de allí sin decir nada más.
Axel, sorprendido porque ella hiciera ese gesto y luego se marchase, se quedó unos segundos mientras que ella caminaba hasta terminar saliendo del local. Pero con la diferencia que esta vez él no se quedaría de brazos cruzados. No quería que ella se enfadase, que se marchase y al día siguiente no le hablase, como si no existiese. Era la única que lo trataba con normalidad y quería seguir conociendo a esa mujer.
Se había vuelto a comportar como un ogro y con eso bastó para que él se levantase de la mesa y corriese detrás de ella en plena calle.
—¡Ariel! —gritó él y ella no se giró.
Lo que Ariel necesitaba era una vida tranquila, no estar con alguien complicado... Para complicado ya era su vida y suficiente tenía con eso. Le parecía perfecto que él fuese así, pero ella no entraba en su vida y lo sabía al dedillo.
Era plena noche, el frío calaba en los huesos en aquel otoño, pero ni siquiera eso bastó para que los dos ignorasen todo y él la siguiera detrás de Ariel, de esa joven con la que no paraba de pensar en cosas.
—¡Ariel, por favor!
Ella se giró y lo observó a los ojos gracias a que una farola los iluminaba a pocos metros.
No habían coches pasando por la calle, tan solo unos pocos aparcados. Ni siquiera nadie caminaba por la acera, solo ellos estaban allí, mirándose y queriendo decirse miles de cosas con una simple mirada.
—Dime que mañana no vas a hacer como si no existiese... —dijo bajo, pero lo bastante alto para que solo ella lo escuchase.
Aquella joven, miraba a ese hombre que aparentaba más edad de la que poseía. Eran dos jóvenes de dieciocho años y había tantas diferencias que su fecha de nacimiento no era una de ellas.
—Axel... —susurró cansada, pero él se acercó a la vez que dejaba espacio para ella y tragó saliva con nerviosismo. —¿Quién te entiende?
—Por favor... Dime que mañana me hablaras. No soporto que me ignores, que me odies y estés enfadada conmigo... —dijo sin pensar y luego la miro a aquellos ojos que tanto le estaban mirando—. Prefiero mil veces verte sonreír que cabreada por mis gilipolleces —sentenció en tono de broma, haciéndola reír y, lo cierto, es que aquella frase no era una broma.
Ya no.
—Mañana no hay clase. —Le dijo ella y negó con la cabeza.
—Da igual. Si tengo que pasar por tu casa para saber que me hablas, lo haré.
Ella dio tres pasos hacia atrás para observar a sus espaldas, como buscando una ayuda divina. Luego volvió a mirarlo y asintió.
—Quiero oírtelo decir de tu boca, sirenita.
Ella sonrió mucho más y luego contestó.— Te prometo que mañana te dirigiré la palabra, Axel.
Con eso bastó para que Ariel volviese a caminar pero él la siguió. Caminaron por aquel callejón que semana antes había pegado un puñetazo a una de las paredes Axel y, sin más demora, él la miró a ella. Observaba aquella forma de ser de ella que últimamente lo traía loco y se dijo a sí mismo; ¿Amistad? Y una mierda.
La tomó de su brazo y la hizo girarse frente a frente, posando sus labios sobre los de aquella joven, rompiendo cualquier promesa que se hiciera a sí mismo y sintiéndose en una maldita nube al hacerlo. La besó, sin preguntarle a ella, ni nada. Pero Ariel tampoco dijo nada, ni lo echó para atrás. Solamente siguió el beso apasionado que había empezado él y Axel la agarró de sus caderas para pegarla más a sí mismo. Ariel ya no tenía control en sí misma, siempre podía manejarse a su antojo, pero en aquel momento no pudo y posó sus manos sobre la cabeza de aquel joven, pegándose más a Axel y sintiéndose caliente por cada toque que le hacía él por encima de su vestido.
Él, sin saber como, bajó un poco para agarrar las piernas de aquella joven, metiendo su lengua hasta el fondo y luego la colocó entre sus caderas, pegándola en la pared y devorándola como nunca antes le había echo a otra mujer. Ariel en cambio, solo sentía como el frío no existía, su calor corporal se hacía más y más fuerte, incluso sintiendo como la erección de aquel hombre crecía y lo sentía pegada a ella, pudiendo notar como se mojaba sin esperarlo y las manos de Axel bajó por su vestido, notando esa piel suave y tan delicada con la que llevaba soñando varias semanas.
Se sentía duro, con ganas de más. Besando sus labios, luego chupando el cuello de ella que lo tenía a la par de él y volviéndola loca con tan solo sus labios. Pensó en todo lo que ella podría gritar tan solo usando su boca sobre su cuerpo y volvió a pegar su boca sobre la de ella entreabierta. Pegaba su miembro sobre la intimidad de ella, frotándose un poco y escuchándose gemidos de ambos, impidiéndole sentir mejor por culpa de la ropa que quemaba en su cuerpo.
Si alguien pasara por aquel lugar, ninguno de los dos se percataría de ello y aún así, le darían exactamente igual.
Axel, dejando de besarla para poder pegar su frente sobre la de ella, vio como las mejillas de aquella joven se tiñeron de un rojo intenso por cuenta de la excitación. Estaba a punto de caramelo y hasta ella lo sabía. Sería virgen, pero habían millones de cosas que podían hacer sin necesidad de llegar a la acción y aquella atracción era más que suficiente para saber Axel que Ariel también sentía lo mismo por él.
Y vaya que si lo sentía...
—Ven a mi casa —murmuró, todavía excitado por el beso y ella tan solo se le escuchó un balbuceo de sus labios.
Axel nunca había llevado a una mujer a su casa y ella, inocentemente, sería la primera en pisar tierra desconocida.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro