
🌲 T R E I N T A Y S E I S | N A D A 🌲
"No quería saber nada... Nada"
Ariel.
—Ella a dicho que la dejes. —Le dijo Axel con las manos apretadas a más no poder y abriendo la puerta con fuerza, entrando por la habitación dando zancadas.
Verla allí, llorando y gritando de desesperación lo hacía hervir la sangre y más que ese gilipollas de Matt estuviese sobre ella, obligándola. Axel entró como un loco, agarrando el pelo de Matt y la ropa de él para levantarlo de Ariel y luego estamparlo por la primera pared que encontró.
Matt quedó en el suelo al instante, pero Axel no había acabado. Estaba cabreado, muy enfadado y no por ella... Ariel no tenía culpa de nada, pero si tenía ganas de pegarlo y demasiadas veces a su agresor.
Se acercó a él, lo agarró de su camiseta y lo puso frente a él.
—Un tío de verdad no obliga a una mujer a tener relaciones, gilipollas. —Le volvió a decir, pegándole un fuerte puñetazo que lo dejó K.O en su cuarto.
Tan rápido como lo hizo, se giró y fue recto hacia ella, quitándose la chaqueta de cuero y tapándola, al mismo tiempo que la abrazaba hacia él. Ariel no decía nada, solo balbuceaba y lloraba en silencio, pero Axel no quería que siguiera allí. Se la llevó de aquella casa en brazos, con demasiados compañeros mirándolos con extrañeza. Axel la abrazaba sin ningún esfuerzo, mientras que Ariel solo quería marcharse de allí y se abrazó al cuello de él, poniendo su cabeza en aquel hombro tan ancho de Axel.
Él llegó a su coche y abrió la puerta como pudo, dejándola en el asiento del copiloto y luego, en acto seguido, entrar a su coche con rapidez.
Axel no le gustaba usar transporte y menos tener que manejarlo, pero la casa de aquel innombrable estaba demasiado lejos y quería llegar lo antes posible allí, a pesar de todo lo que había pasado durante la semana con Ariel. Por eso, cuando preguntó por ella y subió las escaleras, hasta que escuchó los gritos de ella. Se mezclaban con la música horrorosa que había en aquella fiesta, por eso nadie la había escuchado en la planta de abajo. Y si lo hubiesen echo no habrían echo nada.
Y cuando la vio allí, sufriendo quizás por culpa de él mismo, quiso reventar la cabeza de Matt y disfrutar viéndolo sufrir, como Matt hizo sufrir a aquella joven de la que empezaba a sentir algo más que una simple amistad.
Cuando ya Axel había puesto en marcha el coche, hubo momentos en los que observaba a Ariel, para saber como estaba, aunque en el fondo sabía como estaba. Ella se abrazaba a sí misma, apretándose las piernas cerrándolas tan fuertes que podría hacerse hasta daño. Axel ya sabía por lo que había vivido y supo que se sentiría incómoda y lo último que querría sería hablar.
Ella olía el olor que tanto empezaba a gustarle y que estaba tan impregnado en la chaqueta de aquel hombre. La tenía puesta y lo único que conseguía despistarla del terrible momento que había pasado era esa prenda masculina y las vistas de la ventana, en aquella noche de noviembre. Se encontraba mal, con las lágrimas corriendo por sus mejillas, pero se sentía mejor... Protegida gracias a Axel. Y supo que junto a él, a pesar del mal lenguaje que tenía, era un hombre de fiar y eso ella lo agradecía.
—¿No te importa que te lleve a mi casa? —preguntó él, sin retirar la vista de la carretera—. No voy a hacerte nada, no soy así. Solo quiero cuidarte... —murmuró esa última frase tan bajo que temía que ella lo escuchase, pero bien que lo había escuchado ella.
Asintió lentamente, vergonzosa de mirarlo a pesar de haberla salvado de aquel idiota y cerró los ojos un momento para poner en orden sus propias ideas.
Al rato, Axel aparcó su coche y luego ayudó a bajar del mismo a Ariel, que todavía tenía las piernas como gelatinas después de lo sucedido. La volvió a llevar a su habitación y, cuando cerró la puerta del mismo, se dirigió rápidamente a uno de sus cajones para tomar ropa interior de él, ya que la de ella había resultado algo dañada.
Se puso delante de ella, que todavía estaba en ese estado y la observó a los ojos llorosos de Ariel. Se abrazaba a sí misma con aquella chaqueta que tan protegida se sentía y sus ojos se cruzaron con los de aquel hombre, que tan preocupado estaba por su estado.
—No tengo ropa interior femenina... Pero puedes ponerte la mía —susurró él ante la atenta mirada de Ariel, que todavía no había pronunciado ninguna palabra—. Está limpio, no te preocupes. Pero puede que te quede un poco grande.
Y con aquella mirada, esperó a que ella le diese ese permiso. Ariel no se encontraba bien después de esa experiencia tan desagradable, pero él estaba allí para que no estuviese sola. Por eso mismo quería que fuese a su casa y allí estaba Axel, arrodillándose de nuevo frente a ella para poder ponerle sus propios calzoncillos a aquella joven.
Era la primera vez para ambos, sobre todo para Axel, que nunca le había prestado nada a nadie.
Y ahí estaba Ariel, viendo desde arriba como Axel le ponía su propia ropa interior y sus manos tuvieron demasiado cuidado de no tocarla demasiado, tampoco quería que tuviese una peor noche de como ya lo tenía. Axel estaba allí para ella y solo para ella.
Subió con delicadeza su prenda hasta que pudo llegar a las suaves curvas de Ariel. Mientras hacía ese recorrido no dejaba de mirarla a los ojos. Ella todavía tenía su ropa puesta y ni siquiera quería quitarse aquella chaqueta.
—¿Quieres cambiarte de ropa?
—No... No me puedo quedar aquí, Axel —dijo ella por primera vez después de un buen rato y él se relajó por escucharla hablar.
—No quiero que estés sola, Ariel y te empiezo a conocer y sé que vas a pasar este momento sola, sin hablarlo con tu abuela —murmuró sin dejar de mirarla—. Y cuando pasas un momento traumático lo último es pasarlo sin la compañía de alguien... Créeme.
—Y... ¿Dónde voy a dormir?
—En mi cama. —Le respondió con claridad, sin fallar ni un momento su voz.
Ariel lo observó asombrada y tragó saliva.
—¿Y tú?
—No te preocupes por mí, ¿vale? —contestó y ella asintió en respuesta.
Él volvió a caminar hacia su armario y sacó una de sus camisetas para luego entregárselo a ella.
Ariel lo tomó sin más y lo observó delicadamente a los ojos.
—Voy a salir fuera mientras te pones mi camiseta, para que tengas más intimidad —susurró Axel y, cuando se dispuso a salir de su propia habitación, la mano de Ariel sobre su hombro lo detuvo.
—Quédate... No... No quiero estar sola —murmuró con la boca pequeña y él asintió en respuesta, pero le dio la espalda para que ella se vistiese y esperó a que ella le dijese que ya estaba lista.
—¿Necesitas algo más? —Le preguntó a ella una vez que Ariel se acostó en su cama y ella negó con la cabeza.
Ariel tenía la sensación de que quería decirle millones de cosas a ese hombre, pero no supo con cual empezar, ni siquiera que decirle. Aún tenía la sensación de las manos de Matt sobre su cuerpo y temblaba nada más recordarlo.
Y fue ahí cuando empezó a hablar.
—Tenías razón... No tenía que haber ido —murmuró, poniéndose de lado mientras que se tapaba completamente con el edredón de Axel.
Axel estaba al otro lado de la habitación, doblando la ropa que Ariel se había quitado y poniéndola rigurosamente a un lado de su escritorio. Se quitó su propia ropa y luego se puso solamente el pantalón de chándal que siempre se ponía para dormir, dejando su torso al aire. Se acercó a ella y se metió en su propia cama para sorpresa de Ariel, pero a la vez que dejaba un buen espacio entre ellos.
—Ariel, tú no lo sabías. No tienes la culpa de nada —respondió claramente, esperando que aquella joven se diese la vuelta para mirarlo.
Ariel estaba sorprendida y nerviosa, sabía que aquel joven estaba a su lado, quizás con poca ropa pero sabía que él no haría nada con ella, y mucho menos aquella misma noche. Se escondió un poco en aquel edredón aguantando las lágrimas y apretando sus dientes.
—Siento mi comportamiento... Siempre me estoy disculpando contigo por como me comporto... Soy un idiota sin remedio. Y no quiero que te culpes por algo que ni siquiera has hecho... —dijo, intentando evitar decir el nombre de aquel desgraciado. Se pegó un poco más a ella y puso su dedo índice sobre el hombro de Ariel, para llamarla.— Mírame.
Y eso hizo ella.
Se observaron, ambos estaban asustados por lo sucedido en aquella fiesta universitaria, sobre todo Ariel que comenzó a llorar frente a él y Axel, por primera vez, ignoró su personalidad tan fría para abrazar a aquella mujer y dejar que llorase en su hombro. Los dos estaban en la cama de Axel, abrazándose y sintiéndose ellos mismos, sin importar lo que pasaba fuera de aquel cuarto.
—Pensé que no vendrías... —murmuró ella al rato, aún abrazada a ese hombre y Axel sonrió suavemente.
—Supongo que no puedo estar lejos de ti, sirenita.
Y es que ella lo tenía hechizado.
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