«Las sorpresas vienen solas y a veces son las que menos te gustan"»

Ariel.

Ariel caminó por el pasillo del lugar para dirigirse a su taquilla y tomar el libro de su próxima clase. Lo que ella no esperaba es que él estuviese esperándola allí, pegado a su taquilla con las manos en los bolsillos de sus pantalones.

Habían pasado dos semanas desde el incidente aquella noche en el restaurante del barrio. Sabía que su objetivo era molestarla, demostrarle que no le caía bien, pero Axel, tras ver que ella no le dirigía ni siquiera la mirada en todas las clases que tenían juntos, empezó a ver que realmente se habría pasado un poco.

Tampoco es que él le fuese a pedir perdón o algo por el estilo, tan solo quería escucharla hablar un poco más. Y en el momento en el que vio a la pelirroja moverse sola entre tantos adolescentes, hizo un gesto con los labios hasta que los ojos de ella observaron los suyos.

Ariel levantó la ceja extrañada y con ganas de marcharse de ese lugar como si nada hubiese pasado. Le había dolido lo que le había dicho de su padre. Él no sabía nada de su pasado y no era quien para fastidiarla de esa manera.

Por eso, cuando ella se dispuso a darse la vuelta, pensando que ya se buscaría la vida pidiendo un libro en clase, Axel actuó rápido y la agarró por el antebrazo para que se girara.

—Hola, sirenita.

Ella apretó los labios con enfado y tragó saliva mientras sentía la mano de él en su delgado brazo. Intentó zafarse de él y luego se colocó un poco mejor para levantar la cabeza y mirarlo a los ojos. Axel era tan alto y ella de una estatura media, que la obligaba a mover mucho el cuello, lo que a él le gustaba.

—¿Qué quieres?

—Uy, hoy te has levantado un poco arisca —dijo él, clavando su mirada por cada movimiento que hacía ella.

Ariel mientras, se acercó a su taquilla para sacar ese libro que necesitaba y, cuando cerró la puerta vio al susodicho pegado en la taquilla con esos ojos marrones sobre ella.

—No me has vuelto a dirigir la palabra.

Ariel levantó sus cejas, sorprendida de que Axel le hubiese dicho eso, que casi le entraron ganas de reírse en ese mismo instante. Y le daba igual que la gente la tratase por loca.

—¿Acaso es necesario? —Le respondió con verdad y caminó para dirigirse a la planta alta para su siguiente clase.

Con la diferencia de que esta vez no iba sola. La compañía de Axel se notaba y no porque fuese Axel, sino porque todos lo miraban a él al ver que estaba hablando con alguien que no fuese un profesor para hablar de sus notas.

Era la primera vez que Axel hablase con alguien y que encima fuese él el interesado. No tenía amigos y ni falta le hacían, pero por alguna extraña razón quizo acompañar a esa joven pelirroja y no supo dar una respuesta digna a su mente solitaria.

—¿Te molestó que te dijera que fueses una hija de papá? —preguntó, intentando sonar duro pero no fue así.

Y tan diferente sonó que hasta a él se sorprendió que lo dijese de aquella manera.

—Lo que me molesta es ver tu cara. —Le habló con un tono brusco ella, aún enfadada por lo del otro día.

—Eso no dicen las mujeres cuando mi cara está entre sus piernas. —Quiso devolverle Axel a Ariel cuando ella casi ahoga un grito y lo miró a los ojos.

Mientras que Axel la observaba victorioso por lo que acababa de conseguir con su respuesta.

—Eres un... asqueroso.

Él rió en voz alta y, antes de que ella entrase a su siguiente clase, él la volvió a tomar esta vez de su estrecha cintura y la acercó hacia él, quitando cualquier centímetro que hubiese entre ellos.

—Ninguna me ha dicho que no le haya gustado —susurró cerca de ella y Ariel casi le da algo al escuchar eso de ese hombre tan alto y tan grosero, pero a la vez sintió algo ahí abajo.

Axel hizo un gesto para que solo ella lo viese y Ariel rápidamente lo alejó, tomándolo del pecho y alejándolo de ella, para así entrar a su próxima clase.