«Me da igual menospreciar a una persona sin conocerla. Ya me lo hacen a mí y no ando lloriqueando por las esquinas»

Axel.

Durante ese mismo día, Ariel no paraba de pensar en la escena que había presenciado con el gilipollas de Axel.

¿Cómo era capaz de hablar de esa manera tan vulgar y luego sentir ardor en algunas zonas? Era prácticamente imposible para Ariel pensar en ello. Pero durante lo que quedaba de clase de biología solo deseaba pensar en los estudios y olvidarse de ese hombre con ese alma tan oscura.

En cambio, Axel no dejaba de observarla por el otro lado de la clase. Compartían clase y, a pesar de los años que llevaban haciéndolo, siendo unos completos desconocidos en un mismo lugar, no sabía porqué quería mirarla a pesar de todo el odio que le tenía por ser tan asquerosamente feliz.

La clase ya hacía rato que había comenzado cuando de la puerta se escuchó varios toques y el profesor dejó que pasara el alumno que había detrás. Matt, el joven que le gustaba a Ariel, había entrado y Axel se percató de todo ello cuando observaba a esa muchacha y luego al idiota con cara de modelo. Axel apretó los labios y los puños con fuerza mientras observaba como casi se le caía la baba a Ariel mirando tímidamente a ese joven que estaba de pie junto a la clase, preguntándole algo al profesor.

Juraría que Axel podría romper la mesa con solo dar un simple golpe de lo tenso y, a la vez, cabreado que estaba por una estupidez como esa. Empezó a sentir cosas que nunca había sentido antes y ver como aquella mujer tan inocente observaba a ese hombre de las que todas suspiraban lo hacía enrabiar.

Por ese mismo motivo, una vez acabada la clase, él recogió sus cosas rápidamente para dirigirse a la joven pelirroja que tan valiente era cuando estaba con él y tan tímida cuando estaba con otras personas.

Puso una mano sobre la mesa de Ariel y ella levantó la mirada para mirarlo directamente a los ojos. Sabía que algo quería, porque sino no estaría de esa manera simplemente para charlar. Llevaba tiempo molestándola, cosa que la cabreaba, pero solo se dispuso a recoger sus pertenencias e ignorarlo.

—¿Qué tiene ese que tanto te gusta? —preguntó él y hasta ella se sorprendió escuchándolo decir eso.

Ariel abrió la boca para volver a preguntar, por si acaso había oido mal, pero solo lo observó a los ojos y luego se aclaró la garganta.

—¿Matt?

Ante la pregunta de esa joven, él asintió sin moverse del sitio a pesar de que ya todos sus compañeros habían abandonado la clase.

—Matt no... No me gusta —respondió nerviosa y luego se levantó de su silla, poniéndose la mochila detrás de su espalda.

—Esa no es la respuesta, sirenita.

—Tengo que irme a clase de dibujo. —Le dijo ella sin más, marchándose del aula y despidiendo al profesor para la próxima clase.

—Que casualidad, yo también —contestó fingiendo sorpresa mientras la seguía—. Contesta.

—Axel, no es de tu...

—Es la primera vez que dices mi nombre —murmuró, pegado a ella y Ariel sintió su piel de gallina al escucharlo—. Y me gusta como suena...

Ella respiró fuertemente caminando más rápido de lo normal para Ariel y comenzó a dejar atrás a Axel, pero él era más alto, por lo que sus piernas largas consiguieron llegar hasta ella en un momento.

—No me has respondido. ¿Es la cara de gilipollas que tiene? —cuestionó y ella rió suavemente, volviendo a sacar esa sonrisa que tan poco le gustaba a Axel, pero por alguna extraña razón, ignoró aquello que le había dicho alguna vez y solo la miraba.

—¿Por qué te importa tanto?

—Bueno, me gustaría saber que clase de hombre les gusta a las mujeres inocentes como tú.

Ariel apretó sus puños y, sin contestarle nada, caminó rápidamente a su clase de dibujo sin dirigirle la mirada en ningún momento de la hora.