«La soledad es como el agua; lo que necesito»

Axel.

Esa misma tarde, Ariel estuvo en su cuarto, estudiando para los próximos exámenes que se avecinaban. Tenía demasiadas cosas que hacer y lo único que recibía en el móvil eran mensajes de sus amigas para quedar aquel día.

Ella los ignoraba todos, necesitaba concentrarse para sacar buena nota o, al menos, aprobar. Aprovechó que su abuela se quedó dormida para poder concentrarse completamente en sus estudios y así estar tranquila durante el resto del tiempo. Pero, mientras se concentraba para el próximo examen, el rostro de aquel maleducado joven se cruzó en su mente.

Era extraño. Nunca le había ocurrido algo por el estilo y más que fuese ese tal Axel el que rondara por su cabeza unos minutos. Negó con la cabeza mientras que volvía a meter su cabeza entre sus manos para aprenderse de memoria aquellos signos y así poder hacerlo correctamente en el examen. Pero de nuevo volvió a pensar en aquel idiota que le había dicho que su sonrisa le daba repugnancia.

"¿En serio que esa es su manera de dialogar?" —se preguntó ella mientras que observaba la ventana que tenía frente a su escritorio.

Se echó para atrás en su silla y miró las vistas desde su cuarto de aquella tarde, donde las nubes eran las protagonistas. Odiaba todo lo que tuviese que ver con la lluvia, el frío y las tormentas. A Ariel no le gustaba los dramas, cuanto más lejos estuviese de las cosas oscuras de la vida era mucho mejor para ella.

Pero todo lo que había pasado de aquí para atrás no era vida y nadie la comprendería a ella, por mucho que la conociera. Ariel dudaba que alguien la entendiera y comprendiera porque siempre sonreía.

Y posiblemente, así sería lo mejor.