🌲 C A T O R C E | V I S I T A S 🌲
"La vida te trata como tú la tratas a ella. Tarde o temprano, pero el momento siempre llega"
Ariel.
Ariel ha pasado por mucho a lo largo de su corta vida. La muerte de sus padres, la enfermedad de su abuela... Ella había pasado cosas desde mucho antes de lo que nadie podría imaginarse y ahora, con dieciocho, sentía que lo peor estaba por pasar. Siempre tenía esa sensación e intentó ignorarla para poder vivir el día a día.
Siempre con una sonrisa y gracias a ello las personas creían que era feliz... Las apariencias engañan y Ariel sufrió mucho, pero quiso seguir adelante, sonriéndole a la vida a pesar de todo lo que le había arrebatado en tan poco tiempo. Al fin y al cabo, así era vivir, aceptar las cosas por como viniesen por poco que a uno le gustase.
La vida no era de rosas y tarde o temprano uno tendría que descubrirlo y Ariel lo había descubierto muy temprano. Eso no fue suficiente para que ella siguiera adelante, pero tampoco significaba que no tuviese sus bajones, era lo más normal para una persona que había perdido familiares muy cercanos y tan importantes en su vida.
Pero ella, aquella noche de lunes, estaba en su habitación cuando su abuela se había quedado dormida en el cuarto que le habían preparado en la planta de abajo, ya que no podía subir y bajar las escaleras con esa fluidez que hace unos años podía. Ariel estaba en su cuarto, en la planta de arriba, leyendo uno de sus cientos de libros que tenía esparcidos por su habitación.
Pero un ruido la sacó de su sueño, en ese mundo perfecto que había en los libros. Levantó la cabeza de su lectura y movió el cuello para observar que alguien había detrás de su ventana.
Ella se asustó, pero cuando vio el rostro de Axel por unos segundos se relajó y luego se levantó de su cama para ir recta hacia su ventana. La abrió y allí estaba él, con ese estilo característico, esa chaqueta negra con ese pelo despeinado por el viento y esos piercings famosos, todo lo contrario, a como era Matt, el joven que le gustaba.
—¿Qué haces tú aquí? —Le preguntó, tapándose un poco el pecho que gracias a ese suéter viejo que tenía y que tan estirado estaba, se le podía ver cualquier cosa si se descuidaba.
Pero claro, estaba en su casa y tan solo su abuela podía verla de esa manera. No Axel.
Por eso, cuando Ariel se hizo para un lado y así él pasara, los ojos de él viajaron a su pecho, donde sus manos tapaban aquellas pequeñas montañas y sus largas piernas desnudas se veían desde su altura. Casi podía sentir como cierto amigo se movía, pero retiró la vista de su desnudez y clavó su mirada en los ojos azules de ella.
—Quería verte. —Le contestó con sinceridad y luego ella no pudo mirar a otro sitio que no fuese a ese rostro duro que tenía Axel.
—¿Verme? ¿Cómo sabías donde vivo? —Volvió a preguntar con extrañeza y él movió los hombros con desgana.
—Eso no te lo puedo contar, sirenita —susurró, sonriente y en el fondo dio gracias a que, tras muchos "no", una de las amigas de Ariel le había dicho donde vivía.
—Sabes que tengo una puerta en la que puedes entrar, ¿verdad? —Levantó la ceja, juntando sus piernas y deseando meterse en el armario para ponerse ropa adecuada.
—No sería divertido. Además, a las mujeres les gusta más que el tío suba por la segunda planta y toque la ventana de ella, como Romeo —dijo, también levantando la ceja, aunque en el fondo solo él sabía que era la primera vez que hacía eso por una chica.
Ariel movió los ojos y luego caminó por su habitación algo desordenada para así tomar una chaqueta y ponérsela por encima, para que Axel no la siguiera mirando como si quisiera verla desnuda.
—¿Qué quieres, Axel? A parte de verme...
Fue ahí que por primera vez no supo cómo decirle a alguien esas palabras. Normalmente no solía decirlas y, aunque tuviese que hacerlo, no lo haría. Pero ahí, en aquel cuarto con aquella mujer frente a él, quiso hacerlo. Necesitaba hacerlo.
Por eso, Axel se puso nervioso tocándose la nuca sin saber cómo empezar. Solo recordaba las palabras de ella cuando le había dicho que sus padres habían muerto. Él no se podía imaginar que los suyos muriesen, estaban separados pero vivos. Pero imaginarse que una persona tan joven como ella y que siempre sonreía hasta cuando no tenía que hacerlo, no los tuviese. Se sintió culpable y se odió a sí mismo por ello.
—Hoy no viniste a clase... —murmuró, observando el cuarto de Ariel, que sin duda necesitaba que recogiese un poco.
O él era un perfeccionista del orden o ella era demasiado descuidada. Posiblemente fuesen las dos cosas mezcladas.
—No me sentía con ganas de ir a la universidad.
Axel caminó con cuidado de no pisar la ropa que tenía por el suelo y miró todo su cuarto, las pertenencias de ella, los libros, su música... Todo. Ariel se sentía expuesta y no por su ropa, que gracias a la chaqueta que se había puesto ya era otra cosa, sino por la intensa mirada de ese joven en su habitación, un sitio privado que jamás imaginó que un chico pisara. Ni siquiera sus amigas habían entrado, ¿cómo era posible que ese hombre estuviese ahí?
Fue ahí cuando él se giró y la miró a los ojos.
—Lo siento.
Ariel juró que su corazón había dejado de latir, pero no en plan darle un infarto o algo por el estilo, sino ese momento previo y no supo que decir. El malo de la historia le estaba pidiendo perdón, ¿cómo era posible?
Él se acercó, sintiendo que el peso que tenía encima se marchaba y quería explicarle porque era así con ella, pero solo se dedicó a acercarse a ella y dejar simplemente unos centímetros de separación.
—Siento mi comportamiento contigo y como te juzgué sin conocerte, Ariel —murmuró y ella casi se cae para atrás cuando oyó lo que creyó oír y no era esa disculpa.
Era la primera vez que oía su nombre en la boca de ese joven y eso si que era una sorpresa. Ya que siempre le estaba diciendo sirenita u otras cosas.
—No prometo comportarme mejor contigo, porque soy así. Pero te aseguro que jamás hablaré de esa manera de tus padres... Lo siento, Ariel.
Y con eso bastó para que Ariel se quedase callada, sin saber que decir en ese instante y él se sintió tranquilo porque le había pedido disculpas por su comportamiento el otro día.
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