Capitulo 8
Paso lo que parece años en la oscuridad, los maniquíes apilados contra las paredes son mi única compañía. Mis intentos de encontrar un interruptor de luz fallan y pronto empiezo a tener hambre.
(Debe haber una forma de salir de aquí...).
Encuentro unas cuantas cajas de ropa y las apilo en el suelo.
(No puedo dormir, pero no hace daño estar cómodo).
Pasa otra eternidad. De vez en cuando, presiono mi oído contra la puerta, pero mi oído contra la puerta, pero mi única compañía es el silencio.
(Espero que Sam y Zero estén bien...)
Estoy agotada y, a pesar del hambre que siento, finalmente me duermo.
Me despierto cuando alguien abre la puerta, dejando entrar la luz por un momento. Enciende una linterna y luego vuelve a cerrar la puerta.
— ¿Sam?
—Inténtalo otra vez, cariño.
— ¿Qué quieres, Harold?
—Esa no es la forma de saludar a alguien que trae comida.
Me lanza algo, una bolsa de patatas fritas
Demasiado hambrienta como para negarme, la abro y empiezo a comer en silencio. Harold parece estar esperando a que yo termine.
— ¿Qué intentas hacer, Harold?
— ¿No es obvio? Sobrevivir. Tus amigos problemáticos no son bienvenidos, pero tú y yo... podríamos legar a un acuerdo. Podrías unirte a mí.
— ¿Unirme a ti?
—Acéptame como tu líder y prométeme que me obedecerás. Me asegurare de que sobrevivas.
—Mataste a todos, Harold. Nunca me uniré a ti.
— ¡No me hables así!
Harold deja caer su linterna y se lanza sobre mí, agarrándome del cuello y poniéndome sobre la pila de ropa en la que estoy sentada.
— ¡Suéltame!
—He sido paciente contigo. He sido bueno contigo. Podrías haber sobrevivido, pero tenías que ser una perra. ¡Es tu culpa!
Me aprieta el cuello. Todo empieza oscurecerse. Instintivamente, trato de apartarle las manos, sin éxito.
(No puedo... respirar... Ayuda... ¡Por favor!)
Justo cuando estoy a punto de desmayarme, escucho un golpe. El agarre de Harold se afloja y mira hacia arriba. Aprovecho la oportunidad para alejarme de él.
— ¿Qué ha sido eso?
Coge su interna y la apunta hacia el techo, justo a tiempo para iluminar un cuerpo que se estrella contra él desde un respiradero abierto del techo.
— ¡AAAH! ¡No es posible! ¡Suéltame!
El zombi gime y agarra el brazo de Harold y luego lo muerde con fuerza.
— ¡AAAAAAAAH!
El zombi se suelta y Harold se pone de pie, sus llaves tintinean mientras lucha por abrir la puerta y salir corriendo. Deja la puerta abierta y el contorno del zombi bloquea la luz que entra en la habitación.
(En cualquier momento, se dará la vuelta y me atacara... Necesito un arma... ¡Cualquier cosa!)
Mis fuertes latidos y rápidas respiraciones llenan el silencio mientras escudriño frenéticamente la habitación, esperando lo inevitable, pero no llega.
En su lugar, los hombros del zombi empiezan a temblar de risa.
—No pensé que eso funcionaria.
— ¿Glen?
—Soy yo. ¿Estás bien? ¿Te ha hecho daño?
—Glen, ¿Cómo...? ¡Pensamos que estabas muerto!
—No soy tan fácil de matar, no importa lo que Harold y sus amigos quisieran creer.
— ¿Pero cómo? ¿Qué te ha pasado? ¿Dónde has estado?
—Podemos hablar de todo cuando atrapemos a ese cabronazo. No tardara mucho en darse cuenta de que no se va a convertir.
(Está tratando de evitar la conversación...)
—Bien. Hablaremos más tarde. ¿Qué sugieres que hagamos ahora?
—Tienen a Sam y a Zero separados en los lados opuestos del centro comercial. Deberíamos separarnos y buscarlos. Los necesitaremos si queremos tener la oportunidad de luchar contra Harold.
—No será fácil. Los hombres de Harold tienen armas.
—Nosotros también.
Detrás de su espalda, Glen saca dos pistolas, y me da una a mí. Es fría y pesada.
—No puedo... ¿Cómo esperas que use esto con alguien vivo?
—Estamos en una situación de vida o muerte, Lucia. Puede que tengas que hacerlo.
(Sé que tiene razón, pero la idea me da ganas de vomitar).
—Tal vez... Tal vez deberíamos ir juntos.
—Para cuando lleguemos a uno de ellos, puede que maten al otro. ¿Estas segura de que quieres correr ese riesgo?
La idea me hace arrepentirme de haber dicho eso.
—No. Por supuesto que no.
—Eres una mujer fuerte, Lucia. Creo que puedes hacerlo.
Sus palabras me llenan de una extraña confianza.
(Nadie ha creído nunca tanto en mí...)
—Sí, claro. Vamos a salvar a nuestros amigos.
Glen y yo nos separamos. Me escabullo hacia la tienda de piezas de ordenadores donde se supone que esta Sam...
Trato de mantenerme en los puntos ciegos de a las muchas cámaras que cubren el cuarto piso, por si acaso.
(No dejare que ninguno de ellos muera... Especialmente ahora que Glen ha vuelto).
El alivio que ha llenado mi corazón cuando he visto a Glen se convierte en una ardiente determinación. Saldremos de aquí con vida. Todos.
Lo prometo.
Sostengo el arma frente a mí mientras se abre la puerta de la tienda de ordenadores.
Lo primero que noto es el silencio absoluto. No parece haber nadie en la tienda.
(¿Glen se ha confundido?)
Doy unos pasos hacia la parte de atrás de la tienda y solo entonces veo a Sam...
Esta encerrado detrás de una puerta de seguridad que separa la parte delantera de la tienda de la parte trasera.
—Con cuidado. Dormido.
Su voz un susurro, señala la recepción, donde uno de los hombres de Harold está profundamente dormido en una silla. Reposa la cabeza sobre el escritorio.
—Panel de control junto a su mano. Presiona. En silencio.
Asiento, bajo las manos y me acerco sigilosamente al hombre.
(Por favor, que no se despierte...)
Aliviada por que el hombre de Harold siga dormido cuando lo alcanzo, pongo el arma en el escritorio y busco un botón que libere a Sam.
(Este pone << Desbloquear>>. ¡Habrá que probar!)
Presiono el botón y me arrepiento de haberlo hecho inmediatamente.
La pesada puerta de seguridad comienza a levantarse ruidosamente, asustando al hombre de la silla.
(¡Oh, no!)
Agarro el arma y doy unos pasos hacia atrás, aterrorizada. El hombre se levanta y saca su arma, apuntándome.
— ¡Cuidado!
Bang
Grito y cierro los ojos con fuerza mientras el hombre dispara su arma.
Cuando los abro de nuevo, Sam está parado frente a mí, con sangre chorreando por su brazo izquierdo.
—¡¡SAM!!
—Estoy bien. La bala solo me ha rozado. ¡Dame tu arma!
Le paso el arma y la apunta hacia el hombre.
—Suéltala. Ambos sabemos que no vas a disparar.
— ¿Si? ¿Qué te hace pensar eso?
—Ya lo habrías hecho. Tira el arma. Ya ha habido suficientes muertes, pero te juro por Dios que si te niegas a cooperar, te matare.
El hombre hace una pausa, evaluando las palabras de Sam.
—No vale la pena morir...
Suelta el arma y levanta los brazos sobre su cabeza.
—Detrás de la puerta de seguridad. Date prisa. No tenemos todo el día.
La mirada de Sam sigue al hombre mientras camina de vuelta al fondo de la habitación. Presiona el botón y la puerta de seguridad cae de nuevo, atrapando al hombre.
—Eso podría haber acabado muy mal.
— ¿De verdad... Ibas a dispararle?
Sam toma el arma del hombre y me devuelve la otra.
—Por supuesto que no. Necesitaremos a todos los vivos en los próximos días. Incluso después de lo que Harold y sus hombres han hecho. No habrá más muertes. Solo intentaba canalizar la fría autoridad de Glen, supongo.
— ¡Glen! ¡Oh, Sam! ¡Glen está vivo!
— ¿Qué? ¿Cómo es posible?
—Dejare que él lo explique, pero fue el quien me salvo. Esta de camino para recuperar a Zero.
Sam suspira.
—No voy a mentir, es lo mejor que he oído en mucho tiempo. Vamos a necesitar su ayuda.
Sam mira hacia el hombre de Harold, que entrecierra los ojos hacia nosotros, tratando de escuchar lo que estamos hablando.
(Tenemos suerte de que haya decidido cooperar, pero...)
—Sam, tu brazo...
—Oh. Sigue sangrando, eh... supongo que le atare algo encima.
(Se hace el fuerte, pero no parece que la hemorragia vaya a parar pronto...)
—No seas tonto. Hay una farmacia por allí. Vamos...
—Sí, señora.
Sam sonríe tímidamente mientras lo arrastro hacia la farmacia.
—Siéntate. ¿Te duele?
—No. Ni un poquito.
(Mentiroso).
—Bien. Parece que tenías razón, la bala solo te ha rozado. Quítate la camisa mientras busco algo para limpiar esa herida.
Intento ignorar su ceño fruncido y su mueca de dolor mientras se quita la camisa manchada de sangre y cojo algunas cosas que necesito de las estanterías de la farmacia.
—Sabes, no es así como me imagine que me verías sin camisa por primera vez.
— ¿Si? ¿Cómo te lo imaginabas?
Sam me mira y entrecierra los ojos con sospecha.
— ¿Por qué quieres saberlo?
—Solo tengo curiosidad. Tal vez imaginamos cosas similares.
—Ajá... Bueno, yo... Eh...
—Te pille. Te estas sonrojando.
—Que injusto.
—No te muevas, esto va a doler.
Sam silba mientras le limpio la herida, haciendo un gesto de dolor.
—No seas tan infantil. En seguida acabo.
Sam refunfuña en voz baja.
Termino de limpiar su herida, la envuelvo en gasa tan firmemente como puedo y después vuelve a ponerse la camisa.
—Ya está. No soy enfermera, pero eso debería mantenerlo limpio al menos.
—Gracias, Lucia. Siento esos estúpidos comentarios de antes.
—No pasa nada, Sam.
—He tenido mucha suerte de que aparecieras cuando lo has hecho. Gracias por venir a salvarme y por cuidarme así.
—No hay de qué. Tú harías lo mismo por mí. De hecho, seguramente me hayas salvado la vida.
—No ha sido nasa. Oye, Lucia... Cuando salgamos de aquí... ¿Considerarías salir conmigo? ¿Cómo una cita?
(¡¿Qu-Que?! ¿A qué viene eso?)
—Eh...
—No tienes que responder ahora mismo. Solo dime que lo pensaras.
—Lo pensare.
— ¡Es todo lo que necesitaba oír!
Me dedica una sonrisa feliz y no puedo evitar sonreírle.
—No me lleves a ningún sitio cerca de un centro comercial, por favor... No creo que siga teniendo trabajo una vez que salgamos, pero incluso si lo tengo, ¡Renunciare!
— ¡Ja, ja! ¡Yo también! Pero... ¿Significa eso que saldrás conmigo?
—Supongo que sí.
—Sabía que no podrías resistirte a mí. ¿Es porque me has visto sin camisa?
— ¿Sabes qué? Creo que voy a cambiar de opinión...
—Lo siento, lo siento. No puedo evitarlo. Supongo que ya podemos irnos.
—Estoy de acuerdo. Vamos a buscar a esos dos.
Encontramos a Glen y a Zero frente al restaurante en el que Harold había acampado.
—Me alegro de que estén a salvo.
—Yo también, Glen. Me alegro de tenerte de vuelta.
—Lo matare... Déjame matarlo...
Miro de nuevo a Zero, que está usando uno de sus cuchillos para astillar un banco junto a nosotros. Su cara y su cuello están cubiertos de moretones.
—Oh, no... ¿Qué le ha pasado a Zero?
—Matarlo...
—Por lo que he podido averiguar, Harold le ha hecho eso. Ha pagado toda su frustración con él.
—A mí no. Yo le habría roto el cuello. A Weber. Estaba despierto.
—Hijo de...
—Oye, todo irá bien. Pagará por lo que ha hecho, pero no podemos matarlo.
—Cállate. No puedes detener la retribución divina.
(Esto va a ser un problema...)
—Acabemos con esto, chicos. Glen, ¿Se te ha ocurrido alguna estrategia?
—Somos cuatro, ellos solo uno. Estamos armados. Yo digo que lo enfrentemos de frente.
—Estoy de acuerdo. Síganme a dentro y cúbranse tan pronto como puedan.
Sam desaparece en la oscura apertura del restaurante del restaurante, seguido por Glen y Zero.
Respiro profundamente y luego entro detrás de ellos.
¿Lograra el equipo derrotar a Harold?
¿Cómo sobrevivirán con su reducido número?
¿Estarán a salvo en el cuarto piso?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro