Capitulo 3
El chico salta por encima de la barricada y se mete en la horda de zombis. Sus cuchillos se hunden en sus blancos ojos y luego se aparta del alcance de sus brazos y dientes con facilidad y gracia.
(¡Es el que estaba peleando con los zombis abajo! ¿Qué demonios está pasando aquí?)
— ¡Tenemos que ayudarlo!
—Si quiere matarse, ¡déjalo! Vamos a cerrar esta puerta. — Dice Harold
— ¡Weber!
El último de los zombis cae. Weber salta de nuevo a la barricada y se agacha sobre ella, girando el cuchillo en su mano derecha.
—Cerca, pero no del todo bien. Weber está lejos ahora mismo, mujer.
—Bueno, este es un interesante giro de los acontecimientos...—Dice pensativo Glen.
— ¿Con quién estoy hablando, entonces?
—Zero. Mantengo a Weber a salvo. Si tienes alguna otra pregunta, te sugiero que la hagas ahora, mientras aún estoy de buen humor.
Usa la manga para limpiarse unas cuantas manchas de sangre de la cara mientras observa a la multitud con su penetrante mirada.
(Me recuerda a un depredador... ¿Cómo puede haber una diferencia tan marcada entre la forma en que ha actuado antes y eso?)
— ¿Quién eres?
—Soy el espectro que persigue tus pesadillas, mujer. En mi tiempo libre, actuó como el alter ego del pequeño Weber. Lo mantengo a salvo.
(Así que el chico tiene personalidad doble)
— ¿Has aparecido porque estaba asustado?
Zero asiente con la cabeza.
—Aparezco cuando está débil. Cuando entierra su cabeza bajo el miedo y la vergüenza.
— ¿Así es como pudiste pasar a través de los zombis? ¿Los mataste y luego te alejaste cuando Weber estaba a punto de ponerse a salvo?
—No le temo a nada. Pero la gente me teme... y con razón. Sera mejor que dejes entrar a esta gente antes de que se conviertan en aperitivos de zombis.
Todos estábamos tan concentrados en su dramática apariencia, que nos hemos olvidado por completo de los supervivientes.
Temblando de miedo, se arrastran sobre la barrera, donde Lena los saluda.
—Ahora encadena la puerta. No hay nadie vivo viniendo hacia aquí.
Harold envía a dos de los supervivientes a asegurar la puerta de nuevo.
(No puedo creer que esto esté sucediendo realmente...)
—Tu, mujer. — Me llama Zero, mientras me da una mirada seria.
— ¿Si?
—Me llamaste.
Temblando un poco, lo miro en silencio, esperando que haga un comentario. Baja la cabeza. Cuando levanta la cara, su pelo largo cae sobre uno de sus ojos.
—Espera... Yo estaba de pie allí, ¿No? Oh... Oh, no. ¿Ha hecho algún daño a alguien?
—Eh... Tú... Él... — Es impresionante la manera en cómo cambia tan drásticamente de personalidad, hace un momento era un chico arrogante y que daba miedo, ahora solo es un chico asustado.
—No. No te preocupes. Ven conmigo un minuto, me vendría bien tu ayuda con algo. — Le dice Sam, tratando de tranquilizarlo.
En ese momento me doy cuenta de que Sam se va a encargar de él y me siento un poco mejor.
—Hay una cosa más que tenemos que decidir. —Dice Harold, mientras se acerca a nosotros.
— ¿El qué?— Pregunta Lena algo confundida.
—Un pequeño asunto de... liderazgo. — Dice Harold, mientras sonríe— Alguien tiene que cuidar de este grupo y pensé, ya que es obvio que soy el único que muestra un juicio adecuado...
—Si va a haber un líder, lo elegiremos por democracia. — Lo interrumpe Lena antes de que termine lo que estaba diciendo.
— ¿En serio? De acuerdo. ¿Quién quiere la responsabilidad de asegurarse de que todos nosotros permanezcamos vivos? ¿Eh?
Nadie responde. Incluso Lena mira hacia abajo.
— ¿Nadie? No me lo creo.
— ¡Espera!
(Algo en mis entrañas me dice que este hombre es demasiado cruel para guiarnos, pero...)
— ¡Quiero nominar a Glen!
Glen levanta una ceja, pero no dice nada. Tampoco lo hace nadie más. De hecho, algunos de ellos parecen muy incomodos.
(¿Qué les pasa?)
—Con sus antecedentes militares y su experiencia como gerente, he pensado...
—No te ofendas, querida, pero...— Lena me interrumpe, mientras le da una mirada algo extraña a Glen.
—No soy exactamente lo que llamarías una elección popular, Lucia.
(¿Qué quiere decir con eso?)
—Creo que tu amigo Sam sería una mejor opción.
— ¿Que? ¿Por qué?— Dice Sam sorprendido.
—Llámalo una corazonada.
—Supongo que estoy de acuerdo con ello...
—Todavía tenemos que votar— Harold no parece feliz de que alguien más le quite el puesto.
Y así lo hacemos. Cuando se cuentan los votos, Sam gana la mayoría de ellos, lo que lo convierte en nuestro líder.
Se instala en el puesto inmediatamente, organizando a la gente y los suministros.
Tiempo después.
Los días pasan. Nadie viene a rescatarnos.
La mayoría de las veces, el grupo funciona de forma cohesionada. Solo hay unas pocas peleas. Los supervivientes se dividen en pequeños grupos, cada uno ocupando una tienda en el tercer piso. Un restaurante de comida rápida sirve como nuestro centro.
(Tenemos suerte de tener tanta comida y electricidad para las neveras y luces).
(¿Pero por qué nadie viene a salvarnos? ¿Saben siquiera que estamos aquí?)
Los días son tranquilos. A veces, alguien golpea la puerta encadenada, pero cuando intentamos comunicarnos con ellos, no responden.
Mantenemos la puerta cerrada.
(¿Queda alguien vivo allí afuera?)
— ¿Lucy? ¿Estás bien?— Me pregunta Lena.
— ¿Eh?
Su voz me devuelve a la realidad.
—Te necesitamos en la sala de vigilancia. Hay algo de lo que tenemos que hablar.
— ¿Por qué? ¿Ha pasado algo?
—Ven a verlo por ti misma.
La sigo, intrigado por el secreto. Cuando llegamos a la sala de vigilancia, encontramos a unas cuantas personas esperándonos allí.
— ¿Qué pasa?
—Tenemos supervivientes. Dos mujeres civiles entraron al centro comercial por el garaje y quedaron atrapadas en un baño. — Me explica Glen.
— ¿Que? ¡Déjame ver!
Apunta a uno de os monitores que muestran el pasillo frente a los baños. Cerca de una docena de zombis se inclina contra la puerta como una célula cancerígena hecha de cuerpos no muertos.
—Las vimos esconderse ahí. Están aguantando, pero no sabemos cuánto tiempo hasta que la puerta ceda.
— ¡Tenemos que rescatarlas!
—Eso es lo que he dicho. Si logramos asegurar la escalera de emergencia, podremos escabullirnos hacia los baños y rescatarlos. —Me apoya Sam, mientras me da una sonrisa.
—Buena suerte para atravesar esos zombis. Si bajas ahí, la puerta se cierra detrás de ti. —En estos momentos tengo unas ganas inmensas de mandar a Harold con los zombis.
—No, no es así. — Sam parece que está pensando lo mismo que yo, respecto a Harold.
—Voy a tener que decir que estoy de acuerdo con Harold en esto Sammy. Nadie arriesgara sus vidas volviendo al primer piso. Si vas, vas solo. — Dice Lena poniéndose al lado de Harold.
—Y también iré.
—Glen... Gracias.
—Weber debería venir también. —Dice Glen, logrando que Weber levante la mirada asustado.
— ¿Yo? ¿Por qué?
—Hay muchos zombis ahí abajo. Tus... habilidades únicas nos serian útiles.
—No puedo...
Parece que está a punto de romper a llorar.
—Weber...
—Glen tiene razón, Weber. Nos vendría muy bien tu ayuda.
—Pero... eso significaría...— El pobre parecía que en cualquier momento tendría un ataque de pánico.
— ¡Esas mujeres van a morir si no las ayudamos, Weber!— Sam está muy alterado, logrando así ponernos de los nervios a todos.
—¡¡DETENTE!!— Grita Weber de repente.
Sus brazos caen a su lado, y los cuchillos caen de sus mangas y aterrizan perfectamente en sus manos.
Da un paso y presiona uno de sus cuchillos contra el cuello de Sam.
— ¿Quieres unirte a esa mujeres? Ya están muertas. — Dice ahora Zero, mientras presiona más su cuchillo.
(Justo cuando Sam estaba consiguiendo que Weber confiara en él...)
—No te tengo miedo, Zero. Necesito tu ayuda.
—Necesitas que les quite los zombis de encima para que puedan colarse en el primer piso como los cobardes que son.
— ¿Que? ¡No, nosotros también pelearemos!
—Tienes razón, Zero. Necesitamos una ventaja táctica y tú eres el mejor luchador que tenemos.
—Ah... ¿No es la verdad mucho más agradable, Sammy?
Sonríe mientras saca el cuchillo y me doy cuenta de que he estado conteniendo la respiración todo el tiempo.
—Muy bien. Pero si te ayudo, ella también viene con nosotros.
(¿Está señalándome?)
—Ni de coña. — Dice Sam apresuradamente.
—Es mi condición. O la tomas o lo dejas.
—Iré.
(Tengo mucho miedo, pero si significa salvar dos vidas...)
—Estará bien. Es una guerrera. — Glen me da una mirada de apoyo, mientras me da una pequeña sonrisa, casi inexistente.
—No sé nada de eso, pero... Lo haré lo mejor que pueda.
Sam sacude la cabeza.
—Lucia... No puedo dejar que vengas.
—Sam, eres mi compañero y mi amigo, y aprecio tu preocupación, pero es mi decisión. Iré.
Por un momento, Sam parece aturdido. Entonces me doy cuenta de que no ha pensado que trataba de controlarme, aunque fuera por mi seguridad.
—Te quedaras cerca de mi o de Glen todo el tiempo. ¿De acuerdo?
Asiento y miro a Zero, que me sonríe.
—Veamos si puedes mantener el ritmo. ¡Desencadena la puerta!
Tan pronto como la puerta se abre, vuela sobre la barricada y empieza a matar zombis. Esperamos unos minutos antes de seguirlo armados con bates de beisbol.
— ¿Sera suficiente con nosotros tres?
—Al parecer con Zero es más que suficiente. Solo tenemos que asegurarnos de que no mate a las mujeres a las que intentamos salvar. — Dice Sam un poco molesto.
—Parece que no te gusta el chico.
—Weber es un buen chico. No necesita a ese... ese maniaco para protegerlo.
—Son la misma persona, Sam. Zero no existiría si Weber no lo necesitara. No está bien intentar separarlos.
— ¿Qué sabes tú de lo que está bien?
Glen entrecierra los ojos, pero no responde. Las palabras de Sam parecen tener cierto efecto en él.
— ¿Chicos? tal vez deberíamos dejar de hablar por ahora...
Encontramos un par de cuerpos pero inmóviles en el pasillo del primer piso.
Nos mantenemos ocultos mientras nos acercamos a los baños. Pronto, notamos un grupo de zombis arañando la puerta del baño.
—Algo va mal. ¿Dónde está Weber?— Pregunta Sam, mientras nos escondemos para que los zombis no nos vean.
—Parece que no ha estado aquí. Tal vez haya ido hacia la entrada.
— ¡Tengo que encontrarlo! No me lo perdonara si algo le pasa. — Sam parece realmente preocupado por Weber, pero al mismo tiempo odia a Zero. ¿Es eso posible? Ya que ambos son las mismas personas.
— ¡No puedes ir allí tú solo!
—Espera aquí... No intentes nada heroico hasta que vuelva con Weber. — Dice Sam mientras me mira. — Tenemos que salvar a esas dos, pero no podemos hacerlo si nos matan a todos. Glen, mantenla a salvo.
—Entendido.
—Ten cuidado, Sam...
Asiente con la cabeza, se lleva un dedo a los labios, haciéndome señas para que me quede callada, y luego corre hacia la entrada principal.
Aprieto el mango de mi bate de béisbol tan fuerte como puedo.
Pasa el tiempo. Glen y yo nos ponemos nerviosos y nos sobresaltamos ante cada pequeño sonido. Al final acabo observando a los zombis. (Parecen tan... desesperados)
—Solo hay una docena. Si te quedas aquí, podría acabar con ellos.
— ¿Qué estás diciendo? ¿Quieres que te maten?
Glen me mira con frialdad.
—Quédate aquí y espera a Sam.
—Mira que son cabezotas. Vale, esperare.
Glen asiente con la cabeza pero, a diferencia de Sam, no corre hacia el pasillo. En su lugar, se toma un momento para pensar.
—Ya lo tengo. Voy a entrar.
Verle pelear es muy diferente a ver a Zero.
Con sus cuchillos, Zero es elegante pero al mismo tiempo imprudente. Glen, por otro lado, lucha sin inmutarse.
(Zero es un bailarín, pero Glen... Glen es una máquina de guerra. No debería sorprenderme tanto teniendo en cuenta su pasado).
Cuando todos los zombis están en el suelo y acabados, Glen se vuelve hacia mí.
—Saquemos a esas mujeres.
En cuanto abrimos la puerta del baño notamos que algo va muy, muy mal.
—Oh, no... ¡¿Por qué estás haciendo esto?! No... ¡Detente! ¡¡AAAHHHHH!!!
Glen abre de una patada la puerta del baño, y la sangre en mis venas se congela al verlo.
Una de las mujeres se ha convertido en un zombi y ha mordido el cuello de la otra ante nuestros ojos.
—Llegamos demasiado tarde...
—No hay tiempo para sentirlo. Tenemos compañía. — Dice Glen mientras nos volteamos hacia la entrada del baño.
¿Encontrara Sam a Zero a tiempo?
¿Sobrevivirán Glen y Lucia al peligro que se avecina?
¿Volverán a su campamento a tiempo?
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