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Capítulo 2

— ¡Cuidado!

Sam aparece detrás de mí y le propina al hombre una patada en la cara. Su cabeza cae hacia atrás con un horrible crujido, pero luego la levanta, silbando.

— ¿Señor?

— ¡¿Que estás haciendo?! ¡Aléjate de él!

Antes de que pueda reaccionar, me agarra la mano y me aparta del hombre.

— ¡¿Por qué están haciendo esto?!— Grita una mujer entre la multitud.

El centro comercial se llena de gritos, mientras más gente de aspecto sangriento y rabioso entra. Empiezan a morder a los clientes con una fuerza increíble.

—¡¡AHHHH! Nnngg...

Observo con horror como el hombre mordido cae sobre sus rodillas, con espasmos. Espuma sangrienta corre por su barbilla y sobre su costosa camisa. La mirada se le pone en blanco.

(¿Qué está pasando?)

—Tenemos que llegar a una zona más alta. ¡Vamos! ¡Levántate!— Me grita Sam con una mirada de terror puro.

—Yo...

(¡¿Por qué no puedo moverme?!)

— ¡No me iré sin ti! ¡Vamos!

Me pone de pie. El darme cuenta de que podría salir herida si no me recompongo me devuelve a la realidad.

— ¿Pero a dónde vamos?

— ¡A la escalera mecánica! ¡Tenemos que darnos prisa!

— ¡Agachaos!

Sorprendidos, Sam y yo nos agachamos justo a tiempo. Glen golpea en la cabeza a uno de esos monstruos con una fregona. Me tambaleo, pero rápidamente recupero el equilibrio.

— ¡La escalera mecánica está demasiado llena de gente y es muy lenta! ¡Dirigíos hacia los ascensores!—Nos grita Glen mientras arremete contras los monstruos.

Los implacables ataques de Glen solo parecen enfadar al monstruo. Su fregona se parte en dos y Glen clava el extremo afilado en uno de los pálidos ojos del monstruo. Lo mata.

—Oh, Dios, ¡¿Por qué has hecho eso?!

(¡Acaba de matar a alguien a sangre fría!)

— ¡Si quieren seguir vivos, tienen que moverse AHORA MISMO!

—El ascensor parece más seguro. Vamos...

Corremos hacia los ascensores. Están al otro lado del centro comercial, así que no hay mucha gente.

En cuanto llegamos, nos damos cuenta de por qué no va a funcionar.

—Está atascado en el tercer piso. ¡Alguien estás manteniendo la puerta abierta!— Dice Sam frustrado.

— ¿Deberíamos volver a la escalera mecánica?

—Es demasiado tarde para eso.

Una multitud gritona corre hacia los ascensores, tratando desesperadamente de escapar.

— ¡Los ascensores no funcionan! ¡Tenemos que encontrar otra salida!— Grita Sam por encima de los gritos de las demás personas.

(Nadie nos escucha)

Nos movemos a un lado y vemos con horror como la multitud presiona frenéticamente los botones del ascensor, empujando y arañando la puerta.

—No hay nada que podamos hacer aquí. La escalera de emergencia. ¡Vamos!— Dice Glen apurado.

Sam toma la delantera, tirando de mí hacia la escalera de emergencia. Glen nos sigue, todavía con la mitad del mango de la fregona.

— ¡Cuidado!— Grita Sam.

Una monstruo hembra salta hacia nosotros desde detrás de la esquina y Sam me aparta, lo cual le pone en peligro.

— ¡Sam!

— ¡Aléjate de él!

La mujer me ignora y dirige su mandíbula hacia el cuello de Sam. Sin pensarlo, trato de apartar a la mujer.

— ¿Qué haces? ¿Quieres que te maten?— Me grita Glen

— ¡Tengo que hacer algo!

La mujer no parece muy pesada, pero no ayuda que esté tratando de deshacerse de mí.

(Esto no funcionara, ¡Necesito un arma!)

Veo un extintor de incendios en la pared a la derecha de nosotros y me da una idea.

—Sam, ¡Voy a soltarme solo un momento! ¡Aguanta!

No puedo escucharlo por el silbido de la mujer, pero tengo que confiar en que soportara sus implacables ataques por unos segundos.

Agarro el extintor de incendios y golpeo a la mujer en la cabeza.

Crack

La mujer cae sobre Sam, inconsciente. El la empuja y se aleja rodando.

(¿He... matado a alguien?)

—Lucía, me has salvado la vida.

—Ha sido imprudente.

— ¡Es mi amigo! ¿Qué podía hacer? ¿Dejar que muera?

—Tiene razón, Lucía. Te había conseguido tiempo para escapar.

Sam se vuelve hacia Glen.

—Deberías haberla detenido o podrías haber ayudado un poco antes.

—No sabía si te habían mordido, pero si... debería haber hecho más.

—Mira, lo que importa es que todos estamos a salvo.

—Tienes razón. Mientras permanezcamos juntos, superaremos esto. — Sam dice mientras frunce el ceño.

(Algo le está molestando...)

— ¿Estas bien?— Le pregunto en un susurro.

—Es solo que... dije que te protegería de cualquier cosa y aquí estas, salvándome a mí.

— Me has protegido, Sam. Iba a morderme. Habría muerto si no fuera por ti.

Mis palabras parecen calmarlo un poco. Sonríe.

—Silencio. Algo está sucediendo. — Nos susurra Glen mientras se pone alerta.

Crack

Giramos la cabeza. Es la mujer muerta... su cabeza se adelanta, enseguida de un aterrador chillido.

(¡Está llamando la atención sobre nosotros!)

Sam y Glen se adelantan a mí, intentando protegerme de la amenaza que se avecina.

El extremo afilado de la fregona de Glen no será suficiente.

—Hay demasiados— Digo aterrada mientras veo como se acerca un grupo considerable de esos monstruo.

Por mucho que intente luchar contra la idea, no hay ninguna duda sobre que son estos monstruos.

ZOMBIS

(Es como en las películas. Cuando muerden a alguien, ese alguien se transforma)

—No hay manera de que podamos enfrentarnos a todos ellos. ¡Tenemos que correr hacia las escaleras!— Dice Sam, mientras vemos para todos lados y solo vemos más de ellos.

—No solo nos superan en número. El enemigo no siente dolor, no tiene miedo y se niega a permanecer muerto. —Es la primera vez que veo el rostro de Glen tan preocupado y puedo decir que hasta asustado.

— ¿Qué vamos a hacer?

De la nada, algo vuela directo a la cabeza del zombi que se acercaba detrás de nosotros.

Una figura encapuchada que se mueve con rapidez y gracia se dirige hacia el cadáver, recuperando un largo cuchillo.

(Espera, ¿Qué está haciendo?)

Con cuchillos en ambas manos, la figura corre directamente hacia la horda de zombis, apuñalándolos en los ojos y las gargantas.

— ¡Va a hacer que lo maten! ¡Tenemos que hacer algo!

—Espera, Lucía. No tenemos armas, el sí. Solo estorbaríamos.

—Más importante aún, nos dará tiempo para ponernos a salvo.

— ¡Esperad!

Intento gritar llamar la atención del encapuchado mientras Sam y Glen empiezan a alejarme hacia la escalera.

— ¡Ven con nosotros! ¡Vamos al tercer piso!

(Quienquiera que sea, está completamente concentrado en destruir esas cosas... ¿Es valiente, estúpido... o está loco?)

Mientras nos dirigimos al tercer piso, vemos que no somos los primeros en llegar.

Un grupo de personas se encuentra en la puerta que separa la escalera del tercer piso.

— ¡Callaos! ¿No han visto lo que esos monstruos han hecho abajo? ¡Han destrozado a mi hermano!— Dice un hombre mientras trata de hacer que todos hagan silencio.

— ¡Si nos encerramos aquí, nadie más podrá llegar a los pisos superiores! ¡Todos morirán, Harold!— Le grita una mujer que está a su lado.

— ¡Escúchate, Lena! ¿No entiendes que ya están todos muertos?— le grita el hombre, mientras la toma de los hombros— ¡Es el maldito apocalipsis zombi! ¡Es demasiado tarde para salvar a nadie más que a nosotros mismos!

— ¿Qué está pasando aquí?— Dice Sam, llamando así la atención de todos.

El grupo de supervivientes se fija en nosotros. Se congelan por un momento, mirándonos con sospecha.

— ¿Ves? ¡Sabía que había más supervivientes!

—No podemos dejarlos entrar. ¡Podrían estar infectados!

— ¡No nos han mordido!

—Estamos cerrando la puerta. ¡Largaos!

—No estas siendo razonable. Ya le hemos dicho que no estamos infectados, pero el enemigo está detrás de nosotros. —Dice Glen, intentando hacer entrar en razón al tal Harold— Déjennos pasar y podremos ayudarlos a fortificar este sitio.

—No lo creo, amigo. O encuentran otro lugar para esconderse, o probaran esto— Harold nos muestra un bate de beisbol que guardaba tras la espalda.

— ¡Espera! No estas siendo razonable. Entiendo... Están asustados. Han perdido a sus seres queridos y siguen en peligro.

—Si pudiéramos demostrar que le seriamos útiles, ¿Nos dejarían entrar?

—Soy todo oídos, señorita.

—Trabajamos en el centro comercial. Sabemos dónde está todo, así que seremos muy valiosos para asegurarlo, reunir suministros y encontrar una salida.

—Buen intento. Ya tenemos a algunos de los empleados aquí en el grupo. Incluso un par de chicos de seguridad en la sala de vigilancia. Nos las arreglaremos bien sin ustedes.

—No, espera... Al menos deja entrar a Glen. Estaba en el ejército, ¡Podría ayudar!

—Lucia, ¿Qué estás haciendo?

—Intento salvarte.

—No sé. —Dice Harold dudando.

— ¡No seas estúpido! ¡Nos vendría bien un soldado por aquí!

—Me niego entrar si no dejas entrar a estos dos también.

(Glen...)

—Sería una tontería desperdiciar los recursos humanos en una situación tan desastrosa como esta.

(¿Por qué asumí que le importaba?)

—Muy bien. Pueden entrar. Pero si intentan algo, les juro por Dios...— Harold deja la amenaza al aire.

En cuanto nos dejan entrar, empiezan a asegurar la puerta con una cadena pesada.

—No tenías que hacer eso. ¡Podría haber más supervivientes abajo!

—Tiene razón. ¡Has condenado a cualquiera que intente llegar al tercer piso de esta manera!

— ¡Escucha, el que les dejemos entrar aquí no significa que podrían mandonearnos!

—Tienen razón, Harold. ¿No era suficiente con bloquear los ascensores para que no bajaran?

— ¡Solo lo hice para protegernos! ¡Estaríamos todos muertos si no los bloqueáramos!

—Has condenado a docenas de personas a un destino peor que la muerte.

—Déjame decirte algo, sabelotodo. Esta es una situación en la que o matas, o mueres. Siento que haya muerto gente, pero he mantenido este piso seguro. Y a ustedes también.

—Odio decirlo, pero... Tiene razón — Dice Glen

— Lo único que ha dicho es que es un hombre cruel— Dice Lena— No le confiaría un cachorro, y mucho menos la vida de los humanos aquí reunidos.

— ¿No te gusta? Bueno, eres libre de irte, cariño. Cerraremos la puerta tras de ti.

La tensión es casi palpable. Al fijarme más en la multitud, veo dos grandes grupos reunidos alrededor de estas dos figuras, Harold y Lena.

—Estoy de acuerdo con Lena. ¡No podemos dejar que toda esa gente muera!

—Bueno, ¿Qué sugieres que hagamos, cariño? ¿Dejar la puerta abierta con un gran cartel encima que diga: Bienvenidos, Come cerebros?

Algunos de los seguidores de Harold se ríen de su broma de mal gusto.

—No. Lo que sugiero es que vigilemos la puerta. Poner una barricada, dejar pasar a los supervivientes y cerrar la puerta solo i hay zombis alrededor.

—Es una idea maravillosa. Podemos hacer turnos para vigilar la salida de emergencia. — Me apoya Lena con una sonrisa.

—Si crees que voy a dejarte hacer eso...

—Es suficiente— Interviene Sam a lo que iba a decir Harold— Ya has oído a las damas. Trabajar.

Su tono imperativo hace que Harold de un paso atrás y le pide a uno de sus seguidores que quite la cadena.

Momentos después, la figura delgada de un joven aparece en la entrada.

—P-Por favor... Ayudadme...

En cuanto le da la luz, un jadeo resuena en el pasillo. El joven parece estar cubierto de sangre, probablemente no la suya.

— ¡Es uno de ellos! ¡Mátenlo!— Grita Harold

—Por favor, no sé qué está pasando... No soy...

— ¡Espera! ¿Cómo te llamas, chico?

—Es... Weber.

—Tenemos que examinarlo. Asegurarnos de que no le han mordido.

(Incluso Lena que parecía tan amable parece aprensiva con este chico...)

—Dejarme hacerlo. Deben centrarse en pensar en la mejor manera de proteger la salida. —Por la mirada que me dieron Sam y Glen sé que no están muy de acuerdo— No pasa nada. Mírenlo... es inofensivo chicos.

Sam duda, pero luego me deja llevar a weber hacia la entrada de una tienda cercana.

—Entra, Weber. Siéntate en esa silla de ahí mientras busco algo para limpiar toda esa sangre.

—Oh... ¿Aquí? Vale...

(Está temblando... el pobre está asustado. Tendré que acercarme a él con mucho cuidado)

— ¿Cómo llegaste aquí, Weber?

—Yo... No lo sé... Hace un momento estaba comprando un helado, y al siguiente... oí a alguien gritando, y entonces... Entonces estaba en esa escalera.

(Huh. Suena algo sospechoso, pero se parece tan puro e inocente... Incluso con toda esa sangre).

Mire por los armarios y tomo unas toallitas húmedas antibacterianas. Creo que por ahora servirán.

—De acuerdo. Quédate quieto un segundo, te quitare esa sangre de la cara.

Weber toma aire cuando presiono el pedazo de tela fría contra su mejilla, y apenas respira hasta que termino.

Sin la sangre, su cara sonrojada parece aún más dulce.

—Ya está. Ahora necesito que me muestres tus brazos y piernas, y cualquier lugar en el que tu ropa se haya rasgado.

— ¡¿Que?!

—Necesito asegurarme de que no tienes marcas de mordiscos. Siento tener que hacerte pasar por eso, pero hará que todos respiren más tranquilos. ¿Entiendes?

—Sí... Para que no me convierta en una de esas personas que me perseguían.

—Eso es.

(Podría preguntarle sobre la sangre. ¿Pero qué pasa si eso lo asusta aún más?)

Weber asiente con determinación y empieza a subirse las mangas, pero luego se detiene.

— ¿Podrías... mirar hacia otro lado? ¿Por favor?

— ¡Claro!

Es mi turno de sonrojarme. Me doy la vuelta hasta que está listo.

Echo un vistazo rápido a sus brazos, su cuello y su espalda, y no veo nada que me preocupe. El alivio me invade.

— ¿Lo ves? No ha sido tan malo, ¿Verdad?

Weber sonríe y baja la mirada

—Ese hombre... ¿Hablaba en serio cuando dijo que deberías matarme?

— ¿Quien, Harold?

(¿Qué puedo decirle? Solo lo conozco desde hace unos minutos)

—Solo está asustado, como todos los demás. No lo dijo en serio. No tienes que preocuparte por eso.

Weber ladea la cabeza y entrecierra los ojos por un momento, pero luego vuelve a sonreír.

(Por alguna razón, eso ha sido muy desconcertante).

—Volvamos al grupo. Te presentare a mis amigos.

—Bien...

—Hemos vuelto. No hay marcas de mordeduras. Es uno de nosotros.

—Gracias a Dios. ¡Harold, habrías matado a un niño!

—Oh. No soy... un niño. Soy...— Pero no logra terminar, ya que es interrumpido por Glen.

— ¡Atención! ¡Vienen supervivientes!

Nos damos la vuelta justo a tiempo para ver a una pareja con un niño pequeño corriendo hacia nosotros con un grupo de zombis pisándoles los talones.

— ¡Vamos, rápido! ¡Agarrar cualquier cosa que parezca un arma y prepárense para pelear!— Grita Sam, mientras empieza a buscar.

Miro a mi alrededor, pero no encuentro nada que agarrar en caso de que necesite defenderme. Doy unos pasos atrás y me apoyo contra la pared, asustada.

(Oh, Dios... Por favor, por favor, por favor...)

A mi derecha, escucho a alguien que se hace eco de mis pensamientos.

—Por favor, por favor, por favor.

— ¿Weber?

—Por favor, por favor no aparezcas... Zero.

En un abrir y cerrar de ojos, el tranquilo y tímido muchacho endereza la espalda, aparta los cabellos sueltos de su cara...

Y saca de sus mangas un juego largo de cuchillos de caza.

—Retrocedan, cobardes. Están ante la misma muerte.

Y con esas palabras, salta por encima de la barricada y pasa por encima de los supervivientes, directo hacia la horda de zombis.

¿Quién es el misterioso joven?

¿Cuáles son las motivaciones detrás de las decisiones de Harold y Lena?

¿Quién se ganara a los supervivientes?

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