Capítulo 15
— ¿Ya es la hora?
—No. ¡Mira!
Justo después de que los aviones pasen, un helicóptero se acerca al edificio.
Una figura delgada cuelga de un lado y nos lanza una escalerilla.
—Que me parta un rayo. Han sobrevivido.
Mis ojos se llenan de lágrimas cuando Sam me levanta y me lleva hacia la escalera.
— ¡Has vuelto por nosotros!
Señala al piloto uniformado.
—Me quitaron los cuchillos. Tal vez puedas hacerlos entrar en razón.
Subo al helicóptero y le doy a Zero un fuerte abrazo.
— ¿Qué demonios estás haciendo, mujer? ¡Suéltame!
— ¡Mientes fatal!
Zero me mira con los ojos entrecerrados. Casi parece que está haciendo pucheros.
—Todavía puedo matarte con mis propias manos.
Lo dejo ir y me muevo a un lado y, tan pronto como Sam y Glen se unen a nosotros, el helicóptero comienza el viaje.
(Se acabó... ¡Estamos a salvo! No puedo creerlo... ¿Estoy soñando?)
— ¿Qué pasa ahora?
Zero sonríe.
—El lugar es un basurero. Primero te meten en una celda. Luego está la descontaminación y la cuarentena.
— ¿Qué hay de la bomba?
La expresión facial de Zero cambia dramáticamente en cuestión de momentos. Hay ira en sus ojos y en su voz.
—Esos cobardes prefieren volar la ciudad entera antes que pelear.
Nos quedamos callados durante el resto del viaje en helicóptero.
Tan pronto como llegamos a nuestro destino, un grupo de soldados armados nos conduce a un edificio y gris.
(Este lugar está bastante lejos de la ciudad... No es de extrañar que Weber tardara tanto en encontrarlo).
Cuando entramos, lo único que vemos es una amplia puerta de ascensor.
Uno de los soldados empuja a Zero hacia delante. Este le dedica una mirada asesina, pero mantiene la boca cerrada.
—Entren en el ascensor. Venga.
El ascensor está tan vacío como la entrada. No hay marcas de ninguna rama militar específica.
(Ahora que lo pienso... Sus uniformes son extraños).
Miro a Glen, que frunce el ceño y sacude la cabeza.
Abro la boca para preguntarle qué cree que está pasando, pero el soldado me interrumpe.
—No se habla. Mantén la cabeza recta.
(¿Qué demonios está pasando?)
El soldado presiona el único botón del ascensor. Bajamos durante un buen rato.
Cuando salimos, el pasillo es largo y oscuro. Está únicamente iluminado por pequeñas luces en el techo.
(Este lugar parece viejísimo...)
Llegamos a una intersección. Los soldados que lideran el grupo giran a la derecha, pero uno de los otros me agarra del brazo y apunta a la izquierda con su arma.
Miro desafiante al soldado silencioso.
(Si creen que pueden separarnos después de todo, están muy equivocados).
— ¿A dónde me llevas?
—A callar. Haz lo que se te dice.
— ¡No! ¡Quiero quedarme con mis amigos!
El dolor resuena en mi cráneo mientras el soldado me abofetea.
— ¿Quién demonios te crees que eres?
— ¡Te mataré!
Otro soldado levanta su arma y la presiona contra la frente de Zero.
— ¡No! Haré... Haré lo que quieras, ¡No les hagas daño!
—Chica lista. Ahora, muévete.
Finalmente, llegamos a una fila de celdas, todas ellas vacías.
El soldado me empuja a una, cierra la puerta tras él, y me deja en una oscuridad casi total.
(Cálmate, Lucía. Estás bien. Estás viva. No hay zombis a tu alrededor).
(Pero estoy sola por primera vez en mucho tiempo. No tengo ni idea de lo que está pasando con mis amigos).
— ¿Qué va a para con nosotros?
Hay una cama pequeña en la esquina. Me siento en ella, rápidamente me doy cuenta de que no hay nada entre la base de madera y la fina y espinosa manta.
De repente, el suelo se sacude. El terremoto me empuja contra la pared, y por un momento me asusto, dándome cuenta de que no hay ningún sitio al que correr.
(Espera... ¿Esto significa...?)
— ¡Han bombardeado la ciudad! ¡Eh! ¡Eh, qué pasa! ¡Alguien! Por favor...
Pero nadie viene por lo que parecen ser horas.
De pronto, escucho pasos que se aceran, una mujer de mediana edad entra en mi celda.
—Buenas tardes, Lucía. Soy la Dra. Sylvia. ¿Cómo estás?
— ¿Cómo sabes mi nombre?
—Mis compañeros me lo han dicho. Es Lucía, ¿Verdad?
(No sé cuánto debería decirle... ¿Quiénes son estas personas? Creo que es hora de que yo haga las preguntas).
— ¿Quiénes son ustedes?
—Somos una rama especial del gobierno dedicada a la preservación de la vida humana. También nos dedicamos a la reconstrucción de la sociedad después de eventos catastróficos, como el que acaba de acontecer.
— ¿El bombardeo nuclear?
—No. Si fuera solo eso, no nos llamarían a nosotros. Estoy hablando del llamado apocalipsis zombi.
(¿Qué quiere decir con eso? ¿Quiénes son <<Ellos>>?)
—Espera... ¿Cuánto tiempo llevan preparándose para esto?
—Hemos sido conscientes de la posibilidad de un brote desde hace un tiempo. Pero eso es todo lo que puedo decirte.
— ¿Entonces es culpa suya? ¡Han dejado que esto ocurra!
—No saques conclusiones precipitadas. Por lo que sabemos, este brote ocurrió... espontáneamente. Nadie tiene la culpa.
(¡Me cuesta creerlo!)
— ¿Dónde están mis amigos?
—A salvo. Están pasando por el mismo procedimiento de cuarentena que tú. Separamos a los hombres de las mujeres durante este procedimiento. Para su privacidad, por supuesto.
—Ya veo. ¿Cuándo los volveré a ver?
—Si tienes suerte, se le asignará a la misma unidad dentro de una comunidad.
— ¿Y si no tengo suerte?
—Entonces, hay muy pocas posibilidades de que puedas verlos por el momento.
(¡No puedo dejar que eso suceda!)
—Por favor. Hemos sufrido mucho. No me alejes de ellos.
—No soy yo quien decide esas cosas.
— ¡Debe haber algo que puedas hacer!
—Realmente no, pero no deberías preocuparte. Normalmente, no separamos los grupos de supervivientes. De hecho, ya que son cuatro, ¡Podrían compartir una casa! ¿No es emocionante?
(¿Una casa? Supongo que no suena del todo mal...)
Elijo no responder.
—Ahora, si no te importa, me gustaría comenzar el examen físico. También tengo que sacarte algo de sangre. Tenemos que asegurarnos de que no llevas a infección antes de dejarte entrar en nuestra nueva comunidad...
El examen es muy completo. Cuando la doctora se va, me siento exhausta.
Me acuesto encima de la incómoda y triste cama e intento dormirme.
(No es el peor lugar en el que he dormido... Al menos no hay zombis).
No hay zombis. Nunca más.
Ese pensamiento hace que concilie el sueño bastante rápido. Duermo, hasta que alguien me despierta bruscamente.
—Levántate. Es hora de irse.
— ¿Adónde me llevas?
—Solo haz lo que se te dice.
Medio dormida, me levanto y la sigo de vuelta al pasillo.
— ¿Van a venir mis amigos también?
Se queda callado. Una ola de pánico me invade.
— ¡Oye, te estoy hablando!
—Cállate y camina.
(Esto no es bueno. ¡Tengo que asegurarme de que están a salvo!)
— ¡No! ¡No voy a ir a ninguna parte contigo! Puedes irte a la... ¡AAAH! ¡No puedes hacer esto!
El soldado me agarra del brazo y me lo retuerce. Lucho por liberarme y luego siento un pellizco en el cuello. Veo una jeringuilla.
—Me has envenenado.
—No seas ridícula. Solo vas a echarte una pequeña siesta.
—No voy a... dejarte...
Todo se desvanece ante mis ojos.
El pasillo se larga. El rostro del soldado es ahora solo un recuerdo.
—Por Favor...
Oscuridad.
—Ha pasado mucho tiempo. ¿Cuándo se despertará?
—Tenemos que ser pacientes. Quién sabe lo que le han dado.
—Esos cabrones...
— ¡Miren! ¡Ha abierto los ojos!
— ¡Lucía! ¿Estás bien? ¿Cómo te sientes?
—Sedienta...
Me froto los ojos y sacudo la cabeza.
— ¿Qué ha pasado? ¿Dónde estamos?
—Estamos en un lugar seguro. Te han traído aquí hace unas horas.
— ¡Están a salvo! Les he echado tanto de menos a todos... ¡No me decían dónde estaban!
— ¡A nosotros tampoco! Te juro que casi...
— ¡Casi haces que te maten!
(Algo debe de haber pasado. Este tono de enfado no le pega a Glen).
—Lo importante es que estamos todos aquí y estamos a salvo. Por favor, no se griten el uno al otro.
—Perdón.
—No pasa nada. Solo quería saber a dónde la llevaron. No estaba pensando cuando agarré esa arma.
— ¿Y qué pasa ahora?
—Supongo que este es nuestro nuevo hogar. Nos dejan usar esta casa pero... esperan algo a cambio.
—Nos asignarán trabajo. Cada uno de nosotros tendrá que cargar con el peso de vivir en este... nuevo mundo.
— ¿Tenemos voz y voto en lo que hacemos?
—En cierto modo. Las opciones son muy limitadas. Para alguien con mis antecedentes, el servicio militar es la única opción.
— ¿Vas a volver al ejército?
Glen asiente.
— ¿Qué hay de ustedes?
—Aparentemente, no necesitan expertos en ventas en esta comunidad, pero... Ya he visto suficiente horrores. No quiero ser un soldado.
—Entonces, ¿Qué harás?
—Tienen programas de aprendizaje. Ya me dirán qué tienen pensado para mí.
(No tiene mucha elección...)
— ¿Y tú, Weber?
—Un... Me gustaría ayudar, pero... Piensan que estoy... Loco.
—No piensan eso, Weber. Solo quieren asegurarse de que estás sano.
Weber aparta la mirada y suspira.
Así que así es como vamos a vivir ahora... bajo un techo que no es nuestro y unas normas que no son las nuestras.
—Estamos vivos y estamos juntos. Esto es solo temporal, ¿Verdad?
—Si. Eso es.
—Tal vez podamos encontrar la felicidad aquí...
Glen se queda en silencio.
El tiempo pasa rápidamente cuando uno pasa cada día trabajando en lugar de simplemente de mantenerse vivo. A pesar de vivir en la misma casa, los cuatros apenas nos vemos.
(Durante las vacaciones estamos juntos. He estado esperando un día libre durante mucho tiempo).
La mayoría de nosotros nos acomodamos en nuestros nuevos roles con sorprendente facilidad.
Glen avanza rápidamente en el ejército y Sam se ha convertido en carpintero.
(El pobre Weber es el único que tiene que ser el recadero de todos, aparte de su terapia semanal. En cuanto a mí, yo...)
Me he convertido en maestra. Me sorprendió cuando me ofrecieron el puesto, ya que no tenía ninguna experiencia en la enseñanza, pero he llegado a disfrutarlo.
(ME he encariñado con ms estudiantes. La mayoría son huérfanos que fueron salvados de la ciudad antes de que fuera destruida...)
— ¿Disfrutando de tu tiempo lejos de todos esos niños, Lucía?
Sonrío de oreja a oreja.
—En realidad, los echo un poco de menos. Me alegran los días.
— ¡Eso suena maravilloso, Lucía!
—Estas son nuestras primeras vacaciones juntos, ¿no? Supongo que ahora somos prácticamente una familia.
(¿Una familia?)
—Es la primera familia que he tenido en mucho tiempo, pero... no podría haber pedido una mejor...
— ¡Eso es muy dulce, Weber!
—Familia, eh... Supongo que podría acostumbrarme a eso.
Después de la cena, me encuentro en el porche, sola, con una copa de vino en la mano.
(A todo el mundo parece gustarle la idea de ser una familia...)
(Me he estado preguntando sobre lo que el futuro nos depara por un tiempo...)
(Más específicamente, me preguntaba si uno de ellos y yo podríamos llegar a sr algo más que amigos).
Termino el resto de mi copa de vino de un solo trago.
(Bueno, si quiero averiguarlo, no hay mejor momento que ahora).
(Necesito encontrar a Sam y decirle cómo me siento):
Miro hacia arriba y veo a Sam en la acera frente a la casa, ablando con una mujer que no conozco.
Espero hasta que ella se vaya y luego me acerco a él.
— ¡Lucía! ¿Necesitas algo?
—En realidad, hay algo de lo que quiero hablarte... Puede esperar si estás ocupado. ¿Quién era?
— ¿Quién? Oh, solo una clienta. Hizo un pedido de un escritorio y quería algunos cambios de diseño.
—Ah. Bien.
— ¿Pasa algo?
—No, es solo que... parecía que estabas ocupado, así que no quería molestarte.
—Si no te conociera mejor, pesaría que estás celosa.
— ¿Qué? Pfft. Por favor.
—Lo estás, ¿Verdad?
Sam sonríe y me hace cosquillas en la cintura antes de abrazarme.
—No deberías. Solo tengo ojos para ti, Lucía.
—Eso es... más o menos de lo que quería hablarte.
Sam me agarra de los hombros, su expresión cambia de juguetona a temerosa en cuestión de momentos.
— ¿A qué te refieres?
—Hemos pasado por muchas cosas juntos, y... ambos sabemos lo que sentimos el uno por el otro. Así que he pensado que tal vez querías... ¿Hacerlo oficial?
—Claro que sí.
Sam me levanta y me da vueltas. Después, levanta la barbilla para besarme.
—Te quiero, Lucía.
—Yo tam...
No me deja decirlo. Me besa de nuevo, haciendo que me dé vueltas la cabeza.
—Acabo de recordar algo. Te prometí una cita, ¿No?
—Creo que sí.
—Tengo una idea. Dame un minuto y te daré una. ¿Qué me dices?
— ¡Claro! Aquí te espero.
Sam sonríe y corre hacia la casa. Unos minutos más tarde, se reúne conmigo fuera. Lleva una bolsa de viaje.
—No es exactamente una cesta de picnic, pero tendrá que servir. Hay un lugar que quiero enseñarte.
—No puedo esperar.
Sam me da la mano.
— ¡Ya llegamos! He estado trabajando en este lugar desde hace algún tiempo.
—No tenía idea de que este lugar existía...
Sam me lleva a un pequeño parque lleno de juguetes de madera y columpios. En el centro del parque hay un castillo de madera lo suficientemente grande como para que los adultos se metan dentro de él.
—Es precioso... ¡Apuesto a que los niños se van a poner muy contentos cuando vean esto!
— ¡Eso espero! Si puedo hacer algo para darles un poco de alegría, lo haré.
La felicidad y el amor llenan todo mi ser. Miro a Sam, preguntándome qué he hecho para merecer una persona tan maravillosa a mi lado.
— ¿Qué pasa?
—Nada. Es solo que te quiero mucho.
—Yo también te quiero... ¡Vamos! Te mostraré el castillo. Hace algo más de calor dentro...
Sam coloca una manta en el suelo de madera, enciende unas velas y nos sirve el vino que trajo en su bolsa.
—Tenemos que tener cuidado con esa velas. Hay mucha madera a nuestro alrededor, después de todo.
—No te preocupes. Nunca te pondría en peligro.
—Lo sé...
—Propongo un brindis... ¡Por nosotros! Y por construir nuestro futuro juntos.
— ¡Brindo por eso! Entonces, ¿Te gusta tu nueva profesión?
—Me he llegado a gustar. Hacer algo con tus propias manos te da un orgullo especial. Es diferente a cualquier otra cosa que haya experimentado.
—Eso suena genial.
—últimamente he fantaseado con construir una casa para ti, para nosotros, algún día.
(¿Una casa para nosotros? ¡Qué emocionante!)
—Dime, ¿Qué tendría que tener la casa de tus sueños?
—Me gustaría tener mi propia biblioteca. Estantes que cubran las paredes, y un lugar cómo para leer...
—Lo haré para ti algún día. Aunque tendrás que seleccionar los libros. ¡No sé mucho sobre eso!
—Nos reímos y nos acurrucamos.
Una explosión resuena en la noche, y el colorido brillo de los fuegos artificiales llena brevemente la pequeña ventana del castillo de madera.
— ¡Mira! Qué bonito...
—Tú ere más bonita.
No creí que mis mejillas pudieran estar más rojas de lo que ya estaban, pero me equivocaba.
Apoyo la cabeza en el hombro de Sam mientras observo los fuegos artificiales a través de la pequeña ventana.
—Podría quedarme así para siempre.
—Lo mismo digo. Te amo, Lucía...
Sam me envuelve la cintura con el brazo y yo me acurruco contra su cuello. Un poco más tarde, decidimos que es hora de volver a casa.
— ¿Sabes? Comparada con la imagen que tenía en la cabeza, esta casa está fatal.
—Puede ser, pero no importa mucho si estamos juntos, ¿Verdad?
—Lo sé. Solo quiero darte todo lo que te mereces.
Me pongo de pie para darle un beso rápido.
—Ya tengo todo lo que podría querer.
Sam sonríe, me abraza y volvemos a la casa.
— ¡Chicos, estamos en casa!
(Nuestra casa...)
Esa noche que pasamos juntos, llena de paz y alegría, se convierte en un radiante recuerdo que siempre apreciaremos.
Pasan algunos días. El ambiente festivo se disipa rápidamente y la rutina implacable vuelve a apoderarse de la comunidad.
(Cada día se siente igual, pero saber que alguien me esperaba en casa me calienta el corazón).
Mientras cruzo la calle, veo una figura tropezando en la distancia. Se sostiene el estómago y va perdiendo el equilibrio mientras camina.
(Parece que está embarazada... Algo va muy mal. ¡Tengo que ayudarla!)
— ¡Oye! ¿Estás bien?
No reacciona. Corro hacia ella, pero antes de que pueda llegar hasta donde está, se cae de bruces contra el suelo.
(¡Oh, no!)
— ¡Eh! No te preocupes, ¡Te tengo!
Mientras me agacho al lado de la mujer y coloco suavemente la mano en su hombro, gira su cabeza hacia mí.
Sangre negra fluye de su boca abierta, y sus ojos blancos como la muerte.
Fin
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