Capítulo 11
—¡¡¡Lucía!!!
—Mi pierna... ¡No puedo moverme!
— ¡Están muy cerca! ¡Dispárales!
— ¡No seas idiota! Apenas podemos ver y fallar podría significar matar a alguien.
—No digas más, yo me encargo.
Zero sale corriendo con los cuchillos preparados justo a tiempo para evitar la muerte de otro superviviente.
—Vamos...
Trato de sacar el pie, pero solo consigo que me duela más.
— ¡Lucía! ¡No! ¡Aguanta, te salvaré!
—No entres en pánico. Solo le causaras más daño. ¡Saca a esta gente de aquí! ¡Márchense!
Sam se detiene un momento, apretando los dientes. Casi parece que está a punto de empujar a Glen fuera de su camino, pero no lo hace.
Glen corre a mi lado y se arrodilla.
— ¿Esta roto? Déjame ver.
—No se... Me duele...
(Dios, duele mucho...)
—Está bien, tómalo con calma... Voy a tratar de darte algo de espacio. A mi señal, ¡Tira!
— ¡AAAH!
Con su ayuda, saco el pie del agujero, pero en cuanto intento caminar, me doy cuenta de que es imposible. Mi tobillo esta hinchado y el dolor es insoportable.
—Tienes que dejarme atrás... ¡Solo voy a retrasarte!
Antes de que pueda siquiera terminar la frase, Glen me levanta y me lleva en brazos, como una princesa.
(Glen...)
Los zombis caen en la alcantarilla, arrastrándose unos sobre otros y convirtiéndose en un horripilante lío de extremidades. Uno de ellos se escapa de Zero y se lanza sobre uno de los supervivientes.
— ¡No! ¡No! ¡Ayuda!
Zero retrocede y clava su cuchillo en la parte posterior de la cabeza del zombi.
—Ayuda... Por favor...
—Lo siento, amigo. Esa marca de mordida es una sentencia de muerte.
—Por favor... ¡No quiero morir!
(Su destino esta sellado, pero... todavía podría tener una muerte limpia).
— ¡Hazlo! ¡Mejor morir con dignidad que pasar un segundo como una de esas cosas!
—Bueno... Ya has oído a la mujer. ¡Hora de irse!
—No... ¡Por favor! No... ¡AAAAAAAH!
Justo antes de que el cuchillo de Zero se hundiera en él, el superviviente arquea su espalda y grita.
(¿Tenia realmente el derecho de tomar esta decisión?)
— ¿Qué están mirando, tontos? ¿Quieren compartir su destino?
— ¡AAAAAH!
— ¡Déjalo, te vas a sentir abrumado antes de que lleguemos al centro comercial!
—Jo. ¡Estaba llegando a la parte buena!
Zero se mancha la cara de sangre mientras se quita un mechón de pelo de la cara.
(Hay demasiados para pelear... Incluso alguien como él debe entenderlo):
— ¡Lo hemos conseguido! ¡Rápido! ¡Sube!
—Ayúdame a subir a Lucía.
Glen me levanta sobre su cabeza con facilidad, y Sam me agarra y me lleva al sótano del centro comercial.
Ayuda a Harold y a otros tres supervivientes a subir antes de subir él mismo, seguido de Zero, que asegura la salida detrás de él.
— ¡Nos falta un superviviente! ¿Sigue ahí abajo? ¿Qué ha pasado?
—Se lo han comido.
—Así que solo quedamos ocho...
—Eso no es todo. Uno de ellos tenía las llaves de la furgo.
—Lo siento... Les he fallado.
Me mira mientras dice eso. El dolor en sus ojos es insoportable.
Miro hacia otro lado. Los gemidos apagados y el flequillo nos recuerdan que aún estamos en peligro.
—Tenemos que seguir moviéndonos. Llevare a Lucía arriba.
— ¡Puedo llevarla!
Glen lo ignora y me levanta de nuevo. Me saca del sótano mientras el resto de los supervivientes lo siguen.
—Lucía necesita un lugar para descansar. Tengo que echarle un vistazo a su tobillo.
—Hay una tienda de muebles en este piso. Podemos establecer nuestra nueva base allí ahora que la zona está despejada.
—Perfecto. No te preocupes, Lucía. Descansaras pronto.
—Estoy cubierto de sangre otra vez...
—Al menos no es tuya.
—Weber, ¿Podrías buscar algunos analgésicos para Lucía?
—Oh... ¡Por supuesto! ¡De inmediato!
—Gracias a todos... por no abandonarme...
—No hables así. Vamos a llevarte a un lugar cómodo.
Glen me lleva a la tienda de muebles, donde me coloca suavemente en una cama enorme. Recoge unas cuantas almohadas y las coloca a mi espalda.
— ¿Estas cómoda? ¿Te duele?
La preocupación en su voz me coge desprevenida.
—Un poco, sí.
—Déjame ver.
Glen me quita suavemente el zapato y me levanta el tobillo. Me muerdo el labio para no gritar mientras él presiona sus dedos contra él.
—No creo que este roto. Una vez que Weber te traiga algo para el dolor, lo enviaré por un poco de hielo. Necesitará mucho descanso. Te traeré más almohadas para ayudar con la hinchazón...
Glen coge otra almohada y la pone bajo mi pie.
(No sé lo que es, pero... está actuando diferente).
— ¿Por qué tarda tanto Weber? ¡Debería haber ido a por esa medicina yo mismo! Iré a ver dónde está.
Me levanto y agarro el brazo de Glen, tirando de él para que se siente a mi lado.
—Quédate a mi lado. No quiero estar sola.
—Eso es... comprensible. Has demostrado una valentía admirable. Sentirse vulnerable es normal.
(El bueno de Glen, siempre racionalizando los sentimientos)
—Pero me quedaré un momento. Sam esta justo fuera y no tengo ganas de lidiar con sus celos en este momento.
— ¿Qué quieres decir?
—Está muy concentrado en la idea de ser el que te rescate, pero no se da cuenta de que no piensa con claridad. Estaba tratando de hacer lo correcto y obviamente se preocupa por ti. No estoy seguro de que sea consciente de la forma en que nos miró mientras te traía aquí.
—Oh... ya veo.
(¿Realmente Glen decidió salvarme porque estaba pensando más claramente que Sam?)
(Aun así se puso en riesgo... Supongo que debería estar agradecida de estar a salvo, pero...)
—Glen, ¿Por qué me salvaste?
—No estoy seguro de entenderlo.
—Estaba atrapada. Podrías haberme dejado allí y haber salvado a los otros dos supervivientes en su lugar. Siempre estás hablando de la gestión de recursos. Dos supervivientes son mejores que no, ¿Verdad?
Glen se queda callado. Sus ojos se enfocan en mi tobillo, y pone su mano en el, inspeccionándolo de nuevo.
—No podía saber que perderíamos a esas dos personas.
—No, por supuesto que no. No quería decir eso,
Glen frunce el ceño, deslizando distraídamente las puntas de sus dedos por mi pie.
— ¿O sí que elegiste?
—Que perspicaz de tu parte.
— ¿Qué?
—Admitiré que sentí un impulso para asegurarme de que estabas a salvo. No fue una decisión totalmente lógica.
Por alguna razón, sus palabras hacen que mi corazón lata más rápido. Mi voz se quiebra.
— ¿Qué significa eso?
—No estoy muy seguro. Es difícil de verbalizar. Supongo que significa que me preocupo por ti.
La repentina confesión me hace jadear, mi cuerpo lleno de adrenalina trata de encontrarle sentido a lo que está pasando.
—Y estos sentimientos que tienes. ¿Cuánto tiempo lo has tenido?
—Siempre te he encontrado interesante, Lucía. Por más ilógico que fuera mi impulso, no es del todo inesperado.
— ¿Intentas decir que siempre te he gustado?
Glen me mira a los ojos y espera, como si estuviera sopesando algo en su mente.
El corazón me va a mil por hora y me empiezo a poner colorada.
(Esta tensión me está matando... ¿Qué me estás haciendo, Glen? ¡No puedo soportarlo más, tengo que hacer algo o me voy a desmayar!)
Miro hacia otro lado y me muevo con dificultad en el lugar, lo que hace que Glen casi salte de la cama.
—Te duele. Será mejor que Weber tenga una buena razón para tomarse tanto tiempo. Iré a ver cómo está.
—De acuerdo. No seas demasiado duro con él.
—Solo será un minuto.
Glen me deja sola en la tienda y yo me recuesto en la almohada.
(¿Cuánto tiempo tendré que estar así? ¿Cómo puedo ayudar a todos si no puedo caminar?)
Suspiro, tratando de mantener alejados los pensamientos más oscuros.
(Uno de los hombres de Harold se ha ido, así como los dos hombres que salvamos... Oh, Glen y Weber han vuelto).
— ¡Aquí está tu medicina, Lucía! Siento haber tardado tanto. No sabía cuál traer...
—No pasa nada, Weber. Gracias.
— ¿Te duele mucho?
—Me pondré bien, no te preocupes.
—Deberíamos dejarla descansar. A ver si podemos ayudar a Sam con los suministros.
Los siguientes días pasan sin incidentes. Descanso tanto como puedo, aunque me siento completamente inútil.
Glen y Weber vienen a visitarme a menudo para traerme comida y tratar de animarme.
(No puedo soportar ni un minuto más en la cama. Tengo que caminar).
Camino por la planta baja y al final llego a una tienda de artículos para motos con una motocicleta estacionada frente a ella. Me inclino hacia ella, preguntándome dónde está todo el mundo.
(Había tanta tensión en el aire estos últimos días...)
(Nadie me dice nada, pero intuyo que las cosas no van bien. Y Sam no ha venido ni una sola vez...)
—Todavía no deberías caminar. Podrías hacerte daño.
—Estaba pensando en ti. ¿Dónde estabas? Te echaba de menos.
—Sí, lo siento. Estaba ocupado con... organizar las cosas.
— ¿En serio? ¿Todo este tiempo has estado tan ocupado que no has podido ni entrar en la tienda de muebles para preguntarme cómo estoy?
Sam inclina la cabeza y se rasca la nuca.
—Iba a hacerlo, pero estaba entretenido con otras cosas.
—Seguro que sí. Me preocupaba que estuvieras enfadado conmigo por alguna razón.
— ¿Qué...? No, no es eso. Siento que te hayas sentido así. Me alegro de que te sientas mejor.
(No me lo está contando todo... puedo sentirlo).
Instantes después, Glen se uno a nosotros con una mirada seria en el rostro. Pone una pequeña radio en las manos de Sam.
— ¿Qué ocurre?
—Tú escucha.
A TODOS LOS SUPERVIVIENTES:
HEMOS RECIBIDP INFORMES DE QUE EL GPBIERNO PLANEA LANZAR UNA BOMBA NUCLEAR EN LA ZONA DE CUARENTENA.
(¿Zona de cuarentena...?)
SI ESTA ATRAPADO EN LA CIUDAD Y ESCUHA ESTO, BUSQUE EL REFUGIO MAS CERCANO.
LES INFORMAREMOS EN CUANTO TENGAMOS MAS NOTICIAS.
Glen apaga la radio.
—Está en bucle.
— ¿Qué vamos a hacer...?
—No tenemos mucho tiempo. Decidamos lo que decidamos, tenemos que hacerlo rápido.
— ¿Crees que podemos buscar otro vehículo para escapar de este lugar?
—No tenemos ninguna posibilidad contra la hora de afuera. A menos que...
—A menos que...
—A menos que creemos una apertura.
Glen se detiene, pensativo.
—No lo sé. Supongo que tendremos que seguir escuchando esta radio y esperar a tener un plan antes de que decidan volarnos por los aires.
(Hemos sobrevivido todo esto... ¿Solo para morir entre las llamas?)
—Creo que necesito acostarme.
—De todas formas, no deberías estar levantada todavía.
—Sí, sí, lo sé...
—Te ayudare a volver. Discutiremos esto más tarde, Glen.
Más tarde esa noche, subo a la azotea. De nuevo, no puedo dormir. Allí encuentro mirando la calle de abajo.
— ¿Estas preparando un plan?
—Lo estoy intentando. En general, intento encontrar un patrón e sus movimientos.
— ¿Ha habido suerte?
Sam suspira y agita la mano.
—No lo creo. Son un grupo caótico. Lo que es más importante, ¿Qué estás haciendo tú aquí?
—Tomar un poco de aire fresco, supongo. El exterior es agradable.
—No por mucho tiempo.
Él mira fijamente al horizonte, y yo me reúno con él cerca del borde.
—No importa lo que pase... te mantendré a salvo. Incluso si eso significa renunciar a mi propia vida.
—No digas eso.
—Prométeme que harás todo lo que este en tu mano para sobrevivir.
—Sam...
— ¡Promételo!
—Lo prometo. ¿Eso te calma un poco?
—Un poco. Necesito mantenerme con vida para asegurarme de que eso suceda.
— ¡Más te vale!
Los dos sonreímos, encontrando fuerza en el otro.
—Míralos. No tienen ni idea de lo que está por venir.
—Tal vez sea mejor así.
—Espera... ¿Ves eso? ¿Qué es eso?
Me inclino sobre el borde del tejado, tratando de ver a qué señala en la oscuridad.
Una masa de miembros enredados e hinchados se impulsa hacia adelante en el centro comercial, golpeando contra el vidrio.
— ¡Están tratando de entrar en el centro comercial!
— ¿Qué? ¡¿Por qué ahora?!
—No lo sé. ¡Tenemos que darnos prisa!
Sam y yo bajamos corriendo sin molestarnos en llamar al ascensor.
— ¡Glen! ¡Weber! ¡Tenemos un problema!
Todos los supervivientes se unen a nosotros frente a una tienda de música, desde donde escuchamos débiles sonidos de vidrios rotos.
(¡Tenemos que hacer algo antes de que nos alcancen!)
— ¡Deberíamos retirarnos! ¡Subir por las escaleras y fortificarlas!
—Me temo que nos veríamos abrumados antes de poder hacer nada. Sam, Zero, quédense aquí por si tenemos que luchar. Voy a activar el cierre.
—Por fin algo de acción.
—El resto tienen treinta segundos para reunir todo lo que no quieran perder de las tiendas de este piso.
Harold maldice y se dirige directamente a la armería. Los otros supervivientes corren a recoger sus cosas y algo de comida. Yo me quedo en el sitio, lista para ayudar a Sam y a Zero.
—Eso debería detenerlos por ahora. Me temo que se nos ha acabado el tiempo. Hay que hacer algo ya.
—Estoy abierto a cualquier idea.
No puedo explicar por qué, pero pienso en la motocicleta estacionada en el centro comercial.
(Las llaves deben de estar en la tienda... ¡eso me da una idea!)
—Esto va a parecer una locura, pero... Todavía tenemos el combustible que conseguimos en la gasolinera. ¿Y si atraemos a los zombis y luego incendiamos todo el piso para cubrir nuestra salida?
—Tienes razón, eso suena a locura.
—Vale la pena pensarlo.
— ¡¿Hablas en serio, Glen?!
—Podría funcionar. ¿Y entonces qué? El fuego se extenderá rápidamente. ¿A dónde escaparemos?
—No escaparemos. Solo uno de nosotros escapará, en esa motocicleta. Uno será suficiente para encontrar el puesto de avanzada del ejército y conseguir ayuda mientras defendemos los pisos superiores.
Nadie se atreve a romper el silencio que viene después de mis palabras. Un instante después, se oye una pequeña voz.
—Yo puedo hacerlo.
—Por supuesto que Zero podría hacerlo...
—No, Zero no sabe conducir. Yo sí. Lo haré.
¡Weber se ha ofrecido como voluntario para conseguir ayuda!
¿Se las arreglará el resto de supervivientes para seguir vivos mientras él no está?
¿Desaparecerán los zombis en un infierno ardiente, y los supervivientes con ellos?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro