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†O N C E†

†C A P I T U L O   O N C E†

†NARRADOR EQUISCIENTE
†Septiembre 06†
†Por la noche†

Era extraño verlo tan tranquilo, tan pasivo e inocente, cualquiera creería que no rompe un plato. Lleva casi veinti cuatro horas sin comer, sin hablar, su camiseta blanca está manchada de sangre y el solo está tumbado en el sillón con su mirada puesta en la nada sin expresión alguna que me ayude a entender qué le sucede. Me pregunto: ¿Qué estará planeando?

Lleva consigo un aspecto que infunde preocupación, sin embargo; no es lo que ustedes creen.

Chasquea fuertemente su lengua soltando una carcajada vestida de crueldad y a la misma vez de hostilidad, cambiá su posición, después de largas horas al fin lo veo tal y como es él. Sube sus pies al sillón colocando su mentón sobre las rodillas, abraza sus piernas cerrando sus ojos y empieza a hacer un conteo que me parece algo tan perturbador. La sangre de sus manos se ha tornado un rojo más oscuro.

1
...
2
...

3
...

Luce perturbador.

Apretaba aún más fuerte sus ojos y continúa con el conteo pero esta vez de forma contraria.

3

...

2

...

1
...

Se quedó en un largo silencio y en la misma posición por unos minutos.

Baja sus pies y nota que sus botas están manchadas de sangre, examina su camiseta quitándosela de inmediato.

—Esa estúpida me ha manchado con su asquerosa sangre.

Empieza a reír y a hablar como si alguien más estuviera con él.

—Si, si, la próxima vez seré más cuidadoso —Vocifera en voz alta.

Quita sus botas y las coloca junto a la camiseta. Rocía gasolina sobre ambas prendas y enciende un cerillo como si nada para prenderle fuego. Se queda mirando fijamente el fuego, como si aquello le produjera placer alguno.

—Te extrañaba tanto querido amigo, creo que tú y yo somos inseparables. Debí usarte nuevamente como antes, quizás para una próxima serás mi primera opción.

Empieza a caminar de un lado a otro, suele hacerlo cuando algún plan macabro está organizando. Se dirige hacia el cuarto de juegos como el mismo suele llamarle. Una vez ahí comienza una de sus tantas obsesiones, mantener todo limpio, todo en orden.

—Disfruté tanto jugar con su cuerpo —admite en un susurro—. Creo que te volverás mi arma favorita.

Pasaba sus manos por la filetiadora de carne limpiando los residuos de sangre que ahí había quedado. De todos sus viles actos esté ha sido el más repugnante de todos ellos.

—Necesito estar allí, para ver sus caras, para ver el terror en sus rostros.

Sus ojos le brillaban como cuando a un niño le regalan un dulce. Su calma era la muerte, su paz era el dolor.

Él es el infierno.

Él es tu más grande pesadilla.

—Me fascina esta nueva sala de juego —señaló—. Definitivamente solo se me pueden ocurrir ideas tan fantásticas como estás —manifestó entre dientes—, pronto todos pagarán una a una todas sus ofensas.

Camina en dirección hacia una gran pizarra, susurrando algo que solo él podía entender.

—Esta también fue una gran idea —celebra en un tono más audible.

Toma una foto entre sus manos y pone su mirada fija un par de segundos en ella. Su mandíbula se tensa, devuelve la foto a su lugar haciendo un movimiento brusco con su cabeza como si algo le causara perturbación. Su cabello negro luce un poco más largo, este le podía cubrir sus oscuras cejas. Cierra sus puños y empieza a derribar todo cuanto tiene por delante. Se detuvo frente a un gran espejo, clavando su puño izquierdo en el, haciendo que los cristales de este volarán por todos lados.

Su furia se a desatado de una manera incontrolable, está destruyendo todo cuánto hay a su alrededor. Pero... ¿quién es? ¿Quién era?

Su pecho sube y baja casi que ahogándose en su propia ira. Se tumba en el suelo en posición fetal, el sudor recorría su cuerpo y susurraba en voz baja:

—Soy un monstruo, soy un maldito monstruo.

Era como si estuviera alguien delante de él, alguien señalando cada uno de sus actos oscuros y atroces.

—¡DEJAME EN PAZ! —gritaba encogiendo lo que más podía su cuerpo tumbado en el suelo.

Con su mente esparcía castigo a otros pero era también su propia mente quién se encargaba de hacerlo pagar todo aquello. Se levanta casi que tambaleándose, lucia perdido, atormentado por sus más oscuros secretos, por sus más oscuros demonios, o más bien, él era uno de ellos.

No cualquiera llegaba a su lugar secreto, y quién llegaba a el, no salía con vida o quedaban atrapados en el oscuro laberinto. Muchos llegaban a ese lugar por error, otros por curiosidad o porque él los llevaba hasta ahí.

Un fuerte estruendo se escucha fuera haciendo que él se detenga en silencio. Su rostro se curva en una sonrisa índole y demoníaca. Toma uno de sus cuchillos guardándolo en su cintura. Él sabía que nadie podía salir de ahí, ese lugar estaba diseñado por él mismo y con el objetivo único de que nadie encontrara su salida, incluso a veces el mismo lugar solía jugarle una mala jugada a él mismo. Una vez que estabas dentro ya no había vuelta atrás. Todas tus esperanzas llegarían a su final, tus plegarias y súplicas serían únicamente para aquél lobo hambriento y feroz.

Recorrió el laberinto con su mirada desquiciada, pero a la misma vez atento a cualquier amenaza para él.

—No sé cómo llegaste a este lugar, yo no te escogí —suelta con evidente enojo en su tono de voz—, pero no saldrás de este lugar, es mejor que salgas por tu propia voluntad y haré de tu muerte algo rápido y menos dolorosa.

El choque del viento con los árboles hacían que todo se volviera tan profundo y tormentoso para cualquiera que pudiera presenciarlo. Después de unos segundos de silencio.

—Tu escogiste y eso tendrás —dice encogiéndose de hombros.

Recorre el lugar con tranquilidad hasta escuchar el quiebre de una rama. Rueda sus ojos y se gira empuñando su cuchillo. Era evidente que el conocía cada rincón de ese lugar, ni una pequeña hormiga podría escaparse por muy pequeña que fuera. Llega al final del laberinto y esboza una sonrisa triunfal.

Ahí estaba quién había cometido semejante error al entrar a aquél infierno sin ser invitado.

—Te di una oportunidad pero no la aprovechaste...—detiene sus palabras.

La expresión de su rostro es sustituida por otra de, ¿asombro?

—¿Cómo llegaste aquí? —pregunta en un tono de reproche.

Aquél chico solo podía observarlo con pánico y horror.

—Hice una maldita pregunta —lo mira fijamente— ¡RESPONDEME! —grita fuertemente.

Pero éste no responde, estaba verdaderamente aterrorizado o... ¿Impactado?

Se aproxima a él provocando que el chico se hiciera pis en sus pantalones. Aún así eso no lo detuvo en ejecutar sus acciones.

Lo sujetó por su camisa clavando el cuchillo en uno de sus hombros, es evidente que no quiere que muera aún.

—Estas de suerte —vocalizó casi en un canturreo.

Lo empujó hasta encaminarlo hacia dentro.

—Por favor, no me hagas nada —pidió en llanto el chico.

—Sientate, quiero contarte algo —mencionó detallando el lugar —Disculpa el desorden pero es que nadie me visita, la verdad.

El chico lo miraba con cierta desconfianza pero igual hizo lo que él le pedía. Le extendió un baso de agua el cuál bebió inseguro. Tomó asiento despreocupadamente en su sillón.

—Ahora bien,escúchame.

Asiente sin mirarlo directo a él.

—Me gusta contar historias —Añade despreocupadamente.

Sonríe.

—Familia, padre, madre, hijo y una extraña que se hacia pasar por tía cuando en realidad era una asquerosa fornicadora que se acostaba con los tres. Si, con los tres... el niño la odiaba, ella no solo era para él la culpable de que su familia fuera un asco, era también aquella mujer con la que había estado sosteniendo relaciones mientras todos dormían —niega haciendo una mueca de asco—. Al al principio se negó pero ella insistió hasta lograrlo. Lo amenazó con mentirle a su padre más de una vez, para que lo castigara y él sabía que le creerían más a ella que a él que era su propio hijo...—hace una pausa con su mirada perdida en la nada.

El pobre miraba hacia todos lados buscando una salida o la más mínima esperanza de poder escapar, pero todos sabíamos que era algo imposible, incluso ahora más con la herida que llevaba en su hombro.

—Todo empezó a cambiar para él cuando su hermana llegó del extranjero, fue una sorpresa muy grande ya que él desconocía tener una hermana —suelta una insolencia poco audible—. En su casa nadie hablaba de ella, era como si no existiera, era como si hubiera cierto desprecio en ellos para aquella niña menor que él por unos años. La pequeña había llegado del extranjero debido a la muerte de los abuelos de estos dos —acomoda su cabello—, ambos conectaron y pasaban el mayor del tiempo juntos; por un lado para él había encontrado su salvación. La mujer malvada ya no podía hacerle daño mientras estuviera con su hermana...

Lo interrumpe.

—¿Ese niño eras tú? —pregunta en un hilo de voz.

Él lo ignora y continua el relato.

—En aquél lugar solo había una familia tan prestigiosa como la de él, cosa que hacia preguntarse así mismo; ¿eran tan malévolos cómo la de él? —deja salir un bufido y tensa su mandíbula—. Cada noche ambas familias se reunían después de la cena para platicar, él se había propuesto a observarlos detalladamente y pronto le abrió paso a la envidia. Al igual que la suya ellos también tenían dos hijos...

—¿Por qué me cuentas esa historia? —interroga interrumpiéndole nuevamente.

El rueda sus ojos y acomoda su postura en el sillón dedicándole una mirada de desprecio.

—Si no te callas tú maldita boca te mataré más lento y sin compasión —le advierte.

Su cuerpo tiembla, en sus ojos se refleja el desespero por encontrar ayuda.

—Cada día aquellos niños solían ir a su casa a jugar con ellos pero él los rechazaba. Los celos y la envidia se habían apoderado por completo de él haciendo que este sintiera total rechazo por estos. No sólo tenían una familia perfecta desde su pequeña inocencia —esboza una sonrisa maliciosa—. Si no también creyó que robarían el único afecto que recibía; el de su hermanita menor —se gira en dirección hacia el chico—. ¿Qué harías tú si quisieran robarte lo más preciado que tienes? —le pregunta mirándolo fijamente.

Su presencia era imponente, arrogante, jugaban con su esculpida belleza. Incluso hasta detrás de un rostro hermoso se puede esconder tanta maldad.

Tenerlo frente te haría dudar, entre: si huir o quedarte.

—Lucharía para no perderla —susurra el chico.

El pobre lucia agotado, sin fuerzas.

—¿Y qué crees que él hizo?

Se gira hacia otra dirección clavando su mirada en el reloj de pared.

...

—Tic-tac, tic-tac —canturreo.

Era evidente que algo tramaba, y lo comprobé al ver que el muchacho se desplomó cayendo en el suelo.

—Pero todo salió como no era —afirma levantándose de manera tranquila.

Acomoda al chico y lo arrastra hasta un rincón esposando una de sus manos. Le dedica una última mirada y sale del lugar como si nada estuviera ocurriendo.

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Esto es solo el inicio, hay muchos secretos por descubrir y recuerda "Nada es lo que parece".

Los quiero 🖤

Nos leemos en un próximo capítulo 🖤

Anne Fernández.

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