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†D I E Z†

†C A P I T U L O   D I E Z†

†Septiembre 08†
†Por la mañana†

La cabeza me va a estallar a noche excedí de mis límites con el alcohol. Me observo en el espejo y detallo mi rostro pálido. Niego fastidiado al notar mi lamentable estado.

Bajo a la cocina y me sirvo un baso de agua, la lluvia azota al pueblo con su torrencial fuerza. Me bebo el agua de un solo sorbo y me recuesto al mesón junto a la cocina, cerrando mis ojos haciendo gran presión en ellos.

A noche llegué tan fuera de sí mismo que olvidé confirmar si mi tía había llegado a casa. Subo a su habitación pero no se encontraba allí.

Sigo un poco mareado aún.

El mal sabor de recuerdos me invaden y siento que se están repitiendo hechos de hace unos años atrás. Creí que era algo que se había superado del todo. Ver llegar a mi tía golpeada y balbuceando tonterías por causa del alcohol era algo que me hacía sentir tan culpable. Muchas veces llegué a encontrarla tirada sobre su propio vómito, momentos desagradables para ser más específico, la verdad.

Recuerdo una vez estar en mi habitación y escuchar los gritos pidiendo auxilio de ella, baje tan asustado que no sabía cómo actuar ante lo que mis ojos estaban viendo en ese preciso momento. Y quizás la decisión que tome no fue la más favorable, eso solo me señalaría aún más como alguien peligroso. Al menos en eso sí que no me equivoqué y más adelante su reacción me lo confirmaría.

Cuando vi como aquél hombre la violentaba y trataba de abusar de ella, admito que no sabía qué hacer era mucho para poder procesar. Tomé uno de los floreros que decoraban la sala, aproveche el descuido de aquel tipo y lo estrelle en su cabeza haciendo que este retrocediera unos pasos atrás aturdido. Ella se levantó con pasos torpes y como pudo hizo lo mismo que yo.

Que ironía, tratándose de ella; estuvo bien, hablando de mí, es sospechoso e incluso de temer.

Aunque el hombre fue entregado a las autoridades y fue ella quien asumió todo; nada podía sacarle de la cabeza la acción que yo había tomado siendo un adolescente que apenas y podía hablar.

Me niego a aceptar que nuevamente esto esté sucediendo.

No puedo aceptarlo.

—¿Estás bien Regan?

Me giro para encontrarme con su mirada curiosa.

—Eh, bueno, yo... creí que no habías llegado y...

—Yo estaba aquí, incluso te vi llegar a noche.

Wow, en serio, ¿en qué momento? Desvío mi mirada incómodo.

—Lo siento, yo no me percaté de que estabas en casa.

Ella me sostiene la mirada.

—Ve a descansar, iré a prepararte una sopa —suelta dedicándome una última mirada tras bajar las escaleras.

Cierro la puerta de su habitación y camino hacia la mía con pesar en el cuerpo. Me siento en el pie de la ventana, antes podía sentarme ahí sin problema alguno pero ahora mi altura me lo impide, sin embargo eso no me impide ver la lluvia caer. Era algo que solía calmar mis momentos de ansiedad.

Una sonrisa se me escapa al recordar esa loca chica de cabello rojizo. Ella y yo somos tan diferentes; ella es tan fría y yo tan fuego consumidor.

—Loca —susurro.

Y loco yo también por andar pensando en quién no debo. Creo que debo preocuparme por lo que a veces mi cabeza proyecta de más.

Su mirada retadora se cruza por mi mente y la expulso de inmediatamente. Aunque ella trate de aparentar una actitud feroz se que no lo es, todos tenemos debilidades y tal vez la mayor de ellas sea el tener un terco corazón.

«—El amor te hace débil, y los débiles son presas de los fuertes, solo los más valientes sobreviven.»

Me tumbo en mi cama y fijo mi mirada en el techo hasta quedar atrapado en la negrura de mi sueño.








†Ultima hora de la noche, primera hora de la mañana†


Abro mis ojos y me encuentro con la negrura de mi habitación, suelto aire por mi boca y me siento en la cama mirando sin lugar fijo. Me pongo de pie revolviendo en mi clóset buscando mi sudadera color negro, es mi favorita.

Bajo silenciosamente las escaleras para evitar un sermón de mi tía. Creo que le cuesta entender que ya no soy un niño.

Sólo se escucha el suburbio provocado por el fuerte viento, las calles están completamente solitarias, hasta parece ya un pueblo apocalíptico. Doblo por segunda vez a la derecha de camino al parque del pueblo, escucho un silbido lejano pero sigo caminando.

El viento aumenta su fuerza y a pesar de ello no doy marcha atrás. Tomo asiento en uno de los columpios y me balanceo en el.

Escucho nuevamente el silbido pero esta vez un poco más fuerte y claro. Levanto mi mirada... mi ceño se frunce al encontrarme con la figura de alguien justo en la esquina, no podía ver su rostro, lo llevaba cubierto. Por un largo momento me quedé con mi vista fija hacia él, disimule desviando mi mirada. El cielo fue iluminado por una centella logrando así alterar mis nervios fácilmente. Me levanto del columpio y miro por el rabillo del ojo pero ya no estaba, ya no había nadie ahí.

Apresuro mis pies y tomo un atajo para llegar más rápido a casa. Reprocho mi misma idea de haber tomado este camino tan oscuro y deshabitado. Mi piel se eriza al escuchar nuevamente el silbido de aquel desconocido. Corro de inmediato sin mirar atrás, un fuerte dolor hace que me detenga con mi vista borrosa.

...

No puedo ver nada, caigo al suelo con mis manos en la cabeza. Me retuerzo del dolor, intento levantarme pero fracaso, cierro mis ojos y los vuelvo a abrir casi al momento. Sigo viendo todo borroso, mi pecho sube y baja, mi respiración se acelera al ver las botas de aquél que me seguía hace un momento.

Llevaba en una de sus manos un enorme cuchillo del cual goteaba algo rojizo, ¿sangre?

Vuelvo a intentar levantarme pero el dolor de mi cabeza aumentó mucho más.

¡Aaash!

¿Qué me hizo? ¿Qué me está sucediendo?

Solté quejidos por el dolor. ¿Qué me ha hecho? ¿Qué está sucediendo? Me pregunto nuevamente.

A lo lejos escuchaba una voz que pronunciaba mi nombre pero no lograba distinguir de quién se trataba.

—¡Regan, Regan, Regan! —me despierto en los brazos de mi tía.

La mente humana es la verdadera destrucción. Si se lo permites será tu propia imaginación la que acabará contigo.

El sudor corría por mi rostro, ella me sujetaba entre sus brazos.

—Solo fue un sueño —explico mientras lágrimas rodaban por mis ojos y ella trataba de limpiar mi rostro a su vez.

—Ya, todo está bien. No temas, nada te sucederá —me aseguró abrazándome e arrullaba como a un niño.

Todos tenemos la lucha propia de aquellas cosas que callamos y no podemos contar a nadie. Sin embargo, mi lucha es por aquello que ya viví y no puedo recordar. Es como vivir en un sueño del cuál te despiertas para entrar a otro más difícil de tolerar y te preguntás: ¿Estoy viviendo en un circo de mentiras y sonrisas falsas?

Imagínate despertar un día y que todo tu dolor solo haya sido el producto más cruel y malévolo de tu mente.

El sol se filtra por la ventana dándome así en la cara. Saboreo un sabor metálico en mis labios, me levanto directo al baño y me observo en el espejo. En mi rostro puedo ver la dura noche a la que me enfrenté.

Ella está al pie de la puerta y me observa sin saber que decir o más bien buscando respuestas que yo no puedo darle. La hago a un lado y cierro la puerta, tomo una ducha, luego de unas largas horas bajo a la cocina, mi tía me esperaba sin poder mirarme a la cara y se lo que se aproxima en venir. Se que quiere decirme algo que sabe que no me agradará.

Me sirvo un baso de agua y la observo esperando a que pueda decirme algo.

—Llamé a la doctora Quinn.

¡¿Qué?!

—Te estará esperando hoy.

—No iré a ningún lugar —determino.

Ella niega.

—Debes ir Regan, y no estás en el derecho de discutirlo.

—¿No? Dime solo una cosa en la que todos esos psicólogos me hayan ayudado... ¡SOLO UNA MALDITA COSA! ¡SOLO UNA! —grito fuerte.

Estrello el baso contra la pared, los cristales caen dispersos al suelo.

—Nada, ni una sola cosa. Sigo sin recordar la más mínima cosa. ¿O por qué celebras mi cumpleaños en una fecha que tú misma sabes que no es la verdadera? —me acerco pero ella se levanta alejándose de mí—. En todos estos años ni ellos ni mucho menos tú que se supone que tienes que conocerme bien han podido ayudarme.

Me aparto al ver que me mira con cierta desconfianza.

—Ya no me interesa saber quién fui, ahora solo quiero saber quién coño seré en un futuro —añado y salgo de la cocina hecho una furia.

Cuelgo mi morral y salgo de casa cerrando la puerta duramente.

De nada te sirve hablar si nadie siente lo que tú sientes. Tantas palabras para un corazón que apenas y puede latir, para alguien que apenas puede respirar.

Habría preferido morir aquella noche en vez de cargar con esta vida llena de traumas y mentiras. Ni siquiera ella misma puede confiar en mí, se que tiene miedo de mí pero yo nunca le haría daño.

Quisiera encontrar todo aquello perdido dentro de mí cabeza, dentro de ese jodido laberinto sin salida,pero a la misma vez quisiera no hallar nada por el simple miedo de encontrame culpable de algo tan atroz.

Incluso hasta los ángeles y demonios le temen a la muerte; pero el temor más grande es no poder saber quién eres o que dirección tomar. Nada peor que sentirse sin rumbo fijo, es como echar a andar un ciego en la oscuridad, es como estar muerto en vida.

Pateo una pequeña botella de plástico que me encuentro en el camino soltando una insolencia. Niego y entro al lugar de mala gana.

Odio este lugar.

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Hay muchos secretos por resolver y mucho de esta historia por contar, así que sigue leyéndome en un próximo capítulo 🖤

Los quiero.

Anne Fernández.

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