†D I E C I O C H O†
†C A P I T U L O D I E C I O C H O †
†Septiembre 13†
†Por la mañana†
Cuando menos no los pensamos chocamos con un enorme iceberg en el que hemos navegado hacia su dirección por mucho tiempo sin habernos dado cuenta; hasta que nos toca decidir si retroceder o seguir avanzando sin importar cuántas sean sus numerosas dificultades. No puedes huir ileso de tus propios defectos y manías, todo hecho conlleva a tener una consecuencia. Tu decides sin avanzar o quedarte estancando.
Pero supongo que siempre nos ponemos a prueba así mismos. Esa es nuestra propia naturaleza.
—¿Tiene cita con la doctora Quinn? —pregunta despistada la secretaria.
—Había acordado con ella, venir cada semana —pronuncio.
Levanta su mirada de inmediato y casi se traga el chicle que masticaba.
—Le comunicaré que estás aquí, puedes tomar asiento mientras le anuncio a la doctora tú llegada.
Asiento, su mirada baja indiscretamente a mi mano derecha y es cuando noto que voy sujeto a la mano de Bonnie. Suelto una tos para sacarla de su ensimismamiento. Por lo que suelta mi mano naturalmente. Me mira fijamente...
—¿Estás bien? —pregunto, es extraño verla en silencio por tanto tiempo.
—Si, lo estoy.
La tomo de la la mano con un gesto irritado y tomamos asiento al mismo tiempo. Hasta este momento es que siento que está un poco fria —o mucho—, luce diferente, como si algo le incomodara.
—¿Es la primera vez que vienes a un sitio como éste?
Niega.
—¿Te trae algún mal recuerdo?
No responde.
Niega.
—¿Me puedes decir qué coño te sucede?
Reacciona al momento pero una voz familiar se escucha en ese momento.
—Regan, puedes pasar —escucho la voz de la doctora Quinn.
Trago grueso.
—¿Estarás bien?
—Lo estaré —responde.
La dejo en su asiento, aunque no puedo pasar en alto la preocupación que me embarga a verla así. Supongo que después de volverse mi compañía todos estos días es lo menos que puedo hacer. Además está loca y no para de hablar así que cualquiera se preocuparía al verla de esa manera tan extraña.
Todo en ella es, impulsivo, caótico, escandaloso y retador. A su manera es única, es con lo que me mantiene atrapado.
—Veo que hoy vienes en compañía —dice, tras tomar asiento en su lugar de siempre.
—Si —es todo lo que puedo responder.
Me devuelve una sonrisa afable.
—Es importante para tí, conocer gente nueva, hacer nuevos amigos, te ayudaría mucho.
Como si eso fuera importante ahora.
—Creo que es un progreso entonces.
Ladea su cabeza.
—¿Cómo te has sentido últimamente?
Pensé un momento responderle pero en su lugar saco mi libreta y se la entrego.
—Mire por usted misma.
Ella me dedica una mirada un poco angustiosa, ojea todo lo que allí está escrito con una paciencia que me atrevo a admirar.
Mientras ella seguía detallando cada cosa ahí escrita mi mente viajaba hacia la chica de ojos verdes que me esperaba afuera. Espero encontrarla allí mismo cuando salga.
—Me parece una buena idea lo que has hecho, a pesar de que solo son fragmentos lo que logras ver.
—Es por eso que decidí volver, la última vez que estuve aquí, logré no solo recordar sino también ver rostros que es algo que nunca logro hacer.
Asiente.
—Cuando el daño es causado por una persona importante; en tu caso tú propia familia. Obviamente el daño será más profundo, y el bloqueo al que te enfrentarás será más difícil de afrontar. Desde pequeño te has enfrentado a los señalamientos de que eres el culpable de la muerte de tus familiares pero nunca te has enfrentado a los hechos reales. Por eso insisto en que leas el expediente de tu caso.
—Sabes muy bien que esa no es la única salida.
—Tristemente lo es.
—No, podemos seguir recuperando parte de ella a través de la hipnosis.
Entre cierra sus ojos y por un momento va a negarse.
—Yo he cumplido con la parte de nuestro trato doctora Quinn —añado.
—Lo sé.
Clava su mirada en mí por unos minutos largos, respira profundo y se levanta en dirección a la camilla dónde me hace una seña para que suba a ella. Subo a la camilla y trato de mantener la calma.
—Estoy listo —le indico.
El pequeño colgante con aquel diamante diminuto aparece en mi campo de visión, trago grueso y escucho las palabras de la doctora.
—Serena tu mente, y hazme saber todo lo que te molesta, dime eso de lo que no puedes articular. Respira profundo...
Silencio.
Es lo que se escucha dentro de mí cabeza, por fin se han callado todas esas voces que me mortifican día tras día.
Pisadas...
Fuertes pisadas retumban en mi cabeza.
Sólo logro escuchar el choque de las hojas con el roce de las pisadas.
...
Mi rostro estaba salpicado de sangre, mi ropa estaba llena de mugre y de manchas del mismo color carmesí que cubría parte de mi rostro en el que se le sumaba también un gran moretón. Las uñas de mis manos estaban incompletas. Puedo sentir el acecho de algo... o alguien detrás de mi. Un silbido se escucha en lo lejano, mi cuerpo tiembla y el sudor corre por ambas manos provocando que me estremeciera del ardor que recorría mis dedos sin aquellas pequeñas uñas. Trataba de cubrirme con un árbol de quién fuera y me estuviera siguiendo.
Un grito se escucha.... Tan fuerte... Tan cerca.
Tan ajeno.
Silencio otra vez, no puedo ver ni escuchar nada, más que solamente el picoteo y el murmullo de los cuervos. Siento que alguien estruja mi cuerpo por lo que me veo en la obligación de volver en sí. Mi mirada cae en la pequeña grabadora que sostenía en su otra mano.
—¿Puedo escuchar lo que ha grabado? —pregunto de inmediato.
Duda por un momento pero termina presionando el botón rojo. Luego de escuchar nuevamente lo que indague dentro de mí propia mente lo escribo también en mi libreta.
—¿Reconoces el sitio a tu alrededor? —interroga.
Me fuerzo... pero no.
—No, solo pude verme a mí... y sentir a la misma vez la presencia de alguien más.
—¿Qué sientes ahora?
—Temor, lo mismo que sentía en ese flashback dentro de mí cabeza.
—¿Qué piensas al respecto?
Muchas cosas, quizás erróneas, tal vez no tanto.
—Creo que se ha terminado la hora de nuestra consulta —digo apuntado el reloj en su mano.
Chequea que así sea.
—Así es Regan, ya hemos terminado por hoy —recalca la última palabra.
Cojo mi mochila y salgo sin despedirme, la doctora Quinn no dice nada más puesto que es lo que siempre hago.
Mi cabeza da vueltas, debo decir que estás es una de las probables consecuencias de la hipnosis, sin embargo consigo calmarme al encontrarme con la pelirroja que me regala una sonrisa de boca cerrada.
Ella con tanta calma, y yo con tanta tormenta dentro.
†
†Segundo periodo del día†
La brisa mueve su ondulada melena rojiza, desde este punto puedo fijarme bien en sus redondas mejillas rosas e refinada nariz que se me antoja sujetarla entre mis dedos sin embargo no lo hago. Ha estado en silencio por mucho tiempo, solo a pronunciado monosílabos en respuestas. Estoy enloqueciendo por escucharla hablar, y es que cuando no lo hace es preocupante.
En esta mañana lucia tan atrevida y vivaz pero todo aquello se ha esfumado justo al entrar al consultorio.
Levanto mi mano para sombrear un poco su rostro y de alguna manera u otra atraer su atención hacia mí. Los rayos del sol generan un contraste maravilloso con sus ojos color verdes. Atraigo su mirada a la mía quedando ambas atadas una con la otra por unos minutos.
—¿Me dirás qué te sucede hoy?
—Ya casi olvido que hay un parque en este pueblo —responde evadiendo mi pregunta.
Estiro mis piernas en la grama y observo el corretear de los niños de un lado a otro. Me pregunto si alguna vez tuve el privilegio de sonreír con tanta libertad.
—Creo que es el único lugar que hasta ahora no se ha vuelto tan gris en Angst.
Sonríe.
—Nada en Angst es color de rosas.
Ladeo mi cabeza.
—No te acostumbres, pero será la primera vez que te daré la razón —digo.
Se levanta de la grama y sonríe de manera traviesa. Camina en dirección hacia uno de los árboles, la observo con mi ceño fruncido, ¿qué hará? Mi mentón casi cae al suelo cuando la veo trepar aquel árbol con tanta facilidad. Sabía que tanta tranquilidad no era nada normal, su loca interior a vuelto.
—¡Oye flojo, puedes subir!
O no, no quiero otra costilla rota y mucho menos por seguir sus locuras.
—Ni lo sueñes, ¿te has vuelto loca?
Suelta una carcajada.
—¿Según tú, ya no lo estaba? —inquiere.
Siempre tiene una jodida respuesta para todo.
—Bonnie no subiré, así que baja de ahí ahora —le ordeno.
Unas pequeñas carcajadas llaman mi atención.
—¡Eres un gallina! ¡Eres un gallina! ¡Eres un gallina! —canturrean unas vocesillas tras de mí.
—¿Ves Regan? Eres un cobarde.
—Prefiero a ser eso, antes que subir ahí contigo.
Ella bufa.
—¡Regan es un cobarde! ¡Regan es un cobarde! —canturrea y los niños se le unen.
Les dedico una mirada agria, después de un gran debate interior termino accediendo a subir.
—Tan pequeños y manipuladores —digo mientras subo al árbol.
Ríen al escucharme.
—Y tú ya estás grandecita para andar con estos juegos —le reprocho al llegar junto a ella.
Me muestra su dedo corazón, a cambio le devuelvo una mirada agria.
—¿Son novios? —pregunta la niña, los dos niños que la acompañan tratan de cubrir su boca.
¿Novios? ¿Qué le enseñan a los niños de ahora? En mis tiempos nos educaban de otras maneras —claro, habló el que no recuerda nada—, además quién se va a fijar en esta loca. Traté de responder pero entonces... siento su mirada clavada en mí.
Es jodidamente hermosa.
—Somos amigos —le responde desviando su mirada de la mía.
Y me encuentro a mi mismo deseando que vuelva a mirarme de nuevo.
—Él es muy guapo —suelta la niña.
Suelto una tos al escucharla. El trio de pequeños salen corriendo juntos hasta llegar a los columpios.
Escucho un bufido.
—Pobre niña, no sabe lo que dice.
—¿Por qué te cuesta tanto admitir que soy guapo?
—Narcisista —bufa.
Quita uno de sus aretes y la observo extrañado. Con el, empieza a tallar algo en el árbol.
—¿Qué haces?
—Espera y lo termino —dice mordiendo su labio inferior.
Unos minutos después...
Nuestros nombres estaban tallados en el tronco grueso de una de las ramas del árbol. Lo observo por un largo momento... de pronto escucho voces lejanas, muy lejos y veo...
—¿Cómo ha quedado? —escucho una pequeña vocesilla que ya e escuchado antes.
Solo podía ver mi nombre junto al de ella, Rosse y Regan.
Mi vista se nubla y mi cabeza da vueltas.
¿Quién fue ella? ¿Quién es ella? ¿Por qué es la primera vez que no siento miedo?
Voces se escuchan muy lejanas, un ardor recorré mi cuerpo entero. ¿Qué está sucediendo?
###
Los niños de ahora, chico. ¡Que barbaridad con esta niña! Jajajaj saludos mis corazones malévolos. Espero sigan apoyando cada una de las actualizaciones de esta historia.
Los quiero.
Anne Fernández.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro