Capítulo 7
El arte podría ser expresado de muchas maneras, era algo que todos sabían, pero en ese momento en el cual Jungkook besaba cada centímetro del cuerpo del mayor en aquella cama, creía haber encontrado un nuevo arte. Ese era el arte de la cama que los transportaba a otro mundo, a otra luna. Porque no podía ser normal o cosa de este mundo todo lo que Taehyung le transmitía. Con cada beso que depositaba en su cuerpo, con cada caricia en su torso o lamida en sus pezones, Jungkook quería tener el poder de transmitirle al pelirrojo todas las cosas buenas que existían en el universo.
— Eres tan hermoso... — Susurró Jungkook mientras besaba las ingles contrarias. —Tan perfecto...
Esas fueron sus últimas palabras antes de atrapar la base de pene de Taehyung en su mano derecha y guiarlo hacia su boca. La sensación en su boca no fue una decepción, tal cual imaginó en Bergen, le gustaba tener ese peso en su lengua. Aunque, si debía ser sincero, más le gustaba el disfrute de Taehyung. Sus reacciones eran transparentes, sus ojos cerrados con el ceño fruncido, la forma automática en la que sus manos se aferraron a su castaña cabellera, su labio inferior perdido en sus dientes y esa ligera tensión en su cuerpo que pronto desapareció.
Cuando hablaron de sus encuentros íntimos semanas atrás, contemplaron tener sexo oral también con condón, pero ninguno estaba demasiado feliz con la idea de saborear el látex en vez de sus pieles. Ese sabor artificial, aunque los protegía, ni era lo que buscaban. Esta fue la razón por la cual Taehyung desembolsó una considerable cantidad de dinero en Zúrich para poder hacerse unos exámenes juntos. Como era de esperarse, estaban limpios, pero eso quitó de lado cualquier preocupación y ahora podían entregarse sin reservas. No habían desechado del todo la idea de los condones a pesar de eso, para los momentos en los cuales no quisieran hacer un desastre y minimizar la limpieza, iban a ser de utilidad.
Sin embargo, esa noche, aunque tenían los condones a su lado, Taehyung no quería usarlos. Deseaba sentir a Jungkook en todo su esplendor, quería sentirse lleno de él, que pintara su interior con esa brocha de carne y creara en sus paredes internas una obra de arte más carnal.
—Tu boca se siente tan bien. —Gimió cuando la nariz del menor rozó su pelvis. Su boca era cálida, húmeda y sabía perfectamente lo que hacía.
—¿Te gusta? — Sabía que sí, pero quería escuchar esa voz rota del pelirrojo. —Dime.
Esta vez era él quien le pedía que le describiera lo que sentía. No necesitaba detalles, solo escucharlo era suficiente.
— Sí, me gusta, se siente rico.
Una vez más, Jungkook engulló su miembro en su totalidad, forzándolo contra su garganta, arrancando un siseo agudo por parte de Taehyung. Su lengua fue su soporte y mejor aliada. Cuando su respiración se volvía precaria, la lengua se encargaba de recorrer su extensión, jugaba con su glande y luego descendía hasta sus testículos Estas fueron acciones que se repitieron varias veces hasta que las caderas del pelirrojo comenzaron a perder la calma. Solo entonces, Jungkook se alejó, escuchando las protestas de Kim.
—No te dejaré, así, ten paciencia. — Fue todo lo que dijo con una sonrisa, besando el interior de sus muslos.
Con suavidad los fue abriendo, deleitándose con la vista frente a él. La brillante erección embadurnada de su saliva, los testículos reducidos y esa depilada entrada de color más oscuro pidiendo por él. Sin perder demasiado tiempo, se movió por la cama en busca de dos almohadas que colocó debajo del cuerpo contrario. Esto dejó que ese anillo de carne quedara a la altura perfecta para él poder prodigarle toda su atención.
Su lengua delineó cada pliegue para luego aplanarse y recorrer todo el camino hacia sus testículos y de regreso. Fue recompensado con hermosos gemidos y jadeos que simulaban la más encantadora sinfonía. No pudo evitar llevar su propia mano hasta su miembro para calmar esa dura sensación.
— K-Kook... — Ese llamado le hizo alzar la vista una vez más. Había hambre y necesidad en esos ojos marrones. — Lubricante.
El aludido tomó el lubricante a su lado para depositar una cantidad prudente en sus dedos. Los frotó un poco para quitarle la sensación fría. Besaba los muslos con delicadeza mientras llevaba un dedo al esfínter. Presionó su índice con cuidado, solo hasta el primer nudillo para poder evaluar la incomodidad o dolor que Taehyung pudiese sentir. Pocos segundos después avanzó hasta el segundo nudillo, luego introdujo su dedo en su totalidad.
La dilatación tomó un poco de tiempo, pero ninguno estaba apurado. Con dos y luego tres de sus dedos Jungkook se encargó de ir aflojando, abriendo y relajando ese músculo anular mientras su boca volvía a encargarse del miembro goteante.
El momento de la penetración fue extremadamente lento. Jungkook había colocado uno de sus brazos al lado del cuerpo de Taehyung mientras el otro se encargaba de alinear su pene hacia su entrada. Dio algunas embestidas en falso a modo de aviso. Se inclinó para que sus labios se unieran y, justo ahí, fue que comenzó a entrar centímetro a centímetro.
—Me preparaste bien, puedes seguir. — Murmuró entre besos.
Jungkook tomó esas palabras como un incentivo para continuar, permitiendo que su movimiento guiara el ritmo de ambos. Con cada roce, cada beso, cada movimiento que compartían, el espacio entre ellos se desvanecía más y más. No había prisa, no había urgencia. Solo ellos dos, explorándose con devoción, como si estuvieran creando un lenguaje único, hecho de piel, respiraciones y deseo.
El ambiente era un latido constante, una corriente que no podía describirse con palabras, solo sentirla, y ambos se sumergieron en ella con una sincronía perfecta, dejando que el momento hablara por ellos.
Hubo un antes y un después de que Jungkook alcanzara la próstata del pelirrojo. Este se ajustó tanto a su alrededor, jadeó y rogó tan alto por más; más rápido, más profundo, más fuerte, más, más, mucho más. Y quién era Jungkook para negarle todo lo que ese hombre pedía. Fue más rápido, profundo y fuerte. Ahí se fueron por el barranco del deseo y la entrega mutua, entre besos y palabras cálidas, pero también lascivas y algunas sin sentido.
Esa noche, hicieron el amor por primera vez. Fue un acto cargado de pasión y una conexión que parecía ir más allá de lo tangible. En cada caricia, en cada susurro, dejaron claro lo que significaban el uno para el otro. Jungkook descubrió que las manos de Taehyung podían tanto crear como consolar, y Taehyung entendió que la vulnerabilidad de Jungkook era su mayor fortaleza.
—¡Kook!
—¡Maldición! — Exclamó Jungkook en el momento en el cual el contrario llegó al clímax, lo apretó tan bien, gritó tan fuerte y tan lindo su nombre, que no pudo retrasar más su orgasmo.
Cuando finalmente se quedaron en silencio, acurrucados bajo las sábanas, Taehyung acarició suavemente la espalda de Jungkook, trazando líneas imaginarias donde antes había pintura. Jungkook cerró los ojos, sintiendo que, en ese momento, no necesitaba nada más. Lisboa había sido su lienzo final, pero también el comienzo de algo mucho más grande.
+++
El regreso a Oslo fue agridulce. Para ellos, este no era el comienzo de algo más grande; este era el final. La distancia entre Lisboa y Oslo les hizo optar por un avión para el regreso. El vuelo transcurrió en un silencio cómodo, pero cargado de emociones. Ninguno parecía querer hablar, como si las palabras pudieran romper el delicado equilibrio de lo que sentían. En cambio, se dedicaron a compartir pequeños gestos: caricias en el dorso de la mano, miradas prolongadas y besos suaves que parecían guardar todo lo que no podían decir.
Cuando el avión aterrizó, Jungkook entrelazó sus dedos con los de Taehyung mientras salían del aeropuerto. El silencio persistió hasta que abordaron un taxi rumbo al centro de la ciudad. Taehyung miraba por la ventana, observando las luces de Oslo que empezaban a brillar en el anochecer, pero su mente estaba en otra parte. Jungkook, por su parte, parecía debatirse internamente hasta que finalmente rompió el silencio.
—¿Has confirmado la reserva del hotel? —preguntó con voz neutra, aunque sus dedos tamborileaban nerviosamente sobre su pierna.
Taehyung giró la cabeza hacia él, ligeramente sorprendido. —Sí, hace un par de días. ¿Por qué lo preguntas?
Jungkook inspiró profundamente antes de hablar, como si necesitara reunir valor. —Cancélala. No quiero que te quedes en un hotel esta vez.
Taehyung lo miró fijamente, intentando descifrar sus palabras. —¿Entonces dónde me quedaré?
El taxi se detuvo frente a un edificio modesto, y Jungkook apretó suavemente su mano antes de responder. —Aquí. En mi casa.
El ascenso por las escaleras fue tranquilo, pero el corazón de Taehyung latía con fuerza. Al entrar en el apartamento, una calidez hogareña lo envolvió. Había pequeñas plantas en los alféizares, fotografías enmarcadas de paisajes, y una ligera desorganización que hacía evidente que era un hogar habitado. Era un contraste absoluto con los hoteles impersonales que habían compartido en su viaje.
—Bienvenido a mi mundo —dijo Jungkook, dejando las maletas a un lado.
Taehyung sonrió suavemente mientras recorría el espacio con la mirada. —Es encantador, Jungkook. Muy tú.
Jungkook se rio mientras se dirigía a la cocina. —Voy a preparar algo sencillo para cenar. Puedes dejar tus cosas en el sofá y ponerte cómodo.
Poco después, la puerta se abrió, y Jimin entró con su característico entusiasmo, cargando una pequeña bolsa del supermercado.
—¡Ya era hora de que volvieras! —exclamó, quitándose los zapatos. —Esto se sentía demasiado vacío sin ti.
Jungkook le lanzó una mirada de complicidad. —Bueno, ya estoy aquí. Y no vine solo.
Jimin alzó la vista hacia Taehyung y sonrió. —Taehyung, bienvenido otra vez. Supongo que esto es más que una visita casual, ¿no?
—Gracias, Jimin. Y sí, algo así —respondió Taehyung, devolviendo la sonrisa.
—Ya los extrañaba, ¿saben? —dijo Jimin entrando con una sonrisa amplia.
—Siempre tan dramático, Jimin —replicó Jungkook, rodando los ojos mientras recibía el pastel. Taehyung rio suavemente, acomodándose en el sofá. —Es bueno verte de nuevo. Aunque, admito que tus mensajes diarios ya eran suficiente.
—Por favor, si no fuera por mí, ustedes dos ni siquiera se habrían conocido, así que aprende a ser más agradecido, mocoso —bromeó Jimin, guiñándole un ojo a Taehyung.
La cena fue sencilla, pero deliciosa: pasta con una salsa ligera y ensalada. El vino completaba el ambiente íntimo y relajado. Mientras comían, Jimin no pudo evitar notar la facilidad con la que Jungkook y Taehyung interactuaban, como si siempre hubieran sido parte de la vida del otro. Pero al mismo tiempo Jimin también de dio cuenta del leve aire de melancolía que ambos intentaban ocultar. Sus sonrisas eran genuinas, pero sus miradas traicionaban la tristeza que sabían que pronto se volvería inevitable.
—Entonces, ¿cómo fue el viaje? — Preguntó el mayor de los tres, llenando las copas con vino.
—Increíble —respondió Taehyung. —Cada lugar tenía su propia magia, pero lo mejor fue compartirlo con Jungkook.
Jungkook le dirigió una sonrisa tímida, bajando la mirada hacia su plato. Jimin los observó con una expresión calculadora antes de cambiar de tema, hablando sobre anécdotas de su día a día en Oslo y de cómo estaba planeando viajar en diciembre a Corea para visitar a su familia.
Después de cenar, Jimin y Jungkook se encontraron a solas en la cocina mientras lavaban los platos. Era la oportunidad perfecta para que Jimin hablara de lo que había estado pensando toda la noche.
—Jungkook, ¿qué vas a hacer con todo esto? — Indagó de manera directa.
Jungkook suspiró, apoyando las manos en el fregadero. Desde el salón, podía ver a Taehyung, absorto en una conversación telefónica con alguien de su equipo.
—No lo sé, Jimin. Solo sé que quiero aprovechar cada momento que me quede con él. No estoy pensando en después... porque no hay un después.
Jimin lo miró con una mezcla de comprensión y preocupación. —Eso no suena a ti, Jungkook. Siempre planeas todo cuando de relaciones se trata. ¿Y ahora?
—Es diferente esta vez. Él se va, y yo me quedo. No hay un futuro que planear —admitió, su voz cargada de resignación.
Jimin no dijo nada más durante varios segundos, pero su expresión hablaba de lo mucho que deseaba que las cosas fueran distintas para su amigo. Lo observaba en silencio antes de darle un leve golpecito en el hombro.
—Solo asegúrate de no arrepentirte de nada. Haz que valga la pena.
Cuando Jimin se despidió y se fue a su habitación para darles privacidad, Taehyung estaba sentado en el sofá, mirando las fotografías que decoraban la pared. Para cuando el menor terminó en la cocina, ya Taehyung estaba sentado en su cama, ahora mirando las fotografías en el cuarto del castaño. El estilo era diferente de aquellas en el salón, quizás porque aquel era un espacio en conjunto y la habitación era más privada. Las observó todas con detenimiento, pero su mirada permaneció en una foto en particular que él mismo había tomado años atrás. Sonrió recordando el día en que conoció al menor, cuando este le dijo que era un fan de Vante, de él.
—Hola... — Lo saludó Jungkook llegando a la habitación. —¿Estás cómodo? —preguntó, apoyándose en el marco de la puerta.
Taehyung levantó la vista y le sonrió. —Sí. Este lugar se siente muy tú, muy real.
Jungkook entró y se sentó a su lado, pasando una mano por su cabello. —¿Estás cansado? —Preguntó, aunque sabía la respuesta.
—No realmente. — Taehyung negó suavemente.
— Si no quieres quedarte aquí lo puedo entender, quizás he sido muy egoísta y persistente con mi deseo de que te quedes aquí esta noche. Durmiendo en mi cuarto y en mi cama, junto a mí. — Jungkook tomó su mano, entrelazando los dedos. —No quiero que vayas a un hotel. Quiero que esta última noche sea... nuestra.
Taehyung apretó su mano con fuerza, como si esas palabras lo hubieran tocado profundamente. — ¿Y después? Jungkook, yo...
—No lo digas. —Jungkook bajó la mirada, acariciando el dorso de su mano con el pulgar. —Después veremos. Pero esta noche, quiero que solo estemos tú y yo.
Taehyung asintió, inclinándose hacia él para besarlo. Fue un beso lento, lleno de emociones que ninguno se atrevía a nombrar. Pretendían poder canalizar todos sus pensamientos y sentimientos con ese beso. Se dejaron caer en el colchón, sin el artificio de los hoteles que habían compartido antes. Este lugar se sentía real, como si todo lo que había entre ellos cobrara vida y dejase de ser solo una aventura pasajera, un amor de otoño. Acostado en la cama, Taehyung apoyó la cabeza en el pecho de Jungkook, escuchando el ritmo constante de su corazón. Jungkook lo observaba en silencio, acariciando su cabello con una ternura que parecía infinita.
—No sé cómo voy a dejarte ir —murmuró Jungkook, apenas audible.
Taehyung levantó la vista, sus ojos encontrando los de Jungkook. —Tampoco sé cómo voy a irme y continuar mi vida como si esto que hemos vivido no hubiera ocurrido, pero tal cual dijiste, no pensemos en eso ahora.
Esa noche, hicieron el amor y durmieron entrelazados en la cama de Jungkook, sintiendo la calidez y la intimidad que solo un hogar podía ofrecer. Esa noche, era una última vez, era su despedida, aunque ninguno quería admitirlo.
La mañana siguiente llegó con una tristeza vaga y profunda, pero también con calidez. Ninguno de los dos quería levantarse de la cama. Taehyung permanecía acurrucado en el pecho de Jungkook, mientras este le acariciaba suavemente el cabello. Era un momento que ninguno quería romper, como si al levantarse la magia de lo que habían compartido se fuera a desvanecer.
—Podríamos quedarnos aquí para siempre —murmuró Taehyung, cerrando los ojos y respirando el aroma de Jungkook.
—Lo sé... — Eso era lo que él más estaba deseando. — Pero no podemos —respondió Jungkook con un susurro, besando la coronilla de Taehyung.
Con un esfuerzo conjunto, ambos finalmente dejaron la cama. Se vistieron lentamente, casi con desgana, como si alargar el proceso pudiera evitar lo inevitable. En la cocina, Jungkook preparó un desayuno sencillo, tostadas, huevos, café para él y chocolate para el mayor, mientras este último lo observaba desde la mesa, grabando en su mente cada pequeño detalle de ese momento.
Jimin se unió poco después, todavía en pijama, con el cabello desordenado y un bostezo en los labios.
—Buenos días, pareja de tortolitos — espetó con una sonrisa burlona mientras se servía café.
—Buenos días, Jimin —respondió Taehyung con una sonrisa suave, acostumbrado ya al humor de Jimin.
Después de desayunar, Taehyung sacó su cámara y ajustó el enfoque mientras los tres estaban sentados alrededor de la mesa.
—¿Puedo tomar una foto? —Preguntó, levantando la cámara.
—Por supuesto, pero solo si luego me dejas tomar una de ustedes dos —replicó Jimin, guiñándole un ojo.
La primera foto capturó a los tres juntos, una imagen cargada de simplicidad y complicidad. Luego, Jimin tomó la cámara y les indicó que se acercaran más. Jungkook rodeó los hombros de Taehyung con un brazo, mientras este sonreía de manera tímida pero feliz. El clic de la cámara quedó grabado como un recuerdo que ninguno olvidaría.
La mañana transcurrió con una tranquilidad sosegada. Pasearon por un parque cercano, tomaron un café en la cafetería favorita del castaño y caminaron sin rumbo, como si al hacerlo pudieran detener el tiempo. Jungkook mantenía su mano entrelazada con la de Taehyung, aferrándose a cada segundo que les quedaba.
Cuando llegó el momento de ir al aeropuerto, el silencio se apoderó del taxi que los llevaba. Jungkook miraba de reojo a Taehyung, quien mantenía la mirada fija en el paisaje que desfilaba por la ventana. El nudo en el pecho de ambos se hacía cada vez más fuerte.
Al llegar al aeropuerto, caminaron juntos hasta el área de registro. Las palabras parecían quedarse atascadas en sus gargantas, pero sus miradas decían todo lo que no podían expresar. Cuando finalmente llegó el momento de despedirse, Jungkook tomó la mano de Taehyung con fuerza.
—No quiero que te vayas —murmuró, sus ojos vidriosos traicionando su intento de mantenerse fuerte.
—Yo tampoco quiero irme —respondió Taehyung, tragando saliva para no romperse. —Pero tengo que hacerlo.
Se abrazaron con fuerza, como si el contacto físico pudiera compensar la distancia que estaba a punto de separarlos. Taehyung comenzó a caminar hacia la puerta de seguridad, pero antes de cruzarla, Jungkook lo alcanzó, tomándolo del brazo y girándolo hacia él.
—Espera... —dijo Jungkook, respirando agitadamente.
Taehyung lo miró, sus ojos reflejando la misma desesperación. Jungkook no esperó más. Tomó el rostro de Taehyung entre sus manos y lo besó. Fue un beso lento, profundo, cargado de emociones que no podían contener. Sus labios se movían con urgencia, como si intentaran grabar ese momento para siempre. El sonido del aeropuerto, los anuncios y las conversaciones a su alrededor se desvanecieron en un murmullo lejano.
Cuando se separaron, ambos estaban sin aliento. Jungkook apoyó su frente contra la de Taehyung.
—Te extrañaré más de lo que puedo decir.
—Y yo a ti... —respondió Taehyung, con la voz quebrada. Sus dedos acariciaron la mejilla de Jungkook, como si intentara grabar su rostro en su memoria, transmitiéndole una calma que él mismo no sentía.
Con un último beso en la frente, Taehyung comenzó a retroceder, pero sus ojos seguían fijos en los de Jungkook. Antes de cruzar el punto de no retorno, giró una última vez y levantó una mano en un gesto de despedida. Se alejó, limpiándose las lágrimas mientras cruzaba el área de seguridad. Jungkook se quedó parado allí, observándolo hasta que desapareció entre la multitud. Incluso después de no verlo más, se quedó parado en el mismo lugar, sintiendo como si una parte de él se hubiera ido con Taehyung.
Mientras pasaba por seguridad, Taehyung se limpiaba las lágrimas con discreción. Cada paso que daba hacia su puerta de embarque parecía pesarle más. Cuando finalmente se sentó en el avión, junto a la ventanilla, dejó que las lágrimas fluyeran libremente, mirando el paisaje que dejaba atrás. Abrazó su mochila, buscando consuelo en el recuerdo de los momentos compartidos. Finalmente, el cansancio emocional lo venció y se quedó dormido, con los recuerdos aún frescos en su mente.
Cuando aterrizó en Corea, Namjoon lo esperaba en el aeropuerto con una amplia sonrisa y un abrazo cálido.
—Es bueno tenerte de vuelta, Tae —dijo Namjoon, sosteniéndolo con fuerza.
—Es bueno estar de vuelta... —respondió Taehyung, aunque su corazón seguía en otro lugar.
Esa noche, en la tranquilidad de su hogar, Taehyung escribió un mensaje a Jungkook. No pudo evitar leerlo varias veces antes de enviarlo.
"He llegado bien. Gracias por todo, Jungkook. Por los recuerdos, por los momentos, por ti. Deseo que tu vida sea tan hermosa como el tiempo que compartimos. Cuida de ti, siempre."
Un capítulo más y estamos en el final...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro