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Epilogo



AVE ATQUE VALE

31 OCTUBRE 1981
























Kendra se debatía a duelo en contra de Lord Voldemort, mientras Sirius peleaba con Nagini quien a cada rato intentaba morderlo.

— ¡Maldita sea ya muérdete! — dijo Sirius hacia la serpiente.

Nagini nuevamente se lanzó contra él para morderlo.

Kendra y Tom peleaban lanzando hechizos que intentaban lastimar al otro, pero sus varitas se encontraban como si fueran iguales, no se permitían lastimar al otro de gravedad.

Sus varitas no podían herirse entre ellas.

— ¿Enserio seguirás jugando, Kendra? — cuestionó Tom. — No puedes matarme, no lo logras.

— Pero si puedo ganar tiempo.

A lo lejos, Sirius logró ver algo que brillaba cerca del esqueleto de basilisco. Se trataba de la espada de Godric Gryffindor.

Sirius lanzó una piedra hacia Nagini golpeándola en la cabeza, corrió hasta el esqueleto sacando el espada de Godric.

Su distracción casi le costaba una mordida por parte de la serpiente, Kendra vio a Nagini estando por morderlo, pero lanzó un crucio en su dirección tras haber golpeado la estructura de la cámara causando que un par de rocas cayera golpeando a Tom.

— ¡Ya basta! — gritó Tom golpeando a Kendra con la varita, ella cayó al suelo. — Ya basta de tus juegos.

— ¿Quién te dijo que estamos jugando? — Kendra lo miró tenía un pequeño hilo de sangre recorrerle la frente. — Estamos en el juego final.

Sirius levantó la espada de Godric atacando a Nagini que lo iba a morder, atravesó con ella la serpiente partiéndola en dos.

El hechizo de Tom se quebrantó al igual que el de Kendra, los dos habían sentido como otro Horrocrux se iba.

Sirius cayó de espaldas golpeándose.

Kendra miró a Tom quien pensó lo mismo que ella. El hechizo verde de la maldición asesina salió de la varita de Tom Riddle mientras Kendra lanzó Sectumsempra en su dirección.

El hechizo de ambos rebotó golpeándolos, Tom fue golpeado por la maldición asesina, ante los ojos de Kendra vio como su tío se empezó ha hacer cenizas.

Mientras Kendra, se golpeó con el hechizo de Sectumsempra, causando varias heridas en su cuerpo por los cortes.

La sangre manchaba su ropa, se resbaló al suelo por el agua de la Cámara. Sirius se levantó corriendo hacia ella casi tropezando por el agua, la sostuvo entre sus brazos.

— ¡Kendra! — la miró con la sangre empapando sus manos. — ¿Dime... Dime cuál es el contra hechizo? Déjame ayudarte.

— No — tosió la Salazar. — Mi madre siempre lo dijo, un Salazar sólo puede derrotar a otro Salazar.

— Kendra, por favor — lloriqueo Sirius. — Déjame salvarte.

— No duele, Sirius — le acarició la mejilla manchándola con su sangre. — Estoy en los brazos de mi primer amor. La primera persona que amé. La persona tal vez siempre amaré.

Sirius negaba con su cabeza, las lágrimas inundaban su rostro, se negaba a verla morir.

— No vas a morir me escuchaste — la tomó de las mejillas. — No vas a morir, Kendra. Me escuchaste Kendra no dejare que mueras.

Sirius se levantó para ayudarla a ponerse de pie, pero tan pronto la levantó descubrió que había heridas en su espalda de la cuales la sangre brotaba. Si la movía no se salvaría, no había otra escapatoria, el tiempo se agotó. Se sentó de nuevo junto a ella, con su cabeza recostada en sus piernas.

— Dile... — tosió. — Dile a Credence que su madre lo ama — pidió, Sirius asintió. — Cuídalo, él solo te va a tener a ti Sirius, necesita que seas su padre.

— Te lo prometo.

Sirius se inclinó, lo necesitaba una última vez, solo una más. Se acercó para dejar un beso en los labios de Kendra sin importarle que fuera a mancharse de sangre.

Al separarse él recargó sus frentes, al amor de su vida se le estaba acabando la vida frente a sus ojos.

Daría todo para que fuera al revés, que fuera él quien estuviera en su lugar y ella saliera con vida.

— Dile... dile a James que.... — suspiró. — Dile a James que...

La mano de Kendra que se aferraba al brazo de Sirius cayó dando la señal que Sirius más tenía, lo último que vieron los ojos de Kendra fueron los ojos grises de Sirius, aquellos ojos que la amaron y cuidaron, los mismos ojos que tenía su hijo.

La vida en el cuerpo de Kendra Salazar se había escapado.

Sirius dejó un beso en su frente, soltando algunas lágrimas, cerró los ojos de la chica, aquellos ojos verdes que jamás volvería a ver.

Un grito brotó de su boca, gritó tan fuerte como sus cuerdas vocales se lo permitieron.
































En el Gran Comedor del castillo, los sobrevivientes se reunían dejando a los caídos cerca. Los mortifagos fueron capturados por aurores hasta el momento que llegara su juicio, los mortifagos se habían rendido en el momento que el cielo se puso de color rojo dando la señal que el Señor Tenebroso fue derrotado.

Entre los cuerpos del Gran a comedor estaba el de Coraline Potter, el hermano de la chica sentía tristeza por la pérdida, sus padres se habían ido, y ahora su hermana, pero por más que quería sentir culpa no podía, su hermana había lastimado tanto a las personas que él quería, no podía perdonarla, al menos no por el momento.

James seguía con Ariana en brazos, no podía ver a los ojos a Sebastián sin sentir culpa por la muerte de Ariana Dumbledore.

Sebastian entró al Gran Comedor buscando a su esposa y hermana, tenía un mal presentimiento en el pecho e incluso pensaba que algo estaba sucediendo.

— ¿Dónde está? — preguntó Sebastian mirando  a Molly Weasley. — ¿Dónde está Ariana?

La mirada de Sebastián se encontró con la de Albus Dumbledore quien sostenía a su hija en brazos, el cuerpo sin vida de Ariana.

Sebastian se acercó a paso lento sintiendo sus pies completamente pesados, el aire le faltaba, deseaba que todo fuera un sueño.

— Sebastián — le llamó James. — Lo siento, lo siento, no pude salvarla.

Remus y Peter se levantaron al ver como Sebastian se acercaba a James. El azabache estaba esperando que el rubio lo golpeara, pero recibió un apretón en su hombro.

— No es tu culpa.

La puerta del Gran Comedor se abrió dejando ver a Sirius Black que cargaba a alguien en sus brazos, Lily se levantó de para ver a quien sostenía Black.

Black caminaba sintiendo sus pies pesados, pero necesitaba llevar a Kendra con su padre y su hermano. Detrás de Sirius caminaba Molly y Arthur Weasley siendo quienes le acompañan. Rabastan, Rodolphus, y Bellatrix Lestrange se acercaron a Sirius para escoltarlo, al igual que Andromeda Tonks y Narcissa Malfoy.

Incluso Severus Snape, Regulus Black y Lucius Malfoy se acercaron a Sirius para escoltar el camino hasta donde se encontraba la familia de la chica, todos estaban conscientes del gran sacrificó que el,a hizo esa noche, el sacrificio de una vida libre a costa de perder su vida.

— ¿A quién tiene en brazos, Sirius? — preguntó Lily mirando al pelinegro.

— No lo se — respondió Remus abrazándola.

Mientras más se acercaba Sirius, fueron capaces de ver quien estaba en sus brazos.

Era Kendra.

— ¡No! — gritó Lily al ver a su mejor amiga.

James se dejó caer de rodillas en el Gran Comedor, negaba con su cabeza, todo menos ella. Tenían planes, tenían sueños, querían ver crecer a Harry y Arabella, llevarlos al campo y que crecieran allí, verlos correr y jugar, le había propuesto matrimonio hace unas horas, le prometió responderle cuando todo terminara y ahora ella jamás le respondería, jamás volvería a ver sus hermosos ojos verdes, no volvería a escuchar su voz, sentir sus labios besarlo.

Ella no volvería jamás

El rostro de Sirius estaba empapado por las lágrimas que resbalaban de sus mejilla, llegó hasta donde se encontraba Albus Dumbledore junto a Minerva McGonagall.

— Kendra me pidió que trajera su cuerpo — sollozo Sirius. — No podía dejarla, no podía. Ella me pidió traerla.

— Mi niña — susurró Albus mirándola.

Albus acarició el rostro de Kendra, la sangre seca de su rostro, sus ojos cerrados, pero sobre todo vio como se encontraba tranquila incluso se podía ver una sonrisa.

Ella estaba en paz.

Sebastian gritó al ver el cuerpo de su hermana, gritó por todos los sueños perdidos, por todas las palabras que nunca dijo, por los recuerdos juntos y sobre todo por no haberle dicho cuanto la quería.

Albus Dumbledore sentía culpa, no cuido a la niña de sus ojos como lo prometió a Jennifer. No cuido de Ariana como le aseguro, no cuido de ambas lo suficiente como para poder evitar sus muertes.

Pero ambas mujeres habían dejado no solo a las personas que más las querían, también a sus hijos.

Sus hijos.

























Kendra Salazar abrió sus ojos sintiendo el césped bajo su espalda, sabía que ya no estaba con vida. Intento que sus ojos se acostumbraran a la luz del sol.

Cuando logró sentarse descubrió un pequeño lago y del otro lado estaba una pequeña cabaña. La chica se saco las botas caminando por el césped, la sensación entre sus pies le hacia cosquillas, había olvidado la ultima vez que pudo hacer eso.

Metió sus pies al lago, sintió a alguien acomodarse a su lado, no hubo necesidad de ver quien era su fragancia lo delato.

— Este es un hermoso lugar — dijo Klaus Salazar mirando el atardecer. — Los atardeceres son eternos aquí.

Kendra recargo su cabeza entre sus piernas para ver a Klaus, tanto tiempo sin verlo, sin poder escuchar su voz. Su corazón se lleno de felicidad al verlo de nuevo, verlo sonreír, pero sobre todo tenerlo a su lado.

— Te he extrañado tanto.

Klaus la miro, sonrió. Estiro su mano para quitar un mechón de su cabello, paso su pulgar por la cicatriz en su cuello, lo único que no se iba luego de la muerte eran las cicatrices.

— Nunca me he ido de tu lado, Bella — le confesó. — Siempre estuve a tu lado, cuidándote hasta el último día.

Kendra lo abrazo, sollozo. Klaus la aferro a sus brazos, decir que no la extraño era mentira, pero sabia que su hermana merecía su tiempo junto a las personas que la necesitaban en ese momento.

— Ven — se separo de ella. — Alguien quiere verte.

Klaus ayudó a Kendra para cruzar el pequeño lago, del otro lado se encontraba su madre, Killian y todos los miembros de su familia.

Kendra sabia que su sacrificó la había llevado a perderse la vida de sus hijos, no los vería crecer, enamorarse, llevarlos al colegio, pero tendrían un mundo libre de la maldad de Tom Riddle y eso la hacía feliz.

Tendrían la paz que ella nunca tuvo, pero sobre todo tenían a personas que los amaban y los cuidarían, tal vez la mayoría de su familia había muerto junto a ella, pero la familia que no era de su sangre estaba del otro lado, al final del día el código Black los cuidaría.

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