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Capitulo veintiuno



¿ALMAS GEMELAS?

MAYO 1980
















Al pasar los días en casa, Kendra se sentía cada vez más sofocada.

La pelea en el despacho de su tío no hizo más que lograr que se quedara en casa encerrada, su estado tras estar embarazada era más delicado y el estar en contacto con objetos malignos la afectaban peor.

Al menos algo de todo su encierro resultaba mejor, pasaba tiempo con Credence quien empezó a descubrir que su madre tendría a otro bebé.

— ¿Vas a querer más a mi hermano? — preguntó Credence con un puchero en sus labios.

Walburga le explicó a Kendra que los niños al descubrir que tendrían un nuevo bebé en la familia demostraban síntomas de celos, y la joven lo estuvo comprobando desde el momento en que su hijo se enteró.

Kendra le tocó la nariz con la punta de su dedo logrando que Credence arrugara la nariz.

— Escúchame Credence — él la miraba. — Tú siempre serás mi pequeño niño, mi pequeño salvavidas y el príncipe de Walburga Black.

Credence río al escuchar a su abuela, ella siempre le decía que era su pequeño heredero, que tendría toda la fortuna de la familia cuando ella muriera.

Los dos bajaron la escaleras para desayunar.

James se estuvo encargando del desayuno las últimas semanas, escuchó a Credence bajar acompañado de su madre.

Dejó los platos en la mesa, una porción de fruta que solo Kendra comía, sopa de estrella que es especial para Credence, panqueques para los tres y una tarta de fresa que a madre e hijo les gustaba demasiado.

— ¿Cuándo podremos visitar a la tía Lily? — se quejó Credence.

— Credence, la tía Lily ahorita está ocupada, recuerda que va a tener un bebé — le explico Kendra de manera calmada.

— ¿Porqué todos quiere bebés nuevos? Todos me quieren cambiar —  hizo puchero. — Papá si me quiere.

Kendra cerró sus ojos, todos los días era la misma conversación. Credence sentía el desplazamiento de todos a su alrededor, pensando que la llegada del nuevo bebé lo dejaría de lado, James intentaba integrarlo con él, le intentó enseñar a volar en escoba, pero se negó diciendo que su padre lo haría mejor.

— Sirius vendrá por ti más tarde — le comento Kendra a Credence al sentarse en la mesa.

— ¡Si! — festejó Credence.

James fue capaz de ver la tristeza en los ojos de Kendra al ver la emoción de Credence.
















Sirius tocó la puerta de la casa para recocer a Credence.

— No olvides cepillarte los dientes — recordó Kendra.

— Mamá ya soy un niño grande — se quejo Credence.

Credence corrió hacia Sirius que estaba en la puerta esperándolo, James no iba a mentir diciendo que aquella escena no le causó celosos, quería que al menos Credence lo trata bien, pero el chico parecía odiarlo a cada segundo que seguía en la casa.

Kendra le extendió la pequeña mochila a Sirius quien la aceptó.

— Le recordare lavarse los dientes — hablo Sirius a Kendra.

— Lo sé — susurro Kendra. — No dejes que se duerma tarde y no olvides...

— Que no coma nueces — recordó Sirius. — Kendra, se las alergias de mi hijo y sus gustos, no te preocupes — le sonrió. — No olvides cuidarte. ¡James! — el azabache de gafas miró a su mejor amigo. — No olvides darle fresas, a Kendra le gustaba más cuando está embarazada, también unos dulces especiales que venden en el callejón diagon te los tráele luego.

Kendra no pudo evitar sonreír al ver que Sirius aún recordaba los momentos que pasaron cuando ella estaba embarazada de Credence, los antojos a cada rato y los gustos extraños.

Credence se despidió de su madre y salió de la casa con Sirius tomándole la mano, la castaña de ojos verdes no pudo evitar soltar un sollozo.

James se acercó para darle un abrazo.

— Siento que Credence odia esta casa — se sinceró. — No le gusta su cuarto, no le gusta estar contigo y piensa que lo dejare de lado cuando nazca el bebé, he llegado a pensar que será mejor que viva un tiempo con Sirius.

— Pero amas a tu hijo, Kendra — le recordó James guiándola hasta la sala donde ella se pudo sentar.

Su vientre ya mostraba los signos de un embarazo de siete meses.

— Walburga me explicó que si amo a Credence debo dejarlo ser feliz, tú y yo sabemos que no es feliz en esta casa.

Kendra ocultó su rostro en el pecho de James. El azabache le acariciaba la espalda dejando que ella llorara, que se desahogara. No sabía si el embarazo la estaba haciendo más sensible o si era causa de las reacciones de su hijo.

Una idea cruzo la mente de James. Kendra se levantó del sofá con ayuda del azabache de gafas, la ayudo a subir hasta la habitación para que pudiera tomar una siesta.

















Kendra fue despertada por James quien tenía una bandeja en sus manos.

— Tenias que despertarte hasta que subiera todo — hizo un puchero. 

— James mis hormonas están por los cielos, no me hagas golpearte — se quejo Kendra por quinta vez en el día.

El azabache se acostumbró a las quejas de Kendra sobre sus hormonas desde el primer momento en que se enteraron del embarazo.

— Intenté hacer algo para olvidar lo que sucedió con Credence hace rato — vio la mueca en el rostro de Kendra. — Así que hice panqueques.

Mostró la bandeja que tenía un plato de panqueques con diferentes caras, uno con la cara de un conejo, otro con la cara de un ciervo y el último con la forma de un murciélago.

— Se parece a mi patronus — Kendra señaló el ciervo.

— ¡¿Tú patronus es un ciervo?! — James prácticamente se levantó de la cama al escucharle.

— Si, pero no grites — volvió a quejarse Salazar. — Por el amor a Salazar, olvidaba cuanto odiaba las hormonas en todo su esplendor.

James sacó de su bolsillo su varita murmurando un hechizo que para Kendra fue imposible escuchar por estar concentrada en comer un trozo del panqueque enfrente suyo.

Vio ante sus ojos un ciervo, este la recorrió como si estuviera trotando al acercarse a ella, le acarició la mejilla.

Una sonrisa cursi los labios de la chica Salazar, ella busco su varita en la mesa de noche para que murmurar el mismo patronus de Kendra. Una cierva salió de su varita la cual la recorrió por completo y se acercó a James quedándose detrás suyo como si lo estuviera protegiendo.

Las similitudes en ambos patronus sorprendieron a los dos. ¿Acaso se trataba de dos almas gemelas? Para Kendra era imposible, el patronus de Sebastián y Klaus eran parecidos y no serían algo romántico entre ellos.

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