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Capitulo veintitres




MIEDO

NOVIEMBRE 1980










AVISO PUEDE HABER CONTENIDO +18 LEER BAJO CONSIDERACIÓN





































Casi cuatro meses del nacimiento de Harry y Arabella.

La llegada de ambos bebés, fue una sorpresa para sus padres y amigos, más porqué todos pensaban que solo era un bebé, la alegría de ambos padres fue doble con Harry y Arabella.

A pesar de que Kendra odiaba su segundo nombre, sentía que su hija era la persona indicada de portarlo, un ser tan puro y lleno de vida que estaba libre de los pecados que ella cometió.

James le había pedido a Sirius que fuera el padrino de su hijo: Harry. Black se sentía alagado de ser candidato a padrino, más teniendo en cuenta su pasado con la madre del pequeño.

Walburga cuando escuchó el nombre de Arabella se sintió halagada de qué otro de sus nietos llevara el nombre de un miembro de la familia Black.

Kendra decidió que fuera Bellatrix la madrina de Arabella, la mujer argumentó que compartía nombre con su ahora ahijada.

La noche cayó en la casa, dormir a dos bebes de pocos meses de nacidos era una completa odisea para sus padres, los dos bebes dormían tranquilamente mientras su madre tenía una lucha mental.

— Ve a dormir, esta noche es mi turno de alimentar a Harry y Arabella — hablo James mirando a Kendra.

La de ojos verdes no se movió de su lugar, permanecía con su vista fija en algún punto de la habitación.

— ¿Kendra?

— ¿Crees que alguna vez nuestra hija me perdone?

El azabache se sorprendió de dos cosas, la primera fue por como llamó a Arabella "nuestra hija", desde que la llevaron a casa decía que era su hija y él no tenía problema con eso, pero sobre todo el tono de voz que uso.

James tomó asiento cerca de Kendra, rozando sus piernas para tomarle de las manos, Kendra levantó la mirada logrando que él viera brillo en sus ojos que demostraba sus ojos llorosos.

— ¿Kendra?

— Toda mi vida culpe a mi madre por mi condición — se sinceró mirando a James sin aquella máscara de rudeza. — La culpe por ser como era, por mi maldición y por dejarme sola. Tuve que aprender de quien era por mi cuenta, y culparme cada día por quien era, teniendo miedo de morir, miedo a no poder ver crecer a nuestros hijos, miedo a vivir siendo una serpiente toda mi vida.

James la abrazó, dejando que Kendra llorara sobre su hombro. Él no entendía el miedo de ella, ambos vivían con miedos diferentes, la guerra sobre sus cabezas, morir jóvenes y no ver crecer a sus hijos, pero el miedo de ella era que Arabella viviera odiándola así como Kendra odio a Jennifer durante tantos años.

— Kendra, no creo que Arabella te llegue a odiar — intento calmarla acariciandole el dorso de la mano. — Por si no lo descubriste ya, Harry y Arabella te adoran —Kendra río. — Solo se calman cuando están contigo, cuando escuchan tu voz dejan de llorar y solo pueden dormir cuando están en tus brazos y les cantas — James le acaricio la mejilla. — Nuestros hijos no van a odiarte.

La castaña oscuro limpió una lágrima de su rostro.

— Odie a mi madre desde que tenía tres, Aberforth me hizo odiarla, la culpe por mi condición cuando ella no tuvo nada que ver — murmuro recordando las memorias de su madre que vio en el pensadero. —  Ella también estuvo condenada así como yo, fuimos dos conejos en la jaula de un cirquero. — James la miró alzando una ceja por la extraña comparación. — Prométeme que no dejarás que Arabella o Harry lleguen a odiarme — lo tomo de las mejillas con aquel picor nuevamente en sus ojos. — Prométemelo James.

James tomó las manos de Kendra besando sus nudillos. — Te lo prometo, Salazar, ellos jamás van a odiarte.

Esta vez fue Kendra quien lo abrazó, aferrándose a James como si su vida dependiera de ello.

La conexión en ambos iba más allá de lo físico, más allá de lo sexual, eran dos almas que se encontraban a cada instante, dos imanes que intentaban repelerse pero encontraban la manera de juntarse una y otra vez.

— No quiero que tengas que acompañar a Arabella a una cueva y drenar mi sangre — ambos rieron por la mención de Kendra. Sin duda ese viaje había logrado mucho en ellos, fue allí donde pudieron conocerse mejor como personas.

James le levantó el mentón a Kendra logrando que le mirara. Los ojos de la ojiverde viajaban desde los ojos de James hasta sus labios, siendo un deseo en su interior volver a probarlos.

Los pensamientos de Kendra fueron leídos por el azabache que se acercó atrapando sus labios en un beso dulce, sin segundas intenciones.

El azabache de gafas acariciaba las mejillas de Salazar, ella sentía que abrazaba el cielo y las huellas dactilares de su compañero le daban descargas eléctricas aumentando una furia en ella, era algo indescriptible la forma en que con tan solo el tacto de Potter lograba despertar millones de sensaciones.

Ambos comenzaron a sentir calor, separando sus labios solo para recuperar su respiración. Fue él quien unió sus frentes sin dejar de acariciar las mejillas de ella.

Los ojos de Kendra permanecían cerrados, como si temiera despertar y que todo fuera un sueño. Uno bastante bueno.

Sin aviso, una vez más los labios de ambos se unieron, pero esta vez, el beso fue subiendo de intensidad logrando que James recostara a Kendra con cuidado en el sillón de la sala, ella pasó sus manos por el cuello del chico acariciando detrás de su cabello.

Las manos de Kendra viajaron por los hombros y abdomen de James hasta llegar a la hebilla de su pantalón, él la detuvo.

— ¿Estas segura? — pregunto con la respiración entre cortada.

— Han pasado cuatro meses desde que Harry y Arabella nacieron James — respondió Kendra. — Confía en mi.

Esas palabras hicieron que él dejara que ella continuara, Kendra desabotonó su pantalón, al igual que los primeros tres botones de la camisa de James, pasó sus manos por sus hombros dejando varios besos en la piel expuesta, antes de que ambos pudieran continuar el llanto de dos bebes los detuvieron.

— Iré yo — le detuvo James recordando la promesa.

Kendra le robó un beso en los labios. — Tu lo dijiste, ellos solo se calman conmigo.

Kendra se levantó del sofá dejando a James quien terminaba de acomodar su camisa y pantalón. Al entrar en la de sus hijos, el azabache no pudo evitar sonreír al encontrar a Kendra cargando a Arabella mientras le cantaba una canción, esa era la vida que quería, quería compartir sus días al lado de esa chica que lograba despertar cada uno de sus deseos y al mismo tiempo hacerlo sentir como el hombre más afortunado del mundo, una vida cotidiana con dos hijos y una esposa, solo esperaba que ella deseara lo mismo.

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